Argentina: Desaparición forzada de personas: ¿en quién se puede confiar?

Argentina/anred/Estefanía Velo

La desaparición forzada de personas es un “crimen de crímenes” que persiste en el tiempo luego de la última dictadura cívico militar. Son más de 217 las personas desaparecidas desde 1983 hasta la actualidad, hecho que atravesó a todos los gobiernos, que poco avanzaron en el desmantelamiento de las estructuras represivas.

 

Facundo Astudillo Castro de 22 años, oriundo de Pedro Luro, un pueblito al sur de la provincia de Buenos Aires, ya lleva más de 100 días desaparecido. La última vez que lo vieron fue cuando lo subían a un móvil policial luego de frenarlo por no contar con el permiso especial para circular en este contexto de pandemia.

Otra vez, la maldita Policía Bonaerense involucrada en un caso de desaparición forzada. A pocos kilómetros de donde hoy buscan a Facundo, hace cinco años atrás Katherine Moscoso estuvo una semana desaparecida, y luego fue encontrada enterrada en un médano de Monte Hermoso. La familia junto a su abogado, Leandro Aparicio, también abogado de la familia de Facundo Castro y Daniel Solano (otro joven trabajador desaparecido en Río Negro), denunciaron penalmente a 23 funcionarios judiciales, policiales y políticos de la localidad balnearia por complicidad y encubrimiento en el crimen de Katy.

La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad, “un crimen de crímenes” dice Nora Cortiñas. A pesar de haber transcurrido 37 años de “gobiernos democráticos”, luego de sufrir la pérdida de toda una generación dejando un saldo de 30.000 desaparecidos, la práctica de retener, privar de la libertad y hacer desaparecer el cuerpo de personas –en su mayoría jóvenes pobres- se mantiene intacta. Desaparecer, callar y tapar todo con mucha “prudencia”.

La lista de más de 217 personas desaparecidas desde 1983, en su mayoría por las fuerzas de “seguridad” ya sean provinciales o federales, continúa: hoy falta Facundo. En La Plata falta López, falta Miguel Bru, la familia de Andrés Núñez sigue pidiendo justicia y castigo a todos los responsables de la desaparición forzada seguida de muerte cometida en 1990, por la cual se condenó sólo a tres de los nueve responsables, mientras que el policía Pablo Martín Gerez, el principal ejecutor del hecho está prófugo desde hace casi 30 años.

El entramado policial, judicial y político, sostenido en el tiempo más allá de los gobiernos de turno, permite que se cometa este delito internacional. En la mayoría de las desapariciones están involucradas las fuerzas represivas de Estado. La familia de Facundo Castro señaló desde el primer momento que la Policía Bonaerense estaba involucrada en la desaparición del joven, sin embargo, pasaron 69 días para que el fiscal Rodolfo De Lucia, titular de la UFIJ N° 20 del departamento judicial de Bahía Blanca, apartara de la investigación a la misma fuerza señalada de cometer un delito.

Mientras que el ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, intenta proteger a sus policías y desviar la investigación y la opinión pública –un visitador serial de los canales de TV, en la franja nocturna de mayor rating- asegurando que es “prematuro, desafortunado e irresponsable hacer acusaciones sin tener evidencias concretas”. Refiriéndose a los señalamientos de la mamá de Facundo, Cristina Castro y sus abogados Leandro Aparicio y Luciano Peretto sobre el involucramiento de la Policía Bonaerense en la desaparición del joven.

Foto archivo: Nicolás Braicovich (Pulso Noticias)

¿La policía te cuida?

“La policía está muy agresiva hoy, no nos respeta, nos mata, nos golpea. Tienen mucho abuso de autoridad, ya no hay confianza en la policía, en qué vamos a confiar si la misma policía nos está matando”, se pregunta Carmen Valerian, la hermana de Ariel, un trabajador detenido y golpeado por la policía de Jujuy el pasado 8 de junio, lo que le provocó su muerte el 7 de julio.

Desde el lanzamiento del decreto presidencial de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), las fuerzas de “seguridad” provinciales y federales han obtenido mayor poder de control, principalmente en las calles, vacías por las noches. Se dedican a patrullar la ciudad, portar sus armas de fuego y hasta, en algunas ocasiones, a matar jóvenes.

A poco menos de un mes del lanzamiento presidencial del ASPO, el 15 de mayo Luis Espinoza fue detenido en Tucumán por la Policía provincial “por incumplir la cuarentena”, estuvo una semana desaparecido y fue encontrado sin vida en la provincia de Catamarca. El primer caso en este 2020 de desaparición forzada seguida de muerte.

Luis Espinoza

La Coordinadora Contra la Represión Estatal e Institucional (CORREPI) registró “86 personas asesinadas por el Estado en pandemia”. De los cuales, 41 asesinatos se cometieron en lugares de encierro, bajo custodia institucional; mientras que 32 fueron bajo la modalidad de gatillo fácil. Entre ellos están los casos de Fernando LeguizamónAlan Maidana, Lucas Barrios, Facundo Scalzo, y así sigue la lista de las víctimas.

En tanto, la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic manifestó en el plenario de comisiones de la Cámara de Diputados de la Nación -realizado el viernes 7- que recibieron 39 denuncias por “uso abusivo de la fuerza” por parte de los efectivos bajo su dependencia, con 96 agentes involucrados, de los cuales seis fueron pasados a disponibilidad. En esa misma reunión, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla, afirmó que en la secretaría recibieron 531 denuncias por hechos represivos durante el ASPO.

Las denuncias por maltrato y torturas en las comisarías o en las detenciones arbitrarias son denunciadas constantemente por los organismos de Derechos Humanos y espacios antirrepresivos que acompañan a las familias.

“Le digo a las familias de estos pibes que vamos a seguir luchando, basta de seguir matando a los jóvenes. Ni que violen la cuarentena, no hay excusas para matar como están matando”, expresó Norita Cortiñas en uno de los tantos encuentros virtuales con familiares víctimas de la represión estatal.

Las situaciones que deben atravesar los familiares de las víctimas se repiten en cualquier punto del país: “Tu hijo es un ladrón, estaba robando”, “Se debe haber ido con un novio o una novia, ya va a aparecer”, o bien: “Lo estamos buscando”; cuando en realidad los crímenes son cometidos por la misma Policía que luego tiene que investigar el hecho. Entonces, ¿quién nos cuida?.

El poder judicial revictimiza a los familiares, los violenta negándoles información, prohibiéndoles sus derechos, algo básico como acceder al expediente judicial de sus causas, o bien los “vueltea” para cansarlos. En ese marco, diferentes organismos de Derechos Humanos han denunciado las complicidades judiciales, policiales y políticas en estos tipos de casos.

Santiago Maldonado fue detenido, desaparecido y asesinado el 1° de agosto de 2017, en Chubut. Foto archivo: María Paula Ávila (Pulso Noticias)

El abogado de la familia de Facundo Castro, Leandro Aparicio, aseguró en declaraciones radiales que “estamos trabajando solos. Más allá de los organismos de Derechos Humanos, no tenemos la compañía del Estado sino todo lo contrario, meten palos en la rueda, la Policía está instalando pistas falsas”.

Situaciones tan cercanas reviven el caso de Santiago Maldonado: pistas falsas, “Santiago está en Chile”, “Facundo está en Bahía Blanca”, persecución a los familiares, y hasta un silencio de tumba de los agentes policiales presentes en los últimos momentos que vieron a los jóvenes.

También está Luciano Arruga que no quiso robar para la Policía Bonaerense. Ello le costó su vida. El 31 de enero de 2009 al joven de Lomas del Mirador (La Matanza) lo detuvieron, lo torturaron y estuvo cinco años desaparecido hasta que hallaron su cuerpo en el cementerio Chacarita donde figuraba como NN. Amigos y familiares de Luciano siguen pidiendo justicia.

Entonces, ¿la policía te cuida?

Facundo Astudillo Castro fue visto por última vez el 30 de abril en la localidad bonaerense de Villarino

Desaparecedores

La desaparición forzada es un delito internacional, es una privación ilegal de la libertad cometida por agentes del Estado o civiles con aquiesencia del Estado y la posterior negación de esa privación de libertad.

En diálogo con Pulso NoticiasJulio Avinceto, integrante de HIJOS La Plata, explicó que este delito “compromete en principio a los ejecutores materiales por lo general fuerzas de seguridad -Policías, Prefectura, Gendarmería, etc., pero no sólo a los autores materiales sino también compromete al Estado argentino como entidad en sí, porque es un delito regulado a nivel internacional, el Estado es firmante y garante de pactos de derechos humanos que protegen especialmente a las personas frente a ese delito”.

“Algunos dicen que es una deuda de la democracia para nosotros es un delito estructural que ha sido en todos los gobiernos del ´83 para acá, son más de 215 casos, en todos los gobiernos ha habido desapariciones forzadas que se comete desde las fuerzas de seguridad porque el aparato represivo nunca se ha tocado y porque hay libertad de acción para cometer este tipo de delito”, remarcó Avinceto.

Delitos que pocas veces tienen justicia, o bien no tienen la caratula de “desaparición forzada”. El caso de Miguel Bru, el joven secuestrado, torturado hasta la muerte y desaparecido el 17 de agosto de 1993 en la Comisaría 9° de La Plata, marcó un antecedente a la hora de condenar a los responsables aún sin haber encontrado el cuerpo del joven. En 1999 se elevó a juicio y hubo condena por homicidio en un caso de desaparición.

A más de cien días de la desaparición de Facundo, la familia y los abogados trabajan día a día para aportar las pruebas necesarias ante un fiscal federal (Ulpiano Martínez) denunciado por complicidad con represores, y evita constantemente a Cristina y sus abogados. El poder judicial es parte de la maquinaria “desaparecedora” de nuestro país.

En declaraciones a la prensa, Cristina Castro luego de encontrar el amuleto de “Facu” en el calabozo abandonado de la comisaría de Teniente Origone subrayó: “los que se callan son tan desaparecedores como los que se llevaron”.

Este jueves 13, el abogado Leandro Aparicio se manifestó a través de sus redes sociales: “Digo con la mayor claridad posible y sencillez de palabras, que en este bendito país en democracia, para que haya desaparecidos como Facundo, Daniel Solano, Jorge Julio López, Luciano Arruga, Santiago Maldonado y tantos más, existe una estructura estatal que permite y facilita la impunidad judicial de esas ´desapariciones´, siendo su engranaje esencial, el principal ´desaparecedor´, la propia policía, y las otras ´piezas´ del mecanismo perverso son los fiscales, jueces, políticos, gobernantes y periodistas”.

Entonces, ¿en quién se puede confiar?

 

Fuente e imagen: https://www.anred.org/2020/08/16/desaparicion-forzada-de-personas-en-quien-se-puede-confiar/

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El debate ahora, ¿Cuándo regresar a las escuelas? ¿hasta cuándo alargar el encierro y el aislamiento?

Por: Miguel Ángel Pérez

 

Las últimas semanas han estado marcadas en torno al debate del coronavirus, el debate que aparece ahora en los medios y en las posturas que han hecho públicas distintas dependencias educativas (sobre todo de educación superior), han sido a partir de plantearse las siguientes preguntas ¿cuándo se regresa a las escuelas? ¿hasta cuándo alargar las medidas de aislamiento y sana distraiga y de quédense en su casa?

El trabajo educativo se ha visto afectado drásticamente por las distintas medidas que se han tomado, el hecho de que de repente se deje de asistir a la escuela para responder a las tareas desde casa, ha generado una nueva cotidianidad la cual está basada en conectarse con los aparatos, comunicarse a través de internet y resolver tareas para luego enviarlas. Las actividades realizadas no se traducen en aprendizajes en automático, ni tampoco los buenos alumnos son aquellos que son hábiles con los procesadores, este nuevo estilo de atención escolar ha generado nuevas paradojas educativas, las cuales no se pueden resolver sino contamos con una serie de narrativas que nos ayuden a modo de mediación a acercarnos a los nuevos objetos de estudio.

Con respecto a los debates acerca del regreso o no a las escuelas ha habido mucho manoseo, no sólo los organismos empresariales intentar meter su cuchara sino incluso los supuestos comités científicos de algunas universidades (como es el caso de la U de G), han tenido un posicionamiento más cargado a lo político que a lo técnico y científico. En toda decisión (independientemente de sus contenidos) se juegan una serie de intereses sobre todo de carácter político y económico.  En todo ello lo que se teme ahora es con el anuncio de que la gente puede salir de su casa e ir a la calle se puede dar una desbandada cuyo escenario de masificación se torne en una nueva amenaza.

De nuevo la postra que se ha asumido en este y en otros espacios es que el regreso deberá ser gradual, de tal manera que el contexto del encuentro entre docentes con sus alumnos deberá se controlado, a partir de ir dosificando dicho evento.

Es importante que alumnos y alumnas regresen a los espacios escolares incluso para hacer aseo y limpieza de los mismos con la intención de poder desinfectar todas las áreas de uso común. Pero también para tomar los útiles u objetos escolares que hayan quedado resguardados en los salones y lo importante es el tener un contacto directo cara a cara profesor – alumnos con la intención de clarificar todo lo que indica el compromiso del entorno virtual, actualizar datos y cifras de equipos por familia y acceso a la conectividad, tiempo que se dedica a hacer trabajos y asistidos por quiénes.

La SEP no cuenta con datos duros al respecto, ni tampoco ninguna instancia civil u organismo dedicado a hacer investigación. Hoy requerimos datos a partir de conocer bajo qué condiciones reales estamos educando en la virtualidad, para esto necesitamos, aunque no rigurosamente reencontrarnos, vernos de frente cara a cara.

El debate no se va a agotar pronto aún estamos en medio de la tormenta y este debate no se debe resolver de manera unilateral en las esferas de gobierno. Es necesario que tanto la agenda como las decisiones se abran lo más ampliamente posible a los distintos actores de la sociedad.

La primera semana de junio todos los responsables de las autoridades educativas estatales de la llamada CONAEDU se reunirán para decidir en torno a estas medidas, es muy probable que suceda lo mismo que ha sucedido en los últimos meses se toman  acuerdos para todos, pero luego algunos estados (entre ellos Jalisco), debido a incompatibilidades políticas con el gobierno central toma sus propias decisiones violentando el consenso nacional.

Muy pronto sabremos acerca de las nuevas medidas de atención escolar, la lección sigue abierta debemos aprender de manera global de esta contingencia, porque como decía un colega debemos de aprender a vivir así, ya no regresaremos a la normalidad, esta es la nueva normalidad a la que debemos acostumbrarnos a vivir.

Fuente:  http://www.educacionfutura.org/el-debate-ahora-cuando-regresar-a-las-escuelas-hasta-cuando-alargar-el-encierro-y-el-aislamiento/

Imagen: pixabay.com

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“No hay neoliberalismo sin una violencia contra la sensibilidad” // entrevista a Diego Sztulwark.

Por:  Amador Fenández-Savater

Francia, Hong Kong, Ecuador, Irak, Chile… Una nueva onda de politizaciones y revueltas expresa explícitamente el malestar global contra el neoliberalismo. El filósofo argentino Diego Sztulwark, antiguo miembro del Colectivo Situaciones, encuentra inspiración en ese “reverso de lo político” para un nuevo ensayo de pensamiento político radical: La ofensiva sensible (editorial Caja Negra). Anteriormente publicó Vida de perro, balance de medio siglo de política en Argentina, junto al periodista Horacio Verbitsky.

Revueltas, revoluciones

Dice el filósofo Alain Badiou que esta es una época de revueltas, pero ya no (¿aún no?) de revoluciones. Las revueltas gritan “no”, ponen límites al poder, desalojan dictadores o gobiernos autoritarios, pero sin un modelo social alternativo y de repuesta. En este impasse o intervalo (ya no/aún no), ¿cómo te sitúas? ¿Dónde se sitúa tu pensamiento y la escritura de este libro?

No veo otra opción que situarme precisamente en el interior de este impasse. Ni en el desaliento que hace que consumamos razonamientos interesados en profundizar la impotencia, ni en alguna clase de utopismo que, paradójicamente, no puede afirmarse sin negar aspectos importantes de la situación que describes. Ni en el prestigio del realismo pesimista, ni en el autoengaño de quienes alientan a la acción sin hacerse cargo de lo que no funciona. El filósofo argentino León Rozitchner empleaba una fórmula que a mí me sigue interesando: “cuando el pueblo no lucha, la filosofía no piensa”. Es obvio que hay luchas muy importantes y hay nuevas formas de pensar. Y también es evidente que el tamaño de los problemas que afrontamos es enorme.

Jun Fujita, comentando justamente a Badiou, dice que ese impasse tiene que ver con la “dificultad de ligar la vida otra [ya en marcha en multitud de experiencias] con el otro mundo”. Hay otras vidas, pero no otro mundo.

Hace unos años decíamos que no se trataba tanto de tomar el poder como de cambiar el mundo, lo que implicaba crear nuevas formas de vida. ¿Diremos ahora que las cosas se han invertido, que ya están entre nosotros las nuevas formas de vida pero falta inventar una traducción política? Quizás sea más justo afirmar que en el reverso de lo político se articulan malestares y capacidades de poner límites al poder y la explotación, y que es preciso dinamizar desde allí nuevas articulaciones entre capacidad de veto y pensamiento político radical.

Las revueltas recientes -en América Latina, Chile, Colombia, Ecuador, pero no solo-, ¿de qué te hablan, de qué nos hablan?

Lo que se escucha es un rechazo al estado de cosas, una suma de malestares e insatisfacciones. Miremos Chile: es clarísimo el hartazgo con los dispositivos neoliberales de gestión y explotación de la vida. Un movimiento de protesta extenso, que abarca pueblos y ciudades, que surge de colegios y universidades, que encuentra un nuevo dinamismo en las poblaciones empobrecidas y que se aúna en un rechazo a la privatización de los servicios sociales. Y aunque sea posible objetar que no está claro aún qué nuevo régimen político surge de toda esta potencia de las luchas, toda la discusión abierta en torno a la constituyente evidencia un fenómeno que recorre a todo el continente: un fuerte retraso de lo político con respecto a lo que se teje en su reverso, esto es, las capacidades plebeyas de revuelta y resistencia.

La sensibilidad como campo de batalla

¿Qué es la “ofensiva sensible”?

Esta formulación, que surgió en una conversación con una compañera, me pareció muy expresiva de un estado de cosas en el cual la sensibilidad se ha vuelto el campo de batalla en el que operan tanto las opciones individuales como las fuerzas colectivas de la economía y de la política. Tanto el rechazo como la instauración de lo que suele llamarse “subjetividad neoliberal” se juega en este nivel.

Uso el término “neoliberalismo” aclarando que su significación es plural y a veces crea confusiones. Designa al mismo tiempo al menos tres cosas diferentes: la reestructuración de las relaciones sociales capitalistas operadas a partir de la década del setenta a nivel global; un partido político que en cada coyuntura intenta profundizar un programa pro-empresarial; y unas micropolíticas y modos de gobernar la vida a partir de una coacción específica destinada a subordinar nuestras estrategias de existencia mediante dispositivos de mercado.

El libro quiere afirmar entonces dos cosas a la vez: por un lado, que no hay neoliberalismo sin una violencia contra la sensibilidad. Y por otro, que no hay lucha efectiva contra lo neoliberal por fuera de una ofensiva sensible sobre el campo social.

Este uso de la “sensibilidad” lo tomo sobre todo de dos pensadores contemporáneos: de la antropóloga Rita Segato, que logra explicar con toda claridad la relación entre neoliberalismo y patriarcado como una enorme pedagogía de la crueldad contra las mujeres, lo comunitario y contra la naturaleza misma; y de Franco Berardi, Bifo, que detecta en la innovación tecnológica una dinámica de apropiación corporativa de la inteligencia colectiva en términos de la aniquilación de todos los aspectos sensuales que permitirían ir más allá de la codificación con la que opera internet y en general de las formas digitales de cooperación.

¿Y los fenómenos recientes de “fascistización” tipo Brasil con Bolsonaro o Bolivia ahora? ¿Te parece que también tienen que ver con ese ataque sobre la sensibilidad?

Sí. Y me parece muy importante señalar la conexión entre exasperación de lo neoliberal y este tipo de neofascismo. Si lo neoliberal es inseparable de un intento de someter el deseo a la realización de las mercancías, el odio a la vida del neofascismo es la cara intolerante y militarizada de este neoliberalismo. Si en tiempos de paz los neoliberales enseñan los beneficios de vivir de acuerdo al mercado, en tiempos de crisis muestran su rostro hostil, el ataque a toda tendencia de autonomización de la vida con respecto a los mandatos de valorización capitalista.

Santiago López Petit lo ha explicado muy bien en sus libros: cada vez que el “querer vivir” entra en conflicto con el proyecto de vida organizado en el mercado, se desencadena una agresividad contra la existencia que abarca todo aquello que en la vida se presenta como síntoma: anomalía o inadecuación. La intolerancia con lo que en la vida no es productividad, no es deseo dócil a las normas y las marcas.

El odio crece con relación a todo aquello que no se adecua al mandato de los mercados. A todo lo que se presenta como anomalía. El neofascismo neoliberal, ejemplificado en Bolsonaro, es un peligro muy real. Algo que subestiman algunas personas de izquierda que no vieron con claridad la gravedad del golpe a Dilma y el encarcelamiento de Lula.

Por el contrario, una política del síntoma se abre si vamos más allá del tratamiento neoliberal del síntoma, que oscila entre el coaching y la represión. La opción de escuchar el síntoma puede conectar con el proceso de creación de formas de vida y de su politización.

En este contexto el golpe oligárquico y racista en Bolivia es particularmente grave, porque retrotrae la lucha política a los tiempos en la que los gobiernos constitucionales eran derrocados por golpes militares abiertamente represivos y “pro-occidentales”. Insisto en la importancia de contar con un lenguaje propio para caracterizar estos procesos: nuestras críticas a los gobiernos llamados progresistas no tienen punto de contacto con las razones que mueven a los golpistas. Los golpes reaccionarios deben ser repudiados y resistidos por todos los medios posibles, porque no se hacen sólo contra dirigentes, sino sobre todo contra pueblos en lucha.

Lo plebeyo: figura de lo ingobernable

Escuchar el síntoma, los malestares que recorren lo social, en lugar de gestionarlos o reprimirlos. De ahí puede surgir, si entiendo bien, una fuerza rebelde que llamas plebeya. ¿Qué es lo plebeyo?

Parece ser que en la antigüedad se llamaba plebeyos a los hijos naturales de la tierra, es decir, aquellos que carecían de apellido o de títulos públicos: esclavos libertos, migrantes. Luego, en la época de las revoluciones, el significado de “plebeyo” parece oscilar entre el proletario y el villano. Finalmente, en la historia argentina y sudamericana reciente, lo plebeyo aparece reiteradamente ligado a una gestualidad irreverente e igualitarista, incapturable por la política convencional.

Lo plebeyo no ha dejado de irrumpir bajo formas semi-insurreccionales o animando luchas colectivas, más bien como reverso de la política populista, pero también de la neoliberal. Quizás se pueda decir que lo plebeyo es aquello que en nuestras sociedades insiste como desacato, sea por sustracción o desborde, de los modos burgueses de reglar los modos de vida.

No me propuse estudiar lo plebeyo como objeto de una sociología o una política, sino a la inversa: partir de esa gestualidad incapturable como un punto de vista que permite enlazar la secuencia crítica que va de la escucha del síntoma a la creación de forma de vida atravesando micro o macro politizaciones. Más que describir lo plebeyo, me interesa lo plebeyo como perspectiva desde la cual describir la escritura de un orden. Partir del punto de vista de la crisis para leer desde ahí lo que se supone normal.

Rescatas a Maquiavelo cuando afirma que toda sociedad está dividida entre los Grandes (que gobiernan y explotan) y la plebe (que rechaza ser gobernada y explotada). Pero esa división Grandes-plebe, ¿no nos pasa hoy por el medio en el neoliberalismo? No habría exactamente entonces dos bandos, sino que la “línea del frente” nos atravesaría a cada uno.

Los últimos años no pude resistir la atracción por Maquiavelo, a partir de la tradición republicana (Spinoza) y sobre todo de la izquierdista, iniciada por Antonio Gramsci. Claude Lefort sostiene que en Maquiavelo la política es la división entre quienes desean dominar y quienes no quieren ser dominados. Esa lectura funciona muy bien con toda esta referencia sobre lo plebeyo.

Lo que me tienta es usar a Maquiavelo para leer el comportamiento de una línea divisoria que se ha vuelto tan ambigua e imprevisible. Un poco lo que escribía Paolo Virno acerca de la “ambivalencia de la multitud”, o la risa del Joker que propone el cine norteamericano actual. Esa risa que es a la vez dolor y alegría, y que es inseparable de una cierta imposibilidad de discernir lo que es real y lo que es mental. Toda esta ambivalencia pasional hace difícil distinguir de modo pleno fenómenos de sumisión y de rebelión, o anticipar estallidos. En sus clases de los años 80, Gilles Deleuze buscaba lo revolucionario en lo que llamaba “líneas de indiscernibilidad”, en la proliferación de flujos “indecidibles”.

Si es posible convocar de nuevo aquí a Maquiavelo es porque el Príncipe es ante todo un lector sintomático, un lector de síntomas. En la tradición de Freud y Marx, el síntoma anuncia una nueva manera de leer y de pensar. En la que la anomalía no debe ser apaciguada, sino desplegada. El “nuevo príncipe” -que con Gramsci deviene una figura colectiva y hoy agregaríamos, sin exclusión de género- es ante todo un lector interesado por captar el potencial cognitivo de las desobediencias (los síntomas), porque ese potencial es la materia sobre la que inventar nueva forma política.

Politizaciones impuras

En Maquiavelo, el “tumulto” es el motor de mayor vitalidad política y justicia social siempre y cuando el conflicto se inspire en el “deseo de no ser gobernados” del pueblo-plebe. Pero en la realidad que se nos muestra a los ojos las cosas a veces no están tan claras. La división social ya no se deja leer simplemente en el eje izquierda/derecha. Pienso en el 15M, en los chalecos amarillos franceses, en el movimiento brasileño de Junio de 2013, en el conflicto independentista en Catalunya… ¿Podríamos hablar de politizaciones impuras, de lo plebeyo oscuro? ¿Cómo situarse ante ello?

Quizás la lectura política sea difícil siempre, dado que el texto a leer está escrito en tinta limón. Es un texto atravesado por los enunciados “indecidibles” de los que hablaba Deleuze. ¿Qué política se hace posible en base a lo que en nosotros no quiere obedecer? Formular esta pregunta abre a una fenomenología compleja: síntoma-plebeyismo-creación de formas de vida-politizaciones. El príncipe colectivo debe aprender a leer en esa indiscernibilidad de que hablábamos. Debe extraer de esa lectura un sentido para lo anómalo. Debe extraer de allí las líneas que permitan recorrer una transformación histórica. Es su tarea: crear nueva institución.

¿Resulta útil la distinción izquierda/derecha en esta tarea? Creo que sí, a condición de ligar la izquierda con un cierto sentido del conflicto. Si retomamos la idea de Maquiavelo según la cual Roma tuvo las mejores leyes gracias a la condición tumultuosa de su pueblo, quizás podamos derivar de ahí una cierta idea de izquierda: aquella que liga la creación de forma de vida con la lucha popular y deduce de allí la mejora, el cambio de naturaleza histórica, de las leyes y las instituciones. Lo que en términos contemporáneos significa afirmar al mismo tiempo el carácter común de la propiedad y del carácter colectivo de las decisiones. En un sentido opuesto, puede observarse la conformación de “derechas tumultuosas”, como es el caso reciente del macrismo en la Argentina. La derecha también gana elecciones y se moviliza, incluso puede tomar las calles. Pero esta conflictividad reaccionaria apunta a separar y a privatizar el problema de la propiedad y del de la decisión, a reestablecer jerarquías raciales, de género y de clase. Esto es más extremo aún en Brasil o en Bolivia.

Los tumultos que producen nueva imaginación política parten de y reivindican la experiencia y el deseo de lo común, no de la reivindicación de la propiedad privada.

El Estado y la plebe

Entre los Grandes y la plebe hay una tercera figura: el Estado. ¿Qué partido va a tomar el Estado, a favor de los Grandes o del pueblo? ¿Puede el Estado establecer con el pueblo-plebe una cierta alianza? ¿Puede el Estado apoyarse en la plebe y amortiguar el poder de los Grandes? Tu posición no es “purista”, no buscas un “afuera revolucionario”, como podría ser el caso del Comité Invisible. Te preguntas por la posibilidad de esa alianza precaria Estado-plebe. Pero al mismo tiempo haces un balance muy crítico de la última experiencia kirchnerista que algunos leen precisamente como un tipo de articulación así.

Tengo la impresión de que la lengua del Estado obstaculiza la de la emancipación, sin que eso implique caer en una posición de indiferencia entre gobiernos progresistas y reaccionarios. No es fácil organizar esta discusión. Es indispensable hacer una crítica desde abajo sobre lo que fueron las experiencias de los gobiernos llamados progresistas de la región latinoamericana, que descansaron sobre un modo de acumulación de capital que no se atrevieron a cuestionar. Y al mismo tiempo esa crítica exige elaborar un discurso antagónico respecto del que utiliza la derecha reaccionaria. Ellos hablan de “corrupción”, mientras que me parece mucho más útil hablar de precariedad. Y de acumulación por desposesión.

Dicho esto, no disponemos de un “afuera” preexistente respecto de la dominación neoliberal. Sería mucho más fácil contar con un lugar incontaminado desde el cual defender una alternativa. Sí existen, en cambio, modos de estar “dentro y contra”. Modos que quizás apuntan a un “más allá”. Para pensar esta dinámica me es útil la reflexión de Deleuze y Guattari según la cual el capitalismo actúa según una lógica axiomática, resolviendo sus crisis en el espacio del mercado mundial y efectuando luego modelos de acumulación en el plano de la política nacional o regional. Esos modelos varían y funcionan de acuerdo a una oscilación entre dos polos: uno propiamente neoliberal, tiende a privilegiar el mercado exterior, y otro de tipo socialdemócrata (o populista) prioriza el mercado interno y las demandas sociales. La lógica axiomática impone a los estados una actividad de adjunción/sustracción de regulaciones según los requerimientos de la acumulación. Lo vemos en la Argentina de hoy, por ejemplo, donde la exigencia del pago de la deuda se traduce en una intensificación de las economías neoextractivas. Me parece imposible que la política pueda proyectar momentos democráticos efectivos sin apuntar a destruir este juego de oscilaciones.

¿Cómo romper esta circularidad? Esta pregunta lleva a indagar en el reverso de la política. En todas aquellas existencias que no se deducen automáticamente de la axiomática, sino que fugan de ese esquema de oscilaciones entre ambos polos. Entonces, si me interesa la posición que llamas “purista” (nombras al Comité Invisible) es porque es la única que aparece con nitidez discursiva por fuera de esta dinámica de control. Solo que hay que huir de todo lo puro porque, como decía Nietzsche, solo expresa valores sacerdotales. Los purismos esconden las propias dificultades para producir realidad de un modo alternativo. Por eso prefiero el pragmatismo de las resistencias populares. La posibilidad de combinar momentos nuevos entre quienes luchan por evitar la oscilación hacia el polo neoliberal-totalitario del capital y quienes luchan contra la axiomática como tal. Se trata de un espacio complejo, lleno de contradicciones, pero en el que quizás se puedan producir nuevas zonas comunes de acción.

Me parece que este tipo de acciones comunes se imponen cuando se comprende la imposibilidad de sostener una distancia absoluta entre forma de vida y política, o entre micro y macro política. Y vuelvo a poner de ejemplo una situación argentina actual: la reciente derogación de la ley que favorecía la utilización de contaminantes de aguas para la actividad de la megaminería en la Provincia de Mendoza. Una formidable movilización popular hizo dar marcha atrás al parlamento entero. ¿Es exagerado ver en estos episodios una comunicación con la calle chilena?

Para volver a lo que decíamos de Maquiavelo, el Príncipe colectivo solo tiene chance si se aprende la diferencia radical entre gobernar y dominar. El gobierno sin dominio va en camino de crear formas de autogobierno. Pero si, por el contrario, las luchas democráticas se desligan del problema del poder, la formación de mayorías electorales permanece impotente ante los dispositivos duros de la dominación (financieros, represivos, mediáticos). Por lo que, para volver a hablar de democracia, es necesario que la constitución de mayorías electorales logre penetrar y alterar el funcionamiento de esos dispositivos dictatoriales.

No estoy seguro de que hayamos aprendido esto aún. En una reciente entrevista a Pablo Iglesias, que ingresa como vicepresidente en el nuevo gobierno de coalición de izquierdas en España, observo poca innovación a la hora de pensar la relación entre gobierno y movimientos: el gobierno cristaliza demandas, pero no abre o reparte el poder; los movimientos funcionan como legitimación democrática, pero no como fuerza de transformación. En el libro hablas de “ampliar la decisión política a nuevos actores”. ¿Qué significaría esto? 

En su libro El huracán rojo, el profesor Alejandro Horowicz reconstruye cómo la teoría y la práctica del doble poder permitió conectar, tanto en Francia como en Rusia, democracia y revolución. Esa conexión está determinada por sujetos colectivos en estado de experimentación de nuevos planos de igualdad. ¿Qué surgirá de lo que ocurre estos días en Chile en torno a la demanda de asamblea constituyente? Si algo hemos aprendido es que existe una correlación directa entre modo de acumulación por desposesión y restricción de los espacios de decisión política. Un gobierno que se quiere progresista o popular, pienso, debe honrar el compromiso de abrir espacios de transformación estratégica con todos aquellos que resisten al modo de acumulación (mega-minería, monocultivo, destrucción del medio ambiente, explotación vía endeudamiento, precarización de las condiciones de vida). Ampliar el sistema de toma de decisiones hasta abarcar actores sociales en disputa con el modo de acumulación es el único camino que imagino para modificar, en un proceso real, la realidad neoliberal en que vivimos. Es el sentido último de la idea de “ofensiva sensible”: aprender de los movimientos sociales que, como las Madres de Plaza de mayo, los piqueteros de 2001 o los feminismos populares han contribuido a resensibilizar el campo social.

Fuente e imagen: http://lobosuelto.com/neoliberalismoysensibilidad-savatersztulwark/

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España: 40 años del sabotaje a la llegada de maestros peninsulares a Canarias

Europa/España/25 Junio 2017/Fuente: abc/Autor: GUACIMARA TACORONTE/R.L.P.

En el mes de junio de 1977 una serie de docentes canarios inició una batalla sindical para frenar la presencia de maestros de la Península en las escuelas del archipiélago. De ese pulso en las calles y en las aulas surgió el sistema educativo que se ha implantado en Canarias y sus actuales consecuencias. En las islas, territorio entonces en quiebra social, querían el dinero del Estado pero no a los maestros.

Las movilizaciones comenzaron porque en Canarias había 5.000 maestros interinos y el MEC convocó 1.000 plazas. Se matricularon 700 maestros peninsulares que querían trabajar en la región dejando atrás a sus familias. A todo ello, hay que añadir que en marzo de 1977 fue cuando Antonio Cubillo reivindica desde Argel la explosión de un artefacto en el Aeropuerto de Gran Canaria que acaba en el mayor accidente aéreo hasta ahora conocido en Tenerife. Es decir: la tensión política en las islas era muy alta.

Para Teresa González Pérez, en su análisis ‘De maestros a profesores de EGB: Tradiciones educativas y modernización pedagógica. El caso de Canarias en el contexto español’, detalla que los movimientos de profesorado de esa época en el archipiélago funcionaban «de forma alegal» y que en las islas «un importante sector del profesorado militaba en distintos grupos políticos o en organizaciones cristianas antifranquistas».

González añade que el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza del País Canario en los primeros años, luego se pasó a llamar STEC, creado formalmente el 24 de diciembre de 1977, «estaba muy implicado» en la «búsqueda de soluciones a la problemática educativa» conscientes de la realidad de Canarias, «de las deficiencias y de la infradotación escolar». Detalla que «aunque había algunos sectores impulsados» por la idea de una «Canarias Libre» «y se oían voces a favor de la autodeterminación del archipiélago canario» dentro del magisterio «constituían una exigua minoría«.

Movilizaciones

En la primavera de 1977 se celebró una serie de asambleas que derivan en plataformas para frenar la presencia de maestros peninsulares en las escuelas canarias. Entre otras medidas, hubo un mes de encierro en la Escuela de Magisterio de La Laguna, Tenerife, y decenas de movilizaciones empresa a empresa, pueblo a pueblo de las islas captanto apoyo popular.

Los agentes de policía debieron entrar en centros como Santa Isabel de Hungría en Las Palmas capital para proteger a los que optaban por presentarse a las oposiciones en contra de las protestas en la calle. En este centro, explotó un artefacto casero sin importancia. Pero era un mensaje a navegantes.

En las islas, con estas movilizaciones, surge una central sindical, que se llama STEC, hoy integrada en Intersindical Canaria, de corte nacionalistay que también cumple 40 años en diciembre. De esa organización, se nutre Iniviativa Canaria (ICAN), que funda en 1993 Coalición Canaria (CC) y en 2011 Nueva Canarias (NC).

Que el primer consejero canario de Educación, Luis Balbuena, fuera del PSOE pudo incrementar en 1983 la presión nacionalista en las escuelas. Cuatro años más tarde, ocupan estos puestos de responsabilidad los nacionalistas moderados de Tenerife Enrique Fernández Caldas y Juan Manuel García Ramos, ambos de CC, con el paso fugaz de un consejero del PSOE, García Déniz. En aquel caos educativo de Canarias hasta Luis Hernández fue consejero de Educación pocos días.

El origen del nomadismo político insular

Entre 1987 y 2011, prácticamente todos los consejeros canarios de Educación han sido nacionalistas. Algunos de ellos, líderes del STEC como José Mendoza (1991-1999). José Miguel Ruano (CC), en el periodo 1999 y 2007 con Román Rodríguez de presidente, hoy en Nueva Canarias, y creador de la versión sanitaria del STEC: Sindicato Canario de Salud. Entre 2007 y 2011, fue consejera Milagros Luis Brito (CC). Entre 2011 y 2015, José Miguel Pérez (PSOE). Desde 2015, Soledad Monzón (CC).

El poderoso STEC, capaz de cambiar gobiernos en Canarias y sacar a los maestros en la calle contra la Policía, ha cedido, 40 años después, el control sindical en las islas, que pasó a Comisiones Obreras y después a ANPE. Los maestros canarios ya no quieren nacionalistas gestionando su representatividad. En parte, porque los que gobiernan son nacionalistas conservadores.

Meter la política en las escuelas ha provocado que los canarios arrastren unas tasas de desempleo en menores de 40 años de dos dígitos. El PP de Canarias nunca ha gestionado la Consejería de Educación y tampoco lo ha pedido en sus diversos acuerdos con CC.

Virus separatista

Desde la Península se iban a mandar a Canarias a 700 maestros. En diversos ámbitos urbanos hubo pintadas contra los docentes peninsulares. La forma de reventar las oposiciones, entre otras, fue la siguiente: Algunos docentes se personaban en los centros y, a mitad del ejercicio, comenzaban a romper los papeles y a entonar gritos libertarios de corte nacionalista.

El magma de aquellas demandas separatistas y sectarias siguen presente asociaciones de padres de alumnos, centros universitarios, jefaturas de servicio o áreas de inspección. Emplearían las escuelas para entrar en politica.

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