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La estrategia del 1% y la nuestra

Por: Raúl Zibechi

Los datos de los días recientes iluminan la estrategia del 1 por ciento más rico de la humanidad. Los medios divulgaron hacia finales de enero un estudio de Oxfam, donde se asegura que de toda la riqueza generada en 2017 en el mundo, 82 por ciento quedó en manos del 1 por ciento más rico, mientras la mitad de la población no recibió absolutamente nada. La economía funciona apenas para beneficiar a una ínfima minoría que concentra cada vez más poder (goo.gl/qZwgNJ).

El segundo dato proviene del Foro de Davos, donde se reúne el sector que representa los intereses del 1 por ciento. Todas las crónicas aseguran que los CEOS de las multinacionales y los hombres (hay pocas mujeres) más poderosos del mundo, estaban felices y convirtieron el encuentro anual en los Alpes suizos en una verdadera fiesta. Casi todos llegaron en jets privados; por los cuatro días de encuentros y conferencias y el acceso a las sesiones privadas pagaron 245 mil dólares (goo.gl/UBSLLa).

Realmente, tienen razones de sobra para estar felices. Las cosas, sus cosas, marchan de maravilla. Las cotizaciones en la bolsa de Wall Street se multiplicaron por tres desde la crisis de 2008. El índice Dow Jones estaba en 8 mil puntos durante 2009 y estos días cotiza a 26 mil. Una escalada permanente, aunque las economías están estancadas o apenas crecen. No hay ningún dato de la economía real que respalde el crecimiento exponencial de las bolsas, lo que muestra su desconexión con la producción y su conversión en meros casinos.

Los datos que muestran el acaparamiento de riqueza nos descubren la estrategia silenciosa del 1 por ciento. Más de 80 por ciento de la riqueza que se genera en el mundo es para ellos. Alrededor de 20 por ciento va para casi la mitad de la humanidad, esa que se mira en el espejo de la riqueza y aspira, con o sin sentido, a estar cerca de los más ricos esperando que se les caigan algunas migajas. Para la otra mitad, nada, no hay futuro, sólo pobreza y represión.

La dominación siempre busca apoyarse en tres patas: las clases dominantes, las clases medias y los sectores populares. El arte de la dominación siempre ha sido sostenerse con base en la hegemonía, que se consigue ofreciendo un lugar a los sectores medios y venderle la ilusión de progreso a los de más abajo.

En los periodos de oro del capitalismo, entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la crisis del socialismo real (1945 a 1991, aproximadamente), la sociedad funcionaba integrando a los trabajadores mediante el salario estable con plenos derechos. Eso les permitía obtener seguridad para sus familias, que esperaban (y a menudo conseguían) el tan soñado ascenso social. Las clases medias ya estaban en una posición más o menos confortable. Fueron los años del desarrollismo y la cultura del consumo.

Esa estrategia fracasó, por varias razones: rebeliones descolonizadoras en el tercer mundo; rebeliones fabriles contra el trabajo opresivo en el primer mundo; rechazo del patriarcado y el machismo por las mujeres en todo el mundo, rebeliones juveniles en las grandes urbes; ocupación masiva de las ciudades por oleadas de campesinos migrantes, y varias revoluciones como la cubana, la vietnamita y la de los guardias rojos chinos, entre muchas otras.

Lo cierto es que la clase dominante comenzó a replegarse sobre sí misma, a construir murallas para defender sus intereses y a desentenderse del resto de la humanidad, en particular del 50 por ciento más pobre y, a veces, más rebelde. Dejó de lado la integración de los trabajadores, estrategia que había urdido para neutralizar la onda expansiva de la revolución rusa (1917).

Ahora, el 1 por ciento enarbola una estrategia que consiste en reducir la población del planeta a la mitad, como señalan algunos estudiosos del Club de Bilderberg, otro espacio de los más ricos (goo.gl/C2mcdS). Es cierto que son especulaciones más o menos fundadas, porque el 1 por ciento no se arriesga a publicitar sus intenciones, como no lo hacen cada vez que deciden emprender un genocidio contra los sectores populares.

Esa estrategia viene endulzada, como diría León Felipe, con cuentos. Los gritos de angustia y los llantos, escribe el poeta, los ahogan con cuentos. Uno de esos cuentos, el más terrible por eficiente, son las promesas de derechos, ciudadanía y respeto de la voluntad popular. El sistema político brasileño es un cadáver pudriéndose a cielo abierto, sostiene un analista luego de la condena a Lula (goo.gl/ZUqhr4). Quizá por eso la bolsa de Sao Paulo bate todos los récords.

Una de las tácticas preferidas de la estrategia del 1 por ciento es el fraude electoral. Hay tres tipos, según dice la experiencia. El fraude posterior al voto, como sucedió recientemente en Honduras. El fraude antes, durante y después de la emisión del voto, técnica que se aplica en México desde 1988, por lo menos. La tercera es aceptar al vencedor y luego sobornarlo y/o amenazarlo de muerte. Esto es lo que sucedió en Grecia, según Yanis Varoufakis, el ex ministro de Syriza quien lo vivió desde dentro.

Hay más técnicas para asegurar el poder de los poderosos, siendo el golpe de Estado con genocidio (como en Chile y Argentina, entre otras) las más extremas. Lo que está claro es que el 1 por ciento se ha blindado: tiene el poder del dinero, de las armas legales, las ilegales y de los medios. Cada día acumula más poder.

Es evidente que, hoy por hoy, no los podemos derrotar, ni por las malas ni por las buenas. ¿Entonces? El problema somos los y las de abajo, porque depende de nosotros y de nosotras el seguir creyendo en los cuentos de arriba. Cuentos que tuvieron cierta credibilidad cuando el sistema aspiraba a integrarnos. El problema consiste en seguir confiando en estrategias insostenibles, porque ya no existen las bases materiales y sociales que las hicieron posible.

Como no nos vamos a rendir, el camino debe ser construir lo nuevo. Para sobrevivir en la tormenta, no tenemos otra opción que construir dos, tres, muchas Arcas de Noé (como decía el Che respecto de Vietnam). Espacios de autonomía para afrontar el colapso que nos descerrajan los de arriba.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2018/02/02/opinion/019a1pol

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Las promesas rotas en ayudas a la educación

Por: Jeffrey Sachs

Con 39.500 millones de dólares al año, todos los niños podrían ir a clase desde preescolar hasta secundaria.

La Alianza Mundial para la Educación (AME), una loable iniciativa que es capaz de promover la educación en 65 países de bajos ingresos, atraviesa por lo que en la jerga de la asistencia para el desarrollo se denomina como una “ronda de reposición”: está pidiendo a los Gobiernos donantes que depositen nuevamente fondos en sus arcas. Sin embargo, el hecho de que la AME mendigue para recibir meras migajas —apenas 1.000 millones de dólares al año— pone en evidencia la farsa que es el compromiso de los Gobiernos occidentales con el programa Educación para Todos.

La AME lleva a cabo un trabajo excelente para promover la educación primaria en todo el mundo. Los países donantes deberían demandar a gritos ayuda para una de las organizaciones más efectivas del mundo en el logro de ese objetivo. Pero los donantes generosos entran con cuentagotas.

Esta realidad se remonta a la época imperial. Cuando la mayor parte de África y gran parte de Asia se encontraban bajo el dominio europeo, los colonizadores invirtieron poco en educación básica. Incluso tan tardíamente como en el año 1950, según datos de las Naciones Unidas, el analfabetismo fue omnipresente en las colonias africanas y asiáticas de Europa. Cuando se declaró la independencia de Reino Unido, la tasa de analfabetismo de India se encontraba en un nivel entre el 80% y el 85%, que es más o menos similar al de Indonesia en el momento que se independizó de los Países Bajos. En el África occidental francés, la tasa se situaba entre el 95% y el 99% en 1950.

Después de la independencia, los países africanos y asiáticos fueron tras la consecución de iniciativas masivas, y en su mayoría exitosas, para incrementar los niveles de educación básica y alfabetización. Sin embargo, lejos de aprovechar esta oportunidad para recuperar el tiempo perdido, Europa y Estados Unidos han brindado una asistencia consistentemente raquítica para la educación primaria y secundaria, incluso después de haber asumido compromisos de alto perfil como lo son la iniciativa Educación para Todos y el cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 4), el cual hace un llamamiento a favor del acceso universal a la educación desde preescolar hasta la secundaria.

Consideremos los desalentadores datos sobre la ayuda al desarrollo para la educación, que se ha estancado durante años, de hecho, disminuyó entre 2010 y 2015. Según los datos más recientes de la OCDE, la ayuda total de los donantes para la educación primaria y secundaria en África ascendió a tan sólo 1.300 millones de dólares en 2016. Para poner esa cifra en perspectiva, el presupuesto del Pentágono de Estados Unidos es de aproximadamente 2.000 millones al día. Ya que existen alrededor de 420 millones de niños africanos en edad escolar, la ayuda total ascendió a aproximadamente tres dólares por niño y año.

No se puede decir que los Gobiernos occidentales ignoren que hace falta mucho más. Varios cálculos recientes y detallados proporcionan estimaciones creíbles sobre cuánto financiamiento externo necesitarán los países en desarrollo para alcanzar el ODS 4. Un estudio de la Unesco indica un total de 39.500 millones de dólares al año. Un informe de la International Commission on Financing Education Opportunity, dirigida por el ex primer ministro británico Gordon Brown, también ubicó las necesidades de financiamiento externo de los países en desarrollo en niveles que alcanzan las decenas de miles de millones de dólares por año.

Estas son las razones por las cuales se necesita ayuda. Un año de educación en África requiere al menos 300 dólares por estudiante. (Tómese en cuenta que los países ricos gastan varios miles de dólares por estudiante por año). Debido a que la población en edad escolar de África representa aproximadamente un tercio del total de la población, la financiación per capita precisa es de aproximadamente 100 dólares. Sin embargo, para un país africano típico, esa suma representa aproximadamente el 10% del ingreso nacional por habitante —mucho más de lo que el presupuesto de educación puede cubrir—. La ayuda externa puede y debe saltar la brecha financiera para que todos los niños puedan asistir a la escuela.

Eso no está sucediendo. El gasto anual por niño en edad escolar en el África subsahariana llega a aproximadamente un tercio del mínimo necesario. Como resultado, la mayoría de los niños no llegan ni de lejos a terminar la escuela secundaria. Se ven obligados a abandonar los estudios antes de terminarlos, debido a que no hay vacantes en las escuelas públicas y el costo de la matrícula para asistir a escuelas privadas es demasiado alto para la mayoría de las familias. Las niñas, en especial, son las que tienen mayor propensión a abandonar la escuela antes de tiempo, a pesar de que los padres saben que todos sus hijos necesitan y merecen una educación de calidad.

Sin las habilidades que proporciona la educación secundaria, los niños que abandonan la escuela antes de tiempo están condenados a la pobreza. Muchos, a la corta o a la larga, intentan emigrar a Europa embarcándose en una búsqueda deses­perada de un medio de vida. Algunos se ahogan en el camino; otros son capturados por patrullas europeas y se los envía de regreso a África.

Ahora viene la ronda de reposición de la AME, programada para principios de febrero en Senegal. La AME debería recibir al menos 10.000 millones al año (unos cuatro días de gastos militares de los países de la OTAN) para poner a África en el camino hacia la educación secundaria universal. En lugar de solucionar verdaderamente la crisis educativa, los líderes de los países ricos proclaman, de discurso en discurso y de reunión en reunión, su ardiente amor por la educación para todos.

En todo África, los líderes políticos, religiosos y de la sociedad civil están haciendo lo que pueden. Ghana anunció recientemente la educación secundaria superior gratuita para todos, marcando el ritmo para el continente. A la par de la lucha de los países africanos por financiar sus ambiciosos compromisos, nuevos socios, incluidos entre ellos empresas privadas y personas con altos patrimonios netos, deberían dar un paso al frente para ayudarlos. Los donantes tradicionales, por su parte, tienen que compensarlos por décadas de tiempo perdido. La cruzada por la educación no se detendrá, pero la historia juzgará muy duramente a aquellos que dan la espalda a los niños necesitados.

Fuente: https://elpais.com/economia/2018/01/25/actualidad/1516875553_894310.html

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Lo que depara el capitalismo para el futuro

Por: Manuel E. Yepe

Economistas estadounidenses de diversa orientación política han estado opinando en estos días acerca del nuevo libro de Robert Reich titulado Salvando al capitalismo: para los muchos, no para los pocos, presentado en la Revista de Libros de Nueva York el 17 de diciembre de 2015.

Para Paul Krugman fue gratificante constatar la sinceridad descarnada que expresa el título de libro de Reich porquesalvar el capitalismo” implica que el capitalismo está contra las cuerdas, o sea, en peligro de extinción, “consideración en la que creo, saludo y comparto”.

El marxista Zoltan Zigedy señala que Robert Reich, Paul Krugman y Joseph Stiglitz comparten altos logros en la economía académica y constituyen un triunvirato intelectual no marxista bien informando. Aunque ellos no estén de acuerdo en todo, comparten un conjunto básico de creencias en la viabilidad del capitalismo y su necesidad de reforma. No obstante es raro ver a algunos sugiriendo manifiestamente la urgencia de salvar el orden burgués.

La urgencia deriva del espectacular aumento de la desigualdad económicaen los principales países capitalistas, particularmente en Estados Unidos. Krugman confiesa que la desigualdad era una cuestión que Reich y él “empezaron a tomar en serio” ya hace veinticinco años. “Pero creo que es justo decir que no tomamos en serio ese crecimiento de la desigualdad como una característica estructural del capitalismo hasta que apareció el importante trabajo de Thomas Piketty hace dos años”.

Según Zigedy, los economistas no marxistas Krugman y Reich han modificado su interpretación de las causas del crecimiento de la desigualdad durante las últimas décadas. Krugman, afirma Zigedy, describe un capitalismo desarrollado actual que se asemeja al capitalismo que los marxistas vienen describiendo desde hace más de medio siglo.

Hace décadas, los economistas liberales sostenían que el aumento de la desigualdad era resultado de que había sectores de la clase obrera que no reunían los requisitos tecnológicos o carecían de las habilidades exigidas por el“cambio tecnológico basado en la habilidad” (SBTC, por sus siglas en inglés).

La educación era vista por ellos como el gran nivelador, estabilizador de la riqueza y el avance de los atrasados. Pero con la actual ruptura de la correlación ente nivel de educación y compensación, todos rechazan el SBTC como explicación adecuada y clave para detener el crecimiento de la desigualdad.

El aumento del número de graduados universitarios abrumados de deudas rompió esa ilusión. Así, Krugman sustituye la explicación tecnológica para el crecimiento de la desigualdad, por algo que es eje central del estudio de Reich, el poderío monopólico. Es la concentración del poder económico en manos de pocos jugadores corporativos lo que lleva al aumento de la desigualdad económica. Según Krugman y Reich: “… es evidente que nuestra economía se asienta mucho más en los monopolios y oligopolios que en la competencia atomística.”

Zigady pregunta ¿Por qué Reich y Krugman tardaron tanto tiempo en llegar en esta consideración a la que Lenin arribó hace más de cien años?Escritores marxistas como Paul Baran y Paul Sweezy dedicaron hace casi cincuenta años un influyente libro al capitalismo monopolista.

Así, los economistas no marxistas y sus aliados políticos hasta hace poco desdeñaban el concepto de poder de monopolio, que los marxistas han hecho pieza central de sus análisis.

Pero Krugman y Reich revelan otros acoplamientos cruciales: entre el poder político y el poder económico (poder monopólico) y los del mercado con el poder político. Ellos observan que el poder monopólico es sostenido, protegido y ampliado por actores políticos, así como que los actores políticos son seleccionados, alimentados y guiados por el poder de monopolio. Esto crea un preocupante problema para aquellos que buscan la reforma del capitalismo.

En palabras de Krugman, la conclusión a que llega Reich es que la creciente riqueza en el segmento poblacional superior incrementa su influencia política mediante contribuciones de campaña, cabildeo y recompensas. La influencia política, a su vez, sirve para reescribir las reglas del juego en la sociedad. El resultado es una especie de espiral, el círculo vicioso de la oligarquía.

Para los marxistas, la concentración engendra necesariamente capitalismo de monopolio, que posteriormente se funde con el Estado, creando una síntesis que convierte a las normas del Estado en policías en el terreno económico encargados de maximizar la viabilidad y el éxito del capital monopolista.

Nada demuestra mejor ese maridaje que los rescates de las mega-corporaciones (“supuestamente demasiado grandes para quebrar”) ante las crisis y el evidente incremento del dominio del capital monopolista en el sistema político de dos partidos que rige en Estados Unidos.

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El crecimiento del hambre en el mundo y contradictorias políticas de las Naciones Unidas

25 septiembre 2017/Fuente: Actuall

Según un reciente informe de la FAO sobre el hambre, seis de cada diez personas que padecen hambruna en el mundo viven en países en conflicto. El cambio climático es otro factor de alto riesgo.

Acaba de publicarse un informe de la FAO -Institución de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en el Mundo- y otras organizaciones internacionales sobre el estado del hambre en el mundo a finales de 2016 [1]. El informe señala que si bien en el momento actual se producen suficientes alimentos para abastecer a toda la humanidad existen núcleos importantes de población que sufren una tremenda desnutrición.

En el informe se señala que había 815 millones de personas crónicamente desnutridas a finales de 2016, aproximadamente el 11% de la población mundial, con una especial incidencia en el África subsahariana, Sudán del Sur, Yemen, Somalia y el Norte de Nigeria, y también en el sudeste y oeste de Asia. Esto supone una marcha atrás respecto a la tendencia de reducción del hambre en el mundo que se venía registrando en los últimos años, que de 900 millones de personas desnutridas a principio de siglo se había reducido a 777 en 2015.

Tal como se refleja entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, uno de los mayores desafíos con los que se enfrenta el mundo es cómo asegurar que una población mundial en crecimiento –con una previsión de cerca de 10.000 millones de personas en el 2050– disponga de suficiente alimento para satisfacer las necesidades nutricionales de todos. Para alcanzar ese objetivo, según previsiones de la FAO, sería necesaria una producción de alimentos un 50 por ciento superior a la actual a nivel mundial.

Gran parte del reciente incremento de la falta de alimentos puede atribuirse a un aumento de la inseguridad ciudadana

En su análisis el informe señala que gran parte del reciente incremento de la falta de alimentos puede atribuirse a un aumento de la inseguridad ciudadana debida a la mayor cantidad de conflictos bélicos, a menudo exacerbada por incidencias relacionadas con el cambio climático. Si bien es cierto que ambas causas pueden dificultar el acceso y la producción de alimentos, sin duda no son los únicos factores a tener en cuenta.

Habría que preguntarse si, aun concediéndoles la importancia que tienen, se está haciendo lo suficiente por parte de los países más desarrollados por solucionar el problema del hambre en el mundo. Es decir, si las políticas de los países ricos son suficientes y sí las Naciones Unidas, que tan eficazmente se implica en otras causas, está impulsando las medidas necesarias con relación al hambre en los países subdesarrollados… Parece evidente que no. Pero vayamos por partes.

Sobre el cambio climático

Respecto al problema del cambio climático, que es una realidad que se viene denunciando desde hace varias décadas ¿se ha hecho algo mínimamente suficiente? A juzgar por los lamentables efectos crecientes del deshielo de los polos, las inundaciones, las sequías, la desertificación, las alteraciones meteorológicas por el desequilibrio atmosférico, etc., se siguen manteniendo dudas sobre qué hacer y quienes más podrían hacerlo miran hacia otro lado.

Muchas conferencias y declaraciones pero los principales países implicados en la emisión de gases contaminantes causantes del calentamiento global, con Estados Unidos y China a la cabeza, han hecho poco caso al problema, y lo poco que se había avanzado tras la celebración en París de la XXI Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -COP21-, ha sido desestimado en cuanto han cambiado las circunstancias políticas.

Es muy significativo de la despreocupación galopante de los países ricos por los menos afortunados la indiferencia por los estragos causados por el huracán Irma en Cuba y el despliegue mediático y las noticias sobre sus efectos, significativamente mucho menores, en el opulento estado de Florida.

Dar soluciones al cambio climático basadas en una gestión adecuada de los recursos naturales y de la industria

En un artículo anterior publicado en Actuall analizamos el problema y dijimos que aún estamos a tiempo para dar soluciones al cambio climático basadas en una gestión adecuada de los recursos naturales y de la industria. La recuperación del medio ambiente proporcionaría comida y agua potable para todos y beneficios para la salud humana.

Es cierto que el uso sostenible de la biodiversidad y de los recursos genéticos tiene una especial incidencia en las poblaciones más vulnerables. Se trata de una obligación moral y un ejercicio de solidaridad intergeneracional, como con tanta insistencia reclama el papa Francisco, especialmente en su carta encíclica ‘Laudato si’.

La creciente presión de los conflictos

El segundo factor al que se achaca el aumento de la hambruna en los países africanos y asiáticos que la padecen es el incremento de los conflictos. Según el informe, seis de cada diez personas que padecen hambre en el mundo viven en países en conflicto. Si bien es cierto que existe un vínculo entre la paz y la seguridad alimentaria, como aducen los responsables de la FAO y restantes instituciones responsables del informe, habría que formular la misma pregunta que con el cambio climático ¿se está haciendo algo mínimamente suficiente?

Qué duda cabe que las emigraciones en masa, con el abandono de las pequeñas granjas o campos de cultivo, solo pueden conducir a aumentar el problema del abastecimiento de alimentos a la población. Por poner un ejemplo, la ofensiva militar contra Boko Haram, que mantiene un conflicto en el Norte de Nigeria, ha determinado que cerca de dos millones de personas se desplacen de sus campos de cultivo y de sus pequeñas granjas, y que pierdan los recursos que los alimentaban, sin ningún tipo de esperanza de encontrar un asentamiento similar u oportunidades sociales que les provean nuevos recursos alimenticios.

Lo grave es además que de la tragedia humanitaria que esto supone los países desarrollados ni la conocen ni la valoran, y aun menos se implican en darle solución, no mediante una intervención militar, sino con políticas de fomento de la paz o con inversiones para ayudar al desarrollo y la capacidad de prosperar de los países más pobres y vulnerables, o con políticas comerciales justas y adecuadas que permitan una mejor distribución de los alimentos en el mundo.

Lo que se está haciendo en las políticas de producción y distribución  de los alimentos es insuficiente

Si bien es cierto, como señala el informe, que la seguridad alimentaria requiere un enfoque global, está claro que lo que se está haciendo en las políticas de producción y distribución  de los alimentos es insuficiente. Probablemente, si analizáramos comparativamente la eficacia de lo logrado por las Naciones Unidas, sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, suscritos por 195 países en 2015, podríamos sacar algunas conclusiones.

Los objetivos eran los siguientes: fin de la pobreza; hambre cero; salud y bienestar; educación de calidad; igualdad de género; agua limpia y saneamiento; energía asequible y no contaminante; trabajo creciente y crecimiento económico; industria, innovación e infraestructuras; reducción de las desigualdades; ciudades y comunidades sostenibles; producción y consumo sostenibles; acción por el clima; conservar la vida submarina; conservar los ecosistemas terrestres; paz, justicia e instituciones sólidas; y alianzas para lograr los objetivos. Todo muy necesario, aunque si analizamos objetivo por objetivo, ni todos son de equivalente importancia para el bienestar de la humanidad, ni las Naciones Unidas se ha volcado con la misma intensidad en  todos ellos, ni tampoco se han valorado lo suficiente sus límites y sus consecuencias.

Por poner un ejemplo, mientras aumenta el hambre y la inseguridad alimentaria, se estimulan políticas pro-aborto y de deconstrucción de la familia, con una rapidez y una eficacia extraordinarias. En muchos países, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, y en España es evidente, se ha operado una eficacísima labor de “ingeniería social” que en nada va a beneficiar a nuestras futuras generaciones.

El VI “Congreso Mundial de las Familias”, que se celebró en Madrid en julio de 2012 aprobó un Manifiesto final, la “Declaración de Madrid” [2], en la que se denunciaban los ataques a la vida de los no nacidos y a la familia, que se están produciendo de la mano de las ideologías del estatismo, el individualismo atomista y la revolución sexual.

“La familia natural es la unión de un hombre y una mujer a través del matrimonio”

En esta declaración se afirma que: “El aborto, la eutanasia y todas las formas de manipulación de los seres humanos en estado embrionario o fetal… son ataques contra la vida humana”, y que “la familia natural es la unión de un hombre y una mujer a través del matrimonio creado con el fin de compartir el amor y la alegría, engendrar niños, proveer su educación moral, construir una economía doméstica, ofrecer seguridad en tiempos de crisis y unir a las generaciones…”.

Si traemos este ejemplo a colación es para reforzar algo que en el informe de la FAO se intuye como importante a tener en cuenta… que todos los objetivos que se desean para aumentar el bienestar de la humanidad pueden ser necesarios, pero que su aplicación debe hacerse de forma equilibrada y procurando no alterar o degradar aquello que supone nuestra mayor riqueza, como en este caso lo son el reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos, el derecho a la vida de los no nacidos y la defensa de la familia, una institución natural patrimonio de la humanidad.

[1] FAO, IFAD, UNICEF, WFP and WHO. 2017.  The State of Food Security and Nutrition in the World 2017. Building resilience for peace and food security. Rome, FAO.

[2] Declaración final del VI Congreso Mundial de las Familias. 27 de Mayo de 2012. Madrid.

Fuente: https://www.actuall.com/criterio/democracia/el-crecimiento-del-hambre-en-el-mundo-y-contradictorias-politicas-de-las-naciones-unidas/

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Una escuela privada en Brasil causa polémica por pedir a sus alumnos disfraces de «favelados»

América del Sur/Brasil/02 Julio 2017/Fuente: 20minutos/Autor: EFE

Una escuela privada del sur de Brasil tuvo que disculparse públicamente después de ser criticada por haber invitado a sus alumnos a disfrazarse para una fiesta de «favelados de Rio de Janeiro», como se llama popularmente a los habitantes de las empobrecidas favelas.

La escuela ubicada en Itajaí, en el rico estado de Santa Catarina, sugirió que ese «disfraz» constara de una bermuda, lentes de sol, chanclas y gorra y que fuera usado en la «fiesta de integración» para los alumnos de 4º año, donde otra parte debería vestir «ropas formales» de médico, abogado o empresario.

Indignado Willian Domingues, uno de los padres del centro, publicó en sus redes sociales la carta que la escuela entregó a su hijo de 8 años, y que generó una fuerte polémica en el país.

«¿Desde cuando ‘favelado’ es un disfraz? Yo nací en una favela en la periferia de Sao Paulo (…) y siempre enseñamos a nuestros hijos a no tener ningún tipo de prejuicio y no juzgar a las personas por lo que visten o tienen», escribió Domingues, al señalar que hizo lo «imposible» para llevar a sus hijos a una escuela particular para que tuvieran una mejor enseñanza.

Brasil es uno de los países con mayor desigualdad de América Latina

El padre remarcó, además, que muchos de sus amigos en la favela son trabajadores, «emprendedores, profesores, abogados, policías, bomberos». «Lamentable, no podemos aceptar esa falta tan grande de respeto», denunció.

Al pedir sus disculpas «más sinceras», el colegio Cenecista Pedro Antônio Fayal reconoció en un comunicado que la propuesta de los disfraces fue un «error serio» y remarcó que la fiesta quería reflexionar sobre las desigualdades sociales a través de la vestimenta y música.

Brasil es uno de los países con mayor desigualdad de América Latina, una realidad que se ahondó aún más con la crisis económica de los últimos dos años. El índice Gini, en el cual 0 representa la equidad absoluta y 1 la absoluta desigualdad, fue de 0,522 en 2016, frente a 0,514 un año antes, la primera caída en 22 años, de acuerdo con estadísticas oficiales.

Fuente de la noticia: http://www.20minutos.es/noticia/3079014/0/escuela-brasil-disfraces-favelados/

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La UE busca vías para evitar extremismo a través de educación

Europa/Unión Europea/20 Mayo 2017/Fuente: Prensa Latina

La Comisión Europea (CE) anunció hoy una nueva iniciativa para evitar el extremismo religioso a través de la educación, en un plan que incluye a profesores, estudiantes, organizaciones juveniles y otros factores.

Además, la propuesta incluye a grupos de la sociedad civil, así como a los agentes sociales, los Gobiernos europeos y las autoridades regionales y locales para atajar el extremismo y promover la cohesión social, indica la CE.

El Ejecutivo comunitario insistió en aclarar que se trata de la educación tanto formal como no formal, por lo que emitió una encuesta pública para recabar, de aquí hasta el 11 de agosto, las opiniones de las partes interesadas sobre cómo la educación puede ayudar a los jóvenes a tener éxito en sociedades cada vez más diversas, aclaró.

Además, la Comisión del bloque europeo reconoció que estos jóvenes se enfrentan a los mismos desafíos pero con una mayor desigualdad socioeconómica, la polarización y el extremismo violento, añadió.

Las aristas a tener en cuenta por parte de los encuestadores se basan en la emisión de una recomendación, para apoyar a los miembros de la Unión Europea a garantizar una educación y formación que promueva la inclusión social y los valores compartidos y así prevenir la radicalización que lleva al extremismo violento, todo antes de final de año.

‘La educación puede jugar un papel más fuerte no solo para equipar a los jóvenes con capacidades sino también ayudándoles a convertirse en ciudadanos implicados, que pueden vivir juntos, respetando sus diferencias y siendo capaces de distinguir hechos de la propaganda’, concluyó el comisario europeo de Educación, Cultura, Juventud, Deportes, Tibor Navracsics.

Fuente: http://prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=86981&SEO=la-ue-busca-vias-para-evitar-extremismo-a-traves-de-educacion
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Desigualdad, crecimiento y sectarismo: réplica a cuatro economistas y un filósofo

Por: Juan Ramón Rallo

El liberalismo defiende la igualdad ante la ley; el socialismo una igualdad de resultados asociados al esfuerzo; la socialdemocracia, una igualdad de aquellas oportunidades

La igualdad es un valor presente en la mayoría de ideologías: desde el liberalismo al socialismo, pasando por el republicanismo o el utilitarismo, casi todas las personas sienten algún tipo de vinculación moral con la igualdad. Por supuesto, no todas ellas entienden la igualdad del mismo modo: el liberalismo defiende la igualdad ante la ley; el socialismo una igualdad de resultados asociados al esfuerzo o a las necesidades; la socialdemocracia, una igualdad de aquellas oportunidades suministradas por el Estado de Bienestar; el nacionalismo, una igualdad de pertenencia al grupo condicionada por las características étnicas de cada individuo; el republicanismo, una igualdad democrática en la conformación del bien común, etc. Pero todas ellas sí la glorifican en cierta medida.

Dos de mis últimos artículos en este medio han versado sobre la igualdad —“¿Perjudica la igualdad al crecimiento económico?” y “La desigualdad no genera infelicidad”— y han levantado cierta polémica, dado que contradecían varias proposiciones básicas de quienes consideran relevante interpretar la igualdad económica de un determinado modo —bajas dispersión en la distribución de la renta— y colocar esa concepción de la igualdad como una de las metas de nuestras políticas públicas.

Cuatro economistas y un filósofo —Manuel Hidalgo, Kamal Romero, Gonzalo López, Jorge Díaz y Borja Barraguéconsideran que las conclusiones alcanzadas en sendos artículos son “deshonestas” por manipular la evidencia científica en la que se fundamentan. Para demostrar su acusación, los cinco analistas repasan críticamente la literatura que menciono para respaldar mis tesis. Como a continuación expondré, las críticas que efectúan contra la literatura que referencio son apresuradas, desinformadas, parciales y —si todo lo anterior es deliberado— deshonestas, de modo que en absoluto logran el propósito que pretendían alcanzar: más bien tiendo a pensar que cosechan el opuesto, a saber, ilustrar un profundo sesgo de confirmación ideológico de los cinco replicadores.

Antes de responder punto por punto a las críticas que exponen, permítanme reescribir resumidamente la tesis que desarrollo en los dos artículos anteriores (invito al lector a que relea esos dos artículos para que compruebe que la siguiente síntesis es del todo fidedigna):

  1. La desigualdad de rentas puede acarrear efectos negativos sobre el crecimiento (por deterioro del capital humano y por ruptura de la cohesión social) pero también efectos positivos (vía incentivos a la formación y al ahorro). El resultado a priori es indeterminado.
  2. Un meta-análisis de los papers que estudian la relación entre desigualdad de renta y crecimiento concluye que la misma es estadísticamente significativa, pero no económicamente relevante (Neves et alii 2016).
  3. La desigualdad que se gesta por un empobrecimiento de las rentas bajas sí tiene efectos negativos sobre el crecimiento; la que se gesta por un aumento de las rentas altas posee efectos positivos (Voitchovsky 2005).
  4. La desigualdad en los países desarrollados no tiene efectos negativos sobre el crecimiento; la desigualdad en los países en vías de desarrollo sí (Kolev y Niehues 2016).
  5. En definitiva, la desigualdad que resulte del enriquecimiento de aquellos individuos que se esfuercen, que ahorren y que innoven es positiva para el crecimiento económico (Castells-Quintana y Royuela 2017).
  6. La desigualdad de la renta —como variable separada de otras variables socioeconómicas— puede acarrear efectos negativos sobre la felicidad (por la llamada “ansiedad de estado”) pero también efectos positivos (por el llamado “factor esperanza”). El resultado a priori es indeterminado.
  7. La desigualdad de rentas no tiene ninguna influencia sobre la felicidad en los países desarrollados y está vinculada a una mayor felicidad en los países en vías de desarrollo (Kelley y Evans 2017).

La desigualdad de rentas puede acarrear efectos negativos sobre el crecimiento pero también efectos positivos

En su réplica, los cinco analistas no han disputado ninguna de estas conclusiones: simplemente han intentado reinterpretar o desacreditar los papers en los que se basan para, de ese modo, demostrar que yo los he distorsionado con la finalidad de alcanzar este conjunto predeterminado de conclusiones. A continuación, examinaré las (pobres) críticas que lanzan contra cada uno de los cinco papers referenciado

1. Sobre (Neves et alii 2016): Se me reprocha que oculte que este paper afirma que la desigualdad de riqueza sí afecta negativamente al crecimiento económico; también se me reprocha que oculte que en el paper se sostiene que la desigualdad de ingresos sí tiene consecuencias negativas en los países en vías de desarrollo.

a. Mi objeto de estudio en ambos artículos es la desigualdad de renta: tanto cómo afecta la desigualdad de renta al crecimiento cuanto a la felicidad. En particular, mi primer artículo pretende dar una réplica a los recientes estudios de la OCDE y del FMI que relacionan desigualdad de la renta con un menor crecimiento. Si la desigualdad de riqueza afecta al crecimiento económico —y por qué canales lo hace— merecería ser objeto de otro estudio que en todo caso no resultaría incompatible, sean cuales sean sus conclusiones, con el que de mis dos otros artículos.

b. Que la desigualdad de la renta afecta negativamente al crecimiento de los países en vías de desarrollo es algo que yo mismo recalco en mi artículo. Me autocito: “Si separamos entre desigualdad en los países subdesarrollados y los países desarrollados, descubriremos que la desigualdad solo está negativamente relacionada con el crecimiento en los países subdesarrollados, no en los desarrollados”. Extraño que se me reproche ocultar aquello que yo mismo expongo.

c. Por cierto, muy significativo que lo único que sean capaces de recriminarle mis cinco replicadores a este paper sean esos dos puntos auxiliares: en esencia, porque el estudio de Evans et alii es un meta-análisis que estima el efecto medio hallado por el conjunto de papers publicados entre 1994-2014 a propósito de la influencia de la desigualdad sobre el crecimiento. Si mis cinco replicadores dan por bueno el paper con esas dos salvedades, están dando por bueno que la literatura científica a propósito de desigualdad de la renta y crecimiento económico concluye que los efectos de la desigualdad de ingresos sobre el crecimiento económico son irrelevantes económicamente dentro de los países desarrollados (justamente, una de las tesis de mi artículo). Si creen que, por el contrario, el paper de Neves et alii padece otros problemas más graves que socavan sus conclusiones sobre los efectos de la desigualdad de renta, habría estado bien que los pusieran de relieve con preferencia sobre esas dos glosas completamente auxiliares que han escrito.

2. Sobre (Voitchovsky 2005):Se me critica que yo supuestamente diga que el paper contiene datos de países desarrollados y en vías de desarrollo, cuando sólo contiene de los segundos; también se me reprocha que el paper adolezca de deficiencias metodológicas que el propio ensayo reconoce y que yo oculto.

a. En ningún momento digo que el paper de Voitchovsky analice el efecto de la desigualdad tanto en países desarrollados como en países en vías de desarrollo (al contrario, el paper al que remito para estudiar las diferencias entre ambos grupos de países es [(Kolev y Niehues 2016]). El paper de (Voitchovsky 2005) nos permite conocer los efectos asimétricos de un aumento de la desigualdad por empobrecimiento de las rentas bajas o por un enriquecimiento de las rentas altas en los países desarrollados. Y con tal finalidad lo referencio.

b. Las deficiencias metodológicas que se le suponen al paper son, en realidad, sus fortalezas. En concreto, Voitchovsky argumenta que no encuentra ninguna relación estadísticamente significativa entre desigualdad y crecimiento económico cuando se pretende relacionar desigualdad sólo con el índice Gini, o sólo con la ratio 90/75 o sólo con la ratio 50/10; sin embargo, sí encuentra una relación estadísticamente significativa cuando se relaciona desigualdad con las tres variables a la vez o sólo con el índice Gini y la ratio 90/75. ¿Qué quiere decir esto para la autora? Que los efectos de la desigualdad sobre el crecimiento se desarrollan a través de diversos canales y, por tanto, hace falta especificar un modelo que contenga más de una medición de desigualdad —como proxies de distintos canales de la transmisión de esa desigualdad— para obtener resultados verdaderamente significativos. Y, al hacerlo, la autora llega a las conclusiones ya mencionadas: el aumento de la desigualdad en las rentas altas (medida por la ratio entre la renta del percentil 90 y del percentil 75) tiene una influencia positiva sobre el crecimiento. Permítanme que cite a la propia autora: “La influencia distintivamente positiva de la desigualdad en la parte alta de la distribución de la renta podría reflejar los mecanismos beneficiosos de la desigualdad que han sido identificados por la literatura, como son los incentivos, la innovación o el ahorro. La desigualdad fuera de ese rango alto de la distribución de la renta y que afecta a las rentas más bajas —capturada por la influencia del coeficiente Gini y una vez controlamos la influencia de la ratio 90/75— está negativamente relacionada con el crecimiento, probablemente por canales como restricciones crediticias a la inversión en capital humano, mayor delincuencia e inseguridad o mejor esfuerzo laboral. Estos efectos enfrentados de la desigualdad en distintas partes de la distribución de la renta permiten explicar por qué ninguna medición de igualdad en solitario resulta significativa por su cuenta: porque las distintas mediciones de desigualdad están positivamente correlacionadas entre sí”. Lo dicho: según (Voitchovsky 2005), la desigualdad gestada en la parte alta de la distribución de la renta está relacionada con mayor crecimiento y esta conclusión no se ve aguada por la deficiencia metodológica presuntamente descubierta por mis cinco replicadores.

3. Sobre (Kolev y Niehues 2016): En este caso, los cinco analistas no se atreven a acusarme de tergiversar el mensaje del paper, pero sí me critican por escoger un ensayo con tantas fallas metodológicas. En concreto: a) usar una muestra demasiado pequeña de observaciones; b) tomar datos sólo a partir de 1990; c) no controlar la influencia de la redistribución de la renta; d) no realizar un correcto análisis de robustez.

a. El paper de (Kolev y Niehues 2016) utiliza una muestra de 682 observaciones procedentes de 113 países. Evidentemente, juzgar una muestra como demasiado pequeña siempre tiene algo de subjetivo: ¿a partir de qué cantidad de datos reputamos la muestra como suficiente para inferir resultados generales? En este sentido, podría suceder que nuestros cinco analistas tuvieran un grado de exigencia muy grande acerca del tamaño de la muestra y que, sinceramente, 682 no les parecieran bastantes. Sin embargo, también podría suceder que nuestros cinco autores utilizaran distintos estándares de exigilibilidad cuando un paper ofrece resultados que les son ideológicamente favorables (relejando en tal caso la muestra mínima exigida) que cuando alcanza resultados ideológicamente incómodos. Y mucho me temo que esto último es lo que sucede. Por ejemplo, Manuel Hidalgo, uno de los cinco replicadores, recomendaba hace algunos meses echar mano de los recientes papers del FMI y de la OCDE para ilustrar la relación negativa entre desigualdad y crecimiento económico. ¿Cuál es el tamaño de la muestra de estos dos papers recomendados por Manuel Hidalgo para ilustrar que la desigualdad sí perjudica al crecimiento económico? El ensayo del FMI utiliza un máximo de 828 observaciones, mientras que el de la OCDE apenas emplea 127 observaciones de 31 países (Kolev y Niehues también emplean una muestra más restringida de 205 observaciones en 33 países para medir los efectos específicamente en la OCDE). ¿Cómo es posible que 682 observaciones sean suficientes para desdeñar un paper y, en cambio, 127 basten para avalar otro paper? Pues porque uno dice “aquello que no me gusta” y el otro alcanza conclusiones que “sí me gustan”. ¿Deshonestidad intelectual?

b. Cuando los cinco analistas afirman que (Kolev y Niehues 2016) únicamente toman datos a partir de 1990, desconozco qué paper exactamente habrán leído. De hecho, en este punto hallamos una nueva muestra de la impostura intelectual de los cinco replicadores. Es verdad que Kolev y Niehues realizan una primera regresión restringida con datos sólo a partir de 1990, pero acto seguido efectúan otra mucho más amplia tomando datos desde 1970. ¿Y por qué realizan una primera regresión sólo a partir de 1990? ¡Porque intentan replicar los resultados del paper de la OCDE que —recordemos— Manuel Hidalgo recomienda para analizar los efectos de la desigualdad sobre el crecimiento? Cito a Kolev y Niehues: “Primero, analizamos la relación entre desigualdad de la renta y crecimiento económico en una selección de países de la OCDE. Más en particular, tratamos de investigar los drivers del efecto significativamente negativo de la desigualdad en los períodos de crecimiento estudiados por Cingano (2014) [el paper de la OCDE sobre crecimiento-desigualdad]. Más adelante, replicamos esos resultados usando el período de tiempo 1970-2010”. Dicho de otro modo, el paper de la OCDE es una referencia a pesar de que sólo mide los efectos de la desigualdad a partir de 1990; el paper de Kolev y Niehues es malo porque sólo mide los efectos a partir de 1990 (cuando, en realidad, los mide desde 1970). Recomendaría una lectura más calmada de los papers antes de pretender tirarlos por tierra.

c. Es verdad que Kolev y Niehues no controlan sus resultados por redistribución de la renta: pero los autores lo que pretenden medir es el impacto del aumento de la desigualdad que se ha producido durante los últimos años —gracias o a pesar de la redistribución— sobre el crecimiento económico. Si los cinco replicadores pretenden sugerir que, en ausencia de redistribución de la renta, la desigualdad habría aumentado más y que esa potencial mayor desigualdad sí habría afectado negativamente al crecimiento económico, es muy legítimo que lancen semejante hipótesis: pero, en tal caso, lo que tendrán que hacer es demostrarla valiéndose de la evidencia (cosa que no hacen). Kolev y Niehues lo que pretenden probar, y lo que prueban, es que el aumento de la desigualdad experimentado en Occidente durante los últimos 45 años no ha afectado negativamente al crecimiento económico.

d. Por último, acusar a Kolev y Niehues de no controlar correctamente la robustez de sus resultados también me resulta bastante hipócrita. Nuevamente, uno puede ponerse muy exquisito con los resultados de un paper y exigir muchas especificaciones alternativas de tu modelo para comprobar que las conclusiones alcanzadas son verdaderamente sólidas. Lo que no tiene sentido es aplaudir papers con problemas evidentes de robustez y, al mismo tiempo, desdeñar otros con menores problemas de robustez. En concreto, el paper de Kolev y Niehues lo que justamente demuestra es la falta de robustez del informe de la OCDE sobre desigualdad-crecimiento (el paper que Manuel Hidalgo recomienda para probar efectos negativos de la desigualdad). ¿Por qué? Pues porque el informe de la OCDE sólo toma datos a partir de 1990, de manera que sus resultados dependen del sesgo introducido por la experiencia de los países ex comunistas (países con una baja desigualdad de partida y unos altos ritmos de crecimiento debido a un proceso de convergencia global). En suma, puede que haya que exigirle mayor robustez a (Kolev y Niehues 2016), ¿pero entonces cómo puede avalarse un paper con problemas de robustez mucho mayores y evidentes?

4. Sobre (Castells-Quintana y Royuela 2017): Los cinco analistas me reprochan que recurra a este paper para demostrar mi afirmación de que “la desigualdad derivada de que un conjunto de personas se enriquezcan muy significativamente merced a su trabajo duro, a su asunción de riesgos, a su innovación tecnológica, a su inversión en modelos de negocio generadores de valor —y no a los privilegios políticos— no daña en absoluto el crecimiento económico: al contrario, lo impulsa”. A su entender, este paper prueba que la desigualdad perjudica en agregado al crecimiento económico.

a. No deja de ser llamativo que uno tenga que volver a explicar por enésima vez lo mismo, en especial a presuntos especialistas en la materia. La desigualdad que “exterioriza situaciones de pobreza que impiden a una parte de la población acceder a una buena formación y a unos buenos cuidados sanitarios” sí perjudica al crecimiento económico; la desigualdad que exterioriza ahorro, esfuerzo e innovación no lo hace. Esa es la tesis de todo mi artículo y, por supuesto, también es la tesis de Castells-Quintana y Royuela. Me permito citar las conclusiones de su paper: “Cuando la desigualdad está asociada a la inestabilidad política y la conflictividad social, al rent seeking y a políticas distorsionadoras, a menores capacidades de inversión en capital humano, y a un mercado interno estancado, lo esperable es que perjudique al crecimiento económico, tal como han señalado numerosos autores. Así, en tales casos, mejorar la distribución de la renta puede potenciar el crecimiento económico, sobre todo en países pobres donde los niveles de desigualdad son normalmente muy altos. Sin embargo, un cierto grado de desigualdad también puede ser positivo, como también ha sido argumentado desde un punto de vista teórico por la literatura científica y como este paper evidencia empíricamente. Un cierto grado de desigualdad puede desempeñar un rol beneficioso sobre el crecimiento económico cuando la desigualdad viene motivada por las fuerzas del mercado y está relacionada con el trabajo duro y con motores del crecimiento tales como la asunción de riesgos, la innovación, la inversión en capital y las economías de aglomeración”. Lo dicho: la desigualdad generada por empobrecimiento de las rentas bajas es perjudicial; la derivada del enriquecimiento de rentas altas —y no vinculada a favores políticos— es beneficiosa.

5. Sobre (Kelley y Evans 2017): Se me reprocha que distorsione el mensaje de ambos autores, pues supuestamente ellos no afirman que la desigualdad genere felicidad, sino que la desigualdad está asociada a aumentos de la renta y esos aumentos de la renta son los que generan el aumento de la felicidad a pesar del aumento de la desigualdad.

a. En mi artículo no sostengo que la desigualdad genere indiscriminadamente felicidad. Lo que digo es que es la desigualdad es irrelevante en los países desarrollados y positiva sobre la felicidad en los países en vías de desarrollo. Me autocito: “En los países desarrollados, la desigualdad social exhibe una influencia irrelevante sobre la felicidad (aunque la felicidad sí depende de otras variables que, como el empleo, la educación o la salud, se asocian erróneamente con la desigualdad dentro del imaginario colectivo); en cambio, en los países en vías de desarrollo, la desigualdad suele acarrear efectos positivos sobre la felicidad debido a la potente influencia del “factor esperanza”, a saber, la expectativa de que los ciudadanos más pobres irán prosperando conforme el país continúe creciendo”.

b. El análisis de Kelley y Evans no vincula el aumento de la felicidad en los países desarrollados al aumento de la renta de los pobres: precisamente, todo el paper de Kelley y Evans es un intento de medir la influencia de la desigualdad sobre la felicidad, desligándola de la influencia positiva que sí tiene un incremento de la renta sobre la felicidad. Como ya he explicado, ambos autores atribuyen la correlación positiva entre felicidad y desigualdad en los países en vías de desarrollo al “efecto esperanza” de que los pobres actuales verán aumentar sus rentas en el futuro. Tan es así que los autores tienden a cuestionar las políticas de redistribución de la renta por el daño que pueden causar sobre la felicidad: “En los países en vías de desarrollo, la desigualdad contribuye a incrementar la felicidad. Esto da que pensar que los actuales esfuerzos de agencias como el Banco Mundial, consistentes en reducir la desigualdad de la renta, dañan potencialmente el bienestar de los países pobres”. Uno podrá criticar las fallas metodológicas del paper de Kelley y Evans (aun echando mano de malas críticas), pero lo que no debería hacer es tergiversar la diáfana conclusión de su paper: lo que quieren medir, lo que creen que están midiendo y lo que dicen que están midiendo es muy claro. Mejor no confundir al lector.

En definitiva, Manuel Hidalgo, Kamal Romero, Gonzalo López, Jorge Díaz y Borja Barragué firman un escrito acusándome de deshonestidad intelectual por tergiversar y seleccionar interesadamente los papers con los que avalar mi postura supuestamente preconcebida. Pero una revisión cuidadosa de las críticas que estos cuatro economistas y un filósofo dirigen contra mi interpretación y selección de los mencionados papers pone de manifiesto que los únicos que han realizado una lectura apresurada, torpe, sesgada y prejuiciosa de los trabajos referenciados son ellos. A buen seguro se podrán emitir críticas fundamentadas a esos papers, y es una obviedad que la ciencia siempre debe seguir investigando para confirmar o desmentir resultados pasados, pero los reproches que estos cinco analistas efectúan a estos ensayos no son buenos reproches y, si algo hacen, es reforzar sus conclusiones: “si esto es todo lo que se os ocurre criticar, es que van por el buen camino”.

Empero, lo más llamativo de todo es que estos cinco autores no se hayan preocupado por lanzar críticas equiparables contra informes con muchísima más repercusión mediática —por ejemplo, el de la OCDE que sí encuentra una relación negativa entre desigualdad y crecimiento— y que exhiben fallas metodológicas bastante más evidentes y graves que las de cualquiera de los trabajos referenciados. De hecho, no sólo no se han lanzado en tromba contra esos informes, sino que incluso han llegado a recomendarlos como evidencia de sus proposiciones ideológicas. ¿A qué viene semejante trato asimétrico? Obviamente, a que acogen entusiasmados aquella evidencia que confirma sus teorías pero, en cambio, tratan de desacreditar la que las contradice. Semejante sesgo de confirmación es algo muy humano: en ocasiones, todos somos víctimas de él. Ahora bien, lo que distingue a un científico honesto de otros deshonestos no es tanto lograr escapar siempre del mismo —objetivo imposible— sino esforzarse por no sucumbir sistemáticamente a él. A veces conviene buscar menos pajas en el ojo ajeno y más vigas en el propio. Con todo, y a diferencia de ellos, no voy a tener la osadía, la arrogancia y el sectarismo de calificar su artículo de desvergüenza intelectual porque desconozco si su recurrente manipulación de cada uno de los papers analizados —así como del contenido de mis artículos— ha sido un ejercicio deliberado o un error meramente accidental: por sus rectificaciones los conoceremos.

Fuente:http://blogs.elconfidencial.com/economia/laissez-faire/2017-03-20/desigualdad-crecimiento-sectarismo-intelectual_1351347/

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