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¡A jugar y romper sin culpa!

Por: Juan María Segura

‘¡¡Otra vez me revolearon un pdf!!’.

El comentario de un niño de tan solo 8 años de edad, sin filtros ni dobles intenciones, nos debería hacer reflexionar. ¿Acaso es sintomático de algo relevante en tiempos de pandemia? ¿Acaso nos está diciendo, con esa honestidad brutal de los niños, que el esfuerzo del sistema escolar de hacerse presente a distancia de esta manera es equivocado? ¿Acaso la idea de entusiasmar ha quedado subsumida y completamente asfixiada dentro de un sistema más interesado en mostrar a un docente activo que a un niño feliz? Si finalmente la escuela no abre por el resto del año, ¿esto es lo que nos espera, meta pdfs y links a videos caseros de dudosa utilidad?

Juguemos un poco con la idea, siendo que no es tan descabellada. Asumamos, a los efecto de esta columna, que la escolaridad del ciclo lectivo 2020 es esto que tenemos, con muy pocas variaciones, y que la salida del confinamiento será tan gradual y traumática a la vez, que no permitirá que las escuelas vuelvan a recibir físicamente a sus alumnos. Asumamos entonces, siguiendo con el razonamiento, que los aprendizajes curriculares diseñados para la escuela presencial quedaron sacrificados de facto, y que eso no solo le ocurrió a la escuela argentina, sino también a los aprendizajes de todo el mundo. Asumamos, finalmente, que la educación a distancia es una metodología alternativa de enseñanza-aprendizaje para que la que prácticamente nadie estaba preparado, ni escuelas, ni docentes, ni alumnos, ni padres, ni gobernantes. Es relativamente sencilla de implementar (personalmente dicto clases en línea hace 10 años, sin problemas), pero nadie estaba preparado para esta migración repentina y masiva.

Si aceptamos todo lo anterior, que en cualquier otra situación hubiese parecido el planteo de un trasnochado, entonces resulta que tenemos por delante un año escolar brutalmente atípico, sin diseño, ni metas, ni herramientas que permitan perseguir al menos algunos de sus objetivos de aprendizaje. La voz oficial del sector educativo, que hace unos días comenzó tímidamente desde algunas jurisdicciones, ahora ya se escucha clara y fuerte: no se evaluará, y nadie repetirá, en ninguna escuela, en ningún nivel obligatorio, en ninguna provincia. Así como lo escucha. Hay mil buenas razones para ello en este sistema en esta situación de emergencia pandémica, pero no me detendré en ellas. Mi preocupación, de orden práctico, es más sencilla. ¿A qué dedicaremos la idea de la escolaridad durante este año?

Asumiendo, entonces, que lo más importante (los aprendizajes escolares de este diseño de escuela) está relegado durante casi todo el año, es que aconsejaría fervientemente utilizar el año académico para experimentar como no lo hicimos jamás. ¿Qué otra situación similar creemos que la coyuntura nos volverá a regalar alguna vez? Nunca antes el sistema educativo (que en términos históricos es relativamente joven) ni ninguna otra convención creada por el hombre fue forzada a desensillar en simultáneo y en todo el planeta, a tan bajo costo. Es cierto que la pandemia es una tragedia, y su potencial de destrucción es enorme, pero por ahora no compara con las decenas de millones de muertos de las grandes guerras, ni con las grandes exterminaciones étnicas, ni con las grandes plagas y pandemias del pasado que diezmaron ciudades enteras. En esta oportunidad, los actores centrales del sistema educativo, que son los niños y los jóvenes, están intactos, sanos y en cuidado de sus mayores, solo que incómodos y lejos de sus maestros. ¡Que enorme oportunidad para hacer de cada cohorte de alumnos un proyecto distinto, de cada escuela un laboratorio, y del aprendizaje una fiesta!

No tengo dudas que este es el año para probar, para animarse, para equivocarse, para salirse de la ruta sin temor, para desordenar sin culpa y romper sin miedo. Es el año para crear nueva normativa, para dinamizar el funcionamiento de las agencias de control, para hacer visible como nunca las buenas prácticas. ¡Es el año para prototipar! Si el COVID-19 nos deja, al final del cuento, un año malo de aprendizajes escolares curriculares (otro más, y van…) pero con 10 prototipos de formatos de escolaridad alternativos testeados y listos para ser replicados a escala, ¡que bien habremos utilizado la adversidad!

En esta línea de razonamiento, y en tren de probar sacarnos de encima las restricciones, burocracias y mandatos de un sistema que este año tiene poco para aportar, veo una gran oportunidad para poner al niño en el centro del proceso de aprendizaje, y al juego en el centro de la experiencia de aprendizaje del niño. ¡Juguemos, dediquemos el año a jugar y aprender juntos! Abandonemos la rutina de repetirnos y de perseguir ‘cubrir’ las unidades temáticas, y liberemos el proceso, al menos unos meses, solo este año. Y démosle alguna vez una oportunidad de verdad a las metodologías de aprendizaje basadas en el juego.

El aprendizaje basado en el juego es una construcción pedagógica particular en donde el juego aparece como un pieza clave del proceso, pero no como centro de atención del proceso de aprendizaje, sino como estimulador de la acción y experimentación. Y debe ocurrir en un momento específico, formando parte de una secuencia de acciones. El juego hace que los involucrados se impliquen con naturalidad y alegría, prueben con insistencia hasta comprender, se equivoquen sin temor al castigo, y compartan con terceros sus vivencias. Piaget encontraba en el juego a una de las manifestaciones más potentes y transparentes del pensamiento del niño. El juego es un poderoso estimulador del pensamiento, de la conceptualización y de la sociabilización. El juego permite trabajar en habilidades de pensamiento, pero también en conductas sociales y en cuestiones vinculadas a la emocionalidad.

Sin embargo, una cosa es jugar, y ya, y otra bien diferente es jugar en un contexto de una metodología de aprendizaje basada en el juego. En esta, el juego abre la posibilidad de reflexionar sobre lo experimentado durante el momento activo de juego. En la metodología, tanto el diseño del juego como la etapa posterior de reflexión sobre lo jugado son piezas indisociables y perfectamente complementarias. Cuando a una le falta la otra, cada una pierde potencia, relevancia, utilidad. Esta característica del diseño de la metodología abre un territorio muy poderoso de conceptualización y de creación de significados. Hacer inteligible una conceptualización abstracta si vuelve una tarea sencilla en el niño jugador y experimentador, máxime ante la presencia y acción amorosa y paciente, antes de un docente facilitador, ¡ahora de sus propios familiares!, tanto en el juego como en la etapa de conceptualización y aprendizaje.

Jugar, aplicar condiciones del juego a entornos no lúdicos, y diseñar un proceso que conecte en una misma secuencia juego, aprendizaje y transferencia, son tres estrategias pedagógicas concretas y relacionadas a través del juego que podrían hacer de este ‘año perdido’ un renacer del interés del estudiante escolar por el aprendizaje y su entorno. Si no lo probamos ahora, entonces cuándo. En todo caso, cualquier cosa será mejor que pasarse el año revoleando pdfs.

Enviado por el Autor a OVE

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La escuela después de la pandemia

Por: Carlos Ornelas

• 1. La visión animada. La dirigencia formal del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que encabeza Alfonso Cepeda Salas se coloca del lado del gobierno y de la Secretaría de Educación Pública.

La pandemia nos agarró descobijados. Con todo y que muchas cosas se pudieran haber previsto, de cualquier manera el daño no sería mucho menor. No echo flores a la Secretaría de Educación Pública, pero reconozco que hizo lo que pudo, más con la austeridad republicana —o franciscana— como una guadaña que siega recursos.

Hoy, surgen preguntas en la plaza pública que varios de mis colegas responden con imaginación y con base en su conocimiento experto sobre el sistema escolar y su funcionamiento. Tras revisar posturas en la prensa e internet, sintetizo tres respuestas típicas: una optimista (sin abonar por completo a la exultación que hace la SEP para el regreso a clases), otra descorazonada y, la tercera, con miras al equilibrio.

1. La visión animada. La dirigencia formal del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que encabeza Alfonso Cepeda Salas, se coloca del lado del gobierno y de la SEP, refrenda sus apuestas y asegura que la “nueva normalidad” abre resquicios para esquemas de trabajo conjunto. También apunta que sus afiliados pondrán todo de su parte para lograr que los niños recuperen el paso, que buscarán la forma de que las escuelas estén sanas y que los alumnos reciban apoyo socioemocional. Calculan que pocos abandonarán sus estudios o que sólo lo harán de forma temporal. Respaldan el dicho de la SEP, que el programa La Escuela es Nuestra acarreará beneficios económicos a las comunidades, en especial a los más pobres.

2. Todo está mal y así seguirá. Maestros, articulistas e investigadores escépticos critican —unos con acritud— lo que hizo la SEP al incurrir en la educación a distancia —y las alianzas con Google, Televisa y Televisión Azteca— como un paliativo a la escuela presencial. Aseguran que los maestros rechazan las apuestas de la SEP; incluso, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación levantó encuestas que dicen que el 78% de los docentes reprueba los programas emergentes y dudan del regreso a clases. Otros previenen que habrá miles de niños, en particular de las clases pobres y zonas marginadas, que ya no regresarán a clases porque los padres temen al contagio —la desconfianza es grande— o bien porque se quedaron sin empleo. La Nueva Escuela Mexicana es y seguirá siendo faramalla.

3. El atisbo ponderado. Una tercera opción persevera en las ideas de participación social. Sus procuradores —en especial de organizaciones de la sociedad civil— piensan que la SEP y las autoridades de los estados no podrán hacer mucho sin el apoyo decidido de padres y sociedad. Saben que habrá deserciones, pero no que sea un asunto fatal, la escuela puede ir a buscar a los niños que se alejen. Proponen medidas nuevas e inéditas para las condiciones de penuria a las que —eso sí de seguro— se enfrentará el sistema escolar.

Los postulantes de la tercera opción presentan innovaciones posibles que reseñaré en otra entrega. Sin embargo, también son dubitativos. La incertidumbre no se anda por las ramas.

Fuente: https://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/la-escuela-despues-de-la-pandemia/1389412

Imagen: https://pixabay.com/

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El poder del conocimiento

Por: Hugo Aboites

Los momentos críticos de la vida social aceleran con enorme fuerza los flujos, avenidas, ríos y arroyos del conocimiento y, por supuesto de su componente inseparable, la emoción. No hay un sólo momento clave, un punto de inflexión en la historia de sociedades e instituciones, que carezca de fuertes corrientes de conocimiento y emociones desbordadas. Las mismas que, soliviantadas por acontecimientos naturales, sociales o políticos, interactúan con gran fuerza, se potencian recíprocamente y transforman su alrededor. Como el movimiento nacional que llevó al proceso electoral de 2018 y a López Obrador a la Presidencia; en otra escala, el reciente (y latente) movimiento estudiantil-feminista, y el largo y cruento movimiento magisterial 2012-2018 que zarandeó buena parte de la Constitución de Peña Nieto. En todos esos momentos, la emoción del movimiento obliga a la naturaleza humana colectiva a una intensa actividad: explosión de redes sociales, artículos, conferencias, foros, reflexiones personales y en grupos; ensayos, pronunciamientos, asambleas, movilizaciones y plantones, reflexiones, propuestas, ocupación de escuelas y universidades. Son experiencias de emoción-conocimiento que calan profundamente porque residen en la subjetividad y espacio cognitivo que constituye a cada individuo y grupo. Toda una generación transformó mucho del país e instituciones a partir del 68, por ejemplo, e hizo surgir universidades y sus organizaciones sindicales, una renovación educativa y un dinamismo político aún vigente.

La pandemia no sólo es parte de la evolución de la naturaleza, también de la sociedad y la educación y la cambia profundamente. La obliga al confinamiento físico que individualiza y fragmenta, que borra la organización mínima que da la escuela y la universidad, que fortalece las estructuras de poder burocrático y modifica los equilibrios que se constituyeron con el movimiento magisterial. La SEP ahora insiste en un control único y directo sobre la maestra y maestro, que rinda cuentas imposibles sobre avances de niñas y niños, ya sin la intermediación y la participación de la comunidad de la escuela y de la organización sindical. Que logre resultados de aprendizaje, a pesar de las condiciones tan precarias de la enorme mayoría de estudiantes y sus familias, ahora sin trabajo, sin acceso gratuito a Internet; en condiciones mínimas de espacio y sin la participación directa del maestro, como en el aula. Las autoridades del sistema escolar y de las universidades, con eso también están definiendo cuál debe ser la función de los centros de conocimiento en este periodo de fuertes presiones contra el precariado de la nación. Y define que su tarea es dar paso a la minimización y rampante trivialización del conocimiento y de la emoción. El sistema escolar abdica de su responsabilidad ante la crisis, y nada dice, por ejemplo, cuando en plena crisis de conocimiento el Ejecutivo devuelve a la iniciativa privada los espacios de tiempo que tenía en los medios de comunicación privados y que precisamente ahora serían valiosísimos para que el gobierno informara y desde la sociedad se intercambiaran conocimientos y se ventilaran las emociones sobre la tragedia que devela la crisis y sobre lo que hay que empezar a hacer para cambiar al futuro. Son espacios de una radio y televisión en crisis, pero aún muy valiosos socialmente porque son gratuitos, su tecnología de recepción existe ya en la enorme mayoría de los hogares (aparatos de radio y televisión), y permiten el conocimiento y reflexión colectiva-familiar e incluso vecinal, de ventana a ventana. Iniciativas que puede ser alimentadas por barrios, organizaciones y por el conocimiento y entusiasmo de maestros de todos los niveles.

A partir de la agenda educativa que impone la propia crisis: el conocimiento del papel de los virus en la evolución de las especies (humana incluida), el manejo y comprensión del instrumental estadístico y su valor para conocer el presente y prever el futuro, las dimensiones de los efectos sociales, económicos y políticos de la pandemia, la revisión crítica de la actuación de los gobiernos extranjeros y el propio, el contacto con las artes que muestran la emoción de estos acontecimientos. Toda una nueva agenda del verdadero conocimiento, como planteaba Freire, el que nace de la reflexión colectiva sobre la realidad y busca transformarla, y de la que maestros y maestras no pueden estar ausentes. Y aún es posible: el gobierno federal puede aprovechar, si le da la emoción, el artículo 139, Ley General de Educación, que establece que los medios de comunicación masiva, en el desarrollo de sus actividades, contribuirán al logro de los fines de la educación previstos en el artículo 15 de la presente ley (donde se recogen los propósitos educativos del artículo tercero constitucional), y entonces abrirlos a las y los maestros y la sociedad. Emoción y conocimiento.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/04/11/opinion/019a2pol

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Fin de Año sin Reforma

FIN DE AÑO SIN REFORMA 

Gustavo Villamizar Durán

Culmina el lapso escolar 2018-2019, momento especial para revisar lo que aconteció en él y lo que significó para el adelanto de la muy urgente transformación del cada día más deteriorado modelo educativo. Ha sido un año atípico, para utilizar una expresión muy común entre los directores de equipos de fútbol a la hora de justificar resultados ingratos, porque en este lapso la labor cotidiana de la escuela se vio interrumpida en muchos centros de todo el país, aun cuando en esta ocasión la causa de tales alteraciones no fue la violencia política. Para más, desde los primeros días de enero se soltó el golpe de estado permanente que desde entonces pesa sobre el país y sus gentes, con todos sus singulares elementos humorísticos, lamentables y trágicos. Eso por un lado y por el otro, es decir al relativo a los planteles, resulta fácil observar que el trabajo no fue exactamente algo destacable y menos aún, los esfuerzos por cambiar algo aunque pequeño en la rutina diaria de nuestro sistema escolar.

Este sopor que va consumiendo días y horas de docentes, educandos y todo el que participa en su cotidianidad, parece alcanzar  situaciones extremas. Nuestro sistema escolar ha entrado en una suerte de marasmo en el que el propósito fundamental de enseñar y aprender no constituye  el centro de atención. Ese desgano que cunde diariamente en los planteles, matizado por algunos eventos más de celebración de efemérides que pedagógicos, es la cruda expresión de un profundo deterioro del modelo educativo vigente, aun cuando se declare la puesta en marcha de una transformación que no aparece.

Tiempo es de reiterar que las crisis educativas no son meramente administrativas o de funcionamiento, sino sobre todo paradigmáticas y/o nocionales. Es decir, lo que entra en crisis no es tan solo la organización de sistema escolar, las condiciones laborales o la dotación de recursos para el trabajo, sino las nociones que sirven de base a los modelos educativos: aprendizaje y enseñanza y las demás que de ellas se desprenden.  Es el cuerpo nocional,  cimiento de la labor esencial de enseñar y aprender propia de la escuela, lo que hace rato está en quiebra y requiere una revisión a fondo. Son los principios que sostienen el modelo conductista implantado mediante las reformas de los 70 y 80 del siglo XX, los  que en su agonía están haciendo estragos en nuestra educación. Es ese modelo que llenó nuestras escuelas de planificaciones en “términos de conducta observable” reducida a los 28 verbos de una insostenible  taxonomía, nos colmó de habilidades y destrezas como objetivos básicos del aprendizaje,  colocó en los planes de trabajo a alumnos y maestros en la  columna  de los recursos compartiendo espacio con el pizarrón, la tiza, los textos o el video beam, puso a los docentes a “administrar programas como forma de adelantar la instrucción”,  instituyó el texto didáctico con sus pildoritas elementales respecto a todos los saberes, saturó el lapso escolar de evaluaciones objetivas,  y nos hizo creer que marcar con una X o completar una oración eran formas de expresión  del saber.

No hay transformación del modelo educativo en tanto que no se involucre como factores protagónicos a los docentes y ello es imposible sin una  sólida preparación teórico-práctica que  propenda a cuestionar los principios pedagógicos básicos y se supere la creencia de que propósitos tan ambiciosos se alcanzan mediante  simples instrucciones para “adiestrar” a actores insustituibles. La circunstancia se agrava porque  los materiales relativos a las reformas que se han hecho públicos,  tienen un carácter de informe burocrático, resultan muy pesados, carentes de encanto o motivación para abordarlos.

En tales circunstancias, se me ocurre, para ofrecer a los educadores un material básico asequible, que logre interesarlos en el debate educativo y la práctica transformadora, sin que se conviertan en complicados procesos, una idea que está a la mano aunque requiere una importante inversión. Sin haber consultado a la autora y sin que medie para nada el afecto de una larga amistad, me atrevo a lanzar la propuesta  al Ministerio del Poder Popular para la Educación, si fuere posible,  hacer una edición especial del libro “La Investigación en la Escuela – Casa de la  Cultura. Proyectos, actividades y recursos”, publicado por la Profesora Aurora Lacueva, el cual considero con absoluta sinceridad, como el trabajo más importante en  materia educativa aparecido en los últimos tiempos en el país. Esa edición debe  llegar a todos los planteles y docentes desde educación inicial hasta la secundaria general y técnica,  con la intención de convertirlo en el elemento primario  para la discusión del proceso transformador y el impulso que este requiere desde la práctica pedagógica cotidiana, lo cual no descarta el acceso y uso de otros autores y propuestas alternativas. Por supuesto, debe tomarse  como un contenido abierto, flexible, confrontable y modificable.

Autor: Gustavo Villamizar Durán

 

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Educación Pública: “Reproducción y Resistencia”

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

“…la iglesia es reemplazada hoy por la escuela en su rol de aparato ideológico de Estado dominante. Está combinada con la familia, como antes lo estuvo la iglesia. Se puede afirmar entonces que la crisis, de una profundidad sin precedentes, que en el mundo sacude el sistema escolar en tantos Estados, a menudo paralela a la crisis que conmueve al sistema familiar (ya anunciada en el Manifiesto), tiene un sentido político si se considera que la escuela (y la pareja escuela-familia) constituye el aparato ideológico de Estado dominante, aparato que desempeña un rol determinante en la reproducción de las relaciones de producción de un modo de producción amenazado en su existencia por la lucha de clases mundial…”:  Louis Althusser

Retomo en esta ocasión algunos fragmentos de uno de mis textos, que gentilmente publicó SDP Noticias, el 23 de mayo de 2018, a 50 años del mayo francés. Dije en ese entonces lo siguiente: La conexión social e histórica (como crisis) que se dio entre educación superior, movimientos sociales y poder político se elevó, hace cinco décadas, a su máxima expresión en diferentes ciudades del mundo. El cambio impulsado por los estudiantes y no pocos profesores, se reveló en forma de protestas, consignas libertarias y huelgas cuyos contenidos giraron en torno al cuestionamiento de las estructuras del poder político y económico, el señalamiento de las relaciones sociales hegemónicas y, entre otros efectos, la decadencia de las teorías sociales monocromáticas.

En relación con las ciencias sociales, las revueltas callejeras estudiantiles que se produjeron en ciudades como París, Praga y México, en 1968, condujeron a reflexionar, críticamente y en el plano teórico, sobre una de las tesis del filósofo francés Louis Althusser, en el sentido de que la institución llamada “escuela” juega un papel social específico, a nivel de conciencia, como “aparato ideológico del Estado”, junto con otras instituciones “clasistas” como los medios de comunicación, la iglesia y demás organizaciones de la cultura. La educación y los aprendizajes escolares, estaban destinados a reproducir, según Althusser, la “ideología de la clase social dominante”. (Tesis de la educación como medio de “reproducción” ideológica)

Con los hechos, la tesis del “reproductivismo (althusseriano) entró especialmente en crisis o sufrió una cuarteadura durante esos años, debido al contraste, al desencanto y al infortunio de sus interpretaciones sobre “lo social” y “lo ideológico”, que se desarrollaron en formato “blanco y negro”. Dicha vertiente se vino a tierra por su “linealidad” o “mecanicismo” en la arena de la discusión teórica, ya que las “escuelas superiores” se convirtieron, paradójicamente y a la luz de los acontecimientos, en las instituciones más “rupturistas” o “contestatarias” del Estado. (1)

De acuerdo con una narrativa de los hechos (2), estudiantes de California protestaron también, además de los europeos: “…(Es) en EUA donde se desarrollan, a partir de 1964, los movimientos masivos y más significativos de este período. En la Universidad de Berkeley, en California, el conflicto estudiantil tomó un carácter masivo. La primera reivindicación que movilizó a los estudiantes fue la «libertad de palabra» en favor de la libertad de expresión política (en particular, contra la guerra de Vietnam y contra la segregación racial). Las autoridades reaccionan de manera extremadamente represiva, contra la ocupación pacífica de los locales, con 800 detenciones.”… “El movimiento va a desarrollarse en masa y a radicalizarse en los años siguientes en torno a la protesta contra la segregación racial, por la defensa de los derechos de las mujeres y sobre todo contra la guerra de Vietnam. Del 23 al 30 de abril de 1968, la Universidad de Columbia, en Nueva York, es ocupada, en protesta contra la contribución de sus departamentos a las actividades del Pentágono y en solidaridad con los habitantes del gueto negro vecino de Harlem.”

Es 1968, los estudiantes en México protestaban también contra la represión policiaca; luchaban contra el autoritarismo en las calles, discutían, redactaban un pliego petitorio; creaban un Consejo Nacional de Huelga (CNH), integrado por representantes de las asambleas de más de 80 escuelas y facultades; creaban también un movimiento social en el cual las diferentes expresiones ideológicas y políticas de estudiantes y profesores, marcharían unidas; se organizaban, tomaban los planteles educativos y los defendían. La dirección colegiada del movimiento pedía diálogo con las autoridades. Convocaban al presidente de la República a protagonizar un diálogo público, que rechazó. El rector de la UNAM, Ing. Javier Barros Sierra, se unía a la protesta y encabezaba una marcha por el sur de la Ciudad de México. Después de diversas movilizaciones urbanas, se vendría la ola de represión y muerte por órdenes del gobierno federal… Tlatelolco en la memoria.

La generación de estudiantes y profesores de 1968, en México y el mundo, inaugura un nuevo lenguaje y un contenido, desde la ciudadanía, en favor de las libertades y los derechos políticos. Era la “contraideología de la clase social dominante”. Las escuelas ya no eran exactamente “las correas de transmisión de las ideas hegemónicas”. Esta generación en movimiento, pese a la represión gubernamental, generó ondas expansivas hacia el ejercicio de la conciencia social, la participación crítica, la defensa de los derechos humanos y la lucha contra las desigualdades sociales en los distintos ámbitos de la vida pública. A partir de entonces, la política ya no fue más un asunto de adultos ni de un grupo de élite. El régimen autoritario, con su hegemonía política priista, se vio obligado a aceptar la apertura democrática y a recrear, con criterios limitados de pluralidad, el sistema de partidos.

Pienso en nuestras protestas universitarias locales de 1983, en la UNAM. En las movilizaciones universitarias y politécnicas, de 1985, solidarias con las víctimas y damnificados de los sismos. O las protestas del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de la UNAM, contra la “Ley Carpizo” de 1986; en los movimientos sociales, la emergencia de la disidencia magisterial y por la democratización de los sindicatos; en la participación universitaria, amplia y diversa, en el Congreso Universitario de la misma UNAM, en 1990. Hago también memoria de los diversos movimientos estudiantiles que se han dado en diferentes partes de México y el mundo durante los últimos 30 años, a veces con la misma matriz contestataria. Recuerdo con simpatía a los estudiantes críticos y activos del movimiento “#YoSoy132”, que inició en 2012, en la Universidad Iberoamericana (UIA). Y sigo sin olvidar a los 43 o más estudiantes normalistas muertos y desaparecidos, en Iguala, en septiembre de 2014.

Me pregunto, después de 50 años de revueltas callejeras, de consignas ingeniosas e irreverentes, de construcciones y “deconstrucciones”, (como diría Jacques Derrida); de rupturas, crisis y quiebres: ¿Qué hemos aprendido, como sociedad, durante estas cinco décadas de lucha y generación de conciencias críticas desde los espacios educativos? ¿Cómo se han transformado las relaciones políticas, económicas y sociales durante este lapso? ¿Cuál es el estado de cuenta o cómo se encuentra la factura del “autoritarismo” de los gobiernos con relación a la sociedad? ¿Qué avances se han logrado en materia de educación cívica y ética al pasar el tiempo y el transcurrir de estas historias? ¿Los y las estudiantes universitarios, normalistas y polítécnicos, hoy, están de “vuelta a la normalidad”?

Estos fragmentos los recupero para plantear la pregunta que da título a este breve comentario: “Educación Pública: Reproducción y Resistencia”. También planteo esta cuestión a propósito del artículo de opinión que publicó ayer el doctor Lev Velázquez en La Jornada (17 de julio, 2019), puesto que ahí el autor emplea la expresión: “aparato ideológico del Estado”, como categoría filosófica, politológica y sociológica; concepto que no había leído desde hace muchos años en documentos de análisis sobre la coyuntura política en materia educativa.

Esto afirma el doctor Velázquez: “El papel de la escuela como aparato ideológico del Estado está desplazando la dimensión social del currículo, las nuevas identidades del capitalismo neoliberal exigen modelar como un performance los antivalores del libre mercado en todos los aspectos de la organización escolar y en los comportamientos de los actores de la educación: alumnos, familias, funcionarios y, por supuesto, de los maestros. En este sentido, dejo una provocación: la evaluación estandarizada y masiva no tuvo como objetivo primordial el despido, sino la instauración de la evaluación como instrumento para la fiscalización vertical, la precarización y creación de la identidad neoliberal.” (3)

Acepto la provocación y propongo argumentos, no necesariamente en contra, sino a favor, pero con ciertos matices: En su libro “Educación y Política en México” (Nueva Imagen, 1987), Olac Fuentes Molinar escribió (Introducción): “El intento de explicar cotidianamente la finísima dialéctica de la educación y la política me convenció, si alguna duda me quedaba, de que lo que sucede en la escuela no puede entenderse a partir de aquella noción de “aparato ideológico de Estado”, término que no volví a usar y que originalmente me había deslumbrado por su clarificadora sencillez. Reconociendo todas las funciones de reproducción que cumple el sistema escolar, hoy soy mucho más sensible a su otra naturaleza –la de institución ´civil´ y de espacio de la lucha ideológica y política-, como a la supervivencia de prácticas arcaicas, a la filtración de lo popular y dominado, y aún así, gris es la teoría…”.

Pienso que se requiere debatir con más profundidad este tipo de planeamientos o enfoques teóricos, no tanto para convencer o para persuadir a los colegas, sino para comprender de manera más completa el fenómeno de la “reproducción” ideológica y cultural que tiene lugar en las instituciones sociales (no sólo en la escuela pública), así como adentrarse en la fenomenología de las “contrapartes”, de las “rupturas”, las resistencias, las oposiciones y las crisis (del sistema educativo) como procesos complejos, que nos permiten entender y analizar la realidad social tanto en lo local como en lo nacional y global. Por ello, me inclino en pensar a la escuela pública de manera diferente a como lo sugirió Althusser; en su lugar, prefiero la aproximación que propuso en su momento Henry A. Giroux (Teoría y resistencia en educación: una pedagogía para la oposición. México: Siglo XXI, 1992), es decir, mirar a la escuela pública, en parte, como un espacio contradictorio, de resistencia, de contestación, de “antirreproducción” o de apropiación crítica de valores; como opción para ejercer el cuestionamiento a las hegemonías cognitivas, ideológicas o pragmáticas de cualquier signo. (Tesis de la educación como espacio de “resistencia” ideológica y Pedagogía de los límites).

Espero que este diálogo no termine aquí y, sobre todo, aspiro a que las concepciones “reproductivista” y de la “resistencia” se enriquezcan, porque ciertamente describen segmentos importantes de los episodios de distribución ideológica (desde la “célula escuela”); incluso diría que ambas concepciones se complementan para desarrollar el análisis de los fenómenos educativos. Ello lleva implícito dar un nuevo paso teórico de ruptura o quiebre: pasar de tener una mirada monocromática fija a otra multicolor y en movimiento. ¿O acaso la óptica desde la resistencia es la excepción que confirma la regla del reproductivismo?

Fuentes consultadas:

(1) https://www.sdpnoticias.com/nacional/2018/05/23/el-mayo-frances-50-anos-de-aprendizajes

(2) http://es.internationalism.org/revolucion-mundial/200805/2255/mayo-del-68-el-movimiento-de-estudiantes-en-francia-y-en-el-mundo

(3) https://www.jornada.com.mx/2019/07/17/opinion/020a2pol

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¿Por qué cinco millones de niños mexicanos no van a la escuela?

México / 14 de julio de 2019 / Autor: Nicolás Ayala / Fuente: Mundo Sputnik News

Uno de cada siete niñas, niños y adolescentes en México está por fuera del sistema escolar, lo cual se agrava si son pobres, indígenas, o tienen alguna discapacidad.

Cada año el 25% de los jóvenes mexicanos que cumplen 16, no puede continuar la educación superior porque no hay sistema educativo para ellos.

«En nuestro país la educación es un derecho constitucional desde los tres años, sin embargo, el 60% de niños y niñas no logran tener educación preescolar. Esto agrava su posibilidad de aprovechar la educación básica y secundaria», dijo a Sputnik el director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), Juan Martín Pérez García.

La institución es una coalición de 77 organizaciones de la sociedad civil que desarrollan programas dirigidos a la infancia en situación de vulnerabilidad, y opera en 17 estados mexicanos. A fines de junio el informe ‘La infancia cuenta‘, donde se indica que cerca de cinco millones de niñas, niños y adolescentes se encuentran fuera del sistema educativo, mientras que unos 28 millones participan de la educación primaria y secundaria.

«La forma en las que el Estado mexicano está afrontando el tema educativo tiene muchísimas fallas. Cinco millones es un número enorme, pero además la calidad y accesibilidad no son las adecuadas», sostuvo.

Gran parte de lo que determina la exclusión del sistema educativo tiene que ver con la  discriminación por origen étnico, por pobreza y por condiciones físicas. Las regiones más pobres son las más afectadas por la deserción escolar y donde la calidad educativa es menor.

«El 73% de las escuelas no tienen herramientas para dictar materias de computación, y el 13% de las escuelas no tienen luz ni agua potable», explicó el director de Redim.

La segregación se acentúa en jóvenes con discapacidad o embarazo temprano. En estos casos se duplica la posibilidad de quedar fuera del sistema educativo. Muchas de las escuelas no cuentan con la infraestructura necesaria para integrar a los que tienen discapacidades. Además exigen acompañantes de tiempo completo para ellos, lo cual hace imposible que las familias puedan insertarlos en las instituciones educativas, explicó Pérez García.

Hacia las adolescentes embarazadas existe una discriminación que eleva el número de abandono escolar, nueve de cada 10 están fuera de la escuela. “Muchas veces son expulsadas por lo que llamamos el ‘prejuicio de la manzana podrida’, la creencia de que una adolescente embarazada puede contagiar a otras niñas de sus prácticas sexuales”, indicó el directivo.

El informe indica que «se requieren medidas urgentes para ampliar la cobertura en preescolar y educación media superior». Además propone que se realicen adaptaciones de contenidos y generación de materiales en lengua indígena y que la enseñanza se adapte al contexto cultural de los alumnos.

«Cuando hablamos del derecho a la educación hablamos de una llave: si los jóvenes están en el sistema educativo tienen mayores posibilidades de acceder al derecho a la salud, a una vida sin violencia, al de ser informado. Estar fuera de la escuela los mantiene en una condición de aislamiento y desprotección», concluyó Pérez García.

Fuente de la Noticia:

https://mundo.sputniknews.com/sociedad/201907081087938728-por-que-cinco-millones-de-ninos-mexicanos-no-van-a-la-escuela-sistema-educativo/?utm_source=https://t.co/i1CTvGequo&utm_medium=short_url&utm_content=4ExY&utm_campaign=URL_shortening

ove/mahv

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7 exámenes en una semana: ¿Evaluamos?

España / 14 de julio de 2019 / Autor: Salvador Rodríguez Ojaos / Fuente: El Blog de Salvaroj

«Cuando los estudiantes hacen trampa en los exámenes es porque nuestro sistema escolar valora más las notas de lo que los estudiantes valoran el aprendizaje.» Neil deGrasse Tyson

Se acerca el final de curso. Como cada año es época de evaluaciones finales, es el momento de aprobar o suspender, Es tiempo de prisas, ansiedad, agobio, nervios. insomnio… para alumnos, pero también para profesores y familias.

Habitualmente es el momento de querer hacer en unos días lo que es trabajo de todo el curso. Es el sprintfinal, es como si tras los 42 kilómetros de una maratón, empezáramos a esforzarnos cuando solo faltan los últimos 195 metros…

Es época de exámenes. Y no, no estoy en contra de los exámenes. Un buen examen es un instrumento muy válido de medición del aprendizaje. Estoy en contra de los exámenes si facilitan que se pueda empollar unos contenidos en poco tiempo para que sean aprobados, olvidando por completo, o casi, todo lo memorizado en unos pocos días. Y es que aprobar es mucho más que calificar.

En estas fechas de evaluaciones finales son habituales las travesías de hacer un examen tras otro en unos pocos días. Siete exámenes en una semana (es un ejemplo real de un centro educativo cuyo nombre no voy a citar) es una cantidad de exámenes que más que medir el aprendizaje, ponen a prueba la capacidad de alumnos, docentes y familias para aguantar la presión, los nervios y la ansiedad. Y es que sin duda la evaluación no consiste en eso.

La evaluación no es un momento puntual, es un proceso; ni debería servir para etiquetar el aprendizaje con un número. La evaluación debe servir para que los alumnos y alumnas conozcan sus fortalezas y sus debilidades, para que puedan seguir aprendiendo mejorando su proceso de aprendizaje.

Evaluar es tan necesario como difícil. Porque, según Neus Sanmartí, es el motor del aprendizaje, ya que de ella depende tanto qué y cómo se enseña, como el qué y el cómo se aprende. Dime cómo evalúas y sabré qué tipo de docente eres. Ya es hora de entender que la nota no siempre es sinónimo de aprendizaje, ya es hora de valorar el aprendizaje.

Fuente del Artículo:

http://www.salvarojeducacion.com/2019/06/7-examenes-en-una-semana-evaluamos.html

ove/mahv

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