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Entrevista a Amaia Pérez Orozco, doctora en economía «El sindicalismo es clave para atacar desde dentro al capitalismo»

Por Gessamí Forner

La doctora en economía Amaia Pérez Orozco cree que en el sindicalismo no debe haber condescendencia con el capitalismo y que los flancos de lucha contra este han de ser amplios: desde las instituciones al hogar, pasando por la comunidad.

Hace tiempo que Amaia Pérez Orozco vive en Bilbao, donde milita en el movimiento feminista de Euskal Herria, participa en la cooperativa XXK y, a veces, es ponente en actos a los que se la convoca para escucharla hablar sobre su especialidad: la economía desde una mirada feminista. Tan tímida como académica, acelera las palabras cuando expone su discurso. Este mes arrancó aplausos en las jornadas organizadas por el sindicato mayoritario en Euskal Herria, ELA, para realizar una lectura crítica de los PERTE, los instrumentos del Estado español que vehiculan las ayudas a fondo perdido de la Unión Europea, los Next Generation, creados en la pandemia sanitaria. Para Pérez Orozco, en el sindicalismo no debe haber condescendencia con el capitalismo y los flancos de lucha anticapitalista han de ser amplios —desde las instituciones al hogar, pasando por la comunidad—.

Me parece significativo que ELA invite a activistas anticapitalistas, ecologistas y feministas de OmalSustrai, Laura Aznal y tú para formar a su cuadros. ¿Qué papel juega el sindicalismo en la disputa al capital?

Al capital necesitamos atacarlo desde dentro y desde fuera. En el mundo del trabajo asalariado, donde para el capital somos mano de obra esclava y alienada, el sindicalismo es clave. Pero no debe caer en sus lógicas: no tenemos que conformarnos con seguir siendo mano de obra esclava ni debemos asumir que, para poder vivir, el capital tiene que sobrevivir.

Estamos viendo en Euskal Herria que, desde la huelga general feminista del 30 de noviembre, los sujetos tradicionales en la interlocución trabajo/capital están cambiando o deberían cambiar: del sindicalismo al movimiento feminista y de la patronal al Gobierno vasco. Además de resignificar la huelga, ¿se debe resignificar la negociación? ¿E introducir la vida?

Diría que estos cambios están en marcha desde antes del 30 de noviembre. El problema que subyace en esta cuestión es haber asumido que los agentes del diálogo social son los sindicatos, la patronal y el Gobierno. Ahí hay que hacer muchas rupturas. Una es salirse del marco del diálogo social, como hace ELA. La otra es no reconocer a la patronal como sujeto de diálogo, sino como sujeto de conflicto. No se trata de llegar a acuerdos, sino de arrancarlos. Los sindicatos que se quedan en un papel subordinado de mano de obra deben romper esa lógica y, por otro lado, hay que asumir que el conflicto con el capitalismo lo tenemos que dar desde todos los ámbitos vitales.

No debemos asumir que, para poder vivir el capitalismo tiene que sobrevivir

¿Cuáles?

Desde una mirada feminista, el combate anticapitalista prioritario está en el mundo del “más acá del mercado”. En los espacios socioeconómicos que están más cercanos a nuestro día a día, en los que somos vida entera, y no mano de obra. En lo que hemos llamado las esferas invisibilizadas del espacio socioeconómico, en los “afuera” de los mercados. Esos deben ser lugares prioritarios porque es donde se esconde, con más virulencia, el conflicto capital/vida. Como feminista, los hogares y la comunidad son el lugar fundamental para una lucha anticapitalista.

Y en el terreno del capital, ¿cómo debe darse esa lucha?

Donde somos mano de obra es necesario cambiar los contenidos de lucha. En vez de limitarnos a reivindicar mejoras de más empleo o mejor pagado —que, por supuesto, todo empleo debe ser remunerado con un salario digno—, necesitamos reivindicar otros empleos y otras condiciones. Luchar que somos vida, y no mano de obra. Personas, y no fuerza de trabajo. Y luego luchar, sobre todo, por la reconstrucción de un tejido socioeconómico contrario a la acumulación del capital, en el que el ánimo de lucro no sea el eje vertebrador. Desprivatizar la vida, al fin y al cabo.

Sin embargo, en este punto vamos al revés. Durante tu intervención, hablaste de los PERTE del Gobierno para gestionar los fondos Next Generation: “No hay planeta ni trabajo humano en los PERTE, sino una doble negación del ecosistema y una idea de reducción de emisión de gases de efecto invernadero con ingeniería contable”. ¿La fantasía capitalista es esto?

Como dijimos en las jornadas, los PERTE no son tan relevantes por los recursos que movilizan, sino porque son elocuentes del modelo que imponen: la doble negación del territorio-tierra y del territorio-cuerpo, como lo llamarían las compañeras de Abya Yala. Todo proceso socioeconómico tiene una base ecosistémica detrás. Es decir, se sostiene por un planeta del cual extrae recursos y energía, y al cual le envía residuos. Los PERTE se sostienen con la negación del planeta y la negación del colapso ecológico. Reduce el cambio climático a una reducción de emisiones y abre el espacio para un juego de ingeniería contable —cómo mides las emisiones y qué parte te llevas fuera—, que te permite creer el cuento de que estás poniendo en marcha procesos de acumulación del capital sin destrucción del planeta. Simplemente porque construyes un mecanismo para no ver la destrucción.

¿Y el cuerpo?

Por otro lado, encontramos la negación del cuerpo, que es el territorio sobre el que se sostienen los procesos socioeconómicos. Lo vemos claramente cuando en el PERTE de salud hablan de mejorarla mediante investigación genómica, en vez de contratando a más personal sanitario. O planteando que un hogar digitalizado cuidará mejor de la gente mayor. Los PERTE ponen el énfasis en la innovación tecnológica y digital para cubrir necesidades básicas que requieren interrelación humana. Los trabajos desaparecen. Todo se convierte en innovaciones tecnológicas y digitales para mejorar procesos socioecónomicos para conseguir supuestamente una economía más verde, más limpia y en la que todo el mundo vamos a vivir mejor. Sin hablar ni de la tierra que está detrás ni de las personas que sostienen esos procesos. Y sin hablar tampoco del desigual reparto de trabajos.

Necesitamos construir conflictos en todos los espacios que habitamos, no únicamente en las instituciones

En el PERTE de cuidados mencionaste que ni siquiera se habla de desigualdades ni de personas racializadas.

En ningún PERTE se mencionan las desigualdades y ello llega a ser tan sangrante que en el de cuidados no se menciona siquiera las desigualdades de género que hoy sostienen la organización injusta de los cuidados ni las desigualdades por racialización y clase.

El de agricultura no menciona ni tierra ni personas jornaleras.

Como decía Mirene Berigistain, que analizó ese PERTE, hay agricultura digitalizada pero no hay ni personas agricultoras ni tierras cultivadas. Todo en la tierra es sustituible por tecnología, también el trabajo humano.

 “Ya no necesitan ni retórica”. ¿Qué somos? ¿La burocracia es el método más eficiente para arrasar con cualquier rastro de vida?

No sé si diría la burocracia. Muchas veces hemos denunciado el lavado verde o morado. En la configuración inicial de los PERTE se preveía la firma de una declaración responsable de que no ibas a hacer un daño significativo al medio ambiente con la puesta en marcha de un determinado proyecto. Esto era tener en cuenta el medio ambiente de una manera totalmente débil, por eso hablamos de lavado de cara. Pero llegó la guerra de Ucrania y la situación se puso peor y, de cara a no poder esperar generar energías renovables, ya ni siquiera tienes que firmar una declaración de responsabilidad. Las prioridades socioeconómicas han cambiado y se ha vuelto a apostar por el uso de la energía fósil. Algo similar nos ha sucedido con el lavado morado. A veces hemos denunciado que hasta el PP nos roba conceptos de igualdad entre hombres y mujeres, y lo denunciamos como un robo retórico, como un lavado morado para poner en marcha políticas que reconstruyen o profundizan la desigualdad. Pero ¿qué significa cuando ya ni usan la retórica? ¿Te facilita el terreno para denunciarlo? ¿O significa que se ven tan fuertes que ni nos reconocen como antagonistas de lucha? Dudábamos de cómo interpretar el vaciamiento de conceptos y planteamientos políticos y ahora parece que ya ni siquiera es preciso aparentar “buenas intenciones”. De alguna manera, es una mala noticia porque ya ni engañan, pero también es buena porque es más fácil articularse para desmontar esas políticas. ¿O es que la cosa ya se ha puesto tan fea que ni te validan como sujeto de conflicto?

Los PERTE ponen el énfasis en la innovación tecnológica y digital para cubrir necesidades básicas que requieren interrelación humana

Es lo que acaba de pasar con la presentación del PNV y PSE del Pacto Vasco de Cuidados, que decían que nos les entendíamos, que defienden unos cuidados público-comunitarios. 

Ese es un ejemplo clarísimo de robo del planteamiento para lavado morado. El tema en este caso es ¿qué se está entendiendo por público-comunitario? Porque cuando se habla de público-comunitario desde los feminismos se habla, en primer lugar, de que lo público debe asumir una responsabilidad muy fuerte, lo público no puede estar privatizado y las empresas con ánimo de lucro no pueden jugar un papel en la garantía de derechos sociales. Además, desde los feminismos se entiende que hay que reconstruir todo el tejido socioeconómico en clave más sociocomunitaria, donde la vida importe, donde podamos construir otras relaciones y donde nos hagamos corresponsables de la vida colectiva. Pero esa reconstrucción nunca es para que lo público se desentienda de su responsabilidad.

En segundo lugar, hablamos de que lo público y lo comunitario deben desplazar a lo privado con ánimo de lucro. En ningún caso podemos entender las empresas privadas como parte de lo comunitario. El gran elefante en la habitación con el Gobierno vasco es ese: el papel de las empresas privadas. Y ojo, que aquí otra confusión son las cooperativas. A las entidades que forman parte de la economía solidaria social transformadora podríamos incluirlas en nuestra idea de comunitario. Pero aquellas que lo único que tienen de social es la figura jurídica, pero no el funcionamiento real, formarían parte de ese ámbito privado que queremos dejar fuera de lo público.

En tercer lugar, cuando hablamos desde el feminismo sobre la disputa de lo comunitario no lo entendemos como grandes ONG asistencialistas. Un tercer sector asistencialista que, en el fondo, funciona como una empresa más con ánimo de lucro. Hablamos de un comunitario que de verdad construya tejido cotidiano de relaciones de solidaridad, simetría, reciprocidad, de protección de la vida. Ese comunitarismo existe en las periferias, pero no en las empresas y ni en el tercer sector asistencialista.

¿Los PERTE son una nueva rearticulación del capitalismo?

Muestran la nueva forma que está cogiendo el capitalismo en clave verde-digital. Para los PERTE, la economía no es el tejido que sostiene la vida, sino que son cadenas de acumulación monetaria. En ese sentido, los PERTE reconstruyen el capitalismo que ya teníamos en una nueva versión siglo XXI, que es más consciente de la base material reducida sobre la que se asienta, que necesita idear modos para enfrentar el decrecimiento metabólico obligado, tanto reducir la dependencia de las energías fósiles como reducir los recursos que vienen del exterior —“si va a haber menos, me los quedo yo”—. Y digital en el sentido de que pretenden poner en marcha una onda larga de acumulación a través de la digitalización de los procesos y, cada vez, en clave más militarizada. Y para ese capitalismo, el capital necesita para los estados y lo público un rol diferente al que ha jugado en las últimas décadas: un rol claramente más presente para la asunción de los riesgos y costes de los megaproyectos, en los que las empresas quieren beneficios y quieren quedárselo ellas. Para ello necesitan un papel más activo de los Estados; que asuman los costes y el poder corporativo concentrado se quede los beneficios, mientras lo público se encarga también de sostener condiciones de vida mínimas en un contexto de un fuerte precarización de la vida.

Los PERTE asientan esa idea de lo público-privado, en vez de lo público contra lo privado. Ante la idea neoliberal de menos estado, siempre hemos dicho que los estados están presentes, aunque sea por dejación, están garantizando que no haya protesta social y aprobando nuevas legislaciones para que el mercado se regule a su propio favor. Nunca ha habido libre mercado, sino mercados ultra autorregulados: con fuertes legislaciones al servicio de las empresas. Hoy eso quizá está cambiando y el rol delo público se vuelve más visible. Pero no podemos confundirlo con un estado al servicio de la gente.

El PSOE ha elegido muy bien al ministro de Industria, un entusiasta de la colaboración público-privada. Cuando todas estas políticas las ejecuta un partido que de nombre tiene socialista, ¿qué nos queda?

Es un problema poner toda la carga en los partidos que ocupan las instituciones. Obviamente, tienen una responsabilidad enorme, pero también es cierto que tienen las manos relativamente atadas en función del empuje que haya detrás. Así que nos quedan muchas cosas. Sobre todo, construir conflictos en todos los espacios que habitamos, no únicamente en las instituciones, para que quienes ocupan las instituciones se vean en la obligación de tener posiciones más confrontativas con las empresas y el heteropatriarcado. Para ello debemos construir tejido comunitario. También necesitamos construir otros modos cotidianos de vida. No hay que hacer dejación de nuestra responsabilidad. No puedes pedir solo cambiar la PAC, debes cambiar en la medida que puedas tu modo alimentario. No puedes pedir más protección a la violencia machista, sino pelear la violencia cotidianamente.

Entrelazar luchas choca con la izquierda machirula que tiene súper claro el eje que debe vertebrar todas las luchas, y se impone arrasando otras prioridades políticas

En 1998 leí Ecofeminismo, teoría, crítica y perspectivas. Viniendo de espacios mixtos que oscilaban entre lo libertario y el soberanismo, consideré que nos faltaba más feminismo, más tierra y más vida. Han pasado 26 años desde entonces y me sigo preguntando si algún día el ecofeminismo se pondrá de moda y si los hombres de izquierdas lo asumirán.

Simplificando mucho, la defensa de la vida humana que hace el feminismo y la defensa de la vida del planeta que plantea el ecologismo tienen que ir de la mano. Ahí se encuentran con otras tradiciones políticas, como el marxismo, que también lucha por el valor de la vida de la clase trabajadora. Lo que el ecofeminismo tiene para mí de interesante es que combina diversas miradas críticas. La clave está en si somos capaces de entrelazar distintas luchas políticas en la comprensión de que nos enfrentamos a un sistema muy complejo sobre el que nadie tenemos la verdad absoluta de cómo funciona ni, mucho menos, cuál es la solución para cambiarlo. Ello choca cuando, desde determinadas posiciones, como la izquierda machirula, por decirlo de alguna manera, se tiene súper claro el eje que debe vertebrar todas las luchas y se impone arrasando otras prioridades políticas. ¿Cómo logramos entrelazar los distintos ejes que para quien son prioritarios, o más atacables, sin pretender que haya un único eje supremo ? Si estamos en distintos lugares, significa que atacamos desde diferentes sitios, en función de las desigualdades que nos atraviesan. Entrelazarnos desde la asunción de responsabilidades, no desde el buenismo hueco, es muy potente. Pero el entrelazamiento también genera incomodidades. La minusvaloraciación de la lucha antirracista permite que no te cuestiones tu blanquitud. La minusvaloración de la lucha feminista, que dejes sin tocar tus privilegios masculinos. El desprecio a la lucha obrera pone de relieve tu papel burgués. Generar alianzas abordando las desigualdades que nos atraviesan es el único camino, pero no es fácil ni automático.

Gessamí Forner. @GessamiForner

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ecofeminismo/entrevista-amaia-perez-orozco-sindicalismo-es-clave-atacar-dentro-al-capitalismo

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Amaia Pérez Orozco: «El sindicalismo es clave para atacar desde dentro al capitalismo»

Gessamí Forner entrevista a Amaia Pérez Orozco, doctora en economía.

La doctora en economía Amaia Pérez Orozco cree que en el sindicalismo no debe haber condescendencia con el capitalismo y que los flancos de lucha contra este han de ser amplios: desde las instituciones al hogar, pasando por la comunidad.

 

Hace tiempo que Amaia Pérez Orozco vive en Bilbao, donde milita en el movimiento feminista de Euskal Herria, participa en la cooperativa XXK y, a veces, es ponente en actos a los que se la convoca para escucharla hablar sobre su especialidad: la economía desde una mirada feminista. Tan tímida como académica, acelera las palabras cuando expone su discurso. Este mes arrancó aplausos en las jornadas organizadas por el sindicato mayoritario en Euskal Herria, ELA, para realizar una lectura crítica de los PERTE, los instrumentos del Estado español que vehiculan las ayudas a fondo perdido de la Unión Europea, los Next Generation, creados en la pandemia sanitaria. Para Pérez Orozco, en el sindicalismo no debe haber condescendencia con el capitalismo y los flancos de lucha anticapitalista han de ser amplios —desde las instituciones al hogar, pasando por la comunidad—.

 

Me parece significativo que ELA invite a activistas anticapitalistas, ecologistas y feministas de Omal, Sustrai, Laura Aznal y tú para formar a su cuadros. ¿Qué papel juega el sindicalismo en la disputa al capital?

 

Al capital necesitamos atacarlo desde dentro y desde fuera. En el mundo del trabajo asalariado, donde para el capital somos mano de obra esclava y alienada, el sindicalismo es clave. Pero no debe caer en sus lógicas: no tenemos que conformarnos con seguir siendo mano de obra esclava ni debemos asumir que, para poder vivir, el capital tiene que sobrevivir.

 

Estamos viendo en Euskal Herria que, desde la huelga general feminista del 30 de noviembre, los sujetos tradicionales en la interlocución trabajo/capital están cambiando o deberían cambiar: del sindicalismo al movimiento feminista y de la patronal al Gobierno vasco. Además de resignificar la huelga, ¿se debe resignificar la negociación? ¿E introducir la vida?

 

Diría que estos cambios están en marcha desde antes del 30 de noviembre. El problema que subyace en esta cuestión es haber asumido que los agentes del diálogo social son los sindicatos, la patronal y el Gobierno. Ahí hay que hacer muchas rupturas. Una es salirse del marco del diálogo social, como hace ELA. La otra es no reconocer a la patronal como sujeto de diálogo, sino como sujeto de conflicto. No se trata de llegar a acuerdos, sino de arrancarlos. Los sindicatos que se quedan en un papel subordinado de mano de obra deben romper esa lógica y, por otro lado, hay que asumir que el conflicto con el capitalismo lo tenemos que dar desde todos los ámbitos vitales.

 

No debemos asumir que, para poder vivir el capitalismo tiene que sobrevivir

 

¿Cuáles?

 

Desde una mirada feminista, el combate anticapitalista prioritario está en el mundo del “más acá del mercado”. En los espacios socioeconómicos que están más cercanos a nuestro día a día, en los que somos vida entera, y no mano de obra. En lo que hemos llamado las esferas invisibilizadas del espacio socioeconómico, en los “afuera” de los mercados. Esos deben ser lugares prioritarios porque es donde se esconde, con más virulencia, el conflicto capital/vida. Como feminista, los hogares y la comunidad son el lugar fundamental para una lucha anticapitalista.

 

Y en el terreno del capital, ¿cómo debe darse esa lucha?

 

Donde somos mano de obra es necesario cambiar los contenidos de lucha. En vez de limitarnos a reivindicar mejoras de más empleo o mejor pagado —que, por supuesto, todo empleo debe ser remunerado con un salario digno—, necesitamos reivindicar otros empleos y otras condiciones. Luchar que somos vida, y no mano de obra. Personas, y no fuerza de trabajo. Y luego luchar, sobre todo, por la reconstrucción de un tejido socioeconómico contrario a la acumulación del capital, en el que el ánimo de lucro no sea el eje vertebrador. Desprivatizar la vida, al fin y al cabo.

 

Sin embargo, en este punto vamos al revés. Durante tu intervención, hablaste de los PERTE del Gobierno para gestionar los fondos Next Generation: “No hay planeta ni trabajo humano en los PERTE, sino una doble negación del ecosistema y una idea de reducción de emisión de gases de efecto invernadero con ingeniería contable”. ¿La fantasía capitalista es esto?

 

Como dijimos en las jornadas, los PERTE no son tan relevantes por los recursos que movilizan, sino porque son elocuentes del modelo que imponen: la doble negación del territorio-tierra y del territorio-cuerpo, como lo llamarían las compañeras de Abya Yala. Todo proceso socioeconómico tiene una base ecosistémica detrás. Es decir, se sostiene por un planeta del cual extrae recursos y energía, y al cual le envía residuos. Los PERTE se sostienen con la negación del planeta y la negación del colapso ecológico. Reduce el cambio climático a una reducción de emisiones y abre el espacio para un juego de ingeniería contable —cómo mides las emisiones y qué parte te llevas fuera—, que te permite creer el cuento de que estás poniendo en marcha procesos de acumulación del capital sin destrucción del planeta. Simplemente porque construyes un mecanismo para no ver la destrucción.

 

¿Y el cuerpo?

 

Por otro lado, encontramos la negación del cuerpo, que es el territorio sobre el que se sostienen los procesos socioeconómicos. Lo vemos claramente cuando en el PERTE de salud hablan de mejorarla mediante investigación genómica, en vez de contratando a más personal sanitario. O planteando que un hogar digitalizado cuidará mejor de la gente mayor. Los PERTE ponen el énfasis en la innovación tecnológica y digital para cubrir necesidades básicas que requieren interrelación humana. Los trabajos desaparecen. Todo se convierte en innovaciones tecnológicas y digitales para mejorar procesos socioecónomicos para conseguir supuestamente una economía más verde, más limpia y en la que todo el mundo vamos a vivir mejor. Sin hablar ni de la tierra que está detrás ni de las personas que sostienen esos procesos. Y sin hablar tampoco del desigual reparto de trabajos.

 

Necesitamos construir conflictos en todos los espacios que habitamos, no únicamente en las instituciones

 

En el PERTE de cuidados mencionaste que ni siquiera se habla de desigualdades ni de personas racializadas.

 

En ningún PERTE se mencionan las desigualdades y ello llega a ser tan sangrante que en el de cuidados no se menciona siquiera las desigualdades de género que hoy sostienen la organización injusta de los cuidados ni las desigualdades por racialización y clase.

 

El de agricultura no menciona ni tierra ni personas jornaleras.

 

Como decía Mirene Berigistain, que analizó ese PERTE, hay agricultura digitalizada pero no hay ni personas agricultoras ni tierras cultivadas. Todo en la tierra es sustituible por tecnología, también el trabajo humano.

 

“Ya no necesitan ni retórica”. ¿Qué somos? ¿La burocracia es el método más eficiente para arrasar con cualquier rastro de vida?

 

No sé si diría la burocracia. Muchas veces hemos denunciado el lavado verde o morado. En la configuración inicial de los PERTE se preveía la firma de una declaración responsable de que no ibas a hacer un daño significativo al medio ambiente con la puesta en marcha de un determinado proyecto. Esto era tener en cuenta el medio ambiente de una manera totalmente débil, por eso hablamos de lavado de cara. Pero llegó la guerra de Ucrania y la situación se puso peor y, de cara a no poder esperar generar energías renovables, ya ni siquiera tienes que firmar una declaración de responsabilidad. Las prioridades socioeconómicas han cambiado y se ha vuelto a apostar por el uso de la energía fósil. Algo similar nos ha sucedido con el lavado morado. A veces hemos denunciado que hasta el PP nos roba conceptos de igualdad entre hombres y mujeres, y lo denunciamos como un robo retórico, como un lavado morado para poner en marcha políticas que reconstruyen o profundizan la desigualdad. Pero ¿qué significa cuando ya ni usan la retórica? ¿Te facilita el terreno para denunciarlo? ¿O significa que se ven tan fuertes que ni nos reconocen como antagonistas de lucha? Dudábamos de cómo interpretar el vaciamiento de conceptos y planteamientos políticos y ahora parece que ya ni siquiera es preciso aparentar “buenas intenciones”. De alguna manera, es una mala noticia porque ya ni engañan, pero también es buena porque es más fácil articularse para desmontar esas políticas. ¿O es que la cosa ya se ha puesto tan fea que ni te validan como sujeto de conflicto?

 

Los PERTE ponen el énfasis en la innovación tecnológica y digital para cubrir necesidades básicas que requieren interrelación humana

 

Es lo que acaba de pasar con la presentación del PNV y PSE del Pacto Vasco de Cuidados, que decían que nos les entendíamos, que defienden unos cuidados público-comunitarios.

 

Ese es un ejemplo clarísimo de robo del planteamiento para lavado morado. El tema en este caso es ¿qué se está entendiendo por público-comunitario? Porque cuando se habla de público-comunitario desde los feminismos se habla, en primer lugar, de que lo público debe asumir una responsabilidad muy fuerte, lo público no puede estar privatizado y las empresas con ánimo de lucro no pueden jugar un papel en la garantía de derechos sociales. Además, desde los feminismos se entiende que hay que reconstruir todo el tejido socioeconómico en clave más sociocomunitaria, donde la vida importe, donde podamos construir otras relaciones y donde nos hagamos corresponsables de la vida colectiva. Pero esa reconstrucción nunca es para que lo público se desentienda de su responsabilidad.

 

En segundo lugar, hablamos de que lo público y lo comunitario deben desplazar a lo privado con ánimo de lucro. En ningún caso podemos entender las empresas privadas como parte de lo comunitario. El gran elefante en la habitación con el Gobierno vasco es ese: el papel de las empresas privadas. Y ojo, que aquí otra confusión son las cooperativas. A las entidades que forman parte de la economía solidaria social transformadora podríamos incluirlas en nuestra idea de comunitario. Pero aquellas que lo único que tienen de social es la figura jurídica, pero no el funcionamiento real, formarían parte de ese ámbito privado que queremos dejar fuera de lo público.

 

En tercer lugar, cuando hablamos desde el feminismo sobre la disputa de lo comunitario no lo entendemos como grandes ONG asistencialistas. Un tercer sector asistencialista que, en el fondo, funciona como una empresa más con ánimo de lucro. Hablamos de un comunitario que de verdad construya tejido cotidiano de relaciones de solidaridad, simetría, reciprocidad, de protección de la vida. Ese comunitarismo existe en las periferias, pero no en las empresas y ni en el tercer sector asistencialista.

 

¿Los PERTE son una nueva rearticulación del capitalismo?

 

Muestran la nueva forma que está cogiendo el capitalismo en clave verde-digital. Para los PERTE, la economía no es el tejido que sostiene la vida, sino que son cadenas de acumulación monetaria. En ese sentido, los PERTE reconstruyen el capitalismo que ya teníamos en una nueva versión siglo XXI, que es más consciente de la base material reducida sobre la que se asienta, que necesita idear modos para enfrentar el decrecimiento metabólico obligado, tanto reducir la dependencia de las energías fósiles como reducir los recursos que vienen del exterior —“si va a haber menos, me los quedo yo”—. Y digital en el sentido de que pretenden poner en marcha una onda larga de acumulación a través de la digitalización de los procesos y, cada vez, en clave más militarizada. Y para ese capitalismo, el capital necesita para los estados y lo público un rol diferente al que ha jugado en las últimas décadas: un rol claramente más presente para la asunción de los riesgos y costes de los megaproyectos, en los que las empresas quieren beneficios y quieren quedárselo ellas. Para ello necesitan un papel más activo de los Estados; que asuman los costes y el poder corporativo concentrado se quede los beneficios, mientras lo público se encarga también de sostener condiciones de vida mínimas en un contexto de un fuerte precarización de la vida.

 

Los PERTE asientan esa idea de lo público-privado, en vez de lo público contra lo privado. Ante la idea neoliberal de menos estado, siempre hemos dicho que los estados están presentes, aunque sea por dejación, están garantizando que no haya protesta social y aprobando nuevas legislaciones para que el mercado se regule a su propio favor. Nunca ha habido libre mercado, sino mercados ultra autorregulados: con fuertes legislaciones al servicio de las empresas. Hoy eso quizá está cambiando y el rol delo público se vuelve más visible. Pero no podemos confundirlo con un estado al servicio de la gente.

 

El PSOE ha elegido muy bien al ministro de Industria, un entusiasta de la colaboración público-privada. Cuando todas estas políticas las ejecuta un partido que de nombre tiene socialista, ¿qué nos queda?

 

Es un problema poner toda la carga en los partidos que ocupan las instituciones. Obviamente, tienen una responsabilidad enorme, pero también es cierto que tienen las manos relativamente atadas en función del empuje que haya detrás. Así que nos quedan muchas cosas. Sobre todo, construir conflictos en todos los espacios que habitamos, no únicamente en las instituciones, para que quienes ocupan las instituciones se vean en la obligación de tener posiciones más confrontativas con las empresas y el heteropatriarcado. Para ello debemos construir tejido comunitario. También necesitamos construir otros modos cotidianos de vida. No hay que hacer dejación de nuestra responsabilidad. No puedes pedir solo cambiar la PAC, debes cambiar en la medida que puedas tu modo alimentario. No puedes pedir más protección a la violencia machista, sino pelear la violencia cotidianamente.

 

Entrelazar luchas choca con la izquierda machirula que tiene súper claro el eje que debe vertebrar todas las luchas, y se impone arrasando otras prioridades políticas

 

En 1998 leí Ecofeminismo, teoría, crítica y perspectivas. Viniendo de espacios mixtos que oscilaban entre lo libertario y el soberanismo, consideré que nos faltaba más feminismo, más tierra y más vida. Han pasado 26 años desde entonces y me sigo preguntando si algún día el ecofeminismo se pondrá de moda y si los hombres de izquierdas lo asumirán.

 

Simplificando mucho, la defensa de la vida humana que hace el feminismo y la defensa de la vida del planeta que plantea el ecologismo tienen que ir de la mano. Ahí se encuentran con otras tradiciones políticas, como el marxismo, que también lucha por el valor de la vida de la clase trabajadora. Lo que el ecofeminismo tiene para mí de interesante es que combina diversas miradas críticas. La clave está en si somos capaces de entrelazar distintas luchas políticas en la comprensión de que nos enfrentamos a un sistema muy complejo sobre el que nadie tenemos la verdad absoluta de cómo funciona ni, mucho menos, cuál es la solución para cambiarlo. Ello choca cuando, desde determinadas posiciones, como la izquierda machirula, por decirlo de alguna manera, se tiene súper claro el eje que debe vertebrar todas las luchas y se impone arrasando otras prioridades políticas. ¿Cómo logramos entrelazar los distintos ejes que para quien son prioritarios, o más atacables, sin pretender que haya un único eje supremo ? Si estamos en distintos lugares, significa que atacamos desde diferentes sitios, en función de las desigualdades que nos atraviesan. Entrelazarnos desde la asunción de responsabilidades, no desde el buenismo hueco, es muy potente. Pero el entrelazamiento también genera incomodidades. La minusvaloraciación de la lucha antirracista permite que no te cuestiones tu blanquitud. La minusvaloración de la lucha feminista, que dejes sin tocar tus privilegios masculinos. El desprecio a la lucha obrera pone de relieve tu papel burgués. Generar alianzas abordando las desigualdades que nos atraviesan es el único camino, pero no es fácil ni automático.

 

Gessamí Forner. @GessamiForner

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ecofeminismo/entrevista-amaia-perez-orozco-sindicalismo-es-clave-atacar-dentro-al-capitalismo

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Fabio Arias: “No más estigmatización al sindicalismo” Fabio Arias, nuevo presidente de la CUT. Argentina

abio Arias es el nuevo presidente de la CUT. Aquí reproducimos esta entrevista cortesía del Semanario Virtual Caja de Herramientas de la Corporación Viva la Ciudadanía.

Por Álvaro Ortiz RamosEditor Semanario Virtual Caja de Herramientas

Tras las elecciones del pasado 26 de mayo, la Central Unitaria de Trabajadores – CUT eligió su nuevo Comité Ejecutivo Nacional para el periodo 2023 – 2027, que estará a cargo de la representación de los trabajadores afiliados en los diferentes espacios donde tiene presencia la Central.

El cuyabro –nació en Armenia, Quindío– Fabio Arias Giraldo, fue elegido presidente de una de las más grandes e importantes organizaciones sindicales del país fundada en 1986.

Fabio Arias es Ingeniero Químico de la Universidad Nacional de Colombia, integrante del Comité Ejecutivo de la CUT por varios periodos, ex presidente nacional del Sindicato del Sena, Sindesena. Además, ha sido representante de los trabajadores por la CUT en la Comisión Nacional de Concertación y en la Conferencia Internacional de la OIT, delegado de la CUT ante la Confederación Sindical Internacional, CSI y la Confederación Sindical de las Américas, CSA. También ha sido miembro del Consejo Directivo Nacional de Sena y comentarista en programas de opinión.

Arias dialogó con el Semanario Virtual Caja de Herramientas acerca de sus expectativas como presidente de la CUT, sobre la reforma laboral, sobre la paz y los diálogos con el ELN, entre otras cosas.

Puedes leer:

¿Quién es Fabio Arias?

Fabio Arias es un dirigente sindical que nació como tal en el sindicato del Sena por allá a principio de los años ochenta. Fui presidente nacional de ese sindicato. Allí aprendí todos los intrilingües de lo que es una organización sindical y más o menos su propio ajetreo.

¿Cómo se dio su paso a la CUT?

Yo fui despedido del Sena, que era donde trabajaba –trabajé como 15 años allá– alrededor de unas huelgas que hicimos, ya una vez ganada la ley de iniciativa popular por la cual derrotamos la privatización del Sena con los decretos que hizo César Gaviria al amparo de la Constitución del año 91. La Constitución del 91 tiene una serie de venenos tenaces, uno de esos fue darle facultades extraordinarias y amplias al presidente de la república para que privatizara entidades, privatizó 64 de un sólo jalón, entre esas estaba el Sena. Producto de ese trabajo, hicimos algo que se llamó el Comité Nacional pro-Defensa del Sena, logramos hacer una ley de iniciativa popular –la primera que se ha hecho en el país con base en la Constitución– y, posteriormente, a pesar de que ganamos la ley de iniciativa popular, la administración –que era típicamente neoliberal–, siguió cerrando centros de formación profesional.

Nosotros nos opusimos al cierre de 17 centros, hicimos una huelga y nos despidieron a cuatro personas del Comité pro-Defensa por esa huelga. Entonces de ahí salí y obviamente que ya me quedaba muy difícil buscar empleos o en el sector público o en el sector privado y evidentemente me fue muy difícil. Entonces le seguí apostando más bien al sindicalismo. Se me dio la oportunidad de encabezar una lista para el Comité Ejecutivo de la CUT, la encabecé, logré salir y ahí sigo. Eso fue en el año 98.

¿Cuáles son sus expectativas como nuevo presidente de la CUT?

La expectativa que yo tengo en la CUT es contribuir, obviamente desde mi posición de presidente, a que la política que hoy viene desarrollando la CUT se consolide. Y eso pueda representar un fortalecimiento real y material de la afiliación sindical. Para mí esa es la expectativa más importante que tengo. Lo digo porque la política de hoy, que es una política alrededor de un gobierno del cambio, donde evidentemente los temas de la estigmatización y la persecución abierta y desembozada, que hacían los gobiernos y les permitía obviamente a los empresarios profundizar en esa persecución, pues limitaba mucho las posibilidades de crecimiento. Yo aspiro que en estos cuatro años se pueda consolidar un ambiente político propicio para que no haya más estigmatización y se pueda controlar al empresariado desde el Ministerio del Trabajo y eso nos permita a nosotros un mejor ambiente para que la gente se afilie a los sindicatos y podamos salir de esa marginalidad en que estamos de afiliación sindical.

Se cae la reforma laboral que ustedes apoyaban ¿cuál es el paso a seguir?

Primero volverla a presentar. Es decir, nosotros creemos que, si bien es cierto se cayó porque no hubo un ambiente político propicio para eso, creo que estamos obligados a persistir en eso. Por más –ahí sí como se dice– difícil que esté el ambiente, inclusive se puede agriar más. Pero es un punto de contradicción con el empresariado, con los partidos del establecimiento neoliberal, con los partidos de la extrema derecha, que evidentemente lo más conveniente es que se vuelva a presentar. Porque se vuelven un punto de diferencia entre lo que es el gobierno del cambio y lo que son los viejos poderes y las viejas castas neoliberales que en el país existen.

Entonces para nosotros es eso.

Y se vuelve una oportunidad para movilizar a la población en ese sentido. Políticamente puede ser muy bien aprovechable en el sentido de que en el horizonte muy próximo están las elecciones territoriales del 29 de octubre. Este va a ser entonces un buen escenario político para mover obviamente al electorado hacia respaldar el cambio y, obviamente enrostrarles a estos señores que sus políticas son absolutamente contrarias a lo que definió el pueblo colombiano desde que eligió a Gustavo Petro.

¿Cuál es la posición de la CUT frente a los diálogos con el ELN? ¿Los apoyan?

La CUT desde que nació, nació con una consiga general que dice: solución política negociada del conflicto armado. Esa es una expresión que más o menos muestra cual ha sido la posición histórica de la CUT, sobre el tema del conflicto armado en Colombia: solución política. Es decir, diálogos y negociación.

Entonces esta negociación con el ELN también la estamos respaldando. Nos hemos llenado de mucho optimismo en esta negociación, con el acuerdo sobre el cese bilateral al fuego y obviamente la política de participación nacional que se desprende también de ese acuerdo, nos parecen cosas muy buenas.

Pero debo decir que –ya una afirmación aquí muy particular– creo que esta es una oportunidad histórica que tiene el ELN para verdaderamente hacer una buena negociación con el gobierno y desatar ese largo periodo de conflicto que obviamente se volvió anacrónico en el planeta y debe ser resuelto lo más pronto posible.

¿Qué espera la CUT del gobierno?

Pues que mantenga en alto su programa de gobierno, que lo pueda ejecutar. Nosotros contribuiremos en uno y otro sentido, a que lo mantenga y a que lo pueda ejecutar. Y en todas las ejecutorias nosotros aspiramos a que el gobierno piense y tenga en cuenta que el movimiento sindical es un aliado de él y que podamos desarrollar de manera conjunta muchas acciones.

Tenemos algunas observaciones sobre el gobierno, pero obviamente que esas son marginales frente a lo que nosotros aspiramos que es. Esperamos es que haga más, por supuesto, pero que lo haga de manera más eficaz, de manera más oportuna. La paquidermia burocrática del estado es una cuestión bastante lenta, que también está afectando ya al gobierno. A este gobierno lo está afectando, y creo que el gobierno debería revisar exactamente cómo hace que sus operadores sean mucho más diligentes y oportunos en la ejecución, inclusive presupuestal, que ya hay retrasos frente a eso y cuando no pocas –hay sí como se dice– negligencias. Pero lo otro es que tiene que sacar a toda esa casta de la tecnocracia neoliberal de todos los partidos políticos del establecimiento neoliberal y muy especialmente a los de la extrema derecha que no dejan hacer nada.

Acompañaremos las propuestas que verdaderamente generen cambio. Para nosotros es la movilización social, el respaldo a ellos, tener una mejor interlocución con el gobierno directamente que a veces no la tenemos. Y creo que en esas condiciones podríamos avanzar ambos.

¿La CUT goza de buena salud? ¿No tienen conflictos internos?

La CUT es una central pluralista, por tal motivo siempre tendrá contradicciones y debates internos, eso es apenas lógico y normal. Lo vemos es como, más bien como un factor positivo para que la CUT pueda dimensionar qué hacer y qué no hacer. No basta en que hay algunos unos sectores –obviamente– que están muy contrariados con el gobierno, digamos que el mayor problema que tiene hoy la CUT –si es que es un problema– es un pequeño sector que sigue pensando que no se puede respaldar a ningún gobierno, que, si se le puede hacer oposición a los gobiernos, pero que desde la autonomía y la independencia no se puede respaldar un gobierno. Eso es absolutamente absurdo, pero además absolutamente inoportuno e inconveniente. No puede ser que alguien empieza –hay si como se dice– a definir políticas contrarias al modelo neoliberal, lo que yo llamaría la inflexión en la aplicación del modelo neoliberal, uno no contribuya a que eso suceda. El movimiento sindical en general y los trabajadores vinimos fue a transformar y a cambiar el mundo, eso es lo que siempre nos hemos dicho. Aquí hay oportunidad pues pa´ cambiarlo un pedacito. Pero no podemos renunciar a ese pedacito ni de riesgos.

¿Cómo quisiera Fabio Arias ser recordado?

Como una persona que contribuyó a la transformación y al cambio. ¡No más!

Un mensaje para la ciudadanía, para el sector sindical.

Que acompañemos de forma…con compromiso, con iniciativas, todas las actividades progresivas que este gobierno está desarrollando y que no dudemos un minuto en su respaldo y en su acompañamiento en las calles, porque al final esto se va a resolver nuevamente en las calles.

Usted es ingeniero químico y fue docente ¿no extraña volver a serlo? ¿no quisiera volver a la docencia?

Nooooo, para nada. Yo me siento muy bien en este…yo le digo a muchos compañeros: hace 25 años me extravié en el mundo de las actividades políticas y sociales, porque no son solamente sindicales o sociales sino también políticas, y creo ya no voy a renunciar jamás a eso. Me parece que he encontrado el momento en el que me siento mejor que en cualquier otra parte y ahora que soy presidente mejor… ja ja ja ja ja

Esta entrevista fue publicada en la Edición 831 – Semana del 1º al 7 de julio de 2023 del Semanario Caja de Herramientas de la Corporación Viva La Ciudadanía.

Fuente: https://ail.ens.org.co/entrevistas/no-mas-estigmatizacion-al-sindicalismo-fabio-arias-nuevo-presidente-de-la-cut/

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Otros mapas de conflictos sindicales: luchas feministas en los márgenes del trabajo

Los conflictos y las luchas que en los últimos años han protagonizado mujeres sometidas a formas extremas de discriminación y explotación laboral sitúan en las condiciones materiales para la vida un eje clave de su acción política. Los procesos que han puesto en pie para confrontar esa explotación forman parte del entramado de luchas que los feminismos han desplegado en este ciclo. Las aportaciones de estas mujeres en lucha desafían los enfoques feministas que no incorporan la interseccionalidad en sus análisis y muestran la existencia de otros sindicalismos posibles: aquellos que organizan a sectores laborales y productivos tradicionalmente excluidos, incorporando sus necesidades y demandas al análisis del mercado de trabajo y del modelo económico.

Lo que desde diferentes sectores del feminismo estamos denominando sindicalismo feminista-feminismo sindicalista (con este doble recorrido) no es una práctica puntual. Es la forma en la que muchas mujeres, en torno a la precariedad de sus vidas, se autoorganizan para garantizar sus condiciones materiales de existencia y las de sus familias. Muchas experiencias y conflictos colectivos protagonizados por mujeres organizadas amplían lo que entendemos por sindicalismo y cómo se practica. Ejemplos de ello son las trabajadoras agrupadas en la Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha, las kellys, las trabajadoras sexuales, las riders, las trabajadoras domésticas o las trabajadoras a domicilio. Como señalan desde la asociación Territorio Doméstico: “Tal y como lo vamos construyendo entre nosotras (…) [este nuevo sindicalismo] aúna formas de organización colectiva del llamado sindicalismo social y del origen político del sindicalismo obrero”.

Por un trabajo con derechos, por vidas dignas más allá del trabajo
Todas las experiencias que podemos englobar bajo el paraguas del feminismo sindicalista tienen claro que la exigencia del reconocimiento pleno de derechos laborales, frente a la explotación a las que nos somete el capital, debe ir claramente ligada a la batalla por disociar la condición de ciudadanía (y las condiciones materiales que la posibilitan) de la tenencia o no de un empleo. A partir de este enfoque, se organizan e impulsan alianzas por la defensa de los servicios públicos, los sistemas de rentas garantizadas, el derecho a una vivienda, el fortalecimiento del tejido comunitario, las luchas contra las violencias o por el derecho al aborto. Si, como defienden los feminismos, hablamos de construir vidas dignas y sin precariedad, estas reivindicaciones están ligadas y son inseparables de la lucha por sus derechos laborales.

Esta forma de plantear los conflictos sindicales más allá de lo laboral y desde una perspectiva interseccional se enmarca en un amplio y sólido enfoque teórico y crítico, generado desde las propias luchas y prácticas. Además, la economía feminista ha profundizado mucho sobre estas cuestiones a través de experiencias de investigación-acción militante como Precarias a la Deriva, La Laboratoria y el trabajo de otras muchas compañeras como Cristina CarrascoAmaia Pérez OrozcoSilvia FedericiSigrid Bazán o Luci Cavalleropor nombrar solo algunas.

Los análisis críticos desde el feminismo incorporan la dimensión de la reproducción social a los análisis sobre el neoliberalismo, llaman la atención sobre la necesidad de articular todo lo relativo a las condiciones para una vida digna, no solo el empleo. Conectan la precariedad laboral con cuestiones como la flexibilización de los tiempos y espacios del trabajo; el recorte de los salarios o la ausencia del mismo; la pérdida de derechos y la ausencia de regulación en algunos sectores (de la que se desprende, por ejemplo, la ambigüedad del vínculo entre quienes emplean y quienes son empleadas) o la racialización del trabajo, entendida como la relación de las condiciones laborales con la situación administrativa de la persona trabajadora, como sucede en el caso de las trabajadoras de hogar y de las jornaleras contratadas en Marruecos que trabajan en los campos de Huelva.

El desarrollo del neoliberalismo y el proceso de acumulación de riqueza necesario para ello han convertido en un elemento estructural la precarización del empleo, particularmente de las mujeres, jóvenes y personas migrantes, reduciendo muchos trabajos esenciales para la reproducción de la vida a nichos de trabajos sin derechos. Cuando un trabajo se feminiza y se racializa, se normaliza la degradación de sus condiciones laborales, su reconocimiento social y la devaluación de sus salarios. Este proceso se origina en la división sexual del trabajo y en las lógicas coloniales y extractivistas, tan imbricadas en los mecanismos de explotación capitalista. Se asienta sobre los roles y estereotipos de género que históricamente se asocian a las mujeres, como cuidar, sanar, alimentar, limpiar o ejercer tareas de sostén emocional y relacional. De esta manera, la economía se construye sobre la explotación y, a la vez, sobre la negación de la relevancia económica y social del trabajo de las mujeres y de todas las tareas asociadas a lo femenino, utilizando como patrón de normalidad económica lo masculino, blanco y eurocéntrico. A estos elementos podemos sumar los procesos de privatización de los servicios públicos y la pérdida de derechos sociales.

Cuando el trabajo no se considera trabajo
En general, el trabajo que no parece trabajo es aquel que llevan a cabo las mujeres, mujeres racializadas y disidencias. Las formas de explotación en tiempos de neoliberalismo nos muestran un nuevo mapa de los conflictos abiertos y nos plantean algunas preguntas para las que aún no tenemos respuestas completas. ¿Qué pasa cuando el jefe no es visible o es una aplicación, como en el caso de las riders? ¿Cómo organizarse cuando no hay centro de trabajo? ¿O cuando tu puesto de trabajo es un domicilio particular, como les sucede a las trabajadoras del hogar? ¿Cómo defender derechos cuando ni siquiera se nos reconoce como trabajadoras, como reclaman las trabajadoras sexuales y las trabajadoras migrantes en situación administrativa irregular?

Las trabajadoras del hogar ponen voz a un aspecto común: la falta de reconocimiento social de su trabajo y la ausencia de derechos que eso implica. Las cadenas globales de cuidados, apuntaladas por la ley de extranjería, que lleva a que la mayoría de las trabajadoras del hogar sean mujeres migrantes sin derechos, son un elemento estructural para entender el engranaje del trabajo de hogar y de cuidados. Amaia Pérez Orozco las define como “cadenas de dimensiones transnacionales que se conforman con el objetivo de sostener cotidianamente la vida y en las que en los hogares se transfieren trabajos de cuidados de unos a otros en base a ejes de poder” 1/. Este sector de trabajadoras está sujeto a un régimen especial dentro del régimen general de la Seguridad Social y vienen protagonizando una lucha tenaz para lograr los mismos derechos que el resto de trabajadores y trabajadoras. Junto con las kellys, las trabajadoras de residencias o el Servicio de Ayuda a Domicilio pelean por el reconocimiento de la dignidad de su trabajo.

Las y los riders extienden su lucha más allá de lo sectorial planteando la necesidad de un cambio de modelo económico 

Otro grupo de trabajadoras sin plenos derechos y la correspondiente ausencia de reconocimiento son las trabajadoras sexuales. De hecho, a las mujeres que ejercen la prostitución se les ha privado, en plena pandemia, de la posibilidad de acogerse al Ingreso Mínimo Vital. Más allá de lo que esto supone en la lucha por la supervivencia, es un ejemplo más de la imposibilidad de acceder a derechos de ciudadanía si no hay un reconocimiento de su condición de trabajadoras.

La Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha (2022), ejemplo de lucha y de puesta en práctica de otras formas de sindicalismo feminista, antirracista y ecologista, plantea lo siguiente: 

Los tiempos han cambiado y en los sectores más empobrecidos, cada día más precarizados, en los que tenemos compañerxs que ni siquiera son reconocidxs como ciudadanxs, resulta imposible organizarse a través de afiliaciones (cuotas de las propias personas trabajadoras), por lo que reinventar el sindicalismo se hace prioritario. Reinventarlo de arriba abajo o, mejor dicho, desde abajo hacia arriba.

Podemos extraer muchos aprendizajes y claves de estas luchas. Una muy relevante surge de la denuncia que las riders hacen del proceso de uberización de la fuerza de trabajo en el marco de la economía de plataforma, maquillado a través de un lenguaje neoliberal que encubre la verdadera relación laboral con discursos de libertad, flexibilidad y sé tu propio jefe. La inexistencia de centros de trabajo (llamados centroides en esta neolengua), que al despido se le llame desconexión o la organización de los tiempos de trabajo a través de algoritmos que, al mismo tiempo, no se registran e impiden garantizar el cumplimiento del convenio, son elementos que complejizan la organización de las trabajadoras. Las y los riders extienden su lucha más allá de lo sectorial planteando la necesidad de un cambio de modelo económico que garantice derechos a todas las personas.

Juntas y diversas: el enfoque y la práctica feminista para cambiarlo todo
Sabemos que nuestras vidas y problemáticas son diversas. Las violencias se superponen y, por lo tanto, es absolutamente imprescindible una mirada interseccional para generar transformaciones reales y hacer propuestas útiles para la vida de las mujeres y del conjunto de la población. La interseccionalidad de opresiones, como herramienta de análisis que desarrolla el feminismo, permite ampliar y complejizar la realidad concreta de las mujeres, generar transformaciones reales y hacer propuestas útiles para el conjunto de la población. El género, pero también el color de nuestra piel, nuestra situación administrativa, el número de ceros en nuestra nómina (si es que tenemos), nuestra orientación sexual o identidad, si tenemos una vivienda o no, determinan las condiciones del acceso al empleo y a derechos y, por lo tanto, jerarquizan unas vidas sobre otras. Por eso, estamos fuertemente convencidas de que las prácticas feministas y sindicalistas deben adaptarse al contexto, apostar por la construcción de alianzas y entender que los sujetos que protagonizan las luchas no se delimitan en un congreso o un paper académico. Se construyen en los procesos que ponemos en pie a través de la práctica, con diálogo y debate. Estando juntas y siendo cada vez más.

Sin las violencias que genera la ley de extranjería, no se puede entender hoy una gran parte de las dinámicas de exclusión y explotación provocadas por sectores económicos que asientan sus beneficios en las condiciones de semiesclavitud que, fruto de las políticas de fronteras, deben aceptar las personas que migran. Entender cómo el racismo institucional atraviesa la vida y las condiciones de empleo de muchas trabajadoras y cómo distribuye el mercado laboral es fundamental para construir feminismos y sindicalismos que pretendan ser verdaderamente transformadores y emancipadores. Como señala Pastora Filigrana: “Mientras haya bolsa de personas en pobreza sin papeles ninguna lucha sindical va a llegar a buen puerto porque siempre tendrán una mano de obra barata y con miedo y explotable con la que intercambiarnos si protestamos”.

Las denuncias de abusos sexuales en Huelva en 2018, interpuestas por un grupo de jornaleras del campo, marroquíes en su gran mayoría, son otro ejemplo de lucha interseccional. Interpelaron directamente a la Administración y a los sindicatos ante el abandono e invisibilización de su proceso, así como al movimiento feminista que había clamado en las calles contra la justicia patriarcal frente a la sentencia del juicio de la manada. Nuevamente recurrimos a la Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha para entender cómo actúa la dimensión de clase, de género y de raza en la violencia que se ejerce contra ellas. Ana Pinto, trabajadora del campo y activista de esta asociación, señala: “En Huelva se da toda la explotación posible: racismo (con la explotación de personas migrantes), machismo y destrucción del medio ambiente”. “Todas las vertientes del sistema neoliberal en una comarca”, dice la abogada Pastora Filigrana.

La condición de trabajos esenciales (aquellos sin los cuales es imposible el funcionamiento de la sociedad y la vida de las personas) ha sido un tema recurrente al calor de la crisis generada por la covid-19. Aunque las trabajadoras del sector del hogar y los cuidados llevan años “politizando las ollas, las calles y los delantales”, como señalan nuestras compañeras de Territorio Doméstico (Pimentel et al., 2021), y poniendo encima de la mesa la necesidad de reconocimiento y de derechos laborales, la escasa cobertura social durante la crisis de la pandemia en muchos sectores laborales feminizados demostró los límites de muchas de las llamadas políticas públicas de igualdad. Muchas mujeres, como las trabajadoras domésticas o las trabajadoras sexuales, quedaron fuera de los sistemas de protección que se desplegaron.

Como apuntó Kathi Weeks (2022), así como el marxismo concibió al proletariado industrial como clase revolucionaria capaz de crear un mundo nuevo, los feminismos entienden que, en las formas feminizadas de trabajo (y racializadas, añadimos nosotras), marginadas a la vez que fundamentales para los procesos de valorización capitalista, hay muchas claves para generar experiencias de organización que construyan una colectividad política feminista y anticapitalista, cuyo fin último sea la transformación radical, entre otras, de las instituciones del trabajo y de la familia, como elementos que estructuran el actual orden económico y social.

Si nosotras paramos, se para el mundo. Lo que las huelgas feministas nos enseñaron
Las huelgas feministas internacionales de 2018 y 2019, articuladas en torno a cuatro dimensiones de la actividad y la vida de las mujeres –laboral, estudiantil, cuidados y consumo– son un hito importantísimo para entender el desarrollo de estas formas de hacer y de luchar por los derechos a las que nos venimos refiriendo. En el proceso se elaboró un potente argumentario que ha construido la base de todo el histórico ciclo de movilizaciones feministas de los últimos años. Se asentaron marcos políticos y discursivos que venían de lejos y que impulsaron, en el plano estratégico y organizativo, los movimientos feministas.

Los procesos colectivos de las huelgas fueron un catalizador del hartazgo de muchas mujeres y una propuesta renovadora sobre dos conceptos claves del sindicalismo: trabajo y huelga. El feminismo siempre ha denunciado las limitaciones de la idea tradicional de trabajo porque deja fuera muchas actividades centrales para la economía y la vida que realizan mayoritariamente las mujeres. Las huelgas visibilizaron la necesidad de dinamitar la distinción, en cuanto a reconocimiento y derechos, entre lo que se ha considerado la esfera pública, la de la producción, y la privada, de la reproducción. Si se diferencia trabajo de empleo, el trabajo deja de ser algo específico del ámbito de la producción y se amplía al ámbito de la reproducción social (que incluye los trabajos de cuidados). Estos procesos de movilizaciones feministas pusieron sobre el tapete la realidad de las condiciones laborales y vitales de muchas mujeres, construyendo un mapa propio de conflictos y luchas. La ampliación del concepto de huelga contribuyó a visibilizar algunas de las cuestiones que se venían señalando desde hacía tiempo, recalcando la centralidad de los cuidados y la dimensión económica y social de los mismos.

La ampliación del concepto de huelga contribuyó a visibilizar la centralidad de los cuidados y la dimensión económica y social de los mismos

Las huelgas feministas, que tuvieron un rico recorrido, un contenido trabajado y que dibujaron el horizonte transformador más potente de los últimos años, también nos señalaron algunas paradojas que han abierto importantes y fructíferos debates. Un ejemplo muy evidente fue la dificultad de muchas mujeres que, sintiéndose interpeladas y habiendo participado del proceso, no pudieron secundar la huelga. Cuando cada vez necesitamos hacer más cosas para cobrar lo mismo, cuando de tu puesto de trabajo depende que una persona mayor o una menor sea atendida, cuando no tienes papeles y trabajas sin contrato, el derecho a la huelga, una histórica conquista que le debemos al movimiento obrero, se convierte en un imposible.

Las huelgas fueron sin embargo una experiencia de todas, de las que pararon todo el día o de las que se sumaron desde sus puestos a la manifestación, de las que estaban internas y de las que salían a aplaudir el paso de las compañeras desde sus puestos precarios. Fueron muchas luchas que se articularon bajo una idea potente: si las mujeres paramos, se para el mundo. Con esta idea, las feministas visibilizamos que hay trabajos que no se pueden detener incluso cuando todo lo demás para. Así se ha evidenciado durante la pandemia. La mayoría de estos trabajos y los más precarios los realizan mujeres, especialmente aquellas con menos derechos reconocidos, como son las migrantes y racializadas. Son las últimas de una cadena en la que todas las demás estamos insertas.

El feminismo sindicalista como lugar de resistencia y transformación
Las experiencias del sindicalismo feminista de los últimos años han tenido y tienen un papel inspirador y central en las luchas que los feminismos autónomos y populares han desplegado en este ciclo histórico de movilizaciones feministas. Componen nuevas formas de organización sindical y feminista, cuyas expresiones van mucho más allá de las que hemos podido referenciar en este artículo. No son solo prácticas puntuales, sino también propuestas de autoorganización, de un sindicalismo de base con tramas de apoyo mutuo.

Estas experiencias de feminismo sindicalista están impregnadas de los lenguajes y los modos de hacer de los feminismos de base y de otros movimientos populares (el asamblearismo, la construcción de consensos, el apoyo mutuo). Se nutren también de herramientas tradicionalmente asociadas al sindicalismo, como las huelgas o las cajas de resistencia. Haciendo honor a la mejor tradición disidente de la que forma parte el feminismo autónomo, las hacen suyas, las modifican, las amplían, las reinventan. Articulan un espacio de lucha y de pensamiento que pone el foco en las costuras del sistema económico y productivo, encarnadas en los cuerpos y las vidas de las mujeres, especialmente de las migrantes y racializadas.

Las resistencias primero, y las reticencias después, de los sindicatos mayoritarios frente a la propuesta de huelga feminista evidenciaron en gran medida su incomprensión del alcance de la propuesta feminista y las dificultades que arrastran para incorporar a diversos sectores laborales feminizados y precarios. Esto se debe, por una parte, al concepto de trabajo en el contexto histórico actual: las relaciones productivas, quién o quiénes componen el sujeto de la clase obrera, cómo se construye este y qué validez se da a ciertos conflictos. Pero, por otra parte, se debe a su incapacidad o falta de voluntad para atender las exigencias que expresan algunos colectivos de trabajadoras y para abrir la participación en estructuras que están fuertemente jerarquizadas. Esto ha hecho que tanto las jornaleras como las trabajadoras de hogar hayan expuesto la urgencia por establecer nuevas formas de participación y diálogo en los procesos de negociación de convenios, ya que por ley son los sindicatos los que se sientan en las mesas de negociación. En ocasiones, la confrontación con algunos sindicatos ha sido manifiesta, como lo ha sido también el apoyo de organizaciones sindicales de base con protagonismo femenino y feminista que llevan esto a la práctica. Como dice Ana Pinto, de la Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha:

Hemos tenido que aprender sindicalismo sobre la marcha y crear muchas redes para lograr condiciones de vida y trabajo dignas para la clase jornalera (…). Luchamos por cambiar las condiciones de trabajo y de vida de todas las temporeras, para conseguir derechos para todas porque es de justicia y para enfrentar la estrategia patronal del divide y vencerás.

Como se señala desde el colectivo La Laboratoria, que organizó las jornadas “El feminismo sindicalista que viene” (2022): 

Las mujeres, las lesbianas, las trans y todas las que desacatan los ordenamientos patriarcales del género sabemos bien que violencia, extractivismo y explotación no pueden leerse por separado, se anudan siempre de modos complejos, colocándonos una y otra vez al límite, usurpando nuestras energías vitales. Un sindicalismo de nuevo tipo, con claro protagonismo femenino, está emergiendo en estos anudamientos, mezclándolo todo e inventando nuevos modos de plantear el conflicto, pero también nuevas estrategias de autoprotección entre nosotras.

Los feminismos sindicalistas son lugares de resistencia y contestación. Espacios desde los que se van construyendo alternativas a través de sujetos políticos que no siempre han sido reconocidos y nuevas formas de organización sindical. Abren también nuevas preguntas y provocan una rica deliberación sobre las posibilidades y límites de la actual organización y ética del trabajo. 

Vivimos un momento de fragmentación y creciente desánimo, pero creemos que el feminismo, en alianza con otras luchas y movimientos, sigue siendo nuestra mejor herramienta para cambiarlo todo. Como señala Ángela Davis 2/: “El feminismo no es solo una estrategia para superar la opresión basada en el género, sino también contra el racismo, el fascismo, el materialismo o la opresión económica”.

Julia Tabernero Sierra es socióloga y forma parte, entre otros espacios, del movimiento de vivienda y del colectivo Feministas en Acción.
Justa Montero Corominas pertenece a la Asamblea Feminista, Feministas en Acción y La Laboratoria, forma parte del Consejo Asesor de viento surEva Muñoz Moreno es activista feminista y participa en varios colectivos como Feministas en Acción, la Asamblea feminista por un Empleo de Hogar con Derechos y la Comisión 8 de Marzo de Madrid

Notas:

1/https://trainingcenter.unwomen.org/instraw-library/2009-R-MIG-GLO-GLO-SP.pdf

2/ Davis, Angela (2018). Intervención en las jornadas “Mujeres contra la impunidad”, Asociación de Mujeres de Guatemala, 10/2018 (accesible en https://www.publico.es/sociedad/angela-davis-feminismo-arma-potente-luchar-racismo-fascismo.html )

Referencias

Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha (2022) “Informe Jurídico Brigada de Observación” (accesible en -https://jornalerasenlucha.org/wp-content/uploads/2021/02/InformeJuridicoBrigadaDeObservacion-JornalerasDeHuelvaEnLucha.pdf).

La Laboratoria (2022) “El feminismo sindicalista que viene” (accesible en https://m.facebook.com/La-Laboratoria-103301798092312/videos/nuria-soto-el-feminismosindicalista-que-viene/411876339918767/?__so__=permalink&__rv__=related_videos&locale=ne_NP ).

Pimentel Lara, Rafaela; Cisneros Sánchez, Constanza; Caballero Richard, Amelia; Rojo Delgado, Ana (2021) Biosindicalismo desde los territorios domésticos. Nuestros reclamos y nuestra manera de hacer (accesible en Laboratoria.red/publicación/biosindicalismo-desde-los-territorios-domésticos ).

Weeks, Kathi (2020) El problema del trabajo. Madrid: Traficantes de Sueños.

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«Hacer sindicalismo no es delito: Por la absolución inmediata de Las Seis de La Suiza»

Por: Tercera Información

  • La CNT convoca a nivel estatal una manifestación el 24 de septiembre en Madrid para denunciar una sentencia que criminaliza las herramientas sindicales para la defensa de las trabajadoras.

  • La sentencia a Las Seis de La Suiza de Xixón/Gijón condena a las sindicalistas a la entrada en prisión por el ejercicio de la acción sindical, la legítima protesta social y la libertad de expresión.

  • La CNT llama al conjunto de la ciudadanía y al tejido social, vecinal y sindical de todas las ciudades y pueblos del Estado a asumir como propia la defensa de Las Seis de La Suiza.

Comunicado Secretaría de Comunicación del Comité Confederal

La CNT ha convocado a nivel estatal para el próximo 24 de septiembre (12:30 h., frente al Ministerio de Justicia) la celebración de una gran manifestación que exigirá la absolución inmediata de las seis sindicalistas condenadas a penas de prisión por el ejercicio lícito de la acción sindical en el contexto del conflicto entre el sindicato y la empresa La Suiza de Gijón/Xixón.

La marcha se desarrollará bajo el lema “Hacer sindicalismo no es delito”, ante una condena que, de hecho, imposibilita el ejercicio de la acción sindical y cercena gravemente derechos civiles como la libertad de expresión y de manifestación. Desde CNT se confía en que la manifestación sea multitudinaria y aglutine a todas aquellas organizaciones, colectivos y personas que se sientan solidarias con las personas condenadas, y comprometidas ante el golpe represivo que supone su persecución y condena.

Un ataque directo a las herramientas de lucha sindical y de protesta social

Seis compañeras de CNT Asturias han sido condenadas a tres años y medio de prisión por “coacciones graves” y “obstrucción a la justicia”, así como al pago de una multa de 150.000 euros. La condena absolutamente disparatada supone un ataque directo a las herramientas sindicales que la propia ley recoge para la defensa de las trabajadoras. Un ataque que criminaliza las formas tradicionales de protesta social y sindical y que llega en un momento en el que se anuncia un ‘otoño caliente’ ante la crisis económica, la inflación y el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora.

Desde CNT consideramos las sentencias judiciales vertidas contra nuestras compañeras como un ataque frontal a nuestro modo de entender la acción sindical, entendida como una defensa directa, no mediada, pública y firme de las trabajadoras ante los abusos de la patronal. Pero creemos que además, la gravedad de las condenas, que llevarían en caso de consumarse, a prisión a nuestros compañeras, es un ataque directo al sindicalismo de base y combativo en su conjunto y a cualquier forma de protesta social que siga apostando por la presencia en la calle como vía de defensa de los derechos.

Por todo ello, animamos y convocamos al conjunto de la clase trabajadora y a la ciudadanía en general a manifestarse en Madrid el próximo sábado 24 de septiembre a las 12:30 h. frente a la sede del Ministerio de Justicia (C/ San Bernardo, 45) para mostrar el rechazo a esta condena judicial y para mostrar el apoyo a las compañeras amenazadas con la entrada en prisión.

Sobre el caso La Suiza

Para buscar el origen del conflicto tenemos que remontarnos al año 2017, cuando una trabajadora de la pastelería La Suiza de Gijón/Xixón acudió a nuestro sindicato en busca de asesoría y apoyo en una situación de abuso patronal y acoso, con el impago de alrededor de 80 horas extraordinarias al mes, la imposibilidad de disfrutar de vacaciones y cargas excesivas de trabajo durante el embarazo de la trabajadora, lo que se tradujo en un riesgo de aborto que desembocó en la correspondiente baja médica. Junto a todos estos abusos, la compañera denunciaba un trato insoportable por parte del empleador, que incluía comentarios humillantes y opiniones sobre su cuerpo.

Ya con el apoyo de CNT Xixón, desde el sindicato se comenzó por tratar de mantener una reunión con el empresario de La Suiza para abordar la situación e intentar resolverla a través del diálogo, algo a lo que el empleador se negó.

Ante esta situación, CNT decidió hacer público el conflicto a través de la concentración del Primero de Mayo y a través de las redes sociales. Como consecuencia de esta campaña informativa, el empresario accedió a reunirse con el sindicato, pero se negó a llegar a ningún acuerdo.

Así las cosas, desde CNT Xixón se llevan a cabo una serie de concentraciones en el exterior de la pastelería y una campaña informativa sobre el conflicto abierto entre la empresa y la trabajadora. Es decir, se utilizan las herramientas sindicales a nuestro alcance para defender los derechos de la trabajadora afectada. Cabe señalar que todas estas acciones se desarrollan con firmeza en la defensa de nuestra compañera pero sin que se produzca intervención policial. Pese a la ‘normalidad’ de las acciones de protesta, comienzan a producirse identificaciones policiales de diferentes compañeras de CNT Xixón y, finalmente, se producen varias detenciones y se tramitan las denuncias correspondientes.

El proceso judicial consecuente se abre con el intento de imputación de una treintena de personas, militantes del sindicato, pero también de otras personas que habían ido a apoyar a la trabajadora de La Suiza. Finalmente resultaron imputadas ocho personas.

La trabajadora afectada en el conflicto original interpone asimismo una denuncia por acoso sexual, que es archivada ante la justificación judicial de no existir carga de prueba suficiente.

Finalmente, el Juzgado de lo Penal número 1 de Xixón/Gijón, en sentencia emitida en junio de 2021, condena a las ocho activistas procesadas a un total de 25,3 años de prisión: tres años y medio de prisión para 7 de ellas y 8 meses para otra, por los delitos de coacciones y obstrucción a la justicia. Además la sentencia establece una indemnización a la pastelería La Suiza de 150.428 euros, declarando al sindicato CNT como responsable civil subsidiario.

En esta pasada primavera, y tras recurso interpuesto por el equipo jurídico de CNT, el Tribunal Superior de Justicia de Asturias ha ratificado la pena de prisión para seis de las ocho sindicalistas condenadas por el caso de ‘La Suiza’.

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Libro (PDF): Feminismos: experiencias sindicales y laborales en Argentina

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

Esta publicación reúne artículos que dan cuenta de los distintos procesos que han atravesado las prácticas feministas en los sindicatos argentinos en el contexto del auge del movimiento feminista. Se analiza cómo este movimiento ha atravesado la agenda de los sindicatos en sus múltiples dimensiones y los cambios que se han dado en los niveles de dirección; así como las experiencias laborales y sindicales cotidianas de las y los trabajadores en sus propios puestos de trabajo, allí donde el género se cruza directamente con la clase, la raza y el lugar de procedencia. Asimismo, se pueden reconocer en sus páginas experiencias de prácticas políticas que visibilizan y reconocen demandas feministas entre las trabajadoras, así como sus desafíos a futuro.

Autora: Nora Goren. [Coordinadora]

Karina Batthyány. Darío Kusinsky. [Presentación]

Nora Goren. Paula Andrea Lenguita. Leticia Medina. Tania Rodriguez. Clara Chevalier. Paula Varela. Josefina Lazcano Simoniello. Lucio Pandolfo Greco. Mariela Cambiasso. Luciana Nogueira. Johanna Maldovan Bonelli. Macarena Mercado Mott. Elena Mingo Acuña. María Florencia Rey. [Autores de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO. EDUNPAZ.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina. México

ISBN: 978-987-4110-68-8

Idioma: Español

Descarga: Feminismos: experiencias sindicales y laborales en Argentina

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2421&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1590

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Libro(PDF): Ceremonias en la tormenta: 200 años de formación y trabajo docente en Argentina

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

La construcción del trabajo de enseñar tiene una rica historia de luchas, debates, disputas y de propuestas. Algunas de esas manifestaciones alcanzaron mayor institucionalización que otras, pero todas fueron construyendo componentes de un rol que ha producido mucha vida hasta hoy. Esas expresiones consolidaron también una imagen social acerca de qué es un o una docente, qué debe esperarse de él o ella y cuáles son sus atributos. La docencia –como trabajo y como rol social– es una de esas prácticas sociales que se han sedimentado y cuyos puntos de origen, así como las decisiones que contribuyeron a su conformación, se han vuelto menos evidentes. Desplegar ceremonias tiene que ver con generar condiciones para transmitir, traspasar, recibir y albergar, establecer características para que se produzca algo que no estaba dado antes. Este trabajo tuvo que llevarse adelante –mayormente– en condiciones difíciles, en territorios tensionados, con decisiones que abrieran posibilidades. Y esa es la historia que compartimos: la problematización, de cara al futuro. Si el conocimiento modifica la mirada que tenemos de la educación, será esa una contribución para formar docentes sin transformar el pasado en destino. Fortalecidos en ese reconocimiento, desarrollar nuevas perspectivas para democratizar el trabajo de enseñar.

Autoras(es): Myriam Southwell

Editorial/Edición: CLACSO. IUCOOP. CTERA. Facultad de Filosofía y Letras – UBA.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-813-019-4

Idioma: Español

Descarga: Ceremonias en la tormenta:
200 años de formación y trabajo docente en Argentina

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2398&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1578

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