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Escuela y salud mental pos-COVID

Por: Julio Leonardo Valeirón Ureña

Las secuelas dejadas por la COVID-19 y de manera particular por el encerramiento provocado, aún están presentes en todos nosotros, puestos de manifiesto en la pérdida de hábitos, pero sobre todo en el surgimiento de temores, ansiedades, estrés, frustraciones y muchos duelos “mal cumplidos”.

2020, año del cual se hablará como un antes y un después luego que la pandemia por el virus SARS COVID-19 impactó toda la vida económica y social, y de manera particular, la escuela. Nos vimos sumergidos en un mar de incertidumbres que puso y aún mantiene en jaque nuestro bienestar y nuestra salud física y mental.

Fue un hecho inevitable, que como plantea H. Gardner en su libro Mentes flexibles[1], pudo constituirse y quizás aún podamos hacerlo, en una oportunidad sinigual para generar cambios mentales que hagan posible el surgimiento de nuevas maneras de enfrentar, comprender y actuar ante la realidad, pero, sobre todo de valorar, en su justa medida, la vida.

Las secuelas dejadas por la COVID-19 y de manera particular por el encerramiento provocado, aún están presentes en todos nosotros, puestos de manifiesto en la pérdida de hábitos, pero sobre todo en el surgimiento de temores, ansiedades, estrés, frustraciones y muchos duelos “mal cumplidos” que continúan abonando situaciones insospechadas en nuestra estructura mental generando muchas otras secuelas psico-emocionales.

Escuela y nuevas estructuras mentales

El autor de las inteligencias múltiples pone de relieve la importancia de lo que él llama factores o “Palancas de Cambio”, para el desarrollo de nuevos y más eficaces aprendizajes, tanto sociales como desde la escuela. Identificó siete: la razón, la investigación, la resonancia, las redescripciones representacionales, los recursos y recompensas, los sucesos del mundo real y las propias resistencias a los cambios, las que pueden constituirse en oportunidades para aprender generando nuevos esquemas mentales.

La escuela como el espacio fundamental para la socialización y los aprendizajes, puede jugar un rol primordial para la adquisición de nuevos aprendizajes, como nos propuso Jacques Delors a mediados de la década de los noventa en su importante obra La educación encierra un tesoro[2], y que magistralmente resume en cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás, y aprender a ser, los cuales los armoniza proporcionándole a la educación una doble misión en ese sentido: el descubrimiento del otro y la búsqueda de objetivos comunes. Todo ellos, aprendizajes que apuestan a la vida, cuestión esta fundamental en la situación que actualmente vivimos como producto de la pandemia y sus secuelas.

Construir nuevos relatos

Poniendo en diálogo creativo ambas propuestas, se trata de construir nuevos relatos interpretativos de la realidad vivida que posibiliten al mismo tiempo la generación de nuevas explicaciones y estados emocionales que al tiempo que contribuyan con el desarrollo de nuevas actitudes y comportamientos personales y sociales.

Así, haciendo uso de la razón, del pensamiento analítico y crítico, de la investigación del evento que nos conmocionó, la pandemia y sus secuelas, posibilite entonces la re-descripción representacional de la realidad vivida a través del dibujo, la representación gráfica, los juegos, la poesía, el teatro, la música, el cuento y la anécdota, el ensayo, etc., incentivando la creatividad para producir nuevos relatos que contribuyan con superar los miedos y las incertidumbres, apostando por nuevas maneras de ser y nuevas maneras de vivir juntos, en que deberes y derechos ciudadanos se armonicen en la búsqueda del bienestar y la salud personal-colectiva.

Unidad razón-emoción

La contención emocional que generó la pandemia y el encerramiento puede y debe ser enfrentado desde la unidad razón-emoción, a través de estrategias y actividades lúdicas, como de proyectos, que vinculen a estudiantes y maestros en la construcción de nuevas realidades subjetivas, provocadoras al mismo tiempo, de nuevas maneras de sentir, de pensar y de actuar. Lo lúdico, en el amplio sentido de la palabra, procurará facilitar y promover en la escuela relaciones más cálidas y solidarias, de mayor entusiasmo como deseo y compromiso por aprender, por experimentar nuevas maneras de hacer las cosas, posibilitando aprendizajes significativos y generadores de nuevos conocimientos y emociones positivas.

A este propósito Gardner en su obra El desarrollo y la educación de la mente[3] señala: “En la mayoría de los países, la escuela a lo largo de su historia ha centrado el interés casi exclusivamente en el lenguaje y la lógica. La educación formal ha ignorado prácticamente otras formas de representación mental: formas artísticas (musicales), atléticas (corporales), de relaciones personales (conocimientos de los otros y de uno mismo); conocimiento del mundo natural; conocimiento de grandes cuestiones. Todas estas “estructuras de la mente” están ahí para ser utilizadas”.

La escuela no puede seguir funcionando de espalda a la vida, como si nada ha pasado. Todos sus contenidos prescritos en el currículo deben estar puestos a la generación de nuevos relatos, de nuevas maneras de entender y representar las cosas, desde la perspectiva del bienestar colectivo, abriéndonos hacia formas de vida más expansivas y saludables, más cargadas de optimismo y esperanza, de solidaridad, de empatía y compasión, temas estos tan importantes en el momento que vivimos.

Antes que nada, se trata de formar seres humanos que respeten la vida y aprendan a cómo vivirla en armonía consigo mismo, los demás y la naturaleza.

Como institución para aprender, la escuela debe ser organizada para hacer posible que los estudiantes, en sus diferentes edades, desarrollen y aprendan las competencias y habilidades que los prepare para el ejercicio de una ciudadanía responsable en todas las dimensiones de la vida. Que desde la sensibilidad de la vida infantil y transitando hacia el desarrollo del lenguaje y cuanto ello nos permite para pensar, construir y expresar nuevas realidades, se estructure en proyectos colectivos en que el “la responsabilidad y el respeto por la humanidad” se constituyan en valores fundamentales.

La escuela debe prefigurar la sociedad que queremos vivir todos juntos.

[1] Gardner, H. (2004). Mentes flexibles. El arte y la ciencia de saber cambiar nuestra opinión y la de los demás. Paidós. México.

[2] Delors, J. y et al: (1996). La educación encierra un tesoro. Ediciones UNESCO. México.

[3] Gardner, H. (2012). El desarrollo y la educación de la mente. Espasa Libros, S. L. U. España

Fuente: https://acento.com.do/opinion/escuela-y-salud-mental-pos-covid-9105257.html

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Covid-19 podría incrementar analfabetismo en México

Por:  Érika Ramírez 

 

La pandemia de Covid-19 podría incrementar las cifras de analfabetismo en México, opinan integrantes del magisterio. Hasta 2020, los datos oficiales daban cuenta de 4.4 millones de personas que no sabían leer ni escribir. La población más afectada: mujeres y adultos mayores. Maestros de zonas rurales de Oaxaca y Michoacán comentan que es necesario un diagnóstico del impacto que generó la emergencia sanitaria en el sistema educativo.

El profesor Gregorio Chávez Jiménez, ha tenido que caminar por horas entre las comunidades más apartadas de la mixteca oaxaqueña para alfabetizar a sus alumnos.  Lleva 26 años recorriendo una y otra población de los indígenas triquis más pobres del territorio de San Juan Copala, Oaxaca. El año pasado, una vez que se reactivaron las clases presenciales post pandemia de Covid-19, ascendió como supervisor comisionado de la Zona Escolar 015 de ese territorio. Ahora, está a cargo de 75 maestros que, al igual que él, recorren los caminos más inhóspitos para llevar la enseñanza a los pueblos.

El profesor Goyo, como lo conocen sus alumnos, relata que cuando inició su labor como docente trabajó en el centro ceremonial de San Juan Copala. Sin embargo, salió del lugar tras el conflicto social que estalló en 2010 y por el que han sido desplazadas decenas de familias.

Ha desempeñado la docencia entre los suyos y ha esquivado la violencia que prevalece entre los grupos que se disputan la región triqui, en las comunidades de Rastrojo, Cruz Chiquita, Yosoxuyi, Santa Cruz Tilapa, Agua Fría, y Guadalupe Tilapa; en esta última impartió clases durante 10 años. Para llegar al lugar, desde el último transporte que lo dejaba cerca del pueblo de Santiago  Juxtlahuaca, tenía que caminar por tres horas entre laderas; para salir, tardaba hasta cinco horas porque el camino iba en ascenso, entre cerros, relata.

Él es maestro en el cuarto estado con más población analfabeta, 351 mil 511 oaxaqueños, según las cifras más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Los datos oficiales, a 2020, indican que en primer lugar se encuentra Veracruz, con 517 mil 798 personas; en segundo, Chiapas, con 512 mil 720 personas; y en tercero, el Estado de México, con 372 mil 454.

Gregorio Chávez lamenta que en ninguno de los años que tiene como maestro ha visto que algún mandatario de la entidad, actualmente gobernada por el priísta Alejandro Murat Hinjosa, haya pisado esos lares para saber cómo está la educación. Tampoco, dice, las autoridades de la Secretaría de Educación Pública, que “hacen las cosas desde el escritorio”. 

“Me tocó ir caminando a la comunidad que se llama Unión de los Ángeles, una de las más retiradas. Fui a supervisar a la escuela, pero la cosa es que no conocen lo que es un pizarrón, un mesabanco, es una de las comunidades más atrasadas de la educación”, acusa.

El Inegi indica que “aunque en el país la educación básica (preescolar, primaria y secundaria) cada vez llega a más lugares, muchos jóvenes, por diversas razones, no asisten a la escuela y por lo tanto, algunos de ellos no saben leer ni escribir. En México, durante los últimos 50 años, el porcentaje de personas analfabetas de 15 y más años bajó de 25.8 por ciento en 1970 a 4.7 por ciento en 2020 [el porcentaje más reciente registrado], lo que equivale a 4 millones 456 mil 431 personas que no saben leer ni escribir”.

123RF

Rezago educativo, post Covid-19

Lev Moujahid Velázquez Barriga, coordinador de la Gestión Educativa de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en Michoacán, opina que las cifras oficiales podrían cambiar después de la pandemia de Covid-19, porque el rezago educativo se agudizó con esta enfermedad que llegó a México en febrero de 2020.

El también investigador del Centro Internacional del Pensamiento Crítico dice que con la presencia del virus SARS-CoV-2 en el país, la educación se retrasó  en todos los sentidos. No nada más es el tema del analfabetismo, indica, sino también el rezago “en infraestructura, la matrícula escolar, en las mismas carencias de las personas, la falta de los maestros, y en cómo ha pegado la condición económica en la población”.

La mañana del 5 de septiembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador indicó que la Secretaría de Educación Pública hace un balance sobre la deserción escolar, pues “hay un crecimiento en la matrícula evidente en el nivel medio superior y en el nivel superior, en donde se piensa que hay una disminución en la matrícula es el nivel básico, pero es hipotético”. 

Durante su habitual conferencia de prensa, el primer mandatario expuso que “son dos factores [los que se analizan], en el caso del nivel básico: se atribuye al tiempo que se estuvo sin clases por la pandemia; y también porque hay una disminución de la población infantil, según los censos en los que están en edad de estudiar en el nivel básico. Hay que verlo todavía, son pues hipótesis, no conjeturas”.

Una de las preocupaciones de parte de la comunidad educativa, dice Velázquez Barriga, es que se debe hacer un diagnóstico para saber cuál es el impacto en el aprendizaje, en las escuelas y, por supuesto, de cómo viven las familias en este momento post pandemia, para poder hacer una orientación del sistema educativo, de la política educativa a nivel nacional. “Una situación disruptiva como esta enfermedad nos debe colocar desde un foco diferente”, opina.

Expone el rezago en los aprendizajes es una situación mundial: “en efecto, no esperaríamos que las personas aprendieran las mismas cosas que aprendían previo a la pandemia, sino que este diagnóstico tendría que sustentarse sobre la idea de las necesidades apremiantes en este momento, el mundo también ha cambiado y se requieren nuevas orientaciones para los sistemas educativos”.

Abatir el analfabetismo

El Inegi da cuenta que la población que sufre de mayor rezago en el aprendizaje son las mujeres y los ancianos. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, cuatro de cada 100 hombres y seis de cada 100 mujeres de 15 años y más no saben leer ni escribir. “En los últimos 30 años, el analfabetismo entre la población de 15 años y más ha disminuido; en el caso de las mujeres este indicador bajó de 15 a 6 por ciento y en los hombres de 10 a 4 por ciento”.

Además, señala que la mayor parte de la población que carece de alfabetización es mayor de los 75 años, con un 26 por ciento de la población que está en esta condición. Le sigue el grupo etario de 60 a 74 años, con un 12.1 por ciento y de los 45 a 59 años, en un 5.1 por ciento. 

Las maestras Martha Adriana Monroy Mendoza y Andrea Juárez García son integrantes del programa de alfabetización popular de la Sección XVIII de la CNTE, en Michoacán. 

Su misión es abatir el rezago educativo en las regiones más apartadas del estado, como en las poblaciones de los municipios de Marabatío, Pátzcuaro, Uruapan, Zacapo, la Ciénega, Lázaro Cárdenas, Zamora.

Para la maestra Martha Monroy Mendoza, uno de los principales factores del analfabetismo que prevalece en la región es la pobreza, porque en su momento no se le dio la oportunidad de estudiar a la gente, entonces, dice, con este programa la Sección XVIII le da la oportunidad a personas de diversas edades para que puedan leer y escribir, “que en determinado momento, sepan, siquiera escribir su nombre o firmar un documento”. 

La profesora Andrea Juárez García comenta que aunque sabemos que en el artículo 3 de la Constitución dice que “toda persona tiene derecho a la educación”, “lamentablemente”, en ocasiones esto no ocurre “por las costumbres que tienen los padres”. Todavía hay ideas “arraigadas en los hombres que dicen que las mujeres están para el hogar, esa es una decadencia de la educación”. 

También extrabajadora del Inegi, Juárez García comenta que como encuestadora del organismo recorrió el estado y “lamentablemente la mayoría de las poblaciones a donde yo acudí, había mucha marginación, no tenía ni siquiera la primaria terminada, es muy triste ver esta realidad porque hay personas en las cuales se les preguntaba cómo se escribía su nombre y no respondían”.

También, relata, ha visto cómo hay personas que han acudido a sitios públicos a pedir un documento, como un acta de nacimiento, en donde “los funcionarios piden que se anote en un papel recabar los datos personales y es muy triste ver que no saben cómo hacerlo”. 

Por su parte, Monroy Mendoza explica que en el trabajo que realizan actualmente en las comunidades rurales michoacanas, las coordinadoras de la región hacen un brigadeo para ver cuál es la que más apoyo necesita, “trabajamos con mujeres de 30 a 60 años, y ellas van y buscan el área, trabajamos en un ambiente cómodo para que  aprendan. Nosotras, como maestras, nos adecuamos a sus posibilidades y tiempos, para que tengan el interés de aprender”.

Contrario a lo que ocurre en los estados con mayor pobreza, el Consejo Nacional de Evaluación (Coneval) indica que “la Ciudad de México es la entidad con el menor porcentaje de población de 15 años o más analfabeta, y población de 15 años y más con educación básica incompleta (entre el 1.4 por ciento y 17.5 por ciento, respectivamente); mientras que Hidalgo es la entidad con menor porcentaje de población de 6 a 14 años que no asiste a la escuela con 3.8 por ciento”.

El Índice de Rezago Social 2020 del Coneval expone que a nivel nacional, el indicador de la dimensión de educación que presenta mayor incidencia es el de la población de 15 años y más con educación básica incompleta, en un 29.6 por ciento, seguido del de la población de 6 a 14 años que no asiste a la escuela, en un 6.1 por ciento.

Analfabetismo en México

Entidad

Personas con analfabetismo

Veracruz de Ignacio de la Llave

517,798

Chiapas

512,720

México

372,454

Oaxaca

351,511

Puebla

334,179

Guerrero

310,327

Michoacán de Ocampo

242,339

Guanajuato

238,838

Jalisco

179,014

Hidalgo

151,311

Ciudad de México

107,444

Yucatán

105,704

San Luis Potosí

104,794

Tabasco

88,856

Sinaloa

80,898

Chihuahua

73,223

Tamaulipas

68,196

Morelos

66,663

Nuevo León

63,980

Querétaro

61,734

Baja California

52,496

Sonora

44,134

Zacatecas

43,578

Quintana Roo

42,224

Nayarit

40,464

Campeche

39,986

Coahuila de Zaragoza

38,606

Durango

35,779

Tlaxcala

32,613

Aguascalientes

21,908

Colima

18,734

Baja California Sur

13,926

Total 

4,456,431

Fuente: Inegi. Población de 15 años y más por entidad federativa según condición de alfabetismo, 2020

Fuente de la información, imagen y video: https://contralinea.com

 

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Opinión | El ritual escolar: Frente a la pandemia, reconstruirnos

Por: Andrés García Barrios

En esta entrega del “Ritual escolar”, Andrés García Barrios propone no olvidar lo que aprendimos en los últimos dos años y realizar un acto comunitario de reconstrucción tras la pandemia.

Escribo estas notas para tratar de comprender (y si es posible ayudar a otros a comprender) en qué consiste este extraño estado de ánimo en que, después de dos años de vicisitudes, nos ha dejado la pandemia de COVID-19 (ciertamente, no podemos dar ésta por terminada, pero sí es posible afirmar que “empieza a vislumbrarse su final”, como hace el Dr. Julio Frenk, rector de la Universidad de Miami y ex-secretario de salud de México, en su libro de divulgación para niños “Lisina, Triptofanito y la Pandemia”, de próxima publicación).

Hablo de “estado de ánimo” en su acepción amplia de “estado del alma”, para incluir además de los aspectos físico, emocional y mental, ese algo que podemos llamar “espiritual” y que también se ha visto afectado en este par de años. Empezaré por hablar de un tipo de experiencia que muchos vivimos en algún momento de la pandemia, al menos de forma pasajera; experiencia que ―por su intensidad― algunos nos apresuramos a arrojar al rincón de los trebejos en cuanto pudimos: me refiero a la sensación de que con el COVID-19 llegaba “el fin del mundo” (la expresión es dramática pero nombra con exactitud lo que quiero describir).

Alguien podría preguntarnos: “¿En algún momento pensaste que se acabaría el mundo?”, y tal vez responderíamos que “no tanto” pero que “sí tuvimos mucho miedo”. Sin embargo, quiero afirmar que en realidad sí es algo que todos vivimos (aunque sólo fuera por un momento, insisto) ya sea de forma consciente o más o menos inconsciente. Si me interesa hablar de ello aquí es porque pienso que esa sensación ―aunque algunos nos hayamos apresurado a echarla de inmediato al olvido―  no se fue del todo de nuestras vidas sino que continúa habitando no sólo dentro de cada uno de nosotros sino entre todos nosotros, motivando una actitud personal y una atmósfera social que nos siguen desafiando.

Intentaré explicarme. La sensación de fin del mundo no sólo tiene que ver con una súbita convicción de que la propia muerte es inminente sino con la de que pronto todos los seres humanos a nuestro alrededor morirán también. En el tiempo que dura esa sensación (su duración puede alargarse o ser fugaz) no existe ningún atenuante que venga a tranquilizarnos: surge de pronto ante nuestras narices la evidencia de que estamos existencialmente solos, no nada más como individuos sino también como colectivo. La historia se detiene: el futuro naufraga: nadie hay que venga a decirnos adiós, no existe nadie a quien legar nada. Vemos cómo los demás se hunden en un destino que pronto será también nuestro. Todos esperamos turno.

Esther García tenía seis años de edad en 1972, cuando un terremoto sacudió su ciudad, Managua, Nicaragua. Ella estaba con su nana cuando la habitación empezó a moverse. Las dos salieron a toda prisa y se encontraron con que, en la calle, comenzaba la devastación: las casas cercanas se mecían hacia un lado, luego hacia otro y finalmente se desplomaban, entre gritos provenientes de adentro. Una tras otra iban cayendo. Esther miraba al fondo un cielo teñido de un rojo infernal. Parada en la acera junto a su nana, sólo pudo decir “Y yo no crecí”, convencida de que moriría pronto. La nana abrazó a la niña con la esperanza de que su destino sería distinto, de que ellas no tenían por qué correr la misma suerte que quienes estaban muriendo. “Y yo no crecí”, sensación de fin del mundo en que el destino de todos también se cumple en nosotros. Sensación de fin del mundo que Esther evoca ahora mientras conversamos, ya convertida en jefa de enfermeras del South Miami Hospital, en donde, durante la pandemia, se vio muchas veces rodeada de seres humanos que morían, sin poder hacer nada más para ayudarlos.

Pienso en la angustia que el filósofo alemán Martin Heidegger describe como la presencia de la Nada en nuestras vidas; angustia que no se desprende de un miedo concreto hacia algo específico sino que llega así, “por nada”, como si de pronto todo lo existente se arrojara sobre nosotros, atravesándonos como lo haría un ente fantasmal y dejándonos vacíos, sin realidad enfrente, sin mundo, de pie ante la nada que nos acosa. En la sensación de fin del mundo, donde la experiencia incluye a lo humano entero, a esa nada se le añade la certeza de que no sólo yo, sino todos, desapareceremos.

En la pandemia, la experiencia de fin del mundo no se cumplió, gracias a Dios. Vivimos la angustia pero no el hecho (trágicamente, muchas personas tuvieron que añadir a esa angustia el dolor por la muerte de seres amados). Pero el que no se haya cumplido no significa que la hayamos superado: se quedó con nosotros y en uno de nuestros rincones internos seguimos como desasidos de la realidad, buscando ésta como a una especie de fantasma. Algunos han empezado a acercársele tímida pero decididamente, con la intención de regresarla a su sitio. Pero creo que la mayoría de nosotros estamos optando por aceptar la inercia y acostumbrarnos a su ser espectral. Es peligroso que esto ocurra y que nos quedemos como flotando en el aire, con esa angustia anquilosada dentro.

El filósofo alemán Karl Jaspers, que tras la segunda Guerra mundial participó en la reconstrucción de Alemania, prevenía a su pueblo contra la tentación de dejar los hechos simplemente atrás, como si no hubieran ocurrido, e insistía en la necesidad de sanar a la sociedad a fondo para seguir adelante, en busca de un crecimiento sin el lastre de la culpa. En el caso de la pandemia ―donde el culpable más evidente es un virus que ni siquiera llega a estar vivo― el lastre puede radicar en culpar a los científicos, a los gobiernos, a esos otros seres humanos que con sus acciones anti-ecológicas favorecieron la proliferación de virus y bacterias, e incluso a la naturaleza o a la vida misma… y tapiar la angustia dentro, sin posibilidad de expresarse y sanar.

Pero la amnesia no es, de ninguna manera, sano olvido: es cero superación. No es mi interés meterme a médico o neurólogo, pero me parece que no voy demasiado lejos al suponer que, como en todo tipo de amnesia y estrés post-traumáticos, las consecuencias de olvidar sin sanar se expanden por toda nuestra psique, afectando al conjunto de nuestras sensaciones e ideas: entramos en confusión y perplejidad, tenemos problemas de concentración, sufrimos extrema laxitud o tensión corporal, llegamos a sentirnos como ajenos a nuestros propios procesos mentales y corporales, nos embargan sentimientos de desapego o extrañamiento hacia los demás, e incluso experimentamos cambios en nuestra percepción del tiempo, del espacio y de los objetos del mundo.

A lo anterior se añade el temor de que aparezca un nuevo brote, el miedo a nuestros semejantes, la desconfianza y el deseo irracional y continuamente frustrado de culpar a otros, y en casos extremos a todo el mundo. Y sin embargo, simultáneamente, dado que se trata de una súbita sensación de muerte colectiva (en la que peligra no sólo nuestro “yo” sino también nuestro “nosotros”), llega acompañada de esa soledad en la que de pronto vimos sumida a la humanidad entera: así pues, nos vemos embargados de compasión hacia nuestros semejantes y sentimos una identificación profunda, una nostalgia de hermandad: nos inunda el deseo de acercarnos y confiar, de romper barreras y superar todos los obstáculos que nos separan…

Angustia, miedo, compasión. Ante esa extrañeza que nos ha quedado, a todos nos anima la idea de revitalizarnos y revitalizar la comunidad en la que vivimos. Para mí, este texto es una oportunidad de hablar del tema con un lector que imagino ahí, oyéndome. Sí, escribir y hablar son poderosas opciones: comunicarnos. Todos podemos hacerlo, charlar sobre lo que nos pasa con alguien que quiera y pueda oírnos.

En el ámbito escolar ¿también podemos alentar ese diálogo? ¿Es posible, a través de grupos guiados de manera informada y cuidadosa, platicar sobre nuestras experiencias, hablarnos y escucharnos, estremecernos juntos para recuperar un modo de vibrar común? ¿Será conveniente alentar la comunicación de ideas de recuperación y reconstrucción personal y colectiva, y realizar actos comunitarios, especie de rituales que nos permitan compartir con los demás nuestro compromiso y esperanza, confiando en que no sólo la enfermedad se propaga sino también la salud?

Ciertamente ―como me ha hecho ver la directora de primaria de la escuela de mi hijo― planear un acto comunitario de memoria y reconstrucción tras la pandemia, exige sumo cuidado para no invadir la intimidad y la susceptibilidad de las personas y las familias: cualquier tinte religioso puede malinterpretarse; asimismo, una acción que contenga un simbolismo demasiado confrontador puede hacer surgir sentimientos desbordados, y resultar contraproducente. Sin embargo, estoy seguro de que todos los miembros de la comunidad educativa podemos pensar juntos cuál o cuáles actividades pueden resultar adecuadas para nuestras aulas o nuestra escuela.

Advertencia

Como parte de mis reflexiones anteriores, recurrí a la lectura del I Ching, libro oracular de la antigua china. Mi consulta me llevó primero a un texto conmovedor, el que corresponde al símbolo Tai, La Paz. En su imagen, El Cielo y La Tierra (seres originarios de todo lo existente) se colocan uno sobre otro y “unen sus virtudes en una armonía íntima”. De esa concordia surgen las condiciones para que la naturaleza brote y prospere, siempre y cuando ―el I Ching lo subraya― reciba la ayuda humana. “Esta actividad humana sobre la naturaleza, devuelve lo bueno al ser humano.”

Lo anterior concluye con una cruda advertencia (yo la interpreto no tanto como una alerta ante la pandemia de COVID-19 sino frente a eventos futuros). Todos sabemos que la naturaleza a nuestro alrededor ha sido afectada de formas atroces y que la aparición de pandemias y otras catástrofes sólo se puede frenar con nuestra acción decidida. Tal vez pensemos que no es momento de recordar cosas como ésta, y sin embargo tal conciencia no tiene por qué abatir nuestra esperanza actual ni la voluntad de hacer memoria y reconstruirnos; al contrario, puede ser el elemento crucial para no perder nuestra paz naciente.

Así es como lo dice el I Ching:

Todo lo terrenal está sometido al cambio. El ascenso es seguido por el descenso. Tal es la ley eterna sobre la Tierra. Esta convicción permite no ilusionarnos cuando llegan las épocas favorables, ni quedar deslumbrados por la buena fortuna pensando que es duradera. Si seguimos atentos al peligro, evitaremos los errores. Mientras que el ser humano se mantenga interiormente superior al destino, permaneciendo más fuerte y rico que la felicidad exterior, la fortuna no lo abandonará.

Estas palabras se reiteran en el otro símbolo que el I Ching añadió a mi consulta: Lin, El Acercamiento: “Si uno se enfrenta con el peligro antes de que se manifieste como fenómeno, más aún, antes de que haya comenzado a dar señales, llegará a dominarlo”. Lin ―cuya composición contiene el ícono de El Lago― concluye dando un papel primordial en todo esto a los maestros: “El noble no tiene límite en su intención de enseñar”, dice, y explica: “Así como aparece inagotable la profundidad del lago, así también es inagotable la disposición del sabio para instruir a los demás seres humanos”. Convertido en soporte, el maestro es también protector de la humanidad, “sin excluir parte alguna de ésta”.

En una situación como la actual, describir al maestro como protector de los seres humanos no me parece mera exaltación poética. Quieran o no admitir el papel que les asigna el I Ching, los maestros tienen quizás la mayor responsabilidad en ese “trabajo” sobre la naturaleza que ya todos reconocemos como necesario; más responsabilidad incluso que los gobiernos y las industrias, quienes, al parecer, también necesitan ser educados. Y aunque la verdadera y más profunda educación está en manos de todos los ciudadanos, la comunidad escolar es uno de sus principales ámbitos: reconstruirse como maestro puede muy bien apuntar hacia ocupar ese papel de Protector.


Andrés García Barrios es escritor y comunicador. Su obra reúne la experiencia en numerosas disciplinas, casi siempre con un enfoque educativo: teatro, novela, cuento, ensayo, series de televisión y exposiciones museográficas. Es colaborador de las revistas Ciencias de la Facultad de Ciencias de la UNAM; Casa del Tiempo, de la Universidad Autónoma Metropolitana, y Tierra Adentro, de la Secretaría de Cultura.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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Trabajadores en Reino Unido se van a huelga por la inflación

Europa/Reino Unido/19-08-2022/Autor(a): AFP/Fuente: www.elsalvador.com

Los trabajadores del sector transporte y correos suspendieron sus labores como una protesta ante la fuerte inflación que atraviesa el país.

Reino Unido vive a partir de este jueves una nueva ola de huelgas masivas en los transportes, correos y puertos, prosiguiendo el mayor movimiento social de este tipo en décadas ante una inflación disparada y un poder adquisitivo que se derrumba.

En este período de vacaciones escolares solo un tren de cada cinco circulaba este jueves. Decenas de miles de empleados ferroviarios fueron llamados a parar el trabajo por los sindicatos británicos RMT, TSSA y Unite. Network Rail, gestor público de la red, instó a los británicos a evitar este tipo de transporte.

Los pasajeros que, pese a todo, intentaban tomar un tren se mostraban comprensivos con los huelguistas, dada una inflación que superó el 10% anual en Reino Unido por primera vez en 40 años, desvalorizando los salarios.

«La huelga es justa, porque la inflación está ahora en un nivel récord» afirmó a AFP Usam Sarda, un dentista de unos 30 años, en la estación londinense de Euston.

«Toda mi simpatía está con ellos», los huelguistas, sostuvo Greg Elwood, un asesor de 26 años, interrogado en la estación de Leeds, al norte de Inglaterra.

El mayor movimiento de huelga ferroviaria desde 1989, al final de los años Thatcher, podría «proseguir indefinidamente» advierte este jueves el secretario general de RMT, Mick Lynch. Las huelgas en este sector se han producido ya por episodios desde junio, a falta de acuerdos salariales.

«Subpagados»

«Los trabajadores británicos están fundamentalmente subpagados» agrega el sindicalista, para quien el movimiento «no cesará» y puede en cambio extenderse «a cada sector de la economía».

De hecho, los paros se multiplican en el país. El viernes, el conjunto de la red de transportes de Londres estará casi paralizado y seguirá perturbada todo el fin de semana, mientras se prevé otro día de huelga ferroviaria el sábado.

El domingo, los estibadores del puerto de Felixstowe (este de Inglaterra),  iniciarán una huelga de ocho días, amenazando con detener gran parte del tráfico de mercancías.

Los sindicatos de distintos rubros convocaron a huelga luego de que la inflación en Reino Unido sobrepasara el 10%. Foto: AFP

Acciones similares están previstas o se han producido en los depósitos de Amazon, entre abogados penalistas o entre los recogedores de basura.

Estos movimientos sociales podrían durar más allá del verano y extenderse a los funcionarios de la educación y de la salud, donde los sindicatos han calificado de «miserables» las ofertas de aumentos salariales de un 4%.

En todas partes, la consigna es la misma: los trabajadores reclaman alzas de salarios correspondientes a la inflación, que llegó en julio al 10,1% en doce meses y podría superar el 13% en octubre, según las previsiones del Banco de Inglaterra.

Ucrania, Covid, Brexit

Los precios se han disparado principalmente por las cotizaciones de gas, de las que el país es muy dependiente, y que aumentan por la guerra en Ucrania, pero también por las perturbaciones en las cadenas de abastecimiento y la falta de trabajadores, como consecuencia del covid-19 y el Brexit

El poder adquisitivo se ve corroído a velocidad récord por las subidas de los precios, lo cual «demuestra la necesidad vital (…) de defender el valor de los sueldos», afirma en un comunicado Sharon Graham, secretaria general de Unite, uno de los principales sindicatos del país.

Algunas huelgas se han podido evitar de último momento gracias a ofertas de remuneración consideradas satisfactorias.

Los empleados de una empresa de suministro de carburante en el aeropuerto internacional de Heathrow, en Londres, que amenazaban con perturbar el tráfico, desistieron finalmente de la huelga. También lo hizo el personal de tierra de British Airways, tras una mejora salarial.

Los ferroviarios mantienen en cambio su huelga, ya que las negociaciones con multitud de operadores privados están en un callejón sin salida.

Los sindicatos también denuncian la decisión del gobierno de modificar la ley para permitir el recurso a trabajadores interinos en reemplazo de los huelguistas.

La célebre gran tienda de lujo londinense Harrods ha sido la «primera empresa en amenazar a su personal» con recurrir a esta ley, en plena votación del personal sobre una propuesta de huelga, según Unite.

Fuente e Imagen: https://www.elsalvador.com/noticias/negocios/trabajadores-reino-unido-huelga-por-inflacion/988655/2022/

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Subestimamos el impacto del cambio climático en la educación

Por: Irene Torres y Carole Faucher

No hay una vacuna o una mascarilla, o una medida igualmente concreta, para ayudar a los estudiantes a continuar su educación cuando las escuelas deben enfrentarse a la extraordinaria magnitud de los acontecimientos, debido al cambio climático. Revitalizar las visiones sobre la educación exige transgredir los límites tradicionales de la comprensión y la planificación educativa. ¿Los gobiernos y los actores clave en el ámbito de la educación a lo largo de América Latina y el Caribe están dispuestos a dar el paso adelante?

Además de arrasar con el ganado, los cultivos, las viviendas –en esencia, las fuentes de ingresos y las condiciones de bienestar de las personas–, los huracanes son especialmente crueles con la educación. Dañan y destruyen la infraestructura escolar, los equipos y el material didáctico, y las inundaciones y los desprendimientos de tierra que se producen impiden el acceso de profesores y alumnos a las escuelas. Tras el paso de los huracanes, las escuelas se utilizan a menudo como refugios, con lo que las clases se interrumpen aún más. Las cifras son escandalosas: en 2016, el huracán Matthew dañó 300 escuelas en Haití; en 2021, Eta e Iota afectaron a 76 escuelas en Nicaragua y 340 en Guatemala.

El cambio climático está causando fenómenos meteorológicos más frecuentes y graves, y 2022 no es una excepción. Como ejemplo, en 2020, la temporada de huracanes del Atlántico más activa de la que se tiene constancia, hubo 30 tormentas con nombre, incluidos 14 huracanes, de los cuales 7 se convirtieron en huracanes importantes. Las tormentas nunca vienen solas; ese mismo año coincidieron con el pico de la pandemia de COVID-19, que dejó a 170 millones de estudiantes sin uno de cada dos días efectivos de clase en más de dos años en la región. El impacto en la asistencia y, por tanto, en los logros de aprendizaje, no tiene precedentes, al igual que el aumento de las tasas de deserción. Se calcula que la pérdida equivale a 1,5 años de aprendizaje.

La repercusión del calor extremo en el desarrollo de los niños

También se espera que en América Latina y el Caribe siga habiendo fenómenos relacionados con el cambio climático lento, como el aumento de las temperaturas de la superficie y de los océanos, y de la frecuencia e intensidad de las olas de calor y las sequías. Sin embargo, los responsables de la toma de decisiones desconocen la repercusión del calor extremo en el desarrollo de los niños desde que están en el vientre materno y, durante los años escolares, en su capacidad de concentración en clase y en su bienestar general. Todo esto significa que completar la educación secundaria, un determinante clave de las oportunidades de vida, se ha vuelto más difícil.

Al mismo tiempo, debemos considerar que la escuela debe ser algo más que un lugar de aprendizaje: debe proporcionar un espacio para que los estudiantes desarrollen conexiones sociales y emocionales, tal y como se destaca en la recientemente publicada Evaluación Internacional de la Ciencia y la Educación Basada en la Evidencia (ISEE). Sin embargo, aunque este informe de la Unesco afirma que el cambio climático tiene el potencial de debilitar la cohesión e interacción social, no identifica explícitamente cómo. A la luz de esto, es crucial que todos concordemos en el hecho de que, sin infraestructura escolar o acceso físico a las escuelas, los estudiantes tienen menos oportunidades de crear las relaciones a través de las cuales puedan florecer.

Uno de los actos de resistencia más valientes en América Latina y el Caribe consistirá en proteger, cada vez más, el derecho de los estudiantes a permanecer físicamente en la escuela.

 

Lo relacionado con las Escuelas Promotoras de la Salud (EPS), de la Organización Mundial de la Salud (OMS), impulsó apropiadamente la noción de que la política y los programas educativos deben prestar atención al entorno físico de la escuela. Lamentablemente, el enfoque de las EPS nunca despegó, en realidad, en América Latina y el Caribe, a pesar de que en un alto porcentaje de escuelas el acceso a las necesidades más básicas, como el agua potable, el saneamiento y la higiene, sigue siendo extremadamente limitado.

Además, aunque las EPS proporcionan un enfoque teórico útil, su supuesto es que existe una infraestructura escolar (aunque sea básica) en la que un profesor solo o un equipo de directores, personal y profesores pueden trabajar para crear un sentido de comunidad y de empoderamiento para lograr cambios. Pero hay pocos indicios de que en la región se esté debatiendo al menos sobre cómo se percibe el futuro de las escuelas en la actual situación de emergencia por el cambio climático.

Como en una guerra, mientras la región sigue luchando por recuperarse de la pandemia de COVID-19, las carreteras, los caminos y las instalaciones escolares pequeñas y grandes seguirán siendo arrasados junto a los medios de subsistencia y las fuentes de ingresos. Después de ser testigos de cómo los gobiernos de América Latina y el Caribe tuvieron grandes dificultades para adaptarse al cambio durante la pandemia, por ejemplo, descuidaron la creación de otras opciones para el aprendizaje y la socialización, ¿cómo podemos esperar que los responsables políticos y de la toma de decisiones imaginen un futuro diferente y viable para las escuelas, que aborde seriamente la crisis del cambio climático que se desenvuelve ante nosotros?

Aunque las escuelas se enfrentan a diferentes obstáculos en la región, el cambio climático puede representar el mayor de ellos, al amenazar los fundamentos mismos de cómo pensamos que debería ser una escuela, una edificación que se encuentra en el corazón de una comunidad comprometida con las nuevas generaciones, aquella en la que los padres quieren que sus hijos estén seguros y sean felices. De hecho, uno de los actos de resistencia más valientes en América Latina y el Caribe consistirá en proteger, cada vez más, el derecho de los estudiantes a permanecer físicamente en la escuela.

No hay una vacuna o una mascarilla, o una medida igualmente concreta, para ayudar a los estudiantes a continuar su educación cuando las escuelas deben enfrentarse a la extraordinaria magnitud de los acontecimientos, debido al cambio climático. Revitalizar las visiones sobre la educación exige transgredir los límites tradicionales de la comprensión y la planificación educativa. ¿Los gobiernos y los actores clave en el ámbito de la educación a lo largo de América Latina y el Caribe están dispuestos a dar el paso adelante?

Subestimamos el impacto del cambio climático en la educación

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La educación ante una gran encrucijada

Por: Julio Leonardo Valeirón Ureña

La no planificación o la mala planificación es una amenaza continua para el alcance de los aprendizajes en el aula. Este fue el aspecto de mayor relevancia en términos de la necesidad de su desarrollo que se puso en evidencia en la evaluación del desempeño.

La educación en nuestro país está en una encrucijada, por un lado, producto del impacto de la pandemia de la COVID-19 y sus secuelas, y por el otro, por su gestión tanto en el plano nacional como territorial. Estos son hechos pasados ya, que deben servir para aprender de ellos y, en lo posible, gestionarlos mejor.

La evidencia científica de los estudios en educación, tanto nacional como internacional, han puesto en evidencia factores claves para alcanzar una educación de calidad, es decir, una educación que efectivamente apueste por los aprendizajes de todos: estudiantes, maestros, gestores. Por un lado, se ha destacado el papel del liderazgo en los centros educativos como elemento articulador de un proyecto de centro comprometido con resultados, y por el otro, la importancia de la atención personalizada de cada estudiante por parte del docente.

Ambos factores, en el marco de la escuela, pueden ser útiles para generar procesos importantes que permitan el desarrollo de una cultura de calidad. Por supuesto, hay otros que articulados a estos dos primeros asegurarán que los mismos se cumplan en el sentido que en sí mismos tienen, me refiero al desarrollo efectivo de los equipos pedagógicos de los centros, los cuales deberán servir como espacios de revisión, análisis y desarrollo de la gestión profesional de los procesos de enseñanza y aprendizaje. En esta perspectiva, el trabajo colegiado entre los docentes deberá jugar un rol de importancia y relevancia. Otro aspecto por considerar es la figura de la coordinación pedagógica, es decir, el acompañamiento continuo del trabajo en el aula por parte de un colega-acompañante que retroalimente de forma continua los procesos que se desarrollan en el ánimo de incentivar las competencias que apunten por la mejora y, por el otro lado, que permita la superación de esquemas que, por el contrario, no son generadores de aprendizajes y deben ser superados.

La escuela y el aula son espacios dinámicos en que la acción reflexionada por parte de los actores, en el caso que nos ocupa principalmente, de los directivos y docentes, debe ir generando una cultura escolar centrada en resultados comprometidos con la calidad. La acción reflexionada para el desarrollo de una nueva acción enriquecida desde la perspectiva de sujetos que aprenden generará actitudes y comportamientos nuevos y distintos, que apostarán por la construcción de una nueva cultura escolar, que tanto hace falta en nuestra educación nacional. La Escuela de Directores por la Calidad Educativa (EDCE), fue un gran esfuerzo por alcanzar este propósito.

Reitero, en el país se cuenta con estudios que aportan evidencias científicas de estos procesos y que por una gestión que continuamente los ignora, no ha permitido los avances necesarios para alcanzar los logros de aprendizajes esperados.

Por otra parte, y es un ejemplo muy reciente de lo que antes hemos planteado, la evaluación del desempeño docente que se llevara a cabo en los años 2017-18, puso de relieve un conjunto de cosas que deben ser atendidos en la gestión docente de aula, de manera más precisa, la planificación del trabajo de aula tanto en su diseño como desarrollo; la creación de un clima de respeto y orden en el aula, como condición necesaria para asegurar los propósitos esperados; las habilidades para emplear los aciertos y errores en los procesos de aprendizaje con el fin de reforzar y mejorar los mismos; además, de la debida atención a la evaluación continua y efectiva que retroalimente los procesos y sus resultados.

Detengámonos en la planificación del trabajo de aula. No hay dudas que, si el docente no domina y cuente con esta herramienta didáctica, no puede asegurar la efectividad de su propio desempeño. Un proceso de gestión de aula no planificado o mal planificado no podrá asegurar altos logros de aprendizaje. La planificación no puede ser jamás una opción sino una condición fundamental de la gestión de los procesos de enseñanza. A nivel internacional se han desarrollado incluso facilidades en la web para que los docentes puedan hacer un uso efectivo de su diseño y desarrollo. En un taller sobre procesos de aula desarrollado por dos profesores finlandeses durante toda una semana, en el marco de uno de los congresos internacionales desarrollados por el IDEICE, esto quedó plasmado de manera inequívoca. La no planificación o la mala planificación es una amenaza continua para el alcance de los aprendizajes en el aula. Este fue el aspecto de mayor relevancia en términos de la necesidad de su desarrollo que se puso en evidencia en la evaluación del desempeño señalada anteriormente.

Las actuales autoridades de educación deben prestar atención especial a estos temas, como a otros que están en la palestra pública, todos los cuales fueron los que le dieron sentido al movimiento nacional por el 4% del PIB para la educación, según consigna la propia Ley General de Educación. Es necesario que el ministro de Educación, como conocedor muy bien de estos temas, abra su despacho a la reflexión con los sectores sociales que considere, bajo el supuesto de que el tema educativo desborda las estructuras mismas del Ministerio, haciendo todas las alianzas necesarias nacionales e internacionales para impulsar una educación de calidad.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/la-educacion-ante-una-gran-encrucijada-9091692.html

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Libro (PDF): Poderes, privilegios, resistencias y alternativas: lectura crítica en tiempos de post-pandemia

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

Hacer el intento de contar lo que está pasando en el mundo de hoy es toda una travesía; no es tarea de una sola persona; la diversidad de criterios que encontrarán en este libro demuestra que 16 cabezas piensan mejor que una. Y no se trata únicamente de contar, sino de llegar por el camino correcto, con el mensaje adecuado a quienes buscan descifrar los hechos que hemos padecido en estos dos años de pandemia. Esta iniciativa colectiva parte del reconocimiento a las múltiples miradas con las que abordamos el mismo problema: los efectos de los privilegios de unos y las resistencias-alternativas de otros, en medio de una crisis global que acarrean consecuencias locales.

Autoras(es):  Carlos Pástor Pazmiño. [Compilador]

Carlos Pástor Pazmiño. Blanca Rubio. Inés Nercesian. Julián Cárdenas. Francisco Robles-Rivera. Francisco Durand. Massimo Modonesi. Silvia Ribeiro. Leonardo Boff. Natalia Sierra. [Autores de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO. ISTEPS – Instituto Superior Tecnológico de la Economía Social, Popular y Solidaria. Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Ediciones La Tierra. Fundación Friedrich Ebert Stiftung. FES Transformación.

Año de publicación: 2022

País (es): Argentina.

ISBN: 978-987-813-211-2

Idioma: Español

Descarga: Poderes, privilegios, resistencias y alternativas: lectura crítica en tiempos de post-pandemia

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2515&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1651

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