Trabajadores esenciales: precarizados y prescindibles

Por: Tlachinollan

Las jornaleras y jornaleros agrícolas son trabajadores del campo que, por su precaria preparación académica, son contratados de manera temporal para realizar trabajos sumamente extenuantes, inhumanos, que requieren fuerza física y habilidades especiales. Se trata de una población marginal que sale de sus comunidades de origen, para enrolarse como jornaleros y jornaleras. No cuentan con contratos de trabajo formales. El enganchamiento realizado por contratistas y mayordomos es el sistema de explotación semiesclavista, que confina a las familias a sobrevivir en las galeras de los campos agrícolas o en las periferias de las ciudades. Un gran número de familias trabajan en campos conocidos como ranchos, que no cuentan con registros ante la secretaría del trabajo, y que en la mayoría de lugares funcionan de manera irregular.

Por su pertenencia a un pueblo indígena las jornaleras y jornaleros, son maltratados y discriminados por privilegiar su comunicación en sus lenguas maternas y por tener dificultades para expresarse en castellano. Las relaciones que se imponen en los campos son de explotación, sumisión, racismo, clasismo, machismo, violencia y agresión sexual contra las mujeres. Sus derechos laborales son violentados de forma masiva y sistemática, sin que exista una autoridad en nuestro país que se avoque a proteger y defender sus derechos. Su itinerancia los estigmatiza como los indios, para resaltar su atraso y propiciar su repulsión. Son víctimas de extorsión, engaños, fraudes, abusos y atracos. Para las autoridades son seres invisibles, que no existen como personas con derechos. No son atendidos en sus comunidades de origen, porque su desarraigo no les permite organizarse para exigir a los funcionarios municipales que asignen presupuesto para la instalación de servicios básicos.

La falta de inversión en el campo ha propiciado la expulsión de las familias que no encuentran opciones productivas que mejoren sus condiciones de vida y fomenten el arraigo. El trabajo agrícola no remunerado ha tornado inviable la vida comunitaria. La sola siembra del maíz, el frijol y la calabaza han dejado de ser el principal sustento para las familias indígenas. La baja productividad de sus tierras los obliga a salir para contratarse como jornaleros y jornaleras. Su desplazamiento familiar les impide que los hijos asistan de manera regular a la escuela. Para muchas madres y padres el estudio es un bien intangible que resulta ser oneroso, porque son más de doce años que las hijas y los hijos tienen que dedicarse al estudio, dejando en segundo término las labores del campo, sin que obtengan beneficios económicos inmediatos. El monto de las becas y de los demás programas federales no son aún una cantidad atractiva para las jefas y jefes de familia, porque no logran cubrir de manera satisfactoria sus necesidades básicas. Las remesas que llegan de Estados Unidos representan una alternativa para enfrentar el problema del hambre. El alto costo de la canasta básica requiere ingresos permanentes, que como mínimo rebasen 6 mil pesos mensuales por familia.

Ante la falta de ingresos seguros y de un familiar en Estados Unidos, los padres o las madres establecen contactos con contratistas de la región para planear la salida de sus comunidades. El sueldo base oscila entre 120 a 150 pesos diarios. Pocos son los lugares que ofrecen galeras para instalarse con los niños y niñas. En otros campos pueden trabajar a destajo, dependiendo de la urgencia que tengan los empresarios para recolectar y exportar sus productos. Puede haber un mejor sueldo a cambio de un esfuerzo físico extraordinario, pero la renta del cuarto corre por su cuenta. Son trabajos que no duran más de tres meses. El poco dinero que juntan será para pagar el autobús que los trasladará a otros estados en busca de un sueldo no menor a los 150 pesos, porque no sacarían los gastos de comida de la semana. La meta es encontrar trabajos donde puedan tener un pago de 200 a 250 pesos diarios. Hay familias que se desplazan hasta san Quintín donde hay empresas que ofrecen estos sueldos, pero por la alta demanda no siempre son contratados.

Recientemente llegaron de Villa Unión Sinaloa 50 familias jornaleras que salieron de una colonia de Tlapa el 16 de diciembre. Fueron 4 meses de intensos trabajos. Varios jefes de familia que rebasan los 60 años, se enlistaron junto con sus esposas para trabajar al lado de sus hijas e hijos en la recolecta del chile jalapeño. La empresa les pagó a 5 pesos el bote de 20 kilos. Las personas mayores llegaban a juntar 50 botes con mucho esfuerzo, para ganar 250 pesos diarios, con un horario de 7 de la mañana a las 8 de la noche. Los afortunados eran los jóvenes que llegaban a recolectar de 60 a 70 botes, para ganar de 300 a 350 pesos diarios, sin embargo, pronto se acabó el trabajo. Fueron meses difíciles porque se enfermaron mucho de tos y de gripa. Ante estos síntomas los mayordomos no los dejaban trabajar, porque temían que fuera el Covid 19.  Varios se quedaron en sus cuartos gastando lo poco que ganaron con la compra de medicamentos. Los servicios médicos, que por ley deben de brindar las empresas, no los proporcionan. Cuando hay accidentes de trabajo, son los familiares quienes se encargan de trasladarlos a clínicas particulares, pagando un viaje especial. La empresa no se responsabiliza de estos incidentes, por el contrario, amedrenta a los trabajadores con no recibirlos en el campo. El seguro social sigue siendo parte de este entramado institucional que protege al patrón y permite la simulación de las prestaciones sociales, que supuestamente garantiza a sus trabajadores. Para que la secretaría del trabajo haga verificaciones sobre cómo las empresas dan o no cumplimiento a la ley federal del trabajo, tiene que haber una solicitud formal, con datos muy específicos sobre la razón social, la dirección fiscal, su ubicación y la problemática que existe. Con estos trámites burocráticos se obstaculiza en la ley misma, que los derechos de los trabajadores y trabajadoras se hagan efectivos y no sean justiciables.

En la región de la Montaña, el Consejo de jornaleros y jornaleras agrícolas registró del mes de febrero de 2020 al mes de marzo de 2021, la salida de 17 mil 775 personas. La mayoría de familias son de Cochoapa el Grande, Metlatónoc, Tlapa, Alcozauca y Copanatoyac. Los niños y niñas de 0 a 17 años arrojan un registro de 7 mil 389. El 29 por ciento no cuenta con estudios, mientras el 22 por ciento cuenta con primaria incompleta y sólo el 16 por ciento concluyó la primaria. El 10 por ciento logró terminar sus estudios de secundaria. El rezago educativo es muy alto, al grado que el municipio de Cochoapa presenta los índices más bajos de desarrollo humano. La alta migración jornalera forma parte de estos indicadores de la pobreza extrema que muestra las dificultades que enfrentan las familias indígenas para que dentro de su propio hábitat desarrollen sus capacidades cognitivas y todo su potencial creativo que dignifiquen su vida y enaltezcan su cultura, su lengua y su patrimonio cultural y natural.

Dentro de la clase trabajadora en México la población indígena, no sólo se encuentran en los índices más bajos del desarrollo humano, sino que es la más explotada y discriminada por su pertenencia a una cultura primigenia y porque existe esa visión racista de que son inferiores, y por lo mismo, pueden hacer trabajos rudos, al modo de explotación esclavista. El abandono secular, no es gratuito, es parte de ese etnocentrismo de la clase política, que ha ensanchado la brecha de la desigualdad social y del segregacionismo racial, al confinar al olvido a las poblaciones indígenas del estado, siendo los protagonistas de luchas históricas que han defendido con su sangre, la libertad, la independencia, la abolición de la esclavitud, el reconocimiento de los derechos del trabajador, el pago justo de su jornal o su salario, y que además, han dado fama mundial a un territorio encantador que han sabido preservar por siglos sus bellezas naturales, junto con un legado cultural de alto nivel, que forma parte de la civilización mesoamericana.

Los jornaleros y jornaleras agrícolas en esta pandemia no pararon de trabajar. Son parte las y los trabajadores esenciales que garantizan la alimentación en nuestro país. No ha habido ningún reconocimiento a su labor silenciosa pero titánica. Se ha puesto en primer término al ejército como la institución que más ha trabajado en tiempos de la pandemia, por encima del personal médico. Esta falta de visibilidad para la población indígena, forma parte de esta visión monoétnica que reproducen las autoridades, que siguen sin reconocer el aporte de los pueblos indígenas y su importancia estratégica para el desarrollo justo y equitativo en nuestro país.

Las jornaleras y jornaleros indígenas han estado expuestos al contagio del Covid 19, sin que las autoridades de los tres niveles de gobierno los atiendan de manera prioritaria. No se ha obligado a que los empresarios agrícolas cumplan con las recomendaciones de la secretaría de salud para evitar contagios en los campos, ni se han interesado en hacer gestiones, para que se puedan instalar módulos de vacunación dentro de los campos agrícolas, para las personas mayores de 60 años. Los trabajadores del campo aún no se les reconoce como un sector productivo que es estratégico y esencial, pero se les sigue viendo como seres precarizados y prescindibles.

Fuente e imagen: Centro de derechos humanos de la Montaña, Tlachinollan

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La pandemia es el capitalismo

Por: María Galindo 

La activista boliviana comparte con MU este texto que es producto de una clase en la que no pregona verdades proféticas, sino que piensa la post-pandemia desde la incertidumbre, la pregunta, la intuición y el “tanteo”. El resultado es un diccionario sobre el léxico con el que gobiernos de izquierda y derecha disciplinan a las sociedades. Cómo pensar política e ideológicamente las vacunaciones en todo el mundo, el orden colonial-patriarcal-extractivista que convierte al neoliberalismo en fascismo, y cómo interpretar la velocidad de los cambios a la luz de la rebeldía y la creatividad.

No escribo desde Bolivia, sino desde un territorio que se llama incertidumbre.

Escribo desde el último lugar en la fila para obtener la vacunación colonial, que en muchos países será aplicada como dosis de salvación gubernamental y como nuevo contrato sanitario otorgado por el capitalismo a través de los Estados para poder sobrevivir.

Escribo desde la conciencia ganada en una olla común, en un pequeño movimiento, en una lucha que no ha dejado de dibujar mapas de salida, de ubicación y de encuentro.

Escribo desde una marcha de trabajadoras sexuales en pandemia que afirman que la represión policial es peor que el riesgo de enfermarse y que el miedo de morir.

Escribo mientras, contra mi voluntad, me preparo a hablar en una pantalla fría que me gustaría recalentar hasta hacer explotar.

No escribo desde la certeza, sino desde la duda, la pregunta, la intuición y el tanteo.

No he renunciado a palpar sin guantes este mundo pandémico, y aunque he aceptado la invitación para escribir, estoy consciente de que todo lo que diga está sujeto a convertirse de repente en una afirmación ridícula, obsoleta, ingenua o a perder su consistencia como si de hielo derretido se tratara.

Al mismo tiempo podría agarrarme a un tono profético fatalista, profético bíblico o profético redencionista y esperar los aplausos de los corazones sueltos que en las calles andan cual zombis en busca desesperada de voces proféticas.

La pandemia es un hecho político no porque sea inventada, inexistente o haya sido producida artificialmente en un laboratorio.

La pandemia es un hecho político porque está modificando todas las relaciones sociales a escala mundial y es por eso legítimo y urgente pensarla y debatirla políticamente.

La pandemia es un hecho político porque se presenta como la consecuencia de un modelo capitalista global que pasa de su versión ecocida a su versión suicida. Abre, o mejor dicho evidencia, la relación sistémica entre ecocidio y suicido.

Sumisión de rebaño

La pandemia ha instalado un léxico estandarizado a nivel planetario, uniforme y extendido en todos los países. Sirve para la reconducción de la vida social a una sociedad disciplinaria.

Palabra por palabra se cuadricula la vida para reducirla al miedo, a la vigilancia legitimada del Estado sobre toda nuestra vida, a la disolución de las formas de colaboración y organización no estatales. Las únicas formas colaborativas revalorizadas han sido reducidas a una suerte de paternalismo asistencialista sin potencia politizable. La amputación del deseo es una de sus constantes.

Todas estas operaciones políticas están aconteciendo a través del lenguaje pandémico como instrumento para nombrar y dar contenido a lo que está sucediendo. No estamos cuestionando las medidas de protección, la necesidad de tomarlas o la incongruencia de muchas de ellas, sino la forma de nombrar el universo entero de la pandemia.

No estoy hablando de sentidos ocultos: son explícitos y su efecto destructivo tiene que ver con su repetición invasiva, con el hecho de que los gobernantes y los organismos internacionales son los voceros incontestables y la población, en general, funciona como una caja de repetición.

Es un lenguaje que terminás usando para entenderte en pocas palabras. Con su carácter mundial sin matices y con su uso irreflexivo sin margen para cuestionar los sentidos funcionan fascistizando las relaciones sociales.

Una vez más, como tantas veces en la Historia, el derecho de nombrar los hechos está siendo el arma para programar sus contenidos sociales.

Es en los términos con que se están bautizando los hechos donde está su contenido ideológico central. No es un contenido ideológico que funciona como teoría a ser aceptada, debatida o repensada. Se trata de un contenido ideológico que funciona como significado fijo irrefutable y como realidad directa, que tiene un efecto de terapia de condicionamiento conductual.

Léxico pandémico

He encontrado alrededor de treinta términos que hacen a la columna vertebral del léxico y su función de condicionamiento conductual colectivo. Sin embargo, voy a proponerles revisar tan solo unos cuantos, por razones de espacio:

Bioseguridad: Conjunto de medidas que tienen que ver con el peligro mortal del contagio. Deberíamos cambiar la palabra “seguridad” por la de “vulnerabilidad”, y el sufijo “bio” por el de “necro”. Estamos experimentando la vulnerabilidad ante un peligro omnipresente, invisible e incontrolable. Si hay algo que no es seguro es la vida. No podemos hablar de bioseguridad cuando tal término, en realidad, nombra el necro peligro o biovulnerabilidad.

Distanciamiento social y aislamiento: No son los dos metros que necesitamos para evitar el contagio, sino que son los contenidos de agudización del encerramiento en ti mismo, del sálvate lejos del “otro”, que es peligroso por excelencia. Todes nos hemos convertido en el “otro” del “otro” haciendo del lenguaje pandémico un instrumento de disolución de colectividad. También ha funcionado en la fascistización social el énfasis que se ha puesto en el pequeño grupo familiar o “burbuja” como tu único universo de responsabilidad y de sentido, usando el inofensivo pronombre posesivo de “los tuyos” una y otra y otra vez.

Cuarentena: Término transportado desde la peste negra en la Edad Media al mundo contemporáneo como un indicador de que en el siglo 21  –después de varias revoluciones tecnológicas– las medidas sociales de cuidados son las mismas que hace varios siglos y llevan el mismo nombre. ¿A quién sirve entonces la tecnología? ¿Por qué no tenemos otras herramientas contemporáneas diferentes de las medievales para enfrentar una pandemia?

Toque de queda, confinamiento: No son los únicos términos que forman parte del léxico pandémico y que en esta parte del mundo han representado a las dictaduras militares que están en nuestra memoria viva. ¿No podríamos haber usado otras palabras no cargadas de la memoria dictatorial, o fue y es su carga dictatorial útil socialmente para reinstalar el poder absoluto del Estado sobre la población?

Actividades esenciales: La reclasificación de las actividades sociales con el calificativo de “esenciales”, dejando fuera todas aquellas que pertenecen al universo del afecto, del deseo, de la creatividad y reduciendo a las personas al mundo del trabajo tiene en el lenguaje pandémico un efecto quirúrgico de amputación. La única noción de vida válida es “el trabajo”. Tan solo cambiar lo de “esenciales” por “funcionales” ya le daría a la cotidianeidad otro sentido.

Teletrabajo: El desplazamiento del lugar de trabajo al domicilio, convirtiendo al trabajo en un producto que se paga como producto y no como actividad que se mide en número determinado de horas. Es lo que en esta parte del mundo  –llámese Honduras, México o Brasil – se nombra “maquila” y “trabajo a destajo”, donde te pagan por trabajo realizado y no por horas de producción. La maquila –instrumento neoliberal por excelencia– usada por grandes transnacionales  –especialmente de la industria textil– ha sido trasladada a grandes campos laborales con la pandemia y ha recibido una denominación  suavizante. ¡Imagínense el resultado de rebautizar el teletrabajo como maquila pandémica o explotación domiciliaria!

Dado que el ánimo de este texto es el de proponer desafíos aquí va el primero: hacer un listado completo del léxico pandémico, otorgarle a cada término su significado real y pasar a renombrar el fenómeno que el término pretende nombrar. Eso para despertarnos, para agudizar nuestra creatividad y para respirar rebeldía. Los sofisticados materiales que se necesitan son un lápiz y un papel y si lo hacés entre amigues el resultado será divertido y explosivo.

Contrato sanitario mundial

Antes de recibir la vacuna es urgente saber qué es lo que estamos recibiendo, no para plantear la desobediencia o la no vacunación, sino para no aceptar pasivamente la vacunación como quien recibe el hierro de marcación de ganado. También tenemos que  debatir ideológicamente su sentido político.

La vacunación no es una solución, por mucho que los gobiernos del mundo entero buscan presentarla como tal.

La vacunación es una solución parcial hacia el tránsito a un nuevo orden que aún no tiene nombre. Es una medida de sobrevivencia que deja intacto el cuestionamiento estructural sistémico que esta pandemia debe suponer para el conjunto de la Humanidad.

La fila de vacunación es un diagrama de jerarquías mundiales de carácter colonial sin metáfora, sino de manera directa. El orden de prioridad es el orden de capacidad de pago.

A su vez en cada sociedad el orden de vacunación representa internamente ese mismo diagrama de jerarquías sociales: mientras más en la periferia estés más tarde o nunca te llegara la vacuna.

En estas tierras empiezan por el personal de salud porque les necesitan, pero les siguen militares y policías, se filtran curas y obispos, diputados o ministros. Y si no necesitaran del personal de salud, también serían los últimos en recibirlas.

Las vacunas son la materialización de poderes supraestatales que son los que gobiernan el mundo.

No es la Organización Mundial de la Salud la que organiza la distribución equitativa de las vacunas, sino que son las empresas que  –amasando cifras ya imposibles de concebir– disponen el orden de provisión de las vacunas.

Y no crean que porque somos pobres pagamos menos: estamos pagando los mismos precios o más altos por recibir dosis menores, y los gobiernos las reciben de rodillas como una gran conquista dispuestos a firmar en letra chica lo que sea.

Los gobiernos, a su vez, suministran las vacunas como quien suministra una inyección gubernamental intramuscular, gesto que debes agradecer sin chistar.

Las propagandas de vacunación que se desarrollan en los contextos nacionales por parte de los gobiernos hacen pensar que lo que te están metiendo es un beneficio gubernamental.

Los montos que la compra de vacunas suponen para muchos Estados exceden las inversiones en salud o son equiparables a estas.

Las vacunas se devoran los presupuestos de salud para que, una vez que pase la tormenta, hospitales y quirófanos queden igual de maltrechos como estaban antes.

Las vacunas también representan la privatización del conocimiento, pues los centros de investigación que disponen de los millones que la investigación en el campo de la biología o la medicina representan no están en las universidades públicas ni siquiera de las sociedades capitalistas imperiales, sino directamente están en las empresas que succionan cerebros de las universidades.

Tematizar y debatir estas cuestiones alrededor de la vacunación mundial es tachado de sospechoso porque ante la vacuna lo que hay que hacer es firmar pasivamente un contrato sanitario unilateral como el que te proponen los bancos cuando te endeudas o como el que el Estado boliviano les exige a las trabajadoras sexuales para darles el permiso de trabajar.

Es este contrato sanitario y su explicitación el que puede contener las luchas que a futuro tendrán sentido.

Obsolescencia política

Los gobiernos se benefician de la administración de los Estados, pero no gobiernan: son administradores secundarios de un orden colonial –patriarcal –extractivista. Ese hecho tan tangible hoy reconduce radicalmente nuestras luchas y nuestros horizontes.

La clásica diferenciación izquierda –derecha para interpretar el campo político se convierte en obsoleta: la fascistización, por ejemplo, en el léxico ha abarcado a ambas.

Estamos en la transición del régimen neoliberal al régimen neoliberal de corte fascista y eso la izquierda ni siquiera lo visualiza porque si las categorías de análisis y organización social que nos ofrecía la izquierda ya estaban caducas, hoy han quedado obsoletas.

Los gobiernos llamados “de izquierda” son también gobiernos incapaces de proponer un horizonte diferente que el impuesto por el neoliberalismo. Este hecho no es de ninguna manera el fin de la política, sino el nacimiento de una nueva política. Una nueva política que no tiene vanguardias, salvadores, ni conductores y que exige de todes alta dosis de creatividad.

No es fortaleza lo que necesitamos, sino conciencia de nuestra vunerabilidad.

Los sujetos sociales están siendo diluidos por fatiga, por falta de ideas, por luto, por incapacidad o imposibilidad de reacción, mientras otras personas despojadas se están reconstituyendo como sujetos sociales con capacidad interpeladora: aquellas personas que se vuelcan sobre los animales para reintegrarse como animales, o las que producen salud, alimentos o justicia con sus colectividades son quienes no han sido paralizadas por el miedo.

Todo está sucediendo a gran velocidad aunque el tiempo se ha detenido.

La velocidad de los cambios es la velocidad de una metamorfosis profunda.

Interpretarla a riesgo de equivocarnos es nuestra apuesta.

Fuente: https://www.lavaca.org/mu156/capitalismo-pandemico-lo-que-esta-en-juego-ecocidio-y-suicidio/

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Entrevista a Federico Aguilera Klink sobre la Universidad «La desaparición de esta universidad que transmite obediencia, adoctrinamiento y sumisión es un motivo de esperanza»

Por: Salvador López Arnal

Federico Aguilera Klink es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de La Laguna y Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente Lucas Mallada, 2004. Esta conversación está relacionada con su artículo: « La universidad: entre la irrelevancia, la mediocridad y la cretinización de alto nivel», publicado en el portal digital Rebelión.

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SLA: La última parte. Otra de tus afirmaciones críticas: «la mayoría de las carreras universitarias siguen siendo excesivamente largas y sin apenas contenido relevante, sin enseñar a relacionar, duplicándose y triplicándose “temas sin contenido y sin profundidad” y evitándose las cuestiones clave y las preguntas relevantes que son las que permiten comprender en qué sociedad vivimos, qué implicaciones tiene nuestra manera de “pensar” y de vivir y qué perspectivas tenemos como especie para vivir de manera razonable en este planeta». ¿Nos das algún ejemplo de lo que apuntas? Por ejemplo, en la facultad de Filosofía de la Complutense, ¿se evitan esas cuestiones clave de las que hablas?

FAK: Empiezo por el final, así es que te contesto que no sé lo que hacen en filosofía en la Complutense. Conozco mejor lo que se hace en las facultades de Económicas y me reafirmo en lo que digo. La prueba es que son los propios estudiantes los que se quejan de que se les repiten contenidos similares en varias asignaturas sin darles una idea clara de los temas, no hay nada más que preguntarles a ellos e incluso sin preguntarles, mi experiencia en cursos en diferentes universidades es que son los propios estudiantes de diferentes grados e ingenierías los que empiezan a contar en público sus decepcionantes experiencias por toda España.

Pero además es que cuando uno abre alguna cuestión conceptual la respuesta de los estudiantes es habitualmente (porque así lo han aprendido) repetir trivialidades y lugares comunes bajo la apariencia de que saben algo de economía. Siguen instalados (les han instalado) en el esquema de lo privado es bueno, lo público es malo; el mercado es bueno, la “intervención” es mala; los empresarios son emprendedores, lo público-funcionarios son burócratas, etc. Es decir, han aprendido a repetir una serie de conjuros, como decía Joan Robinson, que son puro adoctrinamiento ideológico y no saben hacerse preguntas ni ver si los conceptos que creen utilizar (utilizan más bien puras etiquetas vacías) les sirven para pensar con claridad. Yo siempre les digo que lean a Adam Smith para aclarar todas estas cuestiones pues cualquier otro economista desde Galbraith en adelante les asusta si no les repite las mismas majaderías.

Una prueba de lo anterior es que mientras contesto esta entrevista, (27 de Septiembre) el electrónico CTXT publica como una novedad, para que veas dónde estamos, una entrevista a la economista Mariana Mazzucato catedrática del University College en Londres [24] en la que vuelve a tratar de aclarar la confusión conceptual e ideológica creada sobre el mercado, lo público, el Estado,…etc, insistiendo en que los éxitos empresariales innovadores en EEUU están todos relacionados con las ayudas y la inversión públicas, algo que saben perfectamente los grandes empresarios pero que, al mismo tiempo, defienden el discurso (la apariencia) del mercado libre y de la necesidad de una empresa privada competitiva y eficiente frente a la ineficiencia de lo público. En el fondo no dice nada nuevo que no dijera (de otra manera) Adam Smith, y más recientemente Galbraith, Stiglitz o Dean Baker entre otros pero, como decía Georgescu Roegen en 1975, «tenemos que enfatizar lo obvio porque ha sido ignorado durante mucho tiempo». El problema es que ahí seguimos con esa tarea casi imposible porque el peso abrumador del adoctrinamiento y del lavado de cerebro en las facultades de economía y en otras muchas es impresionante y consigue que sigamos instalados en «el prohibido ver lo evidente» de El Roto a pesar de la realidad que vivimos. Ese es el éxito de la ideología y de la propaganda de los medios de comunicación apoyada por el bombardeo pseudointelectual de las grandes corporaciones. No hay nada más que escuchar o leer cómo plantean estos días los medios de comunicación el intento italiano de cuestionar esta Unión Europea en manos de los bancos que tanto daño y tanta pobreza ha generado. Pues nada, el discurso oficial se basa en la inmensa mentira de que Grecia ha salido ya de la crisis y que Italia no nos puede llevar a otra. Es vomitivo.  

SLA: Lo es. Me alegra que cites también a El Roto. Paco Fernández Buey, como sabes, lo consideraba uno de nuestros grandes filósofos-humoristas.

FAK: Efectivamente, para mí también lo es. También hay mucho que aprender de este otro filósofo que es Miguel Brieva.

Por otro lado, fíjate lo que decía Adam Smith en La riqueza de las naciones (1776):

Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que venga de esta categoría de personas (los empresarios) debe siempre ser considerada con la máxima precaución, y nunca debe ser adoptada sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no sólo con la atención más escrupulosa, sino también con el máximo recelo. Porque provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar e incluso oprimir a la comunidad, y que de hecho la han engañado y oprimido en numerosas oportunidades.

Y lo que afirma Stiglitz, que fue asesor económico de Clinton y que sabe cómo funcionan los empresarios, en su libro Los felices 90. La semilla de la destrucción (2003). Enuncia los tres principios “empresariales” que él fue viendo que seguían los líderes de las grandes empresas con los que tenía que lidiar. Son estos: 1. La gente de negocios generalmente se opone a las subvenciones… para todos menos para sí mismos. 2. Todo el mundo está a favor de la competencia… en todos los sectores de la economía menos en el suyo propio. 3. Todo el mundo está a favor de la franqueza y la transparencia… en todos los sectores de la economía, menos en el suyo propio. La conclusión a la que llega Stiglitz es que «la mayor parte de las empresas veían las subvenciones como algo totalmente garantizado».

De la banca que no paga impuestos ni te cuento. El Financial Times tiene un artículo espléndido de hace unos años donde reconoce que la banca, causante de este latrocinio, sigue mandando con ayudas públicas y sin asumir sus responsabilidades.[25]  

SLA: Estos ejemplos que citas en el artículo «Pregunté a un médico cuánto tiempo tardaría en enseñarme a ser médico. “Seis semanas”, respondió (…) Después de todo, no tardamos en olvidar al menos la mitad de lo que aprendemos en la universidad (…) Pregunté a un ingeniero cuánto tiempo tardaría en enseñarme a ser ingeniero. “Tres meses”, respondió. No a ser un verdadero ingeniero, sino a comprender su lenguaje y sus problemas, a aprender lo esencial de su forma de pensar». (Zeldin, Conversación, 1999), ¿no son un poco exagerados? ¿Mes y medio para aprender a ser médico?

FAK: Se trata, como indica Zeldin, de aprender lo esencial de la forma de pensar. Claro que lo que plantea Zeldin parece exagerado, pero a mí me parece que no lo es. Una cosa es la base técnico-científica de una carrera, si la tiene, y otra su práctica, cómo abordar problemas concretos, qué conceptos son relevantes, qué aspectos a tener en cuenta, aprender esa actitud es a lo que se refiere Zeldin. Obviamente es la clave. Mis estudiantes se incomodaban conmigo cuando les paraba y les decía: «defíneme cuál es el problema ¿Qué conceptos te pueden ayudar o no a plantearlo adecuadamente y a entenderlo mejor?» Y se quedaban desconcertados porque no estamos acostumbrados a reflexionar, sino que aprendemos a obedecer y a repetir, entre otras cosas porque si no obedeces corres el peligro de no aprobar. La mayoría de los universitarios ni siquiera aprenden a plantearse preguntas relevantes. Es lo que afirma más arriba Galbraith. Y Chomsky, por ejemplo, tiene en youtube una excelente entrevista sobre qué es la educación en la que defiende que el objetivo de la educación consiste en hacer mejores personas que sepan pensar por su cuenta y que lo importante no es el programa que se “cubre” sino lo que se “descubre” por parte del estudiante. Nada que ver con las prácticas habituales.  

SLA: Hablas también en tu escrito de las cátedras empresariales. Sé que has hablado de ello antes de pasada, pero te pregunto más en concreto: ¿qué es una cátedra empresarial? ¿Cuáles son sus efectos más perniciosos si los hubiera?

FAK: Me refiero a las cátedras que son financiadas por bancos, empresas e incluso organismos públicos. Evidentemente no me opongo a la colaboración entre la universidad y estos sectores pero mi impresión es que están financiando líneas concretas de investigación y exigiendo una reorientación ideológica de esas líneas en la defensa machacona, fraudulenta y genérica de que lo privado y el mercado es lo más eficiente, es decir, en la defensa de un lenguaje y de un esquema que no existe tal y como ellos lo plantean sino que oculta un saqueo feroz de lo público y un secuestro de la democracia, eso sí, en nombre del mercado, la eficiencia, la competencia, etc. Hay muy buenos economistas que trabajan sobre estos temas, pero apenas se leen en la universidad. Un buen ejemplo es Galbraith padre cuyo diagnóstico lúcido escrito en 1972, y que yo cito con frecuencia, sigue siendo ignorado porque seguimos básicamente igual. Fíjate lo que afirmaba: «Cuando la corporación moderna adquiere poder sobre los mercados, poder sobre la comunidad y poder sobre las creencias pasa a ser un instrumento político, diferente en forma y en grado, pero no en esencia, del Estado mismo. Sostener algo contrario es más que evadirse de la realidad. Es disfrazar esta realidad. Las víctimas de este encubrimiento son los estudiantes a los que formamos en el error. Los beneficiarios son las instituciones cuyo poder disfrazamos de esta manera. No puede haber duda: la economía, tal como se la enseña, se convierte, por más inconscientemente que sea, en una parte de la maquinaria mediante la cual se impide al ciudadano o al estudiante ver de qué manera está siendo gobernado o habrá de estarlo» [26]. En un trabajo mío (La economía patriarcal como estructura psíquica) disponible en la web [27], que es el texto de una charla que di en homenaje al psiquiatra chileno Claudio Naranjo en Madrid en 2013, planteo todas estas cuestiones.

Insisto, si queremos que algo cambie, las grandes corporaciones tienen que pagar impuestos y salir de la universidad, claro que también hay mucho profesorado deseoso de ser catedrático ‘al servicio’ de estas cátedras así es que algo serio pasa también en la universidad. De hecho, mi impresión es que hay mucho profesorado que “investiga” (si es que se puede llamar investigación a su trabajo) y elabora informes “a la carta” para los partidos, no se trata de investigaciones libres e independientes sino, es una suposición, de encargos que cuando uno los lee se ve con claridad que están hechos a la carta. El campo de excusas del encargo a la carta es muy amplio, puertos, aeropuertos, autovías, trasvases, embalses, leyes variadas, dirección de masters, regiones ultraperiféricas, costes de insularidad, cohesión social, pensiones…, en fin, un “nicho” como dicen algunos, que da para mucho. Y esos encargos se esgrimen como documentos “científicos”, solamente porque están elaborados por profesores universitarios (ese sería el argumento de autoridad), pero yo creo que nadie se los toma en serio, ni siquiera los que los encargan, que se cuidan mucho de que no se incluyan reflexiones inconvenientes. En realidad, la indeseable presencia como la más que perniciosa influencia de políticos indeseables en la universidad con profesores que aceptan esta situación es muy habitual.  

SLA: Una pregunta fuera de la línea central. Citas mucho a Manuel Azaña en tu artículo. ¿Por qué? ¿Admiración, respeto histórico, coincidencia con sus reflexiones? ¿No hablaba el presidente republicano fallecido en el exilio de una universidad muy distinta a la nuestra?

FAK: Cito a Azaña porque me sorprendió hace mucho tiempo su claridad para reflexionar sobre la universidad (1911) y sobre la España de principios del siglo XX en relación con la enseñanza y la democracia. Para mí Azaña, en esos ámbitos en los que más le he leído, tiene una actualidad total. Igual que cito a Adam Smith y recomiendo su lectura pues sus reflexiones lúcidas son muy actuales. Todo lo que ayude a reflexionar con claridad sobre el contexto en el que vivimos me parece relevante. Por supuesto que incluyo autores que no comparto porque su lectura también ayuda a reflexionar y obtener claridad conceptual, que es lo que siempre he tratado de hacer con los estudiantes. Adoctrinar nunca ha sido mi trabajo.  

SLA: Tu reflexión final: «Desde luego, después de lo que está aflorando a raíz del caso Cifuentes (y de los muchos casos similares que puede quizás haber en otras universidades), hay que reconocer lo poco que hemos avanzado». ¿No es una conclusión demasiado pesimista? El caso Cifuentes u otros casos similares, ¿no están muy centrados en una o en dos universidades?

FAK: Claro que es pesimista, cuando diagnósticos como los de Tomás Moro (1516), Adam Smith, Azaña, etc., siguen siendo relevantes y actuales es que algo serio pasa. Cuando Joan Robinson, Galbraith, Leontief, Chomsky, Hedges, Parenti y tantos profesores de distintas universidades y periodistas serios siguen insistiendo en el tema es porque el problema es muy grave y porque predomina un contexto de apariencias y de no criticar a la universidad. Insisto de nuevo, hay que preguntarle a los estudiantes de manera no intimidatoria. No se trata solo de dos universidades sino de prácticas habituales y de la presencia directa e indirecta de la peor política y de los peores políticos y docentes en las universidades.  

SLA: No te he preguntado por «el caso Casado» o por la tesis doctoral del presidente Sánchez. ¿Quieres hacer algún comentario?

FAK: Parece, por lo que voy leyendo, que son dos ejemplos más de comportamiento de universidades a la carta. Igual que Stiglitz habla del «Capitalismo de amiguetes», podríamos hablar de las universidades de amiguetes que, lo mismo te facilitan un Grado, que un master, una tesis doctoral o alguna asignatura. De todas maneras, hace años que funcionan “centros” que, previo pago, te hacen un trabajo de fin de grado, de master, tesis doctorales y, por supuesto, trabajos para asignaturas.  

SLA: Llega la pregunta de siempre: de acuerdo, es así, tal como describes y comentas críticamente. Pero, ¿qué hacer entonces? ¿No hay solución? ¿Solo un cambio general podría permitir una universidad con otras características muy distintas? ¿Cómo podemos intervenir?

FAK: Cualquier respuesta se va a banalizar. Volvemos al inicio de la entrevista y a lo que sugería David Peat. La desaparición de esta universidad que, en su mayoría, transmite obediencia, adoctrinamiento y sumisión es un motivo de esperanza pues el papel que cumple es el de contribuir a la cretinización. Esto permite que la propia universidad siga con sus juegos, sus peleas internas y su ficción de espacio de pensamiento independiente (no es un espacio de pensamiento libre, sino un espacio libre de (en el sentido de sin) pensamiento, que las corporaciones y partidos políticos controlan-compran cada vez más a esta universidad financiando estudios que enseñen a mirar para otro lado y, al mismo tiempo, con un porcentaje muy pequeño de actividad realmente libre e independiente. Y esta universidad, o lo que sea, es muy funcional a un sistema empresarial, ideológico y político llamado capitalismo que nos lleva al abismo a todos, con un sufrimiento muy elevado, y con unos cuantos millones de privilegiados entre los que nos encontramos al vivir del saqueo que nuestros gobiernos y corporaciones imponen al planeta y a la mayoría de las personas.

SLA: ¿Quieres añadir algo más?

FAK: Sí, este dibujo, cuyo autor desconozco y que me parece muy relevante.

SLA: No creo que haya forma mejor de finalizar nuestra conversación. Mil gracias por tu tiempo y por tus interesantes reflexiones.

 

Notas:

24) S.J. Dubner, «Mariana Mazzucato: «¿Es Silicon Valley producto del libre mercado o de la mano activa y visible del Estado?”», ctxt, 26 de septiembre de 2018, disponible en: https://ctxt.es/es/20180926/Politica/21886/Stephen-J-Dubner-economia-entrevista-Mariana-Mazzucato-EEUU-libre-mercado.htm

25) F. Aguilera Klink, «No cambiaran nuestro modelo de convivencia», Rebelión, 24 de noviembre de 2015, disponible en:http://rebelion.org/noticia.php?id=206002

26) Galbraith J. K (1972), “El poder y el economista útil”, p.189. En Anales de un liberal impenitente Vol. 1, 178-198, Gedisa. Barcelona. 1982.

27) Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/282077216_Economia_patriarcal_como_estructura_psiquicaalgunas_implicaciones

 Primera parte de esta entrevista: “La universidad actual enseña a obedecer y elimina la curiosidad»http://www.rebelion.org/noticia.php?id=255901.

Segunda parte: «El planteamiento humanista respeta al estudiante como persona y cuenta con él. No se puede enseñar con apuntes ni catecismos, eso es adoctrinar» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256189 .

Tercera parte: «En oposición a la línea obediente hay pequeños núcleos de investigadores que cuestionan el pensamiento reduccionista» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256466

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=256767

 

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