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Enseñar, aprender, educar

Xavier Besalú

En esta crisis se ha puesto de manifiesto también algo que, con tanta ingeniería verbal y tanta burocracia tecnocrática, tal vez habíamos olvidado: que las escuelas e institutos no son propiamente centros de entrenamiento, de aprendizaje, sino de educación, de crecimiento y desarrollo personal, de formación de la subjetividad.

T. Piketty, J.K. Galbraith y B. Sachs, economistas de reconocido prestigio, se preguntaban en un artículo reciente, “¿Qué nos ha enseñado esta crisis? En primer lugar, que los seres humanos en el trabajo no pueden ser reducidos a meros recursos”. Y, más adelante, afirmaban que algunos servicios “son actividades que deberíamos proteger de las leyes del mercado. En caso de no hacerlo, correríamos el riesgo de acentuar todavía más las desigualdades, sacrificando a las personas más desvalidas y vulnerables”.

En esta crisis se ha puesto de manifiesto también algo que, con tanta ingeniería verbal y tanta burocracia tecnocrática, tal vez habíamos olvidado: que las escuelas e institutos no son propiamente centros de entrenamiento, de aprendizaje, sino de educación, de crecimiento y desarrollo personal, de formación de la subjetividad. Y que la educación es, por encima de todo, un encuentro entre seres humanos, porque ni los alumnos son objetos prestos a ser moldeados o disciplinados, ni los docentes simples recursos puestos a su disposición, cual ordenadores de carne y hueso o libros de texto encarnados. En este encuentro, la comunicación y las relaciones personales juegan un papel insustituible, porque una y otras se dan entre sujetos que hacen cosas juntos y que se sienten vinculados por un lazo de confianza mutua; que construyen significado, ideas y emociones al compartir actividades, en un proceso abierto e indeterminado. Por eso, la educación es casi siempre un camino lento, difícil, en que los resultados –programados por adelantado, o no- nunca están garantizados.

En este encuentro, el docente asume una responsabilidad especial: ya hemos dicho que no es un simple recurso, pero tampoco un mero facilitador o acelerador del aprendizaje, ni un compañero que se limite a acompañar a los alumnos. El docente está en la escuela para enseñar. Parece un verbo antiguo o casi fuera de lugar, porque la enseñanza se ha asociado –muchas veces con razón– a la escuela transmisiva, autoritaria y verbalista; también por la preeminencia de las teorías del aprendizaje que han otorgado todo el protagonismo al aprendiz. Pero creo que con el agua sucia de la escuela que no queremos hemos tirado también al docente, como si se tratara de algo prescindible o intrascendente.

Esta crisis, sin embargo, ha revalorizado la función docente, ha puesto al descubierto ese valor añadido, difícil de explicar pero tan presente, junto a la importancia de los compañeros, protagonistas también de este encuentro didáctico. Porque un docente es un adulto que actúa en primera persona, capaz de presentar conocimientos complejos e ignorados, de hacer preguntas insospechadas, complejas, sin una respuesta predeterminada, de establecer prioridades, de manejar problemas y conflictos, de generar complicidades y sinergias, de dar testimonio con sus conductas y su modo de proceder…

Los docentes están ahí para transitar de lo que es deseado a lo que es deseable. Los alumnos no son consumidores, cuyas necesidades e intereses haya que satisfacer de la manera más rápida y eficaz, sino personas abiertas a la posibilidad de ser enseñados, de descubrir nuevos mundos, de salir del terreno de juego que les han marcado sus familias y sus experiencias anteriores, de caminar hacia su independencia.

Lo expuso de forma clarividente, hace ya muchos años, J. Dewey, cuando afirmaba que los intereses de los niños deben tomarse como un indicador de su estado de desarrollo, como señales de una capacidad a punto de activarse; que dichos intereses no deben ser reprimidos, pero tampoco complacidos. Porque los niños viven en un mundo pequeño y limitado, y no deberían ser abandonados a su propia espontaneidad. Por eso, el docente que postula Dewey es un buen científico, alguien que ha experimentado en su propia carne el placer de investigar, de descubrir, además de un buen conocedor de cada uno de sus alumnos.

En esta crisis ha habido que contar desde el primer momento con el saber de los epidemiólogos y, en general, de los profesionales de la salud, que han puesto sobre la mesa las vías de contagio, sus múltiples y dañinos efectos sobre las personas y las formas más eficaces no solo para curarlas, sino para evitar al máximo la posibilidad de nuevos contagios. Pero las decisiones han recaído sobre los gobiernos, los encargados de gestionar la vida del país, que han tenido en cuenta, por supuesto, lo que dice la ciencia médica, pero también otras múltiples variables que inciden y condicionan la vida de la ciudadanía (economía, trabajo, ocio, bienestar personal, vínculos familiares, movilidad, seguridad…).

Algo similar podríamos argüir para la educación escolar. Evidentemente hay unas bases científicas que los docentes deben conocer: la neurociencia, que nos instruye sobre como funciona el cerebro y nuestra mente; las teorías del aprendizaje, que nos ilustran sobre qué mecanismos y órganos se movilizan o conviene movilizar para producir aprendizaje; las demandas de cada sociedad concreta en un momento histórico determinado, que buscan inserir en su seno a las nuevas generaciones; etc. Pero la función docente no debe actuar al dictado de ninguna de estas ciencias, porque en la escuela y en los institutos lo que hay son personas multidimensionales, que deben crecer y desarrollarse en todas ellas, y porque la función de la educación escolar va más allá de los estrictos intereses y necesidades individuales.

El énfasis casi exclusivo en el aprendizaje ha tenido unas derivadas que vale la pena considerar. En primer lugar, se habla de él como de una nueva mayéutica, como si todo el conocimiento estuviera ya en el interior de los niños y jóvenes, como si solo hiciera falta el andamiaje o el entorno propicio para su alumbramiento… También se presenta el aprendizaje como algo inevitable y permanente, natural como la vida misma, casi como una condena de la que no podemos escapar, de manera que, cuando alguien no aprende o se niega aprender, es que algo falla en él, es que se trata de alguien problemático… Además, aprendizaje es un término con un sesgo individualista e individualizador, que podría ignorar y prescindir de las relaciones y la comunicación en los procesos y prácticas educativas. En cualquier caso el lenguaje del aprendizaje no es inocente: conduce más a la adaptación que a la emancipación, más a la domesticación que a la posibilidad de elegir entre diversas alternativas.

Dice Ph. Meirieu que la educación es “el esfuerzo para conseguir que personas consideradas ineducables y abocadas a la exclusión, accedan a la cultura y a la libertad; para remontar las contradicciones inevitables entre el principio de educabilidad –según el cual, todos los alumnos pueden aprender y crecer- y el principio de libertad –según el cual, nadie puede aprender por otro, ni obligarle a crecer”. Una educación que busca asociar la instrucción –la transmisión, la reproducción y la producción de saberes- y la emancipación –la capacidad de pensar por sí mismo. Una educación que asume el compromiso de que toda la ciudadanía adquiera unos saberes y unas competencias que le permitan reducir al máximo los déficits derivados de su entorno sociofamiliar y así poder optar a unas posibilidades profesionales y sociales que la suerte le había negado.

Xavier Besalú es profesor de Pedagogía de la Universidad de Girona

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Evaluación de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México

México / 26 de mayo de 2019 / Autor: Manuel Pérez Rocha / Fuente: La Jornada

En abril pasado, estudiantes, maestros y trabajadores de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México concluyeron el complejo proceso de renovación de su Consejo Universitario, consejo paritario, elegido por voto directo, universal y secreto, respetando todas las normas de la democracia representativa. La UACM cumple 18 años de trabajo, interrumpido sólo brevemente hace seis años por una intervención externa rechazada por la comunidad.

Hace dos años, esta joven escuela invitó a instituciones académicas de incuestionable prestigio a realizar una evaluación de la UACM. El Instituto de Investigación y Desarrollo Educativo (Inide) de la Universidad Iberoamericana respondió afirmativamente, y durante más de un año realizó un intenso trabajo que incluyó revisión del proyecto, visitas a los planteles, oficinas y centros culturales de la institución evaluada, entrevistas a académicos, alumnos y trabajadores, análisis de informes de trabajo, planes y programas de estudio, reglamentos y otros documentos pertinentes.

La evaluación de la UACM por el Inide fue libre, íntegramente sufragada por la propia Iberoamericana, la cual para ello comisionó a tres académicas, doctoras en educación, de sólida formación y experiencia. El extenso informe del trabajo del Inide (238 páginas) comprende una evaluación del proyecto de la UACM y de sus resultados a esa fecha, principalmente de la función docente. Es un documento de enorme valor para la universidad, pero también para todos los interesados en asuntos universitarios, pues constituye un ejemplo de trabajo académico aplicado, rico y sólido.

El proyecto de la UACM –dice el equipo del Inide– es una apuesta ambiciosa, una propuesta educativa innovadora e incluyente cuyos principios llevan a cuestionar las concepciones que rigen la dinámicade las instituciones consolidadas en el país, como las de calidad y medición de resultados. “La evidencia presentada –concluye la evaluación – permite afirmar que la UACM hace una importante contribución al logro de equidad en educación superior si se considera la dimensión del acceso”.

En el ámbito académico del proyecto, destacan términos que resultan innovadores en el contexto mexicano, por ejemplo, el enfoque de enseñanza y aprendizaje, la atención personalizada a los alumnos, planes de estudio, sistemas de evaluación colegiados eficaces y confiables, y la relación con la sociedad para el conocimiento y atención de sus problemas. “Este proyecto – añade la evaluación del Inide – se asentó en principios organizativos, y pedagógicos singulares, algunos de los cuales, en su formulación ideal, representan una importante innovación en materia educativa”.

La evaluación de la UACM hecha por el Inide reseña también las múltiples acciones de estudiantes, profesores y trabajadores para lograr la realización del proyecto. Quedan muchos pendientes y en todas las áreas de la UACM hay tensiones que deben ser resueltas, pero mencionar lo realizado puede alimentar el optimismo.

Conviene empezar por una referencia al asunto que ha sido pretexto para atacar a la universidad: la supuesta baja cantidad de egresados y titulados, la denominada eficiencia terminal. El Inide consigna que aunque el número de estudiantes con título suele parecer bajo, el volumen de estudiantes con carta de terminación de estudios que ya cubrieron cien por ciento de los créditos son el triple de los que están titulados. Esta aclaración, señala el informe, permite comprender mejor la situación. Hace dos años, la UACM tenía ya 6 mil 797 egresados.

La evaluación del Inide señala “… el perfil de los estudiantes de la UACM constituye un tema ineludible en el análisis de los logros del proyecto” y concluye: uno de los resultados más notables de la universidad corresponde a la cristalización de su propósito de abrir las puertas de la educación superior a la población que ha padecido, o se encuentra vulnerable de la exclusión educativa. El documento aporta datos contundentes al respecto y muestra que la experiencia de la UACM revierte de manera significativa la tendencia nacional.

La evaluación hace también una relación detallada de los esfuerzos de la UACM para diferenciarse de la enseñanza convencional con una docencia de calidad orientada al alumnoy de las vías a través de las cuales la institución favorece la realización de su enfoque pedagógico; afirma: no es excepcional el esfuerzo de los profesores en ese sentido, y recoge declaraciones de estudiantes y maestros que lo testimonian.

Sobre el carácter esencialmente formativo del ciclo básico de todas las carreras (la no especialización temprana) –lo cual es objeto de discusiones y varias tensiones–, la evaluación del Inide afirma que la UACM se colocó a la vanguardia de propuestas transformadoras, como las que fueron reconocidas en la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior, organizada por la Unesco hace ya casi 20 años.

Es mucho el trayecto por recorrer todavía para hacer realidad el proyecto completo de la UACM y el camino no es fácil. Son muchos los obstáculos por vencer: formas de trabajo tradicional muy consolidadas, falta de apoyos e instrumentos para la puesta en práctica de formas nuevas, ideas sin sustento por falta de una reflexión y discusión de fondo y falta de recursos materiales, entre ellos.

No obstante, cabe subrayar, la UACM cuenta ya con fortalezas de enorme valor y potencial: un proyecto sólido que responde a los retos actuales de la educación universitaria y a las necesidades de los estudiantes mexicanos; 18 años de experiencias han mostrado la viabilidad de este proyecto, si el esfuerzo conjunto de la comunidad logra resolver tensiones como las identificadas en el valioso estudio del Inide.

Sin duda, el nuevo Consejo Universitario de la UACM encontrará en esta evaluación material valioso para sus trabajos.

Fuente del Artículo:

https://www.jornada.com.mx/2019/05/16/opinion/019a2pol

Fuente de la Imagen:

https://www.diariodemexico.com/uacm-est%C3%A1-en-la-peor-crisis-econ%C3%B3mica-en-su-historia

ove/mahv

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Programación del Portal Otras Voces en Educación del Domingo 26 de mayo de 2019: hora tras hora (24×24)

26 de mayo de 2019 / Autor: Editores OVE

Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 26 de mayo de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.

00:00:00 – Colombia: Gobernadora exigió al Ministerio de Educación devolución de dinero por no construir colegios

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309794

01:00:00 – Justo Sierra, personaje ilustre de la educación y orgullo campechano

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309791

02:00:00 – Argentina: El ajuste llega a los comedores escolares

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309949

03:00:00 – Fue un triunfo del magisterio

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310122

04:00:00 – Sistema educativo de Noruega #infografia #infographic #education

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310119

05:00:00 – El teatro en las aulas como método pedagógico

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309803

06:00:00 – Libro: Análisis histórico de la formación de docentes mexicanos a través de los planes y programas de estudio de la escuela nacional de maestros (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310433

07:00:00 – Derecho a la educación

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309954

08:00:00 – Libro: Enfoques, experiencias y saberes en la formación docente (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310436

09:00:00 – Pedagogía al Día: El rol histórico del maestro (Audio)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309968

10:00:00 – Libro: Las ganas de aprender son las que te llevan a tomar un objeto que tenga letras (PDF)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310439

11:00:00 – ¿Es Finlandia donde mirar educativamente?

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310142

12:00:00 – México: Siguen igual los maestros

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309800

13:00:00 – Manuel Area Moreira: «Tenemos que tener la capacidad, aptitud y competencia para estar predispuestos a la innovación»

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309973

14:00:00 – Argentina: Marcha de las Antorchas en defensa de la educación pública (Audio)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310128

15:00:00 – Evaluación de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309978

16:00:00 – Más de un millón de personas defendieron la educación pública en Brasil (Audio)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310132

17:00:00 – Presentación del libro La educación en la era corporativa (Video)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309961

18:00:00 – Cuba: Por nuestra América: Unidad, lucha antimperialista y educación emancipadora

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310139

19:00:00 – Artículo 3o. Constitucional: Observaciones Críticas

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310145

20:00:00 – España: Madrid es la comunidad que menos invierte en sus escolares

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310135

21:00:00 – Congreso pedagogías y sindicato: Por una educación pública y popular para la emancipación (Video)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309806

22:00:00 – Infografía: Masacres escolares en Estados Unidos

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/310125

23:00:00 – Diferencias entre Facebook y Twitter en Educación (Video)

http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309797

En nuestro portal Otras Voces en Educación (OVE) encontrará noticias, artículos, libros, videos, entrevistas y más sobre el acontecer educativo mundial cada hora.

ove/mahv

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Hacia el aprendizaje colaborativo en el propio ejercicio profesional (sobre la formación y la carrera del profesorado)

Mariano Fernandez Enguita

La constatación reiterada de la amplia complejidad y la rápida evolución de la función docente conduce de modo inevitable al problema de la formación, en un camino que típicamente se bifurca entre la formación inicial, que es ya habitual juzgar insuficiente e inadecuada, y la formación continua, siempre cuestionada en su oferta y casi siempre decepcionante por sus resultados. No puede sorprendernos que sea difícil para la profesión docente, por su misma esencia, evitar la identificación y confusión de aprendizaje, educación y enseñanza, reduciendo cada uno de ellos al siguiente, pues en eso ha consistido históricamente la escolarización, en la institucionalización de la educación y del aprendizaje, y ese es, por tanto, el suelo en el que ha crecido y del que se alimenta el colectivo. Pero la sociedad de la información, y en particular el despliegue del ecosistema digital, ha venido ensanchando cada vez más la distancia entre aprendizaje, educación y enseñanza. Siempre ha habido aprendizaje (un sujeto que aprende) sin educación (sin otro que le guíe en ello), pero la novedad es que, con la ubicuidad, accesibilidad y casi gratuidad de la información y el conocimiento, ahora el hiato se expande de manera acelerada y no va a dejar de hacerlo. Por si fuera poco, la misma dinámica afecta a la distancia entre educación y enseñanza, pues el nuevo entorno informacional multiplica las oportunidades de acceso a los expertos (en línea, en comunidades de interés), a los iguales que actúan ocasional o parcialmente como tales (aprendices avanzados, mentores…) y a recursos pasivos (vídeos, demostraciones, tutoriales…) o interactivos (software), es decir, a la educación al margen de la enseñanza y de la escuela.
Una formación más colaborativa
 
Hoy y aquí no voy a ocuparme de los alumnos sino de sus profesores; no de los trabajadores en general sino de la profesión docente en particular, para lo cual es igualmente cierto lo ya dicho. No sólo igual, sino más, dado que buena parte del saber y el saber hacer de los docentes son del tipo que se ha llamado conocimiento tácito (M. Polanyi), conocimiento que no se vierte ni formaliza en instrucciones, manuales, guías o ensayos, quedando ahí y así al alcance de otros, sino que se difunde, si es que lo hace, esencialmente a través de procesos informales y sólo en parte intencionales, como son la imitación, la conversación, la colaboración o la mentorización. Paradójicamente, ese aprendizaje se asemeja mucho menos al del alumno en la escuela que al del aprendiz en la práctica del oficio, pues no discurre como la transmisión de una información a través de la lección y el estudio sino como práctica formativa, más o menos estructurada, compartida en una comunidad profesional, como participación en una comunidad de práctica.
Esto tiene varias consecuencias sobre la formación docente, sea esta inicial o ulterior, propedéutica o en el trabajo, en el aula o fuera de ella. En la inicial cabe distinguir la formación universitaria previa, de la no me voy a ocupar aquí aunque sí diré una palabra al final, y la iniciación en el proceso de trabajo, llámese prácticas, prácticum, introducción, inducción, MIR docente o de cualquier otro modo. Lo esencial a señalar es que debe diseñarse como un proceso más prolongado, en el que el profesor novel esté siempre acompañado en el aula por otro(s) experto(s), apoyado con mecanismos específicos para la reflexión sobre su progreso práctico (videograbación, microenseñanza, estudio de clase…) y que sea además la etapa final de la selección inicial, es decir, que haya que demostrar a lo largo del mismo, y no solo en un ejercicio alejado del aula como es el concurso oposición, la idoneidad para la función docente.
También a la hora de la formación continua habrá que tener en cuenta que el aprendizaje del profesor se desenvuelve, en muchos aspectos y ámbitos, mejor sobre el terreno y en la acción que con el libro o en el pupitre de alumno. Es razonable que el uso de una hoja de cálculo para recopilar y analizar datos del alumnado pueda aprenderse a través de un tutorial o en línea, o que una introducción al estado del arte en psicología cognitiva pueda organizarse como un curso académico en el estilo magistral más clásico, pero la configuración de un aula flexible, la gestión de un proyecto STEAM, la puesta en marcha de una clase invertida o el apoyo al trabajo de los equipos de alumnos en que se divide un grupo se aprenden mejor –y tal vez únicamente– sobre el terreno y con un educador ya experto al costado, sea para observarlo, imitarlo o ser aconsejado o corregido por él.
Aprender en el ejercicio profesional
 
Pero lo esencial no es ya esto sino, sobre todo, el trabajo cotidiano en el aula. Lo que distingue a un profesional (siempre que entendamos el término profesión en sentido fuerte, como una ocupación en la que el trabajador necesita un alto nivel de cualificación y dispone de un amplio grado de autonomía, como es el caso del profesorado), de un operario (es decir, de quien manipula o procesa algo, sea material o inmaterial, como es la información, siguiendo unas reglas claramente predefinidas) o de un peón o auxiliar (o sea, de quien realiza un trabajo lo bastante impreciso para que no pueda ser encomendado a un automatismo pero lo bastante simple como para ser realizado con la capacidad general, no cualificada, que la persona típica siempre tiene), es que la impredecibilidad y la complicación o la complejidad (que no son lo mismo) del trabajo cotidiano obligan constantemente a discernir, decidir y, con ello, a aprender; pero a un aprendizaje que requiere ya por sí mismo una base de conocimiento avanzada, pues no se trata de aprender a no tropezar con la misma piedra, cosa que ya sabemos que puede hacer un burro, sino de interpretar situaciones no conocidas para extraer datos, patrones y reglas aplicables a situaciones nuevas, etc.; no se trata de aprender rutinas preexistentes ni de probar respuestas intuitivas, sino de elaborar soluciones más o menos complejas a tareas o problemas que antes, al menos desde la perspectiva del implicado, no las tenían. Es el sentido que cabe dar al concepto algo bizarro propuesto por Castells: trabajadores autoprogramables.
Necesitamos ir todavía un paso más allá para comprender lo que significa el aprendizaje en el ejercicio profesional del docente. Un piloto aéreo y un docente son ambos profesionales, pero son bastante distintos. Un piloto necesita más tiempo y en todo caso más recursos para formarse, gana más, debe tomar decisiones de efectos más inmediatos y tal vez irreversibles, etc. Pero la realidad es que, en comparación con un maestro en un día de clase, un piloto tiene que tomar muchas menos decisiones (por eso existe el piloto pero no el maestro automático), afronta menos imprevistos y va a aprender bastante menos en una jornada de vuelo. La diferencia consiste en que el trabajo del piloto está ya muy normalizado y la recogida y el procesamiento de la información pertinente, así como su análisis y buena parte de las decisiones consiguientes, están ya incorporados a los mecanismos

automáticos de la aeronave, aun cuando el piloto pueda optar entre delegarlas o recuperarlas. No faltan los imprevistos, ni por consiguiente los nuevos aprendizajes, pero el proceso está ya tan normalizado y es tan normalizable que, de hecho, estos nuevos elementos, si tienen cierta relevancia y una vez que se consideran adecuadamente identificados y formulados, se incorporan de inmediato al diseño técnico de las nuevas aeronaves (o incluso de las viejas) o a las normas universales que se aplican a su operación. La versión extrema de esto, que no tardará en llegar al transporte aéreo, puede verse ya en los automóviles autodirigidos, en los que la presencia del conductor es solo un recurso de última instancia (quizá más útil a la hora de legitimar las pruebas ante la opinión pública que a la de mejorar la conducción o su seguridad) y los resultados del aprendizaje (no sólo los derivados de accidentes sino otros muchos, de todos los días, que no llegan a los medios) son inmediatamente incorporados al software y, así, generalizados a todos los vehículos (o al menos a los de una marca). Compárense estas actividades con la docencia, donde todo el énfasis del mundo sobre las buenas prácticas, las prácticas de éxito, la evidencia científica disponible, etc., conduce una y otra vez a la decepción, pues la bondad o el éxito en un contexto no garantizan en modo alguno su reproducibilidad en otro. No es que no se aprenda nada, sino que lo aprendido nunca es suficiente por sí mismo porque ni los contextos son lo bastante parecidos ni los procesos, sobre todo, son lo bastante normalizables; en otras palabras, porque es un conocimiento difícilmente transferible entre personas y entre contextos.

Sin embargo, el modelo escolar dominante, que es el del profesor permanentemente aislado en su aula y con su grupo, opera justo en sentido contrario, reduciendo al docente a una soledad de ejercicio que solo lleva a no aprender, o hacerlo de manera muy limitada, y a perpetuarse en los mismos errores, o incluso a profundizarlos. Es la cara oscura de que cada maestrillo tenga su librillo. Incluso en el marco de este modelo, o con mayor razón dentro del mismo, el aprendizaje profesional requiere tiempos y espacios compartidos con otros miembros de la profesión: como poco, salas de profesores o seminarios que se utilicen para algo más que el desayuno de media mañana y la reunión ocasional del claustro y tiempos de permanencia, fuera de los lectivos, más allá de los necesarios para guardias y sustituciones, atención a servicios auxiliares y reuniones obligadas. En suma, espacios y tiempos informales en los que los profesores puedan intercambiar información, comunicarse experiencias, compartir problemas y soluciones, aprender juntos o simplemente conversar. Por desgracia, la presión constante por la reducción de los horarios y el calendario lectivo y de permanencia, la ofensiva interminable por una jornada matinal y la interesada confusión de los horarios docente y discente han tendido a hacer de los centros, y en particular de los funcionarizados centros públicos, una especie de oficinas por horas en las que el profesorado sólo se encuentra lo imprescindible, inviabilizando el aprendizaje en colaboración o reduciéndolo, como suele decirse, a voluntarismo.
La pesada herencia del aula
A esto debe añadirse que la mejora y la innovación educativas se juegan hoy, ante todo, en el nivel meso, no tanto en las políticas generales ni en la práctica individual, aunque nadie cuestiona su importancia, sino en los proyectos de centro, los equipos docentes y las redes trans-centros, que para existir siquiera y para alcanzar alguna vigencia necesitan esos espacios (físicos, pero también virtuales) y tiempos (sincronizados, pero también asíncronos) compartidos. En otras palabras, hay que devolver el tiempo de trabajo del profesor al centro. El patrón por el que el profesor viene al centro, da sus clases, arregla cuatro papeles y se va a su casa, cuanto antes mejor, a estudiar y hasta la próxima, pudo tener sentido como parte del modelo del docente transmisor, el aula-huevera y la enseñanza de talla única, pero lo ha perdido por completo en el contexto de la sociedad de la información y el conocimiento, el ecosistema digital y una prolongada escolarización universal que se quiere igualitaria, en los que el educador debe convertirse en diseñador de entornos, situaciones, experiencias, proyectos y trayectos de aprendizaje. El profesorado, aun con toda la libertad necesaria para desplegar su actividad no docente donde y cuando convenga, debe volver por defecto al espacio y el horario escolares, si bien es cierto que esto requeriría cambios radicales en las condiciones de trabajo e incentivos adecuados.
En el ecosistema digital de aprendizaje, la parafernalia pasiva y en serie formada por el libro, el cuaderno, la pizarra, etc. es sustituida por dispositivos y programas altamente interactivos y personalizables; la colaboración entre iguales, que había sido desdeñada o prohibida, resurge con fuerza porque ya no depende de la copresencialidad ni de la sincronía; la comunidad, que había sido contenida fuera de los muros del aula y la escuela, está de nuevo al alcance sin restricciones distales, temporales ni económicas; en consecuencia el aprendizaje recupera el terreno perdido frente a la enseñanza, así como lo hace la actividad discente frente a la transmisión docente, y el modelo broadcast, o lectio, en el que un solo profesor enseñaba a un grupo de alumnos en un aula, diseñada físicamente como auditorio y organizativamente como audiencia, pierde ya todo sentido. La generalización de recursos materiales que son activamente educativos y la recuperación de los iguales como co-educandos y co-educadores revaloriza el trabajo individual y el pequeño grupo, mientras que las economías de escala en las actividades de pura transmisión, como la clase magistral, en la distribución del espacio o en el equipamiento digital empujan hacia la formación de grupos más grandes: es el modelo de la hiperaula que se va asumiendo en buena parte de la innovación educativa más reciente (aunque venga de lejos), visible en la Escola da Ponte, el CFP Padre Piquer, el proyecto Horitzó 2020, la red Teach for One, los centros diseñados por el estudio Fielding & Nair, etc., etc. En este modelo, al grupo discente más amplio se asocia un microequipo de docencia compartida (tres o más educadores) que, además de ser más flexible y eficaz y permitir mejores combinaciones de especialidades, facilita asimismo, entre los docentes, la transmisión y compartición de técnicas, experiencias, habilidades…, y en particular la iniciación de profesores los noveles; en suma el aprendizaje colaborativo en el ejercicio mismo de la profesión.
Y una coda sobre redes y universidades
 
Resta añadir que, aunque pueda tener en el espacio de la hiperaula y la docencia compartida del microequipo su principal escenario, el aprendizaje colaborativo del docente no ha de verse restringido ni a ese espacio ni a ese grupo. En la profesión docente hay ya una larga tradición de redes colaborativas y de aprendizaje que, como los viejos movimientos de renovación pedagógica o las nuevas comunidades virtuales (y múltiples otras formas mixtas o simplemente distintas), han servido al trabajo conjunto de profesores que, sin estar en un mismo centro, compartían proyectos de mejora o innovación, focos de interés definidos por el contenido o el método, etc., atravesando distancias físicas, divisorias administrativas y, a menudo, demarcaciones disciplinares. Hoy esto resulta más practicable gracias a la superación de los límites espaciales y temporales que permite el nuevo entorno digital.
Permítaseme cerrar con unas pocas palabras sobre lo que dije que no trataría en este texto, la formación universitaria, pero solo para señalar la triste paradoja de que sea esta, en particular las Facultades de Educación, la que más se resiste a la transformación de la estructura profunda del aprendizaje y la enseñanza y, por tanto, el mayor o, al menos, el primer obstáculo para ésta. Dados el elevado nivel tecnológico de las universidades, la dimensión investigadora de sus profesores y su invariable apuesta por la innovación, ahí tenemos justamente el mejor indicio de que no se trata sólo de cambiar las mentalidades (que también), sino las estructuras en las que nos movemos y que nosotros mismos reproducimos.
Fuente: http://blog.enguita.info/
Fuente de la imagen: https://gesvin.files.wordpress.com/2018/01/aprendizajecolaborativo5ventajasinspirarc3a1n-artc3adculo-bloggesvin-e1515498622880.jpg?w=596&h=392
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Libro: Prácticas y condiciones institucionales para el desarrollo de la docencia

México / 10 de septiembre de 2017 / Autor: Mario Beltrán Rueda (coord.) / Fuente: IISUE UNAM

En la búsqueda de elementos explicativos que permitan mejorar el quehacer docente en las instituciones de educación superior, surge el “Estudio sobre las prácticas y condiciones institucionales para el desarrollo de la docencia”, que reunió a un grupo de investigadores de cuatro países, quienes analizaron el contexto en el que los docentes desarrollan su práctica desde tres dimensiones de análisis –macro, meso y micro– en siete universidades. Mediante la aplicación de diferentes técnicas para recabar la opinión de directivos, profesores y estudiantes, así como del análisis de textos, se obtuvieron los resultados reportados en el libro, los cuales nos ofrecen elementos para reflexionar sobre la función docente y los aspectos contextuales que la influyen, además de identificar procesos y condiciones que pueden favorecerla.

Link de descarga:

http://132.248.192.241/~editorial/wp-content/uploads/2017/01/Pra%CC%81cticas-y-condiciones-institucionales.pdf

Fuente:

http://www.iisue.unam.mx/libros/?dd-product=practicas-y-condiciones-institucionales-para-el-desarrollo-de-la-docencia

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Destino del país, educación y la cuarta revolución industrial (3)

Uruguay / 27 de agosto de 2017 / Autor: Renato Operti / Fuente: El Observador

En los próximos artículos vamos a intentar descifrar cuáles serían aspectos fundamentales para armar una agenda educativa de cara al hecho que las disrupciones de la cuarta revolución industrial llevan a la necesidad de repensar los sistemas educativos. A escala mundial diferentes países están inmersos en una dirección de cambios que implican una renovada visión y conceptualización del sistema educativo, de los alumnos, de los docentes, del conocimiento, de la propuesta programática y de los enfoques por competencias. Veamos cada uno de estos seis aspectos (véase Unesco-IBE, 2015; OECD, OIE-Unesco & Unicef, 2016; Finnish National Board, 2016; EDUY21, 2017).

En primer lugar, la transición desde una visión de sistema educativo como oferente de servicios fragmentados en niveles –entre inicial, primaria, secundaria, técnico-profesional y formación docente– donde el alumno debe adaptarse a las divisiones y a las discontinuidades entre niveles a una visión alternativa que articula la oferta educativa en torno a ciclos etarios –infancia, niñez, adolescencia y juventud– y donde la propuesta educativa transversal a los niveles debe contemplar las expectativas y necesidades de desarrollo de la persona en su integralidad. Mientras que desde la primera visión, se argumenta que la misión del sistema educativo es facilitar el acceso a la educación proveyendo condiciones e insumos para la enseñanza y el aprendizaje, y recurriendo a enfoques y ofertas iguales “en principio” para todos, la segunda integra un amplio abanico de enfoques y estrategias de los ámbitos de la educación formal, no formal e informal (públicos y privados) para atender la diversidad de los alumnos e igualar en oportunidades de aprendizaje.

En segundo lugar, desde una visión del alumno/a promedio –una ficción– que es receptor de contenidos “entregados” por un docente a una visión alternativa, que entiende a cada alumno como un ser especial, que aprende y se conecta con sus pares y docentes de manera singular, y que a la vez, se apropia de conocimientos y produce nuevos. Mientras que desde la primera visión, las propuestas curriculares y pedagógicas son esencialmente homogéneas y no toman debida nota de la diversidad de los alumnos y de los procesos de aprendizaje, la segunda, asume sí la responsabilidad de dotar a los centros educativos de la flexibilidad curricular y pedagógica necesaria para que le faciliten a cada alumno una oportunidad real personalizada de aprender.

En tercer lugar, desde una visión del docente como un implementador de currículos y pedagogías prescriptas desde enfoques de arriba-abajo a una visión alternativa que entiende al docente como un educador y principal tomador de decisiones en el aula del sistema educativo. Mientras que la primera visión se asienta en la convicción que el docente transmite contenidos y que la docencia es esencialmente un ejercicio individual sin retroalimentación con colegas, la visión alternativa jerarquiza el rol del docente como orientador de los procesos de aprendizaje que trabaja en espacios de colaboración con pares para socializar, afinar y expandir prácticas efectivas (comunidades de práctica).

En cuarto lugar, desde una visión del conocimiento que se entiende como transmisión de conceptos e información a través de parcelas disciplinarias que no tienen como preocupación central conectarse con el mundo de afuera de la educación, a una visión alternativa que entiende el conocimiento integrado y con sentido, como un componente esencial de toda propuesta educativa que se oriente a desarrollar competencias. Mientras que desde la primera visión se visualiza a las disciplinas más como fines en sí mismos que como medios para conectar con diversas realidades, la segunda ve en las disciplinas, herramientas de pensamiento para entender y actuar sobre diversas realidades.

En quinto lugar, desde una visión de propuesta educativa que entiende los componentes y las piezas del sistema educativo como una suma de cajas que se van apilando una arriba de la otra, a una visión alternativa que, sustentada en un enfoque sistémico y comprehensivo, entiende que las piezas y los componentes del sistema educativo contribuyen mancomunadamente a ampliar y democratizar las oportunidades de aprendizaje. Mientras que la primera apela predominantemente a un enfoque de proyectos para promover cambios y responder puntualmente a problemas, la segunda define una agenda de cambios a partir de propuestas consensuadas y compartidas sobre perfiles de egreso, temas transversales de formación, competencias a desarrollar en los alumnos, marcos curriculares por ciclos etarios, rol del docente como educador/tomador de decisiones y diversificación pedagógica para responder a la diversidad de los alumnos.

En sexto lugar, desde una visión de las competencias como esencialmente reducidas al mundo del trabajo y solamente con foco en la competitividad, a una visión alternativa que conceptualiza las competencias como transversales a la formación de la persona para la vida, la ciudadanía y el trabajo. Mientras que la primera visión no se resguarda debidamente en la necesidad de los conocimientos como soporte de las competencias y las “agrega” como referencias generales al currículo y a los planes de estudio sin modificar las prácticas de enseñanza y de aprendizaje, la segunda entiende que las competencias expresan la voluntad personal de priorizar y movilizar valores, actitudes, emociones, conocimientos y destrezas para responder y poder actuar competentemente frente a diversos desafíos de la vida.

Estas seis transiciones son, en buena medida, definitorias del encare que se hace de la educación. Entendemos que el país debería moverse en la dirección de los seis cambios anotados (EDUY21, 2017). Algunos indicios existen de la voluntad de ir en una dirección de cambios, pero en todo caso, se trata de iniciativas que no han sido apropiadas por el cerno del sistema educativo. Es bien distinto implementar una propuesta dialogada, progresiva y secuenciada de cambios en el marco de un rutero acordado y con visión de largo aliento, que implementar una miríada de proyectos y actividades que no se inscriben en una visión de conjunto con mirada unitaria. Lo primero puede generar bases y procesos para un cambio sostenible mientras que lo segundo son a lo sumo titulares de coyuntura.

Fuente del artículo:

http://www.elobservador.com.uy/destino-del-pais-educacion-y-la-cuarta-revolucion-industrial-3-n1109758

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