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El Sistema que controla, amedrenta y castiga

Por: Víctor Arrogante

En mi infancia nos asustaban con el Ogro, un monstruo que siempre estaba presente como amenaza, para llevarte, comerte o simplemente asustarte; para que hicieras esto, aquello o dejaras de hacer. Ya me he referido a ello en mis Reflexiones Republicanas. Hoy hemos creado otro monstruo: el Sistema tiene el mismo objetivo que aquél Ogro: controlar, amedrentar y castigar. Lo alimentamos periódicamente con nuestros votos. Un monstruo indeseable, avaricioso, cruel y corrupto, que queda representado en el Sistema institucional, político, judicial y económico.

El Sistema, se retroalimenta con sus propias inmundicias. La política se judicializa y la justicia se politiza; no existe independencia entre poderes. Se adoptan medidas, en muchas ocasiones, a sabiendas que son contrarias a la ley, rayando la prevaricación. La corrupción afecta a partidos y a políticos sin escrúpulos, que se lucran y benefician, sin vergüenza, en el ejercicio de representación y gestión de los fondos públicos. Hay tenemos el caso PP, Bárcenas, Gurtel, de las comisiones ilegales y la supuesta financiación irregular del partido, como culmen de la desvergüenza.

Las instituciones pierden su grandeza, al ser utilizadas en beneficio de aquellos que deberían protegerlas y que han prometido o jurado defender. La percepción que existe sobre la corrupción política y el deterioro institucional, van desde la monárquica, hasta el más pequeño ayuntamiento, pasando por gobiernos autonómicos o el propio gobierno de la nación, parlamentos y poder judicial, sin olvidar a banqueros y empresarios. Monstruo de múltiples cabezas y garras, que amenaza con destruir todo lo que toca.

La separación de poderes, que caracteriza a un estado democrático moderno, no se produce en la realidad. El parlamento que representa a la soberanía del pueblo, está supeditado al gobierno. El parlamento, que elige al presidente, está bajo sus dictados. No hay independencia, como no la hay con el órgano del poder judicial, que está politizado. El gobierno manda y el pueblo soberano, representado en el parlamento, obedece; solo se cuenta con él para votar cada cuatro años. Hemos creado un monstruo que identifica sufragio universal con democracia; cuando democracia es más participación y poder de decisión.

El imperio de la ley es la seña de identidad del Estado de Derecho. Decir que la ley es igual para todos, es otra gran mentira del Sistema. Ni a todos se les aplica con el mismo rigor, ni todos están por debajo de la ley. En el Sistema, el rey está por encima de la ley, lo dice el propio texto constitucional, y otros órganos, sin decirse, lo están también. La aplicación de la ley va a depender de la clase social a la que se pertenezca. Existen dos varas de medir. La justicia es clasista y castiga más a los que menos recursos tienen para defenderse. Con las reformas, no todos tenemos la misma oportunidad para acceder a la justicia. La democracia se ha degradado.

La administración de justicia es otro monstruo. Los jueces hacen cumplir las leyes, con escasos medios y regulares resultados. ¿Cuándo aparecerá un juez que no aplique las leyes injustas? ¿Cuándo se dará un político que haga leyes justas? El imperio de la ley, utilizado torticeramente es una trampa. Hay que cumplir la ley, aplicarlas justamente y hacerlas con criterios de justicia social. El Sistema, representado por el poder político, beneficia al poder económico, que es madre y padre del monstruo.

En un modelo en el que rige la economía social de mercado, se supone que el mercado manda, ordena y regula las tendencias; y el Estado corrige las desviaciones, con el objetivo de conseguir, con solidaridad, el progreso social. El mercado va a lo suyo, y el gobierno, que debería impulsar esas medidas correctoras, está preocupado, de forma exclusiva, en fortalecer el sistema financiero, olvidándose de la economía real que crea riqueza y empleo. De nuevo el monstruo, que como cual Saturno, se alimenta de las necesidades y calamidades de la gente, a quienes tendría que proteger y amparar.

El Sistema adquiere su propia lógica y entiende que todo es justo si se hace en su morada; pero lo que es injusto, lo es por encima de su lógica. Dicen que el sentido personal de justicia, debe sacrificarse, al orden legalmente establecido, aceptando la ley como es, sin detenerse a pensar, si es justa o es injusta. Y eso no puede darse en todas las circunstancias. No hay que confundir legalidad con legitimidad. Ésta no se adquiere por haber conseguido mayorías absolutas parlamentarias, si las leyes que aprueba son injustas socialmente, y perjudican a la clase trabajadora y a los sectores sociales más desfavorecidos. Frente a esta situación cabe, cuanto menos, la insubordinación.

Los poderosos tienen al Sistema en su poder. Fíjense que no he mencionado ningún caso concreto de despotismo, corrupción y exceso de poder, pero supongo que todo se ha entendido; lo estamos viendo a diario en las televisiones. Para acabar con este monstruo corrupto y menos democrático, se necesita una acción contundente y definitiva, que destruya a la bestia en su guarida. Puede haber otras salidas; pero ¿cuáles?

Parece que todo va a seguir siendo como es. Los partidos mayoritarios no están por la labor de dar la vuelta a la tortilla. Cada cuatro años a votar, fortaleciendo al monstruo. Un desahogo: contra la desesperanza indignación, protestas, manifestaciones y huelgas; que son buenos instrumentos para reivindicar los derechos, que el Sistema permite eliminar y suspender. Pero a estas alturas, estas acciones se quedan cortas y estrechas.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/el-sistema-que-controla-amedrenta-y-castiga/

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Sudán dejará de castigar la homosexualidad con latigazos y pena de muerte

Africa/ Sudan/ 21.07.2020/ Fuente: www.laizquierdadiario.com.ve.

 

El artículo 148 del Código Penal sudanés define así el delito: “cualquier hombre que inserta su pene o su equivalente en el ano de una mujer o de un hombre, o permite que otro hombre inserte su pene o su equivalente en su ano, cometió sodomía”.

Los castigos aumentan en gravedad según la cantidad de veces suceda el hecho. Si el acusado era condenado por primera o segunda vez, le correspondían 100 latigazos y hasta 5 años de prisión. En una tercera ocasión la pena ya podía ser prisión perpetúa o inclusive la muerte. Con la modificación quedan excluidos como pena los latigazos y la muerte, no así la prisión que para la segunda ocasión se incrementa a 7 años y en la tercera permanece la condena perpetua.

La medida se tomó como parte de un paquete de reformas que viene realizando el gobierno que surgió entre militares y la oposición a Omar Hasán Ahmad al Bashir, quien fue presidente del país por 30 años. La junta provisional que gobierna actualmente surgió luego de que el Ejército expulsara al gobierno de Al Bashir jaqueado por movilizaciones masivas en el marco de una profunda crisis económica.

Atravesado por esa situación es que hace unos meses se prohibía la mutilación genital de las mujeres. En esta ocasión además de reducir las penas contra la sodomía, el Gobierno ahora permite la apostasía (renunciar al Islam) que antes podía enfrentar una condena de muerte, así como también que los no musulmanes consuman alcohol en privado.

Bedaaya, la organización de defensa de los derechos LGBTQ+ de Egipto y Sudán, afirmó que el nuevo paquete de reformas es «un gran paso hacia la reforma del sistema de justicia en Sudán». El ministro de justicia de dicho país afirmó “vamos a dejar caer todas las leyes que violan los derechos humanos en Sudán».

La modificación del Código Penal constituye un triunfo, logrando que el Estado no se atribuya legalmente la capacidad de penar con latigazos y la muerte a las personas involucradas en los actos calificados de “sodomitas”. De esta manera se transforma en un nuevo piso conquistado para pelear por eliminar completamente el artículo 184 del Código Penal, dado que el Gobierno actual aún sostiene las penas de prisión heredadas del régimen de Al Bashir.

Una criminalización que atraviesa el globo

Según el informe “Homofobia de Estado 2019” publicado por la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ILGA por su sigla en inglés) quedan cinco países donde efectivamente la ley establece la pena de muerte (Nigeria, Somalia, Arabia Saudita, Irán, Yemen) y hay otros seis dónde es posible que se aplique (Mauritania, Afganistán, Brunei, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Pakistán).

Haciendo un breve repaso, la ONU dejó de calificar de enfermedad a la homosexualidad hace treinta años. En 2011 por primera vez un organismo de la entidad emitía un pronunciamiento a favor de los derechos para LGBTIs. En ese momento el Consejo de Derechos Humanos declaró que “la penalización de las relaciones homosexuales íntimas consentidas constituye una conculcación de los derechos individuales a la intimidad y a la no discriminación, así como una vulneración de las normas internacionales de derechos humanos”.

Según la resolución en ese entonces había “76 países con leyes utilizadas para criminalizar a las personas por su orientación sexual o identidad de género”. Al día de hoy son 68 los Estados de la ONU que según la ILGA sostienen legislaciones que criminalizan los actos sexuales entre personas del mismo género, cifra que representa un 35% de los países adherentes a la organización.

Estas legislaciones en general hacen referencia a delitos “contra la naturaleza», la «moralidad» o el «libertinaje», si es que no se refieren explícitamente a la “sodomía” como el caso de Sudán. Se amparan de fondo en la concepción patriarcal que establece que las relaciones sexuales solo puede darse entre el hombre y la mujer en clave reproductiva, esa idea que tanto difunden los sectores reaccionarios y las instituciones de las principales vertientes religiosas del globo como el catolicismo, evangelismo o el islam.

Si bien la Organización de las Naciones Unidas hoy en día intenta aparecer como la abanderada de los derechos de las mujeres y LGBTIs, a la par lleva adelante verdaderas intervenciones militares con sus tropas (conocidas como cascos azules) que han sido denunciadas en todo el mundo por casos de violación. Por dar un ejemplo, en Sudán del Sur se abrió una investigación en 2018 por un caso de abuso sexual a cuatro menores de edad en una de las bases de las tropas de la ONU.

Si en el último año y medio se abrió paso en Sudán la posibilidad de conquistar derechos elementales y básicos para mujeres y LGBTIs, fue subproducto de la movilización de amplios sectores de la sociedad, que salieron a la calle hastiados de las políticas que solo buscan someter en el hambre a la gran mayoría de la población. Previo a la pandemia se calcula que de los 40 millones de sudaneses, la mitad vivían en la pobreza. El país sufre un gran déficit de recursos esenciales como alimentos, medicamentos y agua, y está atado a los intereses de las potencias imperialistas a través de una gran deuda con el FMI.

Fuente de la noticia: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Sudan-dejara-de-castigar-la-homosexualidad-con-latigazos-y-pena-de-muerte

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Evaluar, ¿para castigar o para aprender?

Por: Carlos Aldana

La evaluación, en cualquiera de sus tipologías y desde cualquiera de los enfoques que son utilizados en la práctica cotidiana, resulta siendo uno de los procesos menos educativos y más favorables a los poderes.

Por mucho que nuestro discurso esté adornado de tantas buenas intenciones, en la práctica generalizada, la evaluación sirve como un mecanismo de poder, de control, de venganza, de susto, de amenaza. Las pruebas, los momentos y los recursos evaluativos son las principales herramientas para poder ejercer el poder más terrorífico que se puede sentir dentro de un aula. Mediante la amenaza de los resultados (y sus consecuencias), el acto evaluativo se convierte en un acto punitivo, es el momento cumbre para quien, sediento de poder, pueda ser el protagonista y demostrar su fuerza.

La evaluación, en cualquiera de sus tipologías y desde cualquiera de los enfoques que son utilizados en la práctica cotidiana, resulta siendo uno de los procesos menos educativos y más favorables a los poderes hegemónicos. El macrodiscurso de los gigantescos y poderosos organismos internacionales, apuesta, acentúa y hasta se complementa con inversiones millonarias en el logro de competencias y alcance de estándares o resultados predefinidos por ellos (PISA, por ejemplo). Desde esa ecología política e institucional, la evaluación ya empieza a estar marcada por intereses que no necesariamente están en la línea del desarrollo integral, de la vida plena, de las inquietudes y reivindicaciones personales y colectivas.

Ese macrodiscurso se alimenta, se enriquece, se hace vida en las prácticas cotidianas de profesoras y profesores que asumen que la evaluación es la herramienta de castigo, de “poner las cosas en su lugar”, de “dar su merecido”, “de ejercer el premio o el castigo que cada quien merece”. O sea, no hace falta que las estructuras supranacionales nos indiquen que la evaluación tiene que ser así porque, en la práctica, con valores, actitudes, actos y recursos de corte punitivo, controlador o basado en la medición, ya estamos en sintonía. Aunque ello niegue a la educación su sentido liberador.

No debe negarse la necesidad imperiosa de descubrir cuánto o qué se sabe o no se sabe, pero también que se revelen, con criticidad y autocriticidad, los porqués de esos escenarios. Claro que necesitamos que la evaluación nos aporte datos sobre la vivencia pasada. Pero más que ser un acto hacia atrás, la evaluación debe ayudarnos a ver hacia adelante. Es decir, la evaluación como instrumento para aprender, no exclusivamente para revelar lo que se sabe o no.

La evaluación como mecanismo de aprendizaje es aquella en la que se contrasta lo aprendido con las nuevas situaciones, lo cual permite re-aprender u otorgar un nuevo significado a lo aprendido, pero desde el goce de dialogar, de descubrir, de permitir las revelaciones, los descubrimientos. Se aprende en la evaluación cuando ayuda a tener miradas hacia lo aprendido anteriormente, pero colocándolo en el escenario de la vida presente y personal. Cuando el momento no es para enjuiciar al estudiante, sino para que siga descubriendo y continúe sus aprendizajes.

Me emociona muchísimo un procedimiento de evaluación (que denomino DERA: diálogos evaluativos para el reaprendizaje) en el cual, en las últimas semanas del curso, dedico a conversar con pequeños grupos, acerca de grandes ejes o temas que fueron desarrollados durante el semestre. La cantidad de aprendizajes no alcanzados (muchísimo por mi propia responsabilidad docente) es impresionante, pero esos diálogos contribuyen a retomarlos y volver a descubrirlos. También me genera muchísimo aprendizaje las visiones nuevas, las aplicaciones o usos que, en el diálogo, aparecen de parte de las y los estudiantes. Viendo su reaprendizaje, se disipa mi ejercicio de poder.

He aprendido que evaluar es más un momento para volver a aprender, para desaparender, para reaprender, para gozar el aprender. Por supuesto, que eso representa una pérdida de poder docente, algo así como un “suicidio pedagógico”, pero también significa un paso más en el camino educativo de aquellas personas con las que construyo el aula.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/12/05/evaluar-para-castigar-o-para-aprender/

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Un explosivo documental sobre la policía de Nueva York demuestra su racismo estructural

Redacción: El Diario

En su impactante nuevo documental ‘Crime + Punishment’, Stephen Maing sigue a un grupo de policías rebeldes que se enfrentan al sistema ilegal de cuotas de detenciones en Nueva York que se ceba en las comunidades negras.

En cualquier ambiente de corrupción y malas prácticas sistemáticas aparecen naturalmente filtradores. Pero rara vez podemos ver el rostro humano que hay detrás de estos actos de valentía, mucho menos saber el coste psicológico que conlleva ser un engranaje más de la máquina de un sistema que saben que es injusto.

Y es exactamente eso logra el director Stephen Maing en Crime + Punishment, su más reciente documental sobre 12 policías, todos afroamericanos, que se enfrentaron al sistema ilegal y secreto de cuotas del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD). Su trabajo sirvió para una demanda colectiva contra el departamento por su práctica de presionar a los agentes a presentar un número predeterminado de arrestos y citaciones por mes, a menudo en comunidades negras consideradas de «alto nivel de criminalidad».

El documental comienza con una conversación telefónica clandestina entre Maing y Sandy Gonzalez, un agente con 12 años de experiencia y el primero de una docena de agentes rebeldes. «Me están atacando por los números que presenté», dice Gonzalez, que acabó degradado tras resistirse a las exigencias de su supervisor. Luego nos vemos en un acto de graduación de la academia de policía, se escucha la canción New York, New York y el comisario Bill Bratton se pone a hablar poéticamente sobre la ciudad que ha «recuperado sus calles».

Bratton, considerado abiertamente como el arquitecto de la teoría de los cristales rotos que llevó la vigilancia más agresiva a las comunidades minoritarias enfocándose en los llamados «delitos menores», aparece en el documental insistiendo en que el NYPD persigue las conductas, no a las comunidades afroamericanas.

Sin embargo, las imágenes y el audio que recoge Maing –a menudo filmado a propósito desde cierta distancia y siendo en gran parte conversaciones grabadas entre los 12 policías y sus supervisores– sugieren otra cosa.

«No pedimos permiso al Departamento para filmar esta historia», aclara Maing, que antes de Crime + Punishment dirigió varios documentales en cortometrajes y mediometrajes sobre la policía de Nueva York. «Había situaciones y experiencias que sabíamos que el público no creería si no las veía de primera mano. Así que si me ubicaba inteligentemente en un par de sitios diferentes en la película, podía generar la sensación de que tanto yo como el público éramos como recién llegados a algunas de estas situaciones».

El resultado es una visión extraordinariamente panorámica y aun así detallada del sistema de justicia penal en la ciudad de Nueva York, destacado por la yuxtaposición de tomas generales y de paisajes urbanos con el trabajo de tambaleantes cámaras ocultas. Por momentos, Crime + Punishment funciona como cine de testimonio, pero en otros parece una construcción planificada cuidadosamente.

Lo más impresionante es el nivel de acceso que ha conseguido Maing. Gran parte de la película consiste en el seguimiento de los policías informantes, como Gonzalez, Edwin Raymond y Felicia Whiteley, pero también se documenta a los abogados e investigadores privados que trabajaban con los jóvenes directamente afectados por el sistema de cuotas.

«En un momento de la filmación, comprendí claramente que si no podíamos mostrar el daño colateral, es decir la experiencia humana de la gente víctima de estos excesos policiales en comunidades donde viven minorías, entonces no podríamos transmitir el sentido urgente de esto», explica Maing, que tras cuatro años de rodaje tenía más de mil horas de material. «Lo que no debe perderse de vista es que estos son policías reales, familias reales, jóvenes reales que pasan meses o años en la cárcel, condenados por delitos que no han sido probados o sin pruebas suficientes».

Uno de estos jóvenes es Pedro Hernandez, un adolescente del Bronx encarcelado en la prisión de Rikers por acusaciones de posesión de arma de fuego y agresión que luego fueron retiradas. En una gran escena que hace hervir la sangre, su madre muestra hojas y hojas de cargos desestimados. El caso de Hernandez fue asumido por el investigador privado Manny Gomez, un policía que abandonó el Cuerpo y cuyas investigaciones han llevado al sobreseimiento de casi 100 acusaciones. Intrépido y corpulento, es una de las figuras que Maing siguió entre 2014 y 2017, ganándose su confianza mientras el grupo de los policías informantes crecía en número y en fuerza.

El abanderado extraoficial de la demanda colectiva contra el NYPD es Raymond, quien tiene una conversación en una escena con su supervisor, que le sugiere de forma nada tímida que Raymond no fue ascendido por ser un «llamativo» hombre negro con «rastas».

En un momento del documental, Raymond resume poderosamente la injusticia del sistema de cuotas: «La realidad es que las fuerzas de seguridad utilizan a la comunidad negra para generar ingresos». Las implicaciones de este tipo de mala praxis institucional tienen un amplio alcance, dado que las políticas del NYPD, la fuerza policial más grande y más conocida de Estados Unidos, se replican en todo el país.

«Hay muchos departamentos de policía que usan la guía de patrulla del NYPD como referencia y, en algunos casos, copian sus políticas palabra por palabra», afirma Maing, refiriéndose a la forma en que la política de cristales rotos ha sido adaptada en sitios como Ferguson, donde la muerte de Michael Brown puso en marcha al movimiento Black Lives Matter.

«Tenemos que tener un debate en serio sobre si estas prácticas y herramientas de verdad ayudan a construir confianza dentro de la comunidad. ¿Ayudan a mantener o incrementar el respeto al uniforme (policial) en las comunidades de color? Es alarmante la idea de que la policía ha perdido el respeto y la legitimidad como consecuencia de prácticas que socavan el contrato social entre los agentes y las comunidades minoritarias».

Edwin Raymond, en el documental Crime + Punishment
Edwin Raymond, en el documental Crime + Punishment WEB DEL DOCUMENTAL

Mientras el documental se proyecta en varios festivales cinematográficos, a Maing se le acercan agentes de policía que se quejan de prácticas similares en sus propios departamentos. Esto le ha demostrado que las cuestiones raciales y policiales no encajan exactamente en las estructuras binarias que han dominado gran parte de nuestro discurso político.

«Lo que realmente me entusiasma de este proyecto es que esta es una voz que no hemos escuchado aún», dice. «No encaja en esa división entre progresistas radicalmente antipolicía y conservadores radicalmente propolicía a cualquier precio».

Al poner en primer plano el impacto psicológico y físico de ser forzado, como dice Raymond, «a participar en algo que quita aún más derechos a la población negra», Maing ha realizado un documental que se preocupa más por la ética que por la política. No sólo las políticas del NYPD han trascendido nuestra forma convencional de análisis «progresista versus conservador» –los acontecimientos del documental suceden durante la gestión del alcalde demócrata Bill de Blasio– sino que los policías rebeldes que se enfrentan al sistema lo hacen por un sincero deseo de reforma, no para desmantelar el Departamento.

«El delito es una realidad y necesitamos a la policía», asegura Maing. «Esto no se trata solamente de policías contrariados que quieren ajustar cuentas o que quieren hacerse ricos y famosos. Estos son policías que de verdad creen en su misión».

Crime + Punishment, con su mensaje explosivo y su hábil realización, llega en un momento en que los debates con matices sobre este tema no son bien recibidos. Es más difícil que nunca, dice el director, romper con la hegemonía de los titulares de Washington, desde los tuiteos del presidente a la más reciente grabación secreta de Omarosa. Pero en un país que ya sufría por cuestiones raciales y policiales, la gravedad moral, social y legislativa de la película se revela mucho más explícitamente.

«Después de hacer este documental, oí a mucha gente decir ‘si me sucediera algo a mí, no sé si querría llamar a la policía porque me da miedo de que le hagan algo malo a una persona negra’», recuerda Maing. «Es cada vez más difícil tener un debate racional y tranquilo sobre lo que funciona y lo que no funciona en cuestiones policiales. Quizás por esta misma razón este sea el momento oportuno para profundizar en esta historia».

Fuente: https://www.eldiario.es/theguardian/documental-Nueva-York-policia_0_807019523.html

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Finalmente, Francia prohibe los castigos físicos a los niños

11 de enero de 2017 / Por: Lucy Ortega / Fuente: https://www.bebesymas.com/

Una noticia que nos da alegría compartirles y que supone un triunfo más para la crianza respetuosa: Francia aprobó una nueva ley que prohíbe los castigos físicos a niños y que obligará a los padres a buscar otras medidas para disciplinar a sus hijos.

Si bien el abuso infantil ya era ilegal en Francia, los castigos físicos en niños continuaban sin ser sancionados o prohibidos, motivos por los que hace casi dos años este país fue duramente criticado por no legislar en contra de ellos.

De acuerdo con un estudio realizado durante aquella época, en Francia el 82% de las personas se oponía a prohibir los azotes a los niños y el número de personas que había confesado haberle pegado a un menor era el 67%.

En esa ocasión, el Consejo de Europa les hizo una advertencia como consecuencia de la denuncia de la ONG británica Approach que recibió Francia, por la ausencia de una prohibición específica de todo tipo de castigos corporales a niños.

Al respecto de esta nueva ley en Francia, aprobada el 22 de diciembre, la Representante Especial del Secretario General de la ONU, Marta Santos Pais declaró lo siguiente:

«La adopción de esta nueva ley marca un compromiso muy importante hacia la protección contra a violencia de más de 14 millones de niños viviendo en Francia. Ponerle fin a tratos crueles, degradantes y humillantes es un componente indispensable de una estrategia nacional comprensiva para la prevención y eliminación de la violencia infantil. Establece las bases para una cultura de respeto a lo derechos de los niños, salvaguarda la dignidad física y la integridad física de los niños, y alienta la disciplina positiva y la educación infantil a través de medios no violentos.»

En 1979, Suecia fue el primer país es establecer una prohibición específica de los castigos físicos y el maltrato hacia los niños y desde entonces alrededor de 50 países han seguido sus pasos, incluyendo España, donde es delito pegar a un menor. Esperemos que otros países continúen haciéndolo, pues aún falta en muchos una ley que prohiba este tipo de castigos a los niños, que más que beneficiarles solo les hace daño.

Fuente noticia: https://www.bebesymas.com/noticias/finalmente-francia-prohibe-los-castigos-fisicos-a-los-ninos

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Estados Unidos: La escuela que cambió castigos por meditación

Estados Unidos/10 de Octubre de 2016/El observador

La educación está en un momento de cambios a nivel mundial. Y si bien son limitados los casos en los que los cambios son realmente radicales, hay algunos ejemplos de éxito. Tal es el modelo de la escuela Robert W. Coleman Elementary School, ubicada en Baltimore, Estados Unidos.

A este lugar asisten niños en edad escolar, que reciben clases en salones similares al resto de los colegios en EEUU y comparten las mismas materias. Sin embargo, hay una importante diferencia entre esta escuela y el resto: allí no existen castigos para los niños traviesos.

Para lograrlo, hace menos de dos años las autoridades se asociaron con una ONG dedicada a la enseñanza de meditación llamada Holistic Life Foundation. Los docentes comenzaron a impartir clases de meditación en el gran gimnasio del colegio.

Este año, a partir del trabajo conjunto entre ambas instituciones, se creó una habitación específica aparte de las aulas existentes en el Robert W. Coleman. El aspecto del lugar es muy distinto al de un salón común: con las paredes cubiertas de colchonetas violetas y un ambiente propicio para la relajación y meditación.

De este modo, en lugar de aplicarles castigos, los niños que se portan mal se dirigen hacia ese lugar, en donde una instructora les explica la postura y respiración adecuadas para relajarse y volver a clases de la mejor manera.

Tanto maestros como padres han manifestado su conformidad con el método, al punto que los propios niños llevan los ejercicios aprendidos en el colegio a sus casas para que sus padres también aprendan a meditar.
Fuente: http://www.elobservador.com.uy/la-escuela-que-cambio-castigos-meditacion-n980253
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¿Por qué los castigos a niños no sirven para nada?

España/Julio de 2016/Familia

Entrevista con Olga Carmona

Hace 50 años se castigaba mirando contra la pared, con orejas de burro o incluso sosteniendo libros en cada brazo. De un tiempo a esta parte la moda es obligar al niño a sentarse a pensar. ¿Ha cambiado mucho el cuento?

En la filosofía de base no, en la forma afortunadamente sí. Nuestra sociedad evoluciona hacia leyes más civilizadas, democráticas y respetuosas con los derechos humanos y hoy por hoy, muchas formas de castigo que se usaban antes serían constitutivas de delito. Sin embargo, las sociedades cambian antes sus leyes que sus mentalidades. Hacen falta varias generaciones para erradicar una forma de pensamiento. Hoy se utilizan formas de castigo menos aversivas pero cuya base de que el castigo es educativo, que el adulto es superior, que el castigo transmite autoridad, que la disciplina sólo puede conseguirse a través de éste y que si no sometemos convenientemente a los niños, serán sujetos desadaptados y peligrosos. Creencias que dibujan el perfil de una sociedad profundamente adultocentrista, que lleva siglos instalada en el paradigma del premio y el castigo como únicos vehículos de aprendizaje y cambio.

 ¿Qué le parece la silla o el rincón de pensar?

Es una técnica punitiva, se trata de una expulsión o aislamiento del niño sin dotarle de ningún tipo de herramienta para que aprenda a gestionar el conflicto. Un niño no sabe pensar si no es guiado y acompañado con un adulto y desde luego, nadie puede pensar inundado de ira o de frustración. Es un castigo maquillado que no aporta absolutamente nada. Aislar e ignorar física y afectivamente a un niño no educa. Por el contrario, contenerle, ayudarle a calmarse (respiración, frasco de la calma, un cojín preferido, un abrazo si se deja, un cuantas carreras…), para después guiarle hacia una reflexión sobre lo ocurrido y tratar conjuntamente de encontrar una mejor manera de hacer las cosas, sí educa. Porque no se trata sólo de decirle lo que no es correcto, sino de mostrarle caminos alternativos al mal comportamiento. Incluso pueden utilizarse recursos como teatralizar la situación con las nuevas estrategias para que “ensaye” su puesta en marcha, o darle al botón imaginario del retroceso para tener la oportunidad de esta vez, hacerlo bien. Ellos necesitan saber cómo y es nuestra responsabilidad ayudarles. No expulsarles.

Hacerlo como usted indica, ¿qué aporta en ese niño?

Conseguir personas empáticas, respetuosas y capaces de gestionar los conflictos, a no ser personas sumisas y resentidas incapaces de conectarse con sus propias emociones y mucho menos con las de los otros. Uno no puede dar lo que no tiene y no puede ofrecer lo que no sabe.

Deme argumentos para no castigar a un niño de infantil y/o primaria

El primero y más esencial de todos es por razones éticas universales: cuando castigamos a un niño pequeño atentamos contra su dignidad como persona. Los castigos, sean de la índole que sean, tienen un componente de sometimiento y humillación. Se impone por la fuerza la voluntad de un ser humano sobre otro, que es, además, más débil.

Pero es que, además está suficientemente demostrado que el castigo no modifica la conducta a largo plazo, no educa, deteriora el vínculo entre el niño y el adulto, genera resentimiento, conductas evitativas, y violencia. Fragiliza una autoestima en construcción, genera ansiedad y miedo, y perpetúa el modelo anacrónico, simplista e ineficaz de educación que ya no defenderían ni los conductistas más radicales. Se trata de un modelo aprendizaje que corresponde al siglo pasado y experimentado inicialmente con animales, para generalizarlo después al comportamiento humano.

Muchos lo defienden porque así el niño deja de hacer aquello por lo que se le castiga…

Pero no porque realmente haya interiorizado las razones por las cuales no debe hacerlo, sino por miedo y por evitar el castigo. Luego el castigo no produce un aprendizaje de los valores que pretendemos inculcar. Es una enorme paradoja, porque cuando se les pregunta a los padres qué quieren para sus hijos, la mayoría responde que sean buenas personas y que sean felices.

Y castigando, ¿no se consigue?

Queremos educar personas con criterio, con valores, empáticas y respetuosas, capaces de defender su espacio sin invadir el de los otros. Esto sólo se consigue cuando la motivación es intrínseca, es decir, cuando hacemos las cosas porque creemos que deben ser hechas, no porque temamos las consecuencias externas. Se trata de construir cimientos sólidos desde dentro, no convertir a nuestros hijos en marionetas manejadas por la aprobación o desaprobación del entorno.

Un niño de 3 años no quiere dormir la siesta en el colegio y por ello molesta a los demás. ¿Sugiere castigo ejemplar o llevárselo a otra parte?

Sugiero revisar la competencia académica y profesional de una profesora que castiga a un niño de 3 años, haga lo que haga. Si no encuentra más alternativas que el castigo, entonces probablemente no merece ocupar semejante responsabilidad. Sugiero respetar la decisión del niño de no dormir y ofrecerle opciones de acuerdo a su edad que equilibren el descanso de los otros y su no necesidad de hacerlo. Lo que desde luego no es admisible es que el niño se convierta en el chivo expiatorio de la incompetencia de algunos profesores y de un sistema que premia el comportamiento de la mayoría y castiga a los que no quieren o no pueden engrosar la media estadística. Estamos educando, no adiestrando.

¿Sirve de algo castigar? ¿Aunque ese algo sea negativo?

Para deteriorar la relación entre el adulto y el niño, para aprender a someterse a alguien con más poder, para introyectar que el error es malo, para conectarles con el resentimiento, para no gestionar las verdaderas razones por las que se han comportado mal y para empezar a normalizar la violencia y las relaciones de poder como la manera natural de relacionarse.

Persiste el pensamiento colectivo que asegura que si no hay disciplina estamos convirtiendo a los niños en unos tiranos. ¿Es eso cierto?

El camino más rápido para convertir a un niño en tirano es sometiéndole y humillándole. La historia es contundente ilustrándonos con montones de ejemplos de niños que fueron educados de forma rígida y punitiva. Hitler es uno de ellos.

No castigar a un niño no significa no educarlo. Hablamos de educar desde una óptica que respeta su dignidad, pero que pone límites. Autoritarismo no es lo mismo que autoridad. El autoritarismo es abuso de poder mientras que la autoridad se gana, desde la integridad y la coherencia.

Ahora bien, si convenimos en que disciplina es que un niño obedezca a lo que se le ordena, que haga todo aquello que esperamos de él, que no cometa errores, que nunca se comporte mal, que cumpla en definitiva con las expectativas que los adultos le hemos puesto en la espalda y en el alma, entonces hablamos de sumisión y de despersonalización, no de adaptación.

¿Por qué los niños de infantil siempre tienen ganas de aprender y según van cumpliendo años hasta llegar a secundaria se van cayendo en el interés llegando al fracaso escolar?

El niño es un ser inteligente y curioso con una tendencia innata a experimentar y a tratar de comprender lo que le rodea, gracias a eso hemos sobrevivido como especie. La escuela actual es un producto decimonónico, escasamente revisado, anclado en un pensamiento encorsetado y fijo que prioriza el resultado antes que el proceso, que penaliza la creatividad y el error y que no respeta la individualidad y modo de aprendizaje de cada niño.

La escuela de hoy (con escasas y benditas excepciones) consiste en una repetición absurda de datos, la mayoría de poca o ninguna utilidad práctica que encorseta a todos los niños como si fueran iguales, que penaliza el error y que castra o ignora la creatividad vivenciándola como molesta o excéntrica. Cuando los niños, especialmente los más inteligentes, lo perciben, se desmotivan. Y lo que es peor, pierden el interés por aprender, lo que a mi modo de ver y entender la infancia, es una castración en toda regla.

¿Alguna sugerencia para sobrellevar al niño díscolo de la clase?

La única manera es a través del vínculo, ofreciéndole formar parte de los acuerdos, dándole responsabilidad y dejándole que experimente las consecuencias de un mal comportamiento, que no es lo mismo que un castigo.

¿El conductismo es el rey? ¿Por qué?

Porque es efectista, es decir, produce resultados inmediatos y eso nos tranquiliza mucho. Pero se queda en la superficie puesto que es un modelo que procede el aprendizaje animal y no contempla elementos cognitivos ni emocionales que son, en definitiva, lo que somos.

¿Cómo es el aula de infantil perfecta?

Sería el hogar de cada niño con un adulto de referencia con atención exclusiva. Como eso es difícil, lo mejor sería una que tuviera pocos o muy pocos niños, lo menos directiva posible, que permitiera la experimentación y la creatividad sin juicios, que tuviera al frente a los profesionales más y mejor preparados con conciencia plena de tener en sus manos la etapa más crítica del desarrollo de un ser humano, que favoreciera la educación emocional y la autoestima en lugar de los contenidos académicos, que utilizara el juego y solo el juego para transmitir el gusto por aprender, que incorporase el error como parte esencial de cualquier aprendizaje, que respetase los ritmos evolutivos de cada niño sin forzar etapas, y desde luego, sin sillas de pensar, sino con rincones de la tranquilidad y espacios para la negociación y el acuerdo. Y esto que acabo de describir existe, no es utopía. Se trata de querer y de entender la educación cambiando el paradigma hacia otro donde el niño es el protagonista pleno en derechos y dignidad, y el material humano más delicado y precioso con el que cuenta una sociedad. Cualquier posibilidad de cambio hacia sociedades menos violentas y más empáticas pasan por un cambio en la manera de educar. Nos jugamos todo en la infancia.

Fuente: http://www.abc.es/familia/padres-hijos/abci-castigos-ninos-no-sirven-para-nada-201606091359_noticia.html

 

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