Mundo: Una infancia doblemente condenada

Una infancia doblemente condenada

Fuentes: Rebelión [Foto: Comite Español de ACNUR]

A este ritmo de consumo se necesitarían tres planetas Tierra

Aunque algunos de los países más poderosos sobreprotegen a su infancia, son, al mismo tiempo, responsables de políticas con consecuencias nefastas para miles de niños y niñas de los países “pobres”. En este marco de desproporcionalidad planetaria, el trabajo infantil, que involucra a más de 160.000.000 de niñas y niños en el mundo, constituye otra señal de alarma en todos los continentes.

El 24 de mayo, UNICEF (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia) presentó el informe Report Card: Lugares y Espacios, elaborado por su Oficina de Investigación Innocenti, de Florencia, Italia. Dicho estudio analiza y compara la creación de entornos saludables para la infancia en 43 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y de la Unión Europea (UE) (https://www.unicef-irc.org/publications/1423-rc17-resumen-lugares-y-espacios-entornos-y-bienestar-infantil.html).

Doble moral del mundo desarrollado

Este informe emplea muy diversos indicadores: la exposición a contaminantes nocivos, el aire tóxico, el empleo de plaguicidas, la humedad y el plomo. También evalúa el acceso a la luz, los espacios verdes y las carreteras seguras. Junto con todos estos parámetros, Innocenti incorpora el impacto de estos países en la crisis climática global, en el consumo de recursos y el desecho de residuos electrónicos.

El resultado es preocupante, ya que prácticamente ninguna de las naciones evaluadas logra proporcionar un entorno que respete todos los indicadores de referencia.

Aún más: el impacto de algunos de los países más ricos sobre el medio ambiente mundial, como Australia, Bélgica, Canadá y Estados Unidos, es grave cuando se consideran las emisiones de CO2 y los residuos electrónicos que producen, así como el consumo general de recursos per cápita.

Estos cuatro países ocupan también una posición para nada destacada en la creación de entornos saludables para los niños y niñas dentro de sus fronteras. Las cifras son sorprendentes. Más de 20 millones de menores de los países evaluados presentan en la sangre niveles elevados de plomo, una de las sustancias tóxicas ambientales más peligrosas.

Finlandia, Islandia y Noruega se ubican en puestos de cabecera entre los que aseguran un medio ambiente saludable para sus niños y niñas; paradójicamente, figuran entre los más contaminantes, generando altos índices de emisiones, residuos electrónicos y consumo.

En Islandia, Letonia, Portugal y el Reino Unido, 1 de cada 5 niños y niñas está expuesto a altos índices de humedad e incluso moho en sus viviendas, mientras que en Chipre, Hungría y Turquía padecen este problema 1 de cada 4.

Muchos menores respiran aire tóxico tanto fuera como dentro de sus casas. México, uno de los tres miembros latinoamericanos de las OCDE junto con Costa Rica, Brasil y Colombia, es uno de los países con mayor número de años de vida saludable perdidos a causa de la contaminación atmosférica: 3,7 años por cada 1.000 niños. En el otro extremo de la pirámide, Finlandia y Japón registran los datos más bajos, con 0,2 años.

En cuanto a la contaminación causada por plaguicidas, en Bélgica, Israel, Países Bajos, Polonia, República Checa y Suiza, 1 de cada 12 niños están expuestos a esos tóxicos. Este tipo de contaminación se relaciona con el cáncer, incluida la leucemia infantil, y además puede dañar los sistemas nervioso, cardiovascular, digestivo, reproductivo, endocrino, sanguíneo e inmunológico de la infancia.

Se agota la Tierra

El uso desproporcionado de recursos para una producción y un consumo descontrolados aparece como elemento clave del Report Card. Si todos los habitantes del mundo consumieran al mismo nivel que los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos y de la Unión Europea, según este estudio se necesitaría el equivalente a 3,3 planetas Tierra. Y si todo el mundo explotara los recursos naturales al ritmo que lo hacen los habitantes de Canadá, Luxemburgo y Estados Unidos, se necesitarían por lo menos, cinco planetas.

En cuanto a la “crisis” de la infancia, el informe de UNICEF publicado la última semana de mayo llama a los gobiernos a mejorar el entorno de la misma, en particular, de los sectores más vulnerables. “Los niños y niñas de las familias pobres tienden a estar más expuestos a los daños ambientales que los de las familias más ricas”, subraya el organismo internacional. En consecuencia, propone actuar de forma responsable y con visión de futuro: “Ellos van a ser quienes se enfrenten a los problemas medioambientales actuales durante más tiempo; pero también son los que menos pueden influir (hoy) en el curso de los acontecimientos”.

Un ejemplo a no imitar

Suiza, con apenas 8 millones de habitantes –y solo 41.000 kilómetros cuadrados– sale muy mal parada en el informe debido a su consumo insostenible. En efecto, ocupa el puesto 33 y está casi en la cola de la clasificación de los países evaluados.

El ciudadano helvético medio genera 708 kilogramos de residuos por año y el país ocupa el sexto lugar entre los que más basura producen. México oscila en unos 400 kilos anuales per cápita; España, 442 kilos, y Alemania más de 600 kilos. Estados Unidos, uno de los primeros en la escala internacional, contabiliza 770 kg de desechos anuales per cápita.

Por otra parte, la nación alpina tiene uno de los valores más altos de emisiones de CO2, ocupando el séptimo lugar en el mundo. Como media, una persona en Suiza produce 13,5 toneladas de CO2 por año. La Confederación Helvética es, además, el tercer país productor de residuos electrónicos: cada habitante genera, anualmente, 23,4 kg de desechos de ese tipo. En su descargo, hay que mencionar que realizó progresos en materia de contaminación atmosférica y desde 1990 ha estado reduciendo los valores de partículas finas PM2,5 a casi la mitad, pasando de 18,3 a 10, lo que le ha permitido mejorar los índices de contaminación urbana.

El trabajo infantil inhumano

El 20 de mayo, apenas cuatro días antes de conocerse el Report Card de UNICEF, finalizó en Durban, Sudáfrica, la 5ª Conferencia Mundial sobre la Erradicación del Trabajo Infantil, convocada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Según la OIT, 160.000.000 de niñas y niños trabajan actualmente en el mundo, de los cuales cerca de 80 millones realizan una actividad laboral que puede considerarse peligrosa. En los últimos cuatro años, y en parte como efecto de la pandemia, el número de niños y niñas trabajadores aumentó más de 8.000.000. El mayor incremento se dio entre los de cinco a once años de edad, quienes representan más de la mitad de la totalidad de los casos de trabajo infantil.

El sector agrícola representa el 70% del trabajo infantil (112.000.000), seguido por el rubro de servicios, con un 20% (31.400.000) y la industria, con un 10% por ciento (16.500.000). El trabajo infantil es más frecuente entre los varones, independientemente de la edad. Si se tienen en cuenta las tareas domésticas realizadas durante 21 horas o más por semana, la brecha de género se reduce. En cuanto a su incidencia geográfica, es casi tres veces más frecuente en zonas rurales (14%) que en centros urbanos (5%).

Según las conclusiones de la Conferencia de Durban, los niños y las niñas que trabajan corren el riesgo de padecer daños físicos y mentales y ven más amenazado su acceso a la escuela. Casi el 28% de cinco a once años de edad y el 35% de 12 a 14 de edad no concurren a la escuela. Esta situación “restringe sus derechos, limita sus oportunidades en el futuro, y da lugar a círculos viciosos intergeneracionales de pobreza y más trabajo infantil”, explica la OIT.

El evento sudafricano propuso, como antídoto contra este flagelo, fomentar una protección social adecuada para todas las personas con prestaciones universales por hijos e hijas, aumentar los recursos para una educación gratuita y de calidad y estimular y facilitar el regreso de los menores a la escuela, incluso el de aquellos que estaban fuera del sistema escolar ya antes de la pandemia del COVID-19.

El organismo internacional también recomendó promover el trabajo decente para los adultos, con el objetivo de que las familias no tengan que recurrir más a la ayuda de sus hijos para generar los ingresos necesarios. E invertir en sistemas de protección de la infancia, el desarrollo del sector agrícola, servicios públicos rurales, infraestructuras y medios de subsistencia.

Millones de niñas y niños que trabajan. Muchas veces en condiciones de extremo riesgo por tratarse de actividades peligrosas, como la minería en socavones o la producción textil en talleres que son verdaderos escondrijos insalubres. Generalmente, sin poder asistir a una escuela ni ejercer su legítimo derecho a jugar. Al mismo tiempo, millones de niños y niñas, así como adolescentes en todo el planeta sin distinción de hemisferios que sufren las consecuencias nefastas de la crisis ambiental producida, en gran medida, por las naciones desarrolladas. Un modelo intrincado de producción y despilfarro repleto de víctimas infantiles. Un presente que niega el futuro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/una-infancia-doblemente-condenada/

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Yemén: La falta de escolarización lleva a Iman a mejorar su aprendizaje

La falta de escolarización lleva a Iman a mejorar su aprendizaje

Un programa multi-institucional ha dotado a cientos de yemeníes vulnerables de conocimientos para mejorar su educación general y su formación en el puesto de trabajo, proporcionándoles los medios para asegurarse unos ingresos sostenibles.

SANAA (OIT Noticias) – Iman Mohammed proviene de una familia de 11 personas en la aldea de Bani Quis, en la gobernación noroccidental yemení de Hajjah. La familia es mantenida económicamente por su padre, un jornalero y repartidor de motocicletas.

Mohammed abandonó la escuela a una edad temprana porque carecía de medios para llegar a su escuela, situada a unos seis kilómetros de su pueblo. Ahora, con 18 años y sólo semianalfabeta, desearía haber tenido la oportunidad de aprender en la escuela.

«Recuerdo que fui una excelente alumna de primaria, pero desgraciadamente no sé leer ni escribir como muchas otras chicas de mi edad que ya han terminado el instituto», afirma.

Decidida a buscar otras opciones de aprendizaje para obtener habilidades profesionales prácticas, Mohammed se unió a un plan de aprendizaje: el componente de habilidades y emprendimiento del Programa Conjunto de Apoyo a los Medios de Vida Resistentes y la Seguridad Alimentaria en Yemen (ERRYJP II) . El programa está financiado por la Unión Europea y la ASDI, y el plan es aplicado por la OIT en colaboración con la Fundación Ghadaq de Yemen.

«Aunque esta formación se imparte en el pueblo de Kashir, que está a seis kilómetros de mi aldea, de ninguna manera iba a perder esta oportunidad de aprender algo nuevo en mi vida», dijo Mohammed.
Su determinación de aprovechar al máximo la nueva oportunidad de formación era evidente para Ahlam Ali Hussein, instructora teórica del Ministerio de Educación Técnica y Formación Profesional (MTEVT), especializada en sastrería, confección y diseño de moda.

«Aunque Iman es semianalfabeta, demostró un gran interés y consiguió dominar con bastante facilidad los fundamentos de la confección y la costura», dijo Ahlam Hussein.

Además de la instrucción teórica, Mohammed adquirió útiles conocimientos de costura gracias a la formación práctica que recibió en el Laboratorio de Costura Kashir de su maestro artesano, Ashwaq Darweesh.

«Iman no sabía mucho sobre costura y confección, pero aprendió rápidamente y confeccionó prendas bien confeccionadas», dijo Ashwaq Darweesh.

Mohammed ha empezado a coser vestidos en su casa y espera que esto se convierta en un negocio próspero que le proporcione una fuente de ingresos sostenible.

«Por lo general, la confección de una prenda media requiere 2.000 riales yemeníes (unos 8 dólares), teniendo en cuenta el coste de los cuellos, el hilo y la tela», explicó. «Cuando vendo la pieza final, se vende por al menos 3.000 riales, lo que me da un beneficio de unos 1.000 riales».

«Durante las vacaciones de Eid pude obtener un buen beneficio», añadió, reflexionando sobre los resultados de las habilidades que consiguió durante la fase de formación. «Hice unos 12 vestidos tradicionales de mujer, dos vestidos normales y tres pares de pantalones».

Mohammed es una de las 590 aprendices que recibieron formación teórica, de habilidades para la vida y financiera, seguida de formación en el puesto de trabajo impartida por 320 maestros artesanos (MCP). El programa había proporcionado previamente a los maestros artesanos formación sobre metodologías de aprendizaje, formación y evaluación basadas en la competencia (CBT/A) y seguridad y salud en el trabajo (OSH). De este modo, los PCM estaban preparados para formar a los aprendices y ayudarles a mejorar sus condiciones de trabajo.

ERRYJP II  es un programa de tres años financiado por la Unión Europea (UE) y la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (ASDI), y ejecutado en Yemen por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en seis gobernaciones vulnerables: Abyan, Hajjah, Hodeidah, Lahj, Sanaa y Taiz.

Fuente de la Información: https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/mission-and-objectives/features/WCMS_814357/lang–es/index.htm

 

 

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Es necesaria una labor comunitaria para poner fin al trabajo infantil

Por: Peace Okebugwu

Publicada en www.ilo.org

Mientras crecí en Makurdi, en el estado de Benue (Nigeria), era habitual ver a niños trabajando. Siempre he soñado con combatir esa lacra tan arraigada en nuestra sociedad.

Me comprometí a luchar contra el trabajo infantil porque este constituía una amenaza para los niños de mi entorno. He conocido a niños que han sido abusados sexualmente, maltratados físicamente y privados de una educación y una infancia feliz. Es muy doloroso para mí.Durante mi estancia en la universidad, organizaba clases para niños que vivían en aldeas cercanas, ya que la mayoría de ellos no iban a la escuela. Mi objetivo era demostrar a sus padres la utilidad de la educación y suscitar en los niños el interés por la escuela.
Peace Okebugwu, trabajadora de una ONG, sostiene un cartel que dice "#Apruebe la ley sobre derechos infantiles en Bauchi", rodeada de alumnas con pañuelos azules y uniforme. Algunos niños descansan sentados en el suelo. Cabaña escolar rudimentaria.

Esta foto se tomó en una escuela secundaria estatal en el marco de mi proyecto sobre la Ley sobre derechos infantiles en el estado de Bauchi.

© Okebugwu Peace/Itodo Samuel

Los niños suelen trabajar con su familia en instalaciones agrícolas cercanas, o venden productos en las calles, en paradas de autobuses y gasolineras. Venden agua, leche de soja y galletas. Si proceden de familias de agricultores, pueden vender sus productos, por ejemplo, cacahuetes o maíz.En el campus de mi universidad veía a niños que trabajaban hasta las 11 de la noche y se quedaban dormidos cerca del pasillo de los estudiantes. Algunos alumnos se compadecían de esos niños, y otros lo aceptaban como algo normal.Tras licenciarme, me di cuenta de que quería hacer algo al respecto. Fui a campos de desplazados para impartir formación a adolescentes sobre salud sexual y reproductiva, y otros temas. Mis hermanos y mi padre me ayudaron.

Posteriormente, mi pasión por ayudar a mi comunidad fue cada vez mayor.

Durante mi año de servicio en el programa National Youth Service Corps, en el Estado de Bauchi, en la región nororiental de Nigeria, constaté que en dicho estado se registraba una de las tasas más altas de casos de abuso sexual, trabajo y matrimonio infantil.
A raíz de ello, puse en marcha una campaña para fomentar la aprobación de la Ley sobre derechos infantiles, que actualmente es objeto de estudio.

No resultó sencillo: las partes interesadas no siempre estaban accesibles, y mi equipo necesitaba promover su labor entre el público. También afrontamos retos financieros, pues tuvimos que desplazarnos mucho.

Pero seguí adelante. Al ayudar a un niño, tengo la impresión de vivir mi sueño y siento la necesidad de hacer más.

Mis padres siempre me alentaron a centrar mi interés y a cumplir mis sueños, sin importar los retos que tuviera por delante. Ese impulso es el que me permite movilizar a los jóvenes contra el trabajo infantil. Peace OkebugwuJefe de proyecto

Al ser la tercera hija en una familia de cinco hijos, supe lo que es no poder satisfacer todas las necesidades. Ello me instó a superarme. Mis padres siempre me alentaron a alcanzar mis sueños, sin importar los retos que tuviera por delante. También tengo hermanos que me apoyan, en particular mi hermana mayor, con la que comparto objetivos.

Ese impulso me permite movilizar a los jóvenes contra el trabajo infantil. Les pido que participen en debates sobre nuestro objetivo común, y trabajamos de consuno para facilitar nuestra visión.

Actualmente trabajo con la fundación Beulah Future Leaders, ONG cuya sede se encuentra en el estado de Kaduna y se ocupa de problemas que afectan a niñas y mujeres. Colaboramos directamente con nuestros beneficiarios, y empoderamos a niños, adolescentes y jóvenes a través de la educación. Mejoramos su acceso a la información y a servicios en materia de derechos y salud sexual y reproductiva.

Con nuestro enfoque práctico comunitario, colaboramos con los más marginados, en particular niñas, mujeres y personas con VIH. Nuestro objetivo es erradicar el trabajo infantil, la violencia de género y el maltrato infantil mediante campañas de concienciación, intercambio de conocimientos, capacitación y programas de calidad.

Entre mis actividades encaminadas a la erradicación del trabajo infantil cabe destacar la organización de clases en comunidades rurales para niños que no van a la escuela, la colaboración con organizaciones y particulares en actividades de sensibilización y la organización de servicios de desarrollo comunitario.

Las demás personas pueden colaborar en la lucha contra el trabajo infantil en actividades de aumento de la concienciación, voluntariado y financiación de proyectos cuyo objetivo sea erradicar el trabajo infantil. También pueden elaborar carteles o escribir en periódicos locales.

Es importante colaborar con otras personas en campañas de sensibilización. Y conviene entablar contacto con jóvenes en escuelas y promotores de grupos comunitarios dispuestos a colaborar en acciones contra el trabajo infantil.

Este año se celebra el Año Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil. ¡Colabore!

Fuente e Imagen: https://voices.ilo.org/es-es/stories/es-necesaria-una-labor-comunitaria-para-poner-fin-al-trabajo-infantil

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