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Palestina: La educación después del genocidio de Gaza

La educación después del genocidio de Gaza

Renán Vega Cantor

A la memoria de los miles de profesores, estudiantes, poetas, artistas y científicos asesinados por el Estado genocida de Israel.

“Las historias que llegan de Gaza son dignas de pesadillas. Si no actuamos ahora, la historia nos juzgará a todos. […] Los niños son asesinados a un ritmo devastador, familias enteras son borradas del registro. Las cifras son desgarradoras y, con la violencia no solo continuando, sino expandiéndose, muchos más niños siguen en grave riesgo. Se trata de graves violaciones de proporciones épicas”. -Jason Lee, director de Save the Children para los territorios palestinos ocupados, diciembre 12 de 2023.

El Sindicato de Profesores y Empleados de la Universidad de Birzeit (Palestina ocupada), Todos y todas somos palestinos (octubre 11 de 2023) sostiene: “En estos momentos todos y todas somos Palestinos y es nuestro deber actuar sin demora contra los verdaderos criminales, gritando frente a este monstruo y su barbarie. […] Hablar de libertad, ya sea política, académica o social, caerá en oídos sordos mientras que los verdaderos criminales no sean calificados y tratados como tal. Nosotros, en Palestina ocupada y exiliados, no nos hacemos ilusiones con sueños poéticos sobre la victoria de la pluma sobre la espada. La espada, blandida por un enemigo apoyado por la comunidad internacional, ya ha penetrado muy profundamente nuestra carne en una historia imperialista en la que el enemigo, que sostiene la espada asesina, tiene también la pluma que narra su asesinato. Como intelectuales y académicos trabajando en Palestina ocupada usamos nuestra voz, sin importar cuan fútil sea en (este) momento crítico, confiando en la abnegación y resistencia de nuestro pueblo. Creemos plenamente en el triunfo de nuestra libertad y de nuestros derechos inalienables. Declaramos, en este momento histórico y urgente, que venceremos y que la justicia triunfará. No somos víctimas pasivas, aunque hayamos sido asesinados, desfigurados y expulsados por un Estado colonial animado por una ideología de odio frenético y de violencia sangrienta. Nadie nos callará. Nuestra resistencia abrirá una de las grandes alamedas de la historia por las que transitará el hombre libre. Permanecemos firmes y venceremos”.

El título de este texto parafrasea a La educación después de Auschwitz (el campo de concentración y exterminio de la Alemania nazi), el ensayo que escribió el filósofo alemán Theodor Adorno en 1966, en cuyas primeras líneas se dice: “La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación. Hasta tal punto precede a cualquier otra que no creo deber ni poder fundamentarla. No acierto a entender que se haya dedicado tan poca atención hasta hoy. Fundamentarla tendría algo de monstruoso ante lo monstruosidad de lo sucedido. […]. Cualquier debate sobre ideales de educación es vano e indiferente en comparación con este: que Auschwitz no se repita. Fue la barbarie, contra la que se dirige toda educación”[1].

Desafortunadamente, hoy nos encontramos ante la repetición de la barbarie genocida contra el pueblo palestino por parte de Israel. Por supuesto, no es la primera vez que se repite Auschwitz. Incluso eso ya se había dado en el momento en que Adorno publicó el texto mencionado, el cual, hay que resaltarlo, tiene dos problemas de fondo: es tremendamente eurocéntrico y ahistórico. No nos referimos al conjunto de la obra del autor alemán en lo relativo a sus consideraciones sobre el nazismo y el genocidio en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, sino a lo que dice en el artículo reseñado, considerado acá como una unidad analítica. Adorno es eurocentrista porque en su texto no aparece ni una sola mención a la barbarie capitalista e imperialista fuera de Europa, que en los momentos en que escribe ya era evidente y sobre la cual ya existía información a la mano. Nos referimos a hechos como la guerra de Corea (1950-1953), la guerra de Vietnam, que escalaba por la incursión de los Estados Unidos durante la década de 1960, la masacre de Indonesia (1965-1966), el etnocidio en Guatemala (que comenzó en junio de 1954), de todos los cuales fue contemporáneo Adorno. Pero también su visión es eurocéntrica porque desconoce genocidios anteriores llevados a cabo por los poderes colonialistas en América, África, Asia y Oceanía, entre los cuales sobresale el de la población del Congo por parte de Bélgica y su rey Leopoldo II (entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX), el de los Armenios por parte de los Turcos, entre 1915 y 1918, para no hablar del genocidio de los indígenas en las Américas después de 1492. Adorno, al parecer, asumió como válido el supuesto que el genocidio de los judíos ‒porque tampoco menciona el de los gitanos, los comunistas, los homosexuales, los incapacitados‒ es un hecho especial, dotado de un significado único y excepcional.

Hay otra limitación en el texto de Adorno, su ahistoricismo, que supone no explicar las razones por las cuales entraron en juego intereses concretos e intervienen determinadas fuerzas sociales, económicas y políticas en el caso del genocidio en Alemania. Es ahistórico, además, no considerar ese mismo suceso en una perspectiva amplia, del antes y el después, que supone involucrar el colonialismo, un concepto que no es mencionado ni una sola vez en el escrito referenciado, como responsable directo de diversos genocidios en los últimos siglos. Por eso, ni siquiera se menciona el genocidio del pueblo herero en la actual Namibia, realizado por los colonialistas alemanes a comienzos del siglo XX.

En definitiva, para Adorno el llamado de alerta para que no se repita Auschwitz parece restringirse a Europa occidental, porque no se notan preocupaciones por el resto del mundo. Estas críticas no suponen desconocer los aportes que presenta el escrito aludido, algunos de los cuales nos sirven como soporte a este ensayo, entre otros su crítica a la racionalidad instrumental y mecánica que condujo al asesinato industrial de millones de seres humanos y el hecho de enfatizar que la barbarie es un derivado de la civilización moderna, de sus fuerzas productivas-destructivas, de sus productos tecnológicos y de su orden racional y burocrático. Claro, ahora ante la tragedia en curso podemos decir que nuestra lucha como seres humanos y educadores deber ser para detener el genocidio en Gaza y para que este no se repita nunca.

EL GENOCIDIO EDUCATIVO EN GAZA

Los crímenes de Israel abarcan todos los aspectos de la vida de los habitantes de Gaza y Cisjordania y, por supuesto, la educación, la ciencia, la cultura, la poesía, la literatura y las artes no se libran de esa vocación genocida, la cual debería conmover a cualquier habitante de este planeta, empezando por nosotros, los educadores.

Al respecto, las cifras del genocidio educativo son aterradoras, como lo indican datos cuantitativos y cualitativos que, desde luego, no pueden dar cuenta del drama humano, físico y sicológico que afrontan profesores y estudiantes de la Palestina histórica. Como parte del genocidio de los palestinos que realiza Israel debe resaltarse que este es, al mismo tiempo, un memoricidio, un infanticidio, un juvenicidio y un feminicidio, siendo uno de sus objetivos principales, aparte de matar a seres humanos, destruir sus valores culturales y su sistema educativo, todo con la finalidad de hacer imposible la vida en Gaza.

Para empezar, debe recordarse que, pese a los bloqueos, asesinatos sistemáticos y bombardeos continuos que soporta Gaza desde hace varias décadas, el nivel educativo de su población es sorprendente, con un bajo índice de analfabetismo (del 0 o el 2% según las fuentes). Gaza tiene uno de los niveles más altos de matrícula escolar en el mundo, que alcanza la cifra de un 95% de niños cursando la educación básica.

En medio de cierres periódicos, por el ciclo de bombardeos por parte de Israel, las escuelas, universidades y centros culturales volvían a funcionar rápidamente, con más ahincó y energía como forma de recuperar lo que pierden en cada nueva incursión del ejército de Israel, que suele ensañarse con los bienes culturales y educativos. Eso ahora va a ser más difícil y demorado, casi imposible, por la destrucción de la infraestructura educativa, sanitaria y residencial en Gaza.

Los resultados de esta nueva oleada criminal de Israel han supuesto dejar de la noche a la mañana a 625 mil estudiantes sin escuela en Gaza; 90 mil estudiantes universitarios ya no van a clase; el 60% de las escuelas han sido destruidas y el 90% de las universidades; las librerías y bibliotecas han sido arrasadas;entre el 7 de octubre y el 15 de enero de 2024, el ejército de Israel había matado a 94 profesores universitarios; también han sido asesinados en forma premeditada más de cincuenta científicos, poetas e investigadores.

Desde el inicio de la agresión directa, unas 95 escuelas e inmuebles universitarios de Gaza quedaron totalmente destruidos y en forma parcial otras 295. Han sido asesinados en los tres primeros meses del ataque criminal de Israel 4.300 estudiantes y 231 profesores y trabajadores de la educación básica. Otros 7.259 estudiantes y 619 profesores resultaron heridos. En total, en los primeros 100 días de la brutal agresión de Israel han sido destruidas 390 instituciones educativas, incluyendo escuelas y universidades. La destrucción de las escuelas es un objetivo prioritario de Israel y eso explica que ese país se haya negado a firmar (junto con los Estados Unidos) el Acuerdo Internacional sobre Escuelas Seguras, ratificado por 185 países.

En tiempo de bombardeos, las escuelas se convierten en refugios y cesan las actividades educativas. Eso ha sucedido en Gaza, con el agravante de que las escuelas también son bombardeadas con la gente que allí se refugia, pensando que eran lugares seguros.

Si en junio de 2022, Save the Children informó que el 80 por ciento de los niños de Gaza vivían en estado permanente de tristeza, depresión y sufrimiento, por la violencia y la pobreza, ahora ese porcentaje es del 100%.

Ese millón de niños que sobreviven en Gaza han estado expuestos a bombardeos durante cinco guerras de agresión por parte de Israel: 2008, 2012, 2014, 2021 y 2023-2024. Imaginémonos por un momento el brutal impacto de los bombardeos en la vida de los niños. Un solo testimonio nos ayuda a entenderlo, el de la niña Dana Shamiya, de 11 años, quien en el momento de comenzar los bombardeos escribió una conmovedora carta a su madre: “Todo es aterrador y da miedo. Ha sido mi cumpleaños y no he soplado las velas. No recibí regalos ni nada. Echo de menos a mi padre y a mis hermanos. Me siento como si estuviera ardiendo. Casi me vuelvo loca”[2].

Este es solo un caso de los miles de niños que sufren traumas psicológicos, como producto directo de la guerra que llevan y viven en sus frágiles cuerpos y en sus tiernas mentes, tales como depresión, ansiedad, miedo, trastornos psicológicos, soledad, impotencia y, hacia el futuro, un ferviente deseo de venganza.

Y esto último no sorprende, porque el arrasamiento de la infraestructura educativa ha formado parte sustancial de los efectos de la campaña bélica, pero también la destrucción del tejido educativo, cultural y científico. Y eso se hace con el asesinato de poetas, artistas, investigadores, escritores, médicos, abogados, científicos connotados en diversos campos del saber… Todo ello tiene fines claros y no es resultado de “daños colaterales”: se busca eliminar lo que pueda significar un resquicio de pensamiento y de resistencia, hundiendo a la población de Gaza en la ignorancia absoluta y de esa forma negarles cualquier posibilidad de un futuro digno.

En una de las escenas más pavorosas en materia educativa, que debe quedar registrada en la historia universal del genocidio cultural, el 17 de enero de 2024 las fuerzas armadas de Israel destruyeron con explosivos el edificio principal de la Universidad Al-Israa de la ciudad de Gaza. Esa atroz destrucción quedó registrada en video y fotografía, como una instantánea del triunfo de la barbarie y de apoteosis del grito fascista de “muerte a la inteligencia”. Israel también hizo estallar el edificio donde se encontraba el único hospital universitario de Gaza.

Para salir de los datos estadísticos, muy fríos y poco vitales, digamos que entre los estudiantes asesinados se encuentra Al-Shaima Akram Saidam, la alumna con mejor puntaje en los exámenes de secundaria en Palestina en 2023, quien fue triturada, junto con su familia, por una “bomba inteligente” del ejército invasor de Israel lanzado sobre un campo de refugiados el 16 de octubre de 2023. En el mes de julio, cuando ella se había enterado de su alto puntaje hubo una fiesta, en que sus familiares celebraban con cantos y tambores su alegría por su logro académico. En esa ocasión ella misma había dicho que «incluso durante las agresiones [israelíes] nunca dejé de estudiar», mientras acariciaba las flores que le habían regalado. Entre sus planes estaba convertirse en traductora de inglés y estudiar en la universidad Islámica de Gaza, cuyo edificio fue destruido por las tropas de Israel[3].

Al-Shaima Akram Saidam, asesinada por Israel

El genocidio cultural de Israel lo expresa una joven graduada, Eman Alhaj de 22 años, quien nunca ha estado fuera de Gaza, siempre ha vivido en esta gran prisión. Cuenta su historia: “Terminé la carrera hace algunos meses, quería hacer un posgrado, pero mi universidad ha sido bombardeada. Israel ha convertido mis proyectos en cenizas. Todo se ha esfumado […] Mi universidad, mi campus, mis recuerdos. Yo creo que Israel hace todo esto conscientemente: quiere atacar nuestro derecho a ir a clase, que es en definitiva nuestro derecho a creer en el futuro. Me desespera estar viviendo todo esto. Estoy aterrada. Los tanques nos rodean, de norte a sur y ningún lugar es seguro. Puedo morir ahora mismo, mientras hablamos”[4].

Israel pretende destruir, de una vez por todas, dos cosas, vitales para cualquier sociedad y grupo humano: su historia y memoria [y aquí se realiza un memoricidio], con la destrucción de museos, bibliotecas, universidades, centros culturales, archivos históricos; y el futuro, porque al arrasar con todo el entramado material y espiritual que hace posible el funcionamiento de cualquier sistema educativo está intentando dejar sin presente y sin futuro a los palestinos.

Para muchos palestinos de Gaza estudiar era la única ventana abierta al mundo y esa ventana ha sido destruida. Lo que les queda es, si pueden, irse de su territorio, y es lo que pretende Israel, o unirse a la resistencia contra los ocupantes, que es lo que va a hacer la mayoría de ellos, tras la destrucción de lo poco que les quedaba en la cárcel en que viven de manera cotidiana. Y que otra cosa pueden hacer, si en las ofensivas anteriores de Israel, los estudiantes y profesores pudieron regresar a clases pocas semanas después, ahora eso es imposible por la destrucción de la infraestructura educativa y civil en general.

En esas condiciones, “es muy problemático plantear la posibilidad de construir paz en la región mediante la destrucción de escuelas y centros de cultura, y el asesinato de estudiantes, docentes y familias. Resulta muy difícil pensar que una sociedad en armonía puede ser forjada a raíz de la cotidianidad de la infancia palestina, víctima de un sinnúmero de injusticias como currículo oculto que experimenta a diario por fuera de las escuelas”[5].

EL IMPACTO EDUCATIVO DEL GENOCIDIO DEL PUEBLO PALESTINO

Los educadores del mundo tenemos que actualizar la preocupación de Theodor Adorno, diciendo que el genocidio de la segunda Guerra Mundial ‒que no es sinónimo de Holocausto, porque fue más amplio que la persecución de los judíos‒, simbolizado con Auschwitz o el Gueto de Varsovia se ha repetido en varios momentos después de 1945 y ahora está ante nosotros. Sí, estamos soportando en vivo y en directo un nuevo genocidio, trasmitido por los propios seres humanos que lo sufren y soportan. En este sentido, hay una diferencia con lo acontecido hace 80 años y es que los nazis alemanes nunca quisieron mostrar el genocidio ni hablaban de él, por el contrario, lo escondían y lo negaban. Solamente fue posible establecer la magnitud de los crímenes cometidos cuando estaba terminando la guerra y se encontraron los campos de concentración y miles de famélicos sobrevivientes. Esto podía convertirse en un pretexto o una justificación para que los habitantes de la época, de Estados Unidos y otros lugares del mundo, dijeran que ellos no sabían nada de lo que estaba sucediendo.

Ahora, las cosas son completamente distintas, puesto que hasta el último rincón del planeta se han visto imágenes del exterminio del pueblo palestino. Y los ideólogos criminales del estado nazi-sionista de Israel ya no lo ocultan; por el contrario, se regocijan de la muerte y sufrimiento de los palestinos. Alardean, con toda impunidad, de sus concepciones racistas y despreciativas de palestinos y árabes para tratar de justificar sus crímenes. Y el genocidio no ha terminado ni es reciente, sino que se viene realizando desde hace décadas, solamente que en los últimos tres meses se ha acentuado. Incluso, ni siquiera las hordas hitlerianas se atrevieron a bombardear el gueto de Varsovia, a diferencia de lo que hoy hacen las nazi-sionistas de Israel que bombardean sin miramientos a los habitantes del gueto de Gaza, la cárcel a cielo abierto más grande del planeta. Y, a diferencia de Auschwitz, estamos ante un hecho en marcha, que puede y debería ser detenido.

Los educadores del mundo no podemos mantenernos indiferentes ni permanecer en silencio con respecto al genocidio en marcha, puesto que lo que sucede en Palestina nos interpela directamente sobre nuestro papel en la sociedad, por supuesto si decimos que hablamos de maestros críticos, reflexivos, y sujetos políticos activos que encaran los grandes problemas de nuestro tiempo, y el principal en estos momentos, por su magnitud y carácter de urgencia, es el genocidio en Palestina. En esa perspectiva, hacemos nuestra esta sugerencia: “La pedagogía puede abordarse como un discurso político y moral que permite que los estudiantes relacionen el aprendizaje con el cambio social, la erudición y el compromiso con el saber adquirido en el aula con la vida pública. Esta tarea supone que los educadores no callen la verdad ante el poder, que den muestras de coraje cívico y que asuman los riesgos de su papel como intelectuales públicos”[6].

Por ello, debemos involucrar en nuestras actividades cotidianas y en nuestras prácticas educativas asuntos cruciales sobre el pasado, el presente y posibles futuros, como los que se desenvuelven en Palestina, y que son una clara expresión de las injusticias y desigualdades del capitalismo realmente existente. En esa dirección, algunas cuestiones adquieren una urgencia para la reflexión educativa y pedagógica.

¿Cómo y por qué razones nos negamos a afrontar y enfrentar el genocidio de los palestinos? ¿Por qué el asesinato sistemático de niños y jóvenes, por parte de Israel es legitimado a nombre de su supuesto derecho a la autodefensa? ¿Por qué la vida de los palestinos no vale nada y se les puede masacrar a diario? ¿Qué pensar y sentir al contemplar las imágenes de niños y mujeres de Palestina aplastados por “bombas inteligentes” Made in USA o Alemania? ¿Cómo permanecer indiferentes ante las muestras de deshumanización extrema a que ha llegado Israel, tales como desplazar a dos millones de personas de sus propios territorios y bombardearlos a medida que los expulsa, sin que estos tengan la más mínima posibilidad de defenderse? ¿A dónde ha ido a parar la pretendida sensibilidad europea con respecto al genocidio nazi, que ahora se replica por los nuevos nazis de Israel, al cual apoyan en el terreno militar, financiero, culturar y diplomático? ¿Cómo explicar que el Estado de Israel y gran parte de su sociedad, que se autoproclama heredera del Holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial, esté llevando a cabo el holocausto del pueblo palestino con una impresionante impunidad? ¿Qué intereses se encuentran detrás del apoyo incondicional del occidente imperialista a la masacre de miles de seres humanos en Gaza y Cisjordania? ¿Por qué un pequeño enclave imperialista en el occidente de Asia, el estado sionista de Israel, que solo cuenta con nueve millones de habitantes, puede matar, destruir, aplastar a los palestinos cuando se le venga en gana? ¿Cómo ha sido posible que a ese país artificial que es Israel se le haya permitido armarse con bombas atómicas y poner en peligro a toda la humanidad? ¿Qué nos dicen los actuales acontecimientos de Palestina sobre la historia del colonialismo y del imperialismo de Europa y de los Estados Unidos? ¿Por qué en varios países europeos (Inglaterra, Francia, Alemania entre ellos) han sido declarados delitos el apoyo a los palestinos y la denuncia del genocidio del Estado de Israel y se ha llegado hasta el extremo de penalizar el uso de banderas o símbolos que aluden a Palestina? ¿Qué le da derecho a Israel para llevar la barbarie a niveles que hacen retroceder a la humanidad a los peores momentos de la criminalidad nazi? ¿Por qué el doble rasero del occidente imperialista con respecto a Rusia e Israel, al primero de los cuales se bloquea y sanciona, mientras que al segundo se respalda incondicionalmente? ¿Qué sentido tiene seguir educando en derechos humanos si la impunidad criminal reina en Palestina, con la participación directa de países que a sí mismos se califican de “democráticos” y faros de la libertad en el mundo, como los Estados Unidos o los de la UE?  ¿Cómo explicarle a los niños y jóvenes de hoy que los valores de inhumanidad de que hace gala Israel (terrorismo de Estado, limpieza étnica, masacre de población indefensa, destrucción de hospitales y escuelas, torturas, aplastamiento de niños, provocar hambruna, contaminar las aguas de uso cotidiano…) que son exaltados como grandes logros de la “única democracia de oriente próximo” no deberían ser normalizados ni olvidados? ¿Cómo dejar de considerar que lo que acontece en Palestina, con los niveles inusitados de muerte y destrucción, es un anticipo de lo que nos espera a gran parte de los habitantes del planeta, si no hacemos nada para impedirlo? ¿Por qué ese culto a la tecnología al servicio de la muerte y el dolor con las alabanzas a la inteligencia artificial, a los aviones supersónicos que lanzan a diario centenares de “bombas inteligentes” de una tonelada sobre zonas urbanas? ¿Por qué se niega el derecho a la resistencia del pueblo palestino y a sus combatientes que luchan por su liberación nacional se les califica de terroristas? ¿De qué sirve la existencia de la ONU o la Corte Internacional de Justicia [CIJ], aparte de ser vehículos del genocidio y la criminalidad de los Estados Unidos, Israel y la Unión Europea?

Estas y muchas otras preguntas deberían nutrir nuestras actividades pedagógicas si es que todavía creemos que la educación debe desempeñar algún papel para enfrentar los problemas de nuestro tiempo y de nuestro mundo y si pensamos que los maestros al ser sujetos políticos deberíamos convertirnos en la conciencia crítica de nuestro tiempo y máxime en momentos en que, como lo ha dicho Angela Davis, “la cuestión palestina se ha convertido en un test moral para el mundo”.

Solamente habría que decir que es claro que la existencia de dos pesos y dos medidas desnuda la hipocresía criminal de Israel y el Occidente imperialista, en que unos genocidios son importantes y otros no, y en que unos muertos valen más que otros. Hay una respuesta magistral, la del poeta de Martinica Aimé Césaire, cuando aludiendo al racismo propio del colonialismo afirmó: “En el fondo lo que no le perdona a Hitler no es el crimen en síel crimen contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco, y haber aplicado en Europa procedimientos colonialistas que hasta ahora sólo concernían a los árabes en Argelia, a los coolies de la India y a los negros de África”[7].

EL TRASFONDO EDUCATIVO DEL GENOCIDIO

Adorno al hablar de la educación después de Auschwitz incluye dos aspectos: “en primer lugar, educación en la infancia, sobre todo en la primera; luego, ilustración general que establezca un clima espiritual, cultural y social que no admita la repetición de Auschwitz; un clima, por tanto, en el que los motivos que condujeron al terror hayan llegado, en cierta medida, a hacerse conscientes”[8].

A partir de estos presupuestos podemos examinar el impacto educativo del genocidio de Palestina, que es una repetición casi al pie de la letra de Auschwitz, teniendo en cuenta desde luego los diferentes contextos históricos en que cada uno de ellos se produce.

En cuanto a la primera infancia debemos decir que la educación que se imparte a los niños de Israel está encaminada a prepararlos mental, ideológica, cultural, psicológica y políticamente para el genocidio de los palestinos. Y, sin entrar en mayor medida en materia sobre las características de esa educación, algunos hechos que se difunden desde Israel, con carácter aprobatorio cuando deberían producir vergüenza, son altamente reveladores. Hablemos solamente de dos.

De una parte, contemplar con desazón a niños de menos de diez años entonando un himno bélico en el que se glorifica a las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) y se pide el exterminio de los palestinos, la expulsión de sus tierras y la colonización y apropiación por parte de los invasores sionistas. Su letra, como prueba del terrible sentimiento de inhumanidad a que han llegado los asesinos del Estado de Israel, dice entre otras “gratificantes cosas”, lo siguiente:

Somos los hijos
de la generación de la victoria
Cae la noche de otoño
en la playa de Gaza
Destrucción de
aviones de bombardeo
Aquí, Tsahal
cruza la frontera […]
Dentro de un año
Acabaremos con todos
Y luego volveremos
A arar nuestros campos

Y cuidaremos
de todos ellos. […]
El amor se santifica
en la sangre […]
Hoy nuestra alma
También es guerrera
Un pueblo
Un pueblo eterno
para siempre 
[…]
Mostraremos al
mundo
cómo destruimos
a nuestros enemigos hoy
 […]
El amor se santifica
en la sangre[9].

Suficientemente ilustrativa la letra de este himno guerrero y macabro, y más impactante aún si tenemos en cuenta que se difunde masivamente en el mismo momento en que las “heroicas” tropas de Israel bombardean en forma inmisericorde a los palestinos, entre ellos a niños de brazos recién nacidos. Una educación genocida de este tipo explica que los niños adiestrados en Israel, luego cuando sean adultos se conviertan en asesinos de los palestinos, empezando por niños de Gaza.

Y el segundo ejemplo es el de los niños de Israel firmando “con amor” las bombas que el ejército va a lanzar sobre gentes inermes. Esta imagen es de 2006, cuando se presentó la agresión de Israel al Líbano. Y recientemente en un programa de televisión en Israel, exclusivamente dirigido a los niños para adoctrinarlos sobre la guerra de agresión que libran contra Gaza, se exalta su apoyo y se exhibe un tanque con dibujos infantiles, con el fin de mostrar la manera en que los niños apoyan al ejército sionista. Es claro que, con esta lógica asesina difundida entre los niños, poco puede esperarse para suponer que los ciudadanos de Israel puedan ser pacíficos y bondadosos con los palestinos.

Y no estamos especulando sobre lo que podría suceder, sino que tenemos evidencias concretas, terribles por lo demás, de la violencia ejercida por niños de Israel contra palestinos, niños y adultos. En 2003, en Hebrón sucedió este hecho, como lo relato un soldado de Israel: “Un niño encantador que visitaba con regularidad nuestro puesto decidió que no le gustaba que los palestinos pasaran por debajo de sus ventanas, así que cogió un ladrillo y se lo tiró a la cabeza a la niña. Los niños allí hacen lo que se les viene en gana. Nadie hace nada por evitarlo. A nadie le importa. Más tarde, sus padres simplemente lo celebraron. Los padres alientan a sus hijos a portarse así. Hubo muchos casos como ese. Chicos judíos de once, doce años que les dan palizas a palestinos y sus padres acuden a ayudarlos, azuzan los perros para que los ataquen”[10].

Y, por otro lado, en el caso de los niños palestinos, que sufren directamente los rigores de los bombardeos de Israel, que soportan la destrucción de sus casas, que escuchan de día y de noche el trepidar de los aviones y las bombas atronadoras que rompen todo lo que encuentran y matan a sus padres, hermanos y amigos y, a menudo, mata infantes, y a muchos de los que sobreviven los deja inválidos porque esos artefactos les arrebata alguna parte de su cuerpo… Qué futuro espera a los niños que quedan vivos, a veces huérfanos y sin ningún familiar que los acompañe, porque Israel arrasa con familias completas de varias generaciones (frecuentemente en los bombardeos mueren 40 personas de la misma familia). Es obvio que una gran parte de ellos se integraran en la resistencia armada que enfrenta valientemente a los ocupantes. Qué futuro pueden tener los niños de Gaza, tras soportar la violencia física y mental, que deja secuelas de por vida, aparte de dirigir su dolor contra los colonialistas de Israel.

Fotograma del documental Nacidos en Gaza.

Y a los niños del resto del mundo, sobre todo a los de nuestro Sur Global, los educadores les deberían mostrar el impacto de la guerra genocida, con las duras imágenes de los niños masacrados, pero también sus imágenes de resistencia y esperanza, que plasman a veces en sus dibujos. Estos niños, nacidos en la antesala del infierno, aparecen registrados en la película-documental Nacidos en Gaza, del periodista Hernán Zin. Esta película se debería mostrar ahora mismo en todas las escuelas del mundo, incluyendo a las de Israel ‒aunque el régimen sionista no lo permita. Es el testimonio de los niños sufrientes y héroes de Gaza que soportan y sobreviven a los bombardeos, a partir de los ataques de Israel de 2014, cuando fueron asesinados 500 palestinos.

Como comenta el periodista mexicano de La Jornada Hermann Bellinghausen: “En Gaza, donde el mar, el desierto y los túneles no llevan a ningún lado, la población está atrapada en el centro concentracionario más grande del mundo, y quizá de la historia. Los niños que hablan para la cámara de Zin, heridos del cuerpo y la mente, abrasados por sentimientos demoledores, perdieron amigos, hermanos, tíos o son huérfanos, y cuentan sus historias peripatéticamente, pues en Gaza no parece haber dónde sentarse o yacer que no sean ruinas. […] Aquí jugábamos. Aquí dormíamos. Aquí comíamos. Aquí estudiábamos. Aquí nos curaban. Aquí hacíamos pan. El recorrido de Hernán Zin, director y fotógrafo, avanza sobre bloques de concreto, ladrillos rotos, columnas, techos caídos, grandes boquetes en los muros, cráteres en el suelo, eriales incesantes, varillas retorcidas, calles destrozadas, polvo. Ruinas que delatan el fin de un mundo”[11].

En cuanto al segundo aspecto mencionado por Adorno, el referido al clima general de conciencia para que no se repita Auschwitz, podemos decir que, en Israel, Estados Unidos y la Unión Europea sí que se crean las condiciones para esa repetición, y es lo que hoy estamos viendo con el genocidio de Gaza, explicable si se tiene en cuenta que se sustenta en aspectos que se reiteran hasta la saciedad. Entre esos asuntos vale mencionar algunos de los más importantes: Israel encarna la civilización, la luz, el progreso, mientras que los árabes y los palestinos son la barbarie, la oscuridad, el salvajismo y esto hace que los primeros sean superiores y eso les de la prerrogativa de eliminar a los otros; esos otros, en la lógica colonial que viene de Europa y Estados Unidos, son animales, bestias, que deben borrarse de la faz de la tierra para que no afeen el bello jardín de orden y prosperidad que representa Israel en tierras palestinas; en lugar de llevar educación, salud, cultura a los pueblos del Sur del mundo, Israel y las potencias imperialistas traen armas, guerra, muerte para sostener la injusticia y desigualdad planetaria; el orden mundial al estilo estadounidense exalta la guerra y la destrucción de los “países canallas” (paisitos de mierda los llaman ciertos politólogos en Estados Unidos) que se niegan a plegarse al orden imperialista, como se ha visto en las últimas décadas en Irak, Afganistán, Libia, Siria y en Palestina3.

Dos casos bastan para ilustrar por qué razones se reproduce a diario Auschwitz en Israel y esa es la base ideológica del genocidio de Gaza. El primer ejemplo es el de un ministro del gobierno de Israel, Bezalel Smotrich, que calificó a los palestinos de mosquitos, diciendo que eso significaba lo siguiente, en términos de la lógica genocida del Auschwitz de ayer y el de hoy en Gaza: “Ese es el problema de los mosquitos. Si aplastas mosquitos y golpeas quizás 99, será el número 100, que no aplastaste, el que te matará. La auténtica solución es secar el pantano” y “cuando se le preguntó si eso podría significar erradicar familias enteras con mujeres y niños, Smotrich respondió: ‘La guerra es la guerra’”[12].

Y el segundo es el del periodista israelí Simón Riklin, quien sin inmutarse afirmó que está “a favor de los crímenes de guerra” en la Franja de Gaza y en un programa televisivo sostuvo en forma cínica que “no puedo dormir si no veo casas destruidas en Gaza”. Añadió que quiere que el Ejército de Israel destruya todas las casas y edificios de Gaza para que los habitantes no puedan regresar[13].

Con este tipo de apología del genocidio y la limpieza étnica por parte de voceros e ideólogos del Estado de Israel lo que queda en evidencia es que el espíritu genocida de Auschwitz que tanto preocupaba a Theodor Adorno, ha germinado nuevamente en Israel, donde se justifica el exterminio industrial de seres humanos, los palestinos, tal y como se hizo en la Alemania hitleriana.

LA TECNOLOGÍA CONVERTIDA EN UN INSTRUMENTO DEL GENOCIDIO

Un aspecto central a la hora de analizar el genocidio pasa por considerar el papel que desempeña la tecnología, a partir de la razón instrumental y la frialdad burocrática, para la cual matar seres humanos termina siendo un trabajo rentable que debe desempeñarse con la máxima precisión y sin parpadear. Y este asunto es crucial, para pensar el impacto de las nuevas tecnologías en la educación, donde soportamos, acentuada tras la pandemia, la dictadura de lo digital y de la Inteligencia Artificial, para recordar la manera en que esas tecnologías son un instrumento de guerra y de muerte, algo que se suele olvidar.

Adorno contribuye a desnudar el papel de la tecnología en la instrumentalización del genocidio. Al respecto sostiene: “En la relación actual con la tecnología hay algo excesivo, irracional, patógeno. Ese algo está vinculado con el velo tecnológico. Los hombres tienden a tomar la técnica por la cosa misma, a considerarla un fin autónomo, una fuerza con ser propio, y, por eso, a olvidar que ella es la prolongación del brazo humano. Los medios ‒y la técnica es un conjunto de medios para la autoconservación de la especie humana‒ son fetichizados porque los fines ‒una vida humana digna‒ han sido velados y expulsados de la conciencia de los hombres. […] No sabemos con precisión como el fetichismo de la técnica se apodera de la psicología de los individuos, dónde está el umbral entre una relación racional con la técnica y aquella sobrevaloración que lleva, en definitiva, a que quien proyecta un sistema de trenes para conducir sin tropiezos y con la mayor rapidez posible las victimas a Auschwitz, olvide cuál es la suerte que aguarda a estas allí[14].

El autor solamente menciona, a manera de ejemplo, el sistema de trenes que conducen rápido a los prisioneros al matadero, pero desde luego que allí intervinieron otros aspectos técnicos, tales como los alusivos a la misma organización administrativa de los campos de concentración, la división interna del trabajo, la experimentación biológica con los prisioneros, la utilización de instrumentos de tortura y muerte (como las cámaras de gas), la organización de equipos que dirigían los mejores científicos y técnicos en investigaciones encaminadas a destruir seres humanos… Pues bien, hoy tenemos todo eso mismo, multiplicado exponencialmente por los notables desarrollos tecnológicos que se han producido en los últimos sesenta años, cuando Adorno escribió el texto que comentamos.

Así, la Alemania nazi era lo más adelantado de su tiempo en términos tecnológicos ‒y por esa razón es que no pueden separarse el genocidio de la modernidad técnica‒ y hoy Israel presume de ser un baluarte de los desarrollos tecnológicos no solo en el mundo árabe sino en el planeta entero. Sus propagandistas se esfuerzan por convencernos de sus importantes contribuciones tecnológicas. Así, por ejemplo, en un curso de propaganda del Estado sionista dirigido a sus estudiantes que viajen al extranjero se dice:

“Si no fuera por Israel, tú nunca podrías levantarte por la mañana, porque el chip en tu teléfono celular que funciona como alarma se produce en Israel. No podrías encontrar la manera de llegar a tu trabajo, porque la aplicación WAZE es un producto israelí, y entonces te perderías en el camino. Y si lo hicieras (llegar al trabajo), no tendrías una computadora porque Intel produce sus partes en Israel, y luego tu cuenta sería pirateada porque la seguridad cibernética está hecha en Israel. Incluso, ni siquiera podrías comer pepinos, porque Israel inventó los sistemas de riego que hacen posible cultivarlos”[15].

Parafraseando esta verborrea propagandista que rinde un culto fetichista a la tecnología podemos mencionar otras cosas, que se cuida de nombrar la propaganda sionista, y que ponen de presente la utilización de las modernas tecnologías al servicio de la muerte y la destrucción: si no fuera por Israel y Estados Unidos los aviones F-15 y F-16 no volarían en el aire de Gaza para lanzar bombas de hasta dos mil kilos que destruyen todo lo que encuentran a su paso; si no fuera por Israel los habitantes de Gaza y Cisjordania no tuvieran en su territorio un infernal muro, dotado de sofisticados sistemas de control, vigilancia y represión; si no fuera por Israel, con sus bombas “inteligentes”, dotadas de sensores y chips, no hubieran sido asesinados hasta el momento, en esta última ofensiva genocida, 26 mil personas; si no fuera por Israel y el despliegue militar de la Inteligencia Artificial no se hubieran bombardeado y destruido el 90% de las viviendas de Gaza, que son atacadas a partir de los “objetivos militares” que dictan los logaritmos, los cuales “ordenan” bombardear todo lugar donde haya un habitante de Hamas; si no fuera por Israel y sus drones asesinos, teledirigidos desde pulcros laboratorios altamente tecnologizados, no se mataría a diario a los que Israel considera sus enemigos, y sobre los cuales lanza misiles que arrasan con viviendas y sus habitantes; si no fuera por Israel y sus aplicaciones tecnológicas no se le robaría el agua a los palestinos, para irrigar la agricultura de los colonos ocupantes; si no fuera por Israel y el uso de fosforo blanco en sus proyectiles, guiados “inteligentemente”  no perecerían quemados niños, mujeres y hombres de Palestina, ni se destruirían sus tierras, aguas y cultivos; si no fuera por Israel, sus retroexcavadoras de último modelo no derribarían las casas de los palestinos para que esos terrenos sean robados por los colonos sionistas; si no fuera por Israel no se hubieran asesinado con precisión milimétrica a los cien periodistas en Gaza en estos últimos cuatro meses, muertos o por bombas o por la acción de francotiradores que accionan armas sofisticadas de última tecnología…

En cuanto a lo que dice Theodor Adorno de los conductores de los trenes de la muerte, eso mismo puede señalarse con respecto a los miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel [FDI] (llamadas Tsahal, un acrónimo en hebreo). Los gobernantes del estado de Israel y sus militares presumen del profesionalismo y preparación de los miembros de ese ejército, con estudios universitarios e incluso con maestrías y doctorados. Esos hombres y mujeres ‒ya que Israel alardea de tener el ejército más feminista del mundo‒ con títulos universitarios, con estudios en el exterior, que hablan varios idiomas, que no saben nada de los palestinos (a los que han aprendido a considerar animales, cucarachas, mosquitos, alimañas y otros calificativos de tan alto nivel humano) son los que pilotean los aviones desde los cuales se lanza en forma impune bombas de 1000 kilos que matan a los palestinos por miles. Esos mismos soldados-asesinos son los que conducen los tanques con los que se arrasan las casas y cultivos de Gaza y aplastan sin misericordia a los palestinos, incluyendo niños. Esos mismos soldados-asesinos son los que colocan los explosivos que vuelan escuelas, hospitales y universidades. En Israel la industria de la muerte y la racionalización burocrática se ha sofisticado a un nivel que nunca logró la Alemania Nazi.

Entre paréntesis, hay que decir que estos asesinos cuentan con respaldo en el mundo académico de Israel. Por ejemplo, un científico social y profesor universitario, geógrafo para más señas, de nombre Arnon Soffer, realizó una abierta apología del asesinato de los palestinos, en la que recalcaba la importancia de asegurarse una generación joven y de relevo de los asesinos sionistas: “[…] si queremos seguir vivos, tendremos que matar y matar y matar. Todos los días, cada día […] Si no matamos, dejaremos de existir. Lo único que me preocupa es asegurar que los chicos y hombres que tendrán que llevar a cabo todas esas muertes podrán volver a casa con sus familias como seres humanos normales[16].

Pues, esos chicos y chicas que vuelven normalmente con sus familias, y viven una vida “normal y confortable” en sus hogares, son los mismos que asesinan y masacran a los palestinos e incluso muchos de ellos alardean con sus crímenes y muestran las mortíferas tecnologías que emplean, para confirmar que el anuncio del geógrafo genocida antes citado se ha confirmado. Por supuesto, estos asesinos ‒igual que los diseñadores del sistema de trenes que menciona Adorno‒ no tienen ningún nivel de conciencia, con unas cuantas y honrosas excepciones. Claro, hay que decir que estos son los asesinos “manuales”, los ejecutores, pero los verdaderos criminales y genocidas son los de tipo “intelectual” que programan los asesinatos desde sus confortables sillas y escritorios de burócratas civiles y militares del Estado sionista de Israel.

De otro lado, Adorno no menciona un elemento, que no puede pasar desapercibido por la actualidad que tiene en Israel, y es el relativo a los límites de la tecnología. A pesar de su sofisticado aparato tecnológico de guerra, Israel no pudo evitar los ataques de Hamas el 7 de octubre de 2023, cuando el movimiento palestino recurrió a tecnologías elementales para dejar en ridículo a la FDI. Durante meses los combatientes prepararon la operación, nunca usaron ningún celular ni computador o algún medio digital que pudieran dejar huella virtual, que pudiera se rastreada por el sistema de comunicación de Israel. Pacientemente, de boca en boca se daban los mensajes y las órdenes y hasta el día del asalto, un sábado, se usaron bicicletas, y parapentes para adentrarse en territorio de Israel (o mejor, robado por este) y atacar una fortín militar de Israel, en el que murieron centenares de militares y colonos (que son paramilitares) y otros fueron tomados como rehenes. Eso demuestra que la tecnología bélica, con su culto a la muerte y a la destrucción, no es ni mucho menos omnipotente ni puede detener el deseo de lucha, independencia y liberación nacional de los palestinos.

EL DERECHO A LA RESISTENCIA DE LOS PALESTINOS

El derecho a la resistencia existe para los palestinos y para todos los seres humanos que enfrentan al capitalismo y al imperialismo. Para los palestinos por una razón principal, son un pueblo sometido a la dominación colonial e incluso las normas básicas del derecho internacional establecen como legítimo el derecho a la resistencia contra los ocupantes coloniales, en este caso contra Israel. Esta es una premisa básica para entender el fondo del asunto de la lucha de los palestinos, porque ellos son los agredidos y no los agresores. Esa es la imagen que Israel ha vendido desde siempre, basándose en ficciones bíblicas, y ratifica después del 7 de octubre, cuando dice que fue atacada alevemente por terroristas y violada su soberanía territorial por parte de los comandos de Hamas. Es como si ese día hubiera empezado la historia y no existiera una continuada agresión sionista contra los palestinos que se prolonga durante más de un siglo.

No, las cosas son claras. Israel es un ocupante colonial, que oprime, persigue, masacra, discrimina, bestializa a los palestinos y estos tienen todo el derecho a resistir a los ocupantes sionistas, y resistir de todas las formas posibles, incluyendo la lucha armada. Ese es un derecho que no se lo puede quitar nadie y eso es lo que ha hecho Hamas en su extraordinaria acción del 7 de octubre. La importancia estratégica de lo acontecido ese día radica en que volvió a poner en la palestra mundial la existencia de Palestina y los palestinos, para recordarnos que lo que allí se presenta es un problema colonial, como el que soportaron pueblos de África, Asia y América y dieron pie a importantes luchas de liberación nacional.

Ante la complicidad de Estados Unidos y de la Unión Europea, como baluartes del colonialismo blanco de ocupación de los últimos siglos, Israel se ha erigido como el último bastión de la dominación colonialista occidental, con sus mismos métodos racistas de pretendida superioridad moral y civilizacional.

En ese orden de idas, son los colonialistas de Israel y sus patrocinadores de Europa y Estados Unidos los que califican de terroristas a los palestinos y a quienes los apoyan y, a nombre de la supuesta democracia, libertad y derechos humanos, respaldan el terrorismo de Estado de Israel y sus prácticas genocidas. En últimas, así lo que se pretende es legitimar a los ocupantes sionistas y desconocer la justeza histórica y política de los palestinos a la autodeterminación. Finalmente, la proclamada guerra contra el terrorismo es la justificación de la dominación imperialista, siendo Israel uno de sus soportes principales.

Esto indica para nosotros los educadores entender la importancia del lenguaje y de la historia para no caer en las trampas y sofismas de la propaganda de falsimedia occidental, vocera de Israel y de sus crímenes. No es terrorismo la lucha legitima de los palestinos por su liberación nacional, como si es terrorismo lo que hacen Israel, Estados Unidos, la Unión Europea al atacar, por ejemplo, a los hutíes de Yemen, los únicos que están realizando acciones prácticas para tocar a Israel y al mundo occidental donde más les duele, en su comercio y flujo de mercancías.

En ese contexto, no estamos ante una guerra entre Israel y Hamas, como se repite de manera poco crítica, sino de una brutal agresión genocida por parte de Israel y esto no es producto de ningún conflicto entre el Estado de Israel y el mundo árabe en general, sino una típica acción colonial en la que los ocupantes suelen masacrar a los pueblos colonizados, como lo han hecho los Europeos en todos los rincones del globo en los últimos cinco siglos.

En estas condiciones, es un sofisma aquello de que Israel tiene derecho a existir y a la autodefensa, que les sirve para presentarse como pobres victimas que soportan las agresiones de sus enemigos del mundo árabe en general y de los palestinos en particular. No, lo que hace Israel no es autodefensa, es una brutal agresión genocida, y quienes si tienen derecho a la defensa son los palestinos. Bien lo dice Norman Finkelstein: “Israel no puede pretender un derecho a una defensa propia si el ejercicio de este derecho se remonta a una ocupación injusta o ilegal o la negación de un derecho de autodeterminación”[17].

También se debe cuestionar la idea etérea de una paz nebulosa como la que busca Israel, Estados Unidos y la Unión Europea que supone la entrega incondicional de los palestinos, como lo que hoy representa vergonzosamente la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania, puesto que tal paz no es sino la sumisión abyecta al poder colonial de Israel, muy al estilo de los lacayos que Europa siempre tuvo en los territorios colonizados. Y esto es importante resaltarlo en el ámbito educativo porque pone de presente la relación que existe entre paz y justicia, una relación fundamental en cualquier proyecto educativo emancipador. En ese sentido, adquieren gran valor las palabras de Paulo Freire:

“De la gente anónima, de la gente sufrida, de la gente explotada aprendí que la paz es fundamental, indispensable. Pero la paz requiere luchar por ella. La paz crece y se fortalece en y por la superación de realidades sociales perversas. La paz se construye en la incesante construcción de la justicia social. Por eso no creo en ningún esfuerzo, por mucho que se autodenomine ‘educación por la paz’, que en lugar de revelar las injusticias del mundo, las devuelva opacas e intente miopizar a sus víctimas”[18].

La resistencia de los palestinos es bienvenida y debe ser tomada por los educadores críticos y pensantes del mundo como un antídoto contra el conformismo, la pasividad y la resignación, que tanto imperan en nuestro tiempo. Si la población gazatíe se enfrenta heroica y solitariamente a Israel es “para proclamar, en primer lugar a ellos mismos y después al mundo entero, que, por muy alto que fuera el precio por pagar, por infinito que fuera el sacrificio, el pueblo de Palestina vivía aún. ¡Fuimos, somos y seremos!”[19].

Esto nos recuerda la importancia de la dignidad, un valor central de cualquier educación crítica y emancipadora. La dignidad de los palestinos debe ser exaltada, porque “en un mundo cruel, lleno de atrocidades y actos egoístas, es posible encontrar hombres y mujeres que piensen y actúen en forma honorable, personas que creen en la capacidad humana de construir un mundo mejor y más justo. Estos hombres y mujeres se disponen a desmantelar los conceptos establecidos, destruyendo los prejuicios criminales y elitistas de la supremacía blanca […]”[20].

LOS EDUCADORES DEBEMOS EXPRESAR NUESTRA INDIGNACIÓN MORAL

En el aula de clase y en todos los espacios donde nos encontremos, los profesores debemos expresar nuestra indignación moral ante el genocidio llevado a cabo por Israel, ante el cual no podemos permanecer callados, y frente a la desinformación y las mentiras propaladas por falsimedia mundial, al servicio de los sionistas. Debemos elevar nuestra voz, proporcionado elementos de reflexión filosófica, ética, histórica y política que permita a niños y jóvenes ayudar a entender la magnitud de los crímenes que se comente en Palestina, para que ellos se formen como sujetos libres y conscientes y no se muestren indiferentes ante el dolor y el sufrimiento de millones de seres humanos, que son aplastados por una poderosa máquina de guerra hecha en occidente y usada para mantener el dominio del imperialismo en una zona rica en hidrocarburos y estratégica para el comercio mundial.

En tal dirección, es necesario presentarle a nuestros estudiantes, familiares y amigos el panorama conceptual que permite entender lo que acontece en Gaza, como forma de acercarse a la comprensión de la criminalidad de Israel. Debemos, en consecuencia, precisar el sentido y alcance de los términos genocidio, limpieza étnica, sionismo, terrorismo de Estado, colonialismo, imperialismo, entre los más importantes. No se trata de desplegar un sofisticado análisis teórico, sino en suministrar herramientas básicas de comprensión del proceso histórico que pueda contribuir a discernir los intereses que están en juego en la masacre de los palestinos y las razones que explican el apoyo irrestricto del occidente imperial a Israel, representado por Estados Unidos y la Unión Europea.

Una pedagogía crítica debe comprometerse con desnudar los múltiples mecanismos que mantienen y reproducen la injusticia, la opresión, el racismo y la desigualdad en el mundo, de lo cual es un micro laboratorio Gaza. Una pedagogía crítica debe enfrentar la pedagogía del miedo y de la muerte que personifica el estado de Israel y gran parte de sus ciudadanos y que expresan a viva voz sus ideólogos, dentro y fuera de Israel. En efecto, si las fuerzas armadas de Israel y sus colonos disparan contra la población civil, asesinan y torturan a combatientes de Hamas o Hezbolá, destruyen las casas de la gente común y corriente, matan los animales domésticos de los gazatíes, contaminan los suelos y aguas de la zona…. es porque eso tiene una misión “educativa”: aterrorizar a la población para que se someta y acepte el dominio colonial de Israel. Así lo justifica el columnista del New York times, el pro sionista Tomas Friedman, quien dice que Israel actúa a partir de un criterio pedagógico sólido: “Intentar ‘educar’ a Hamas, provocando un elevado número de muertos entre sus militantes y gran dolor entre la población de Gaza”[21].

LO QUE PODEMOS Y DEBEMOS HACER LOS EDUCADORES CRÍTICOS

Ante el terrible panorama descrito puede suponerse que no podemos hacer nada y debemos dejar que los palestinos sigan siendo masacrados y expulsados de los pocos territorios que les quedan. Nada de eso, nosotros tenemos mucho qué hacer, en medio de todas las limitaciones que enfrentamos a diario.

En primer lugar, está la labor de denuncia y concienciación sobre el genocidio en Gaza y sobre sus responsables directos: Israel, Estados Unidos, la Unión Europea, así como los cómplices del sufrimiento del pueblo palestino, encarnado en todas las monarquías y gobiernos corruptos del mundo árabe (entre ellos Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Catar…). Ante el genocidio no podemos permanecer callados, y nuestro grito de denuncia no debe apagarse, porque una pedagogía crítica no teme llamar a las cosas por su nombre, hablar de genocidio y señalar a los genocidas. Como parte de la denuncia se debe desenmascarar a los medios de desinformación que operan abiertamente al servicio de Israel, para lavarle la cara genocida y justificar sus crímenes. En Colombia, los medios tradicionales tienen esa característica, más acentuada y descarada en un medio que es propiedad de capital judío-sionista, que responde al nombre de la Revista Semana.

Un elemento importante en nuestra labor pedagógica radica en posicionar lo que sucede en Palestina como un crimen histórico, un concepto central para recalcar que lo que está haciendo Israel no es un crimen de guerra más, sino que es de otra naturaleza, es un crimen de lesa humanidad, que debe permanecer en la memoria de los seres humanos, de esta y de las próximas generaciones como un acontecimiento incomparable, inadmisible, y que se le de el mismo nivel que tiene el genocidio de los nazis o lo acontecido en Ruanda en 1994. Pensarlo como crimen histórico es indispensable para terminar, de una vez por todas, con la falsa imagen de Israel como víctima, que se arropa con el relato sionista del Holocausto. En este sentido, considerar al genocidio de Israel un crimen histórico supone visualizar al régimen sionista como una aberración social que alcanzó los peores niveles de la Alemania nazi y condenarlo y denunciarlo por siempre, para que su existencia quede registrada con el baldón del oprobio y emblema de la acción genocida del colonialismo europeo. Llegará un día en que el tenebroso historial del martirio de Gaza y de los crímenes de Gaza nos parecerá algo increíble y, como profesores, debemos contribuir que ese momento llegué lo más pronto posible.

En segundo lugar, debemos recordar el ejemplo histórico reciente de la forma cómo fue derrotado el apartheid en Sudáfrica, un régimen similar a Israel, y amparado entre otras cosas por los sionistas. Esa derrota fue posible por una campaña internacional de boicot y saboteo de todo lo relacionado con ese oprobioso sistema de apartheid. Esto mismo puede y debe hacerse contra Israel, un saboteo a sus productos y marcas, así como a las de Estados Unidos y la Unión Europea que apoyan el genocidio del pueblo palestino. Como parte del aislamiento de Israel, hay que presionar para que los gobiernos cesen los acuerdos militares, tecnológicos, educativos y culturales que tengan con Israel y rompan relaciones diplomáticas y de cualquier índole con el régimen sionista, tal y como ya lo ha hecho, en forma ejemplar y digna, Bolivia. En el caso de Colombia, debe exigirse al gobierno de Gustavo Petro rompa todos los acuerdos militares que han convertido a nuestro país en el Israel de Sudamérica. En cuanto a las universidades hay que suspender los acuerdos y contratos de índole académica que tengan con universidades de Israel y vetar la venida de académicos procedentes del estado sionista. Eso mismo debe hacerse con los artistas y deportistas de Israel, que son propagandistas del genocidio.

En tercer lugar, como educadores críticos debemos indagar sobre la historia del pueblo palestino, su lucha centenaria para preservar su existencia, e incentivar en el conocimiento de esa gesta, con el fin de promover y defender su justa lucha. Esta debería inscribirse en el contexto más amplio del colonialismo, uno de cuyos últimos representantes es Israel, para recordar las luchas de liberación anticolonial, que destruyeron a los grandes imperios europeos. Máxime que eso ocurre en un momento histórico en que está declinando irremediablemente el dominio europeo del mundo, que comenzó el 12 de octubre de 1492.

En tercer lugar, hay que enfatizar que la condena de Israel no es un asunto diplomático, jurídico y ni siquiera político, es una cuestión moral, que pone de presente la imperiosa urgencia de defender a la humanidad. Hoy, oponerse, denunciar y condenar al Estado de Israel es una cuestión de responsabilidad moral para no ser cómplices o coparticipes del genocidio de los palestinos. No puede ser que nosotros como profesores caigamos en la resignación sumisa ante Israel y nos carcoma aquello que denunció el recientemente fallecido periodista y cineasta australiano John Pilger: “La población de Gaza se hunde en el genocidio y los que se sientan a mirar se hunden en el silencio”[22].

Y, por último, debemos enarbolar, pese a todo, la esperanza que nos transmiten los palestinos que heroicamente resisten y luchan. Esa esperanza está afincada en la justeza histórica de su lucha, y dicha esperanza también alienta nuestra existencia como profesores críticos que sienten con dolor y angustia la masacre de miles de seres humanos, entre ellos los niños de Gaza, muchos de los cuales son asesinados el mismo día en que nacen por los genocidas de Israel.  Contra esa lógica asesina, reivindicamos la pedagogía de la vida y de la lucha, como lo dice un poeta palestino Yasser Jamil Fayad, con breves pero elocuentes palabras: “Correr/ Bailar/ Llorar/ Abrazar/ Amar/ Sufrir/ Ayudar/ Gritar/ En la vida caben muchos y muchos verbos./ Yo Soy Simplemente palestino/  ¡Mi verbo es luchar!”

El maestro palestino Tareq al Enabi dice que su escuela fue destruida en los bombardeos y que algunos de sus estudiantes murieron.

NOTAS:

[1].  Theodor Adorno, “La educación después de Auschwitz”, en Consignas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1973, p. 80.

[2]. Disponible en: https://brecha.com.uy/ya-no-quiero-dormir-no-soporto-mas-pesadillas/

[3] Guerra entre Israel y Palestina: el principal estudiante de Palestina muere en ataques aéreos israelíes | Ojo de Oriente Medio (middleeasteye.net)

[4]. https://elpais.com/planeta-futuro/2023-12-10/las-bombas-israelies-pulverizan-el-sistema-educativo-de-gaza-y-el-futuro-de-una-sociedad-donde-no-habia-analfabetismo.html

[5]. Mauro Jarquín Ramírez, “Gaza: con escuelas en ruinas, jamás habrá paz”, en La Jornada, enero 19 de 2024. Disponible en: https://www.jornada.com.mx/2024/01/19/opinion/015a2pol

[6]. Henry Giroux, La guerra del neoliberalismo contra la educación superior, Herder, Madrid, 2019, p. 93.

[7]. Aimé Césaire, Discurso sobre el colonialismo, Editorial Akal, 2006, p. 15. [Énfasis en el original].

[8]. T. Adorno, op. cit., p. 83.

[9] https://piensachile.com/2023

[10]. Breaking the Sience, El libro negro de la ocupación. Testimonios de soldados israelíes en los territorios ocupados 2000-2010, El Viejo Topo, Barcelona, 2015, pp. 324-325. [Énfasis nuestro].

[11]. Hermann Bellinghausen, “Nacidos en la antesala del infierno”, La Jornada, octubre 20 de 2023. Disponible en: https://www.jornada.com.mx/2023/10/20/opinion/a04a1cul

[12]. Citado en Henry Giroux, “Guerra en Gaza: matar niños y la carga de conciencia”, en Znet, diciembre 10 de 2023. Disponible en: https://znetwork.org/es/znetarticle/war-on-gaza-killing-children-and-the-burdens-of-conscience

[13]. Disponible en: https://www.aa.com.tr/es/mundo/periodista-israel%C3%AD-estoy-a-favor-de-los-cr%C3%ADmenes-de-guerra-/3086015

[14]. T. Adorno, op. cit. p. 91. [Énfasis nuestro].

[15]. https://www.elciudadano.com/mundo/israel-adoctrina-a-menores-para-mentir-sobre-genocidio-palestino-por-el-mundo-entero/07/11/

[16]. Citado en Virginia Tilley, Palestina/Israel: un país, un Estado. Una iniciativa audaz para la paz, Editorial Akal, Madrid, 2007, pp. 206-207. [Énfasis nuestro].

[17]. Norman Finkelstein, Gaza. Una investigación sobre su martirio, Siglo XXI Editores, Madrid, 2019, p. 304.

[18] Citado en Cécile Barbeito y Georgina Casas, “Abordar el conflicto Israel-Palestina en las aulas”, en El Diario de la Educación, enero 7 de 2024. Disponible en: https://eldiariodelaeducacion.com/2024/01/07/abordar-el-conflicto-israel-palestina-en-las-aulas/

[19]. N. Finkelstein, op. cit., p. 303.

[20]. Alipio Casali y Ana María Araujo Freyre, “Peter McLaren, el disenso creativo”, en Luis Huerta-Charles y Marc Pruyn, De la pedagogía crítica a la pedagogía de la Revolución. Ensayos para comprender a Peter McLaren, Siglo XXI Editores, México, 2007, p. 73.

[21]. Citado en Noam Chomsky e Ilan Pappe, Gaza en crisis, Editorial Taurus, Madrid, 2011, p. 116.

[22]. Citado en N. Chomsky e I. Pappe, op. cit., p. 262.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/la-educacion-despues-del-genocidio-de-gaza/

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Prohíben el uso de celulares y pantallas en las escuelas de Suecia, ¡ya era hora!

“Las pantallas afectan a todo lo que nos hace humanos: al lenguaje, a la capacidad de pensar, de razonar, de memorizar…”.
Michel Desmurget, director de investigación en el Instituto Nacional de Salud y la Investigación Médica en Francia

En diversos lugares del mundo estudios e investigaciones independientes vienen alertando sobre los efectos negativos que tiene la digitalización educativa. Esos estudios indican que el uso obsesivo de las pantallas se ha convertido en un problema de salud pública, dado que genera desordenes cognitivos, mentales, físicos, anímicos, psicológicos…. Alertan que la exposición permanente a las pantallas ha dado origen a los cretinos digitales, que se caracterizan por la pérdida de nexos sociales, el individualismo extremo, el culto al consumo, la incapacidad para comunicarse con los demás, en suma, la desconexión con el mundo real a cambio de una panacea tecnológica que se presenta como la tabla de salvación de todos los asuntos de la vida cotidiana.

Para colonizar digitalmente a los niños primero se ha colonizado a los padres, una gran mayoría de los cuales aceptan sin ninguna perspectiva crítica la propaganda mediática de los emporios informáticos que dice que el acceso a las pantallas, especialmente del celular, es benéfico para los niños y les abriría extraordinarias ventanas al mundo y al conocimiento. Que si los niños tienen su propia pantalla y la usan a cualquier hora del día se volverán sabios de manera automática y sin ningún esfuerzo. Esa campaña ha llegado al extremo de asegurar que es mejor leer en pantalla que en papel y de allí se ha desprendido la no utilización de los libros desde los primeros niveles educativos, el cierre de bibliotecas públicas y escolares, la reducción de la lectura, y el desprecio al saber acumulado y transmitido a través del patrimonio documental escrito.

Un discurso seudopedagógico que se ha impuesto, en aras de la novedad, sostiene que es mejor para los niños tener contacto con artefactos microelectrónicos que con seres humanos y eso supone que, en términos de aprendizaje y conocimiento, sobran las bibliotecas, los libros y los profesores. Como resultado hay una pérdida de la capacidad de lectura a nivel mundial, más acentuada en unos países que en otros, siendo la introducción de pantallas en las escuelas la variable fundamental que explica ese retroceso cognitivo: entre más pantallas más disminuye la capacidad lectora, el nivel de comprensión, la actitud crítica, el razonamiento propio e independiente, y se generaliza la incapacidad de concentrarse en alguna actividad especifica.

Los principios elementales de la precaución y la prudencia no operan cuando se habla de la digitalización educativa, porque esos supuestos se oponen a los intereses corporativos de los productores de cachivaches tecnológicos, cuyo interés estriba en venderlos rápido para aumentar su rentabilidad, sin importarles las consecuencias destructivas que eso tiene sobre los seres humanos y el medio ambiente.

De la noche a la mañana se nos anuncia que el aprendizaje puede ser mágico, que no necesita de ningún esfuerzo y que con prender el botón de un computador y tener una pantalla podemos acceder a todo el conocimiento del mundo. Semejante estupidez se dice con toda la impunidad del caso, apoyándose en el culto tecnológico, cuando el aprendizaje mágico y acelerado no existe, no es posible. Contra esa mentira hay que resaltar que el aprendizaje es lento, exige concentración y esfuerzo y sus resultados se ven al cabo de cierto tiempo.

En este mundo digitalizado quienes más oportunidades de aprendizaje tienen son aquellos que más han restringido el acceso a las pantallas y demoran la introducción de tecnologías fuertemente adictivas, empezando por el celular. La prueba está en que los gurúes de Silicon Valley, que tanto promueven sus negocios tecnológicos para obtener extraordinarias ganancias, son los primeros en oponerse a que en sus casas sus hijos tengan smartphone e imparten una educación a través de los libros. En California, por ejemplo, las élites, ligadas a los negocios microelectrónicos, matriculan a sus hijos en aquellos colegios en los cuales está restringido el acceso a esas tecnologías y predomina la utilización de lápiz y papel, no existen conexiones Wi Fi y el espacio educativo está libre de pantallas.

Esto demuestra que la educación es un asunto humano y no tecnológico, como si esta fuera una variable que pudiera entenderse al margen de la sociedad. Y en el mismo sentido, la novedad es una cuestión mercantil y no puede considerarse como un concepto educativo.

Esas novedades digitales en la educación han cobrado más fuerza a raíz de la pandemia de la Covid-19, un momento de pánico mundial que ha sido bien aprovechado por los negociantes del mundo informático. Sus efectos negativos se han visto en poco tiempo, debido, entre otras cosas, a que los Ministerios de Educación Nacional facilitan y propician esos negocios en aras de la novedad tecnológica y por cazarse con las pretendidas innovaciones de la tecnología inteligente y de la “sociedad del conocimiento”.

Ante esos efectos negativos empiezan a darse las primeras respuestas, como ya sucede en algunos países asiáticos (China y Taiwán) y en europeos (Francia, Italia, algunas regiones de Alemania y ahora Suecia), que apuntan a la restricción de las pantallas en el mundo escolar.

El caso de Suecia es llamativo porque fue uno de los primeros en plegarse hace algunos años en forma incondicional a la digitalización de la educación desde los primeros niveles. Pues ahora, analizando los resultados negativos, ha decidido detener esa digitalización y ha proclamado el regreso a la enseñanza a través de cuadernos y libros. Al respecto, la Ministra de Educación de Suecia ha anunciado que por la disminución de la capacidad lectora de sus estudiantes el país corre el peligro de contar con una “generación de alfabetos funcionales”, ante lo cual es necesario que “las escuelas suecas vuelvan a lo básico”, con un enfoque en se deben fomentar las habilidades básicas de “leer, escribir y contar”. Para posibilitar el retorno a los libros se destina un importante presupuesto estatal para dotar a las bibliotecas escolares con suficiente material impreso, de tal manera que esas escuelas estén libres de dispositivos microelectrónicos y se estimule el uso de los textos escolares. La ministra Lotta Edholm en forma rotunda cuestionó la “actitud acrítica que considera la digitalización como algo positivo, cualquiera sea su contenido”, y en aras del solucionismo tecnológico envió a los libros de texto “a las estanterías”, cuando estos tienen “beneficios que ninguna Tablet puede reemplazar”.

Esta decisión no ha sido aislada, porque en Italia un informe especializado del Senado concluye que el uso de artefactos digitales, especialmente el smartphone, está creando una generación de “jóvenes esclavos, drogados y descerebrados”, porque el uso de los cachivaches microelectrónicos «no es nada diferente de la cocaína, con las mismas e idénticas implicaciones químicas, neurológicas, biológicas y psicológicas”.

De lo anterior se desprenden dos preguntas básicas y actuales para nuestro país: ¿cuándo se va a reflexionar crítica y seriamente sobre los efectos destructivos que la pandemia digital genera entre los niños y jóvenes colombianos? y ¿cuándo se van a implementar medidas que le intenten poner freno a la epidemia de cretinos digitales que afecta a gran parte del territorio urbano de Colombia?

Fuente: https://rebelion.org/prohiben-el-uso-de-celulares-y-pantallas-en-las-escuelas-de-suecia-ya-era-hora/

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Víctimas de su propio invento

Por Renán Vega Cantor
Se denomina fentanilo, es un medicamento que fue inventado en Estados Unidos en 1960 y es el responsable de gran parte de las muertes que por sobredosis de consumo de estupefacientes se están produciendo en ese país. En el 2022, murieron 108 mil estadounidenses por sobredosis de droga, un promedio de 30 por día, uno cada cinco minutos, el 70% ocasionado por fentanilo. Ya se consume en 48 de los 50 estados de la Unión Americana, destacándose California, Florida, New York, Pensilvania, Ohio. La sobredosis se ha convertido en la principal causa de mortalidad de personas entre 18 y 45 años. El atractivo del fentanilo radica en que es 100 veces más potente que la morfina y cincuenta que la heroína.

En Estados Unidos, cuyos habitantes son excelsos consumidores de sustancias tóxicas -y no incluimos la Coca-Cola ni las hamburguesas McDonald’s- existe un nicho de mercado en continua expansión. Hacia ese país se dirige el comercio de drogas de origen vegetal [marihuana, cocaína, morfina, heroína] y ahora uno en renovada expansión, el de los opiáceos artificiales, producidos en laboratorio, entre los cuales se destaca el fentanilo. En contraposición al presupuesto económico [Ley de Say] que dice que toda oferta crea su propia demanda, en Estados Unidos y en su infinito mundo de las drogas, sucede lo contrario: es la demanda la que garantiza la oferta.

El consumo de opioides sintéticos fue impulsado por las multinacionales farmacéuticas de los Estados Unidos con la finalidad de generar un nuevo sector de mercado, sustentado en el creciente número de pacientes afectados por enfermedades crónicas que requerían de poderosos anestésicos y analgésicos. Esa necesidad fue explotada al máximo para que los médicos formularan opiáceos, en especial el fentanilo, y se empezó a consumir esa droga a partir de las prescripciones legales, permitidas y asumidas como normales. Ese consumo fue alentado en forma irresponsable por esas farmacéuticas. Con receta médica, el fentanilo se puede consumir en pastillas, parches cutáneos o a través de inyecciones.

De ahí se dio el salto a un uso más allá de esas necesidades terapéuticas y se creó una nueva demanda, un próspero negocio ilegal. La creciente demanda empezó a ser surtida con precursores químicos procedente de diversos lugares del mundo, especialmente de China y la India, donde se envía por el correo normal o camuflado en bienes de consumo (muñecos, juguetes, alimentos…). Con esos insumos, en Estados Unidos o Canadá, principalmente, se confecciona el fentanilo que causa furor entre los consumidores estadounidenses. Se consume con inyecciones o inhalándolo. El comprador pulveriza una pastilla, pone la dosis sobre una cuchara, la diluyen y la introducen en una jeringa. No es necesario calentar la jeringa como se requiere con la heroína. Se puede inyectar o inhalar. El fentanilo se vende ilegalmente en polvo, vertido en gotas sobre papel secante, en envases de gotas para los ojos, en rociadores nasales o en pastillas con el mismo aspecto de otros opioides recetados. Se vende al detal a personas de todas las edades presentado con llamativas etiquetas y colores.

El consumo de fentanilo produce felicidad extrema y pasajera, aletargamiento, náuseas, estreñimiento, sedación, problemas respiratorios y perdida del conocimiento. Debido a su potencia como narcótico un miligramo adicional puede ser mortal. Además, el fentanilo se emplea en el comercio de estupefacientes como mezcla, con cocaína, heroína, o en la producción de pastillas.

En ese mercado potencial de millones de consumidores se producen extraordinarios márgenes de ganancia, de miles de millones de dólares, gran parte de los cuales se quedan dentro de los Estados Unidos. El negocio es tan lucrativo que un kilo, que cuesta 30 mil dólares, puede generar ganancias de hasta 32 millones de dólares. Eso es posible porque con un kilo de fentanilo se puede producir hasta un millón de píldoras falsificadas que tengan un miligramo de fentanilo.

Ante semejante problema de salud pública, con más de cien mil muertos en el último año, el gobierno de Estados Unidos en lugar de afrontarlo de manera clara y resuelta como un asunto interno hace lo que siempre hace y lo único que parece que puede hacer: buscar culpables y los encuentra fácilmente en el exterior, como ha hecho desde hace medio siglo con ese invento suyo que ha denominado la Guerra Mundial contra las Drogas. El argumento es simple: los narcotraficantes malvados y de procedencia extranjera están envenenando a la indefensa población de los Estados Unidos y por eso hay que enfrentarlos y si es el caso invadir países en donde se asegura que se origina la producción de los narcóticos que intoxican a los inocentes estadounidenses. Esa misma narrativa tradicional, ahora se repite con el fentanilo, como si no hubiera sido inventado en Estados Unidos y allí se hubiera generalizado su uso hasta convertirse en una mortal adicción.

Para desmentir esa falacia, valga decir que la mayor cantidad de precursores químicos para procesar el fentanilo ingresa a Estados Unidos desde Canadá, siendo contrabandeado por estadounidenses en forma directa, como lo atestigua el hecho de que en 2021 el 86% de los detenidos por tráfico de esa sustancia eran de los Estados Unidos. Según un mapa de la DEA, las cinco rutas principales de fentanilo son, en su orden de importancia: China-Alaska-resto de Estados Unidos; China-Canadá-EEUU; China-EEUU; China-México-Estados Unidos; y La India-México-EEUU. En estas condiciones, ¿por qué nadie habla de carteles estadounidenses? ¿Por qué no se criminaliza a Canadá, como se hace con México, Colombia o ahora China? [Ver mapa debajo]

Sencillamente, el dinámico mercado de la adicción se diversificó y pasó de la cocaína a los opioides sintéticos y a la metanfetamina, y ese negocio lucra directamente a maleantes de Canadá y los Estados Unidos. Como son “civilizados del Primer Mundo” los nuevos narcotraficantes de opioides sintéticos y las ganancias se quedan en casa, nada mejor que mirar para otro lado, echarles la culpa a malvados extranjeros y dejar que el consumo interno avance, enfermando y matando a la población más pobre con esa otra letal arma de destrucción masiva, Made in USA, llamada fentanilo.

Imagen de portada: Llamativas pastillas de Fentanilo, la muerte viene en colores. FUENTE: https://www.elfinanciero.com.mx/salud/2022/10/16/fentanilo-por-que-es-tan-peligroso-consumir-este-opioide-100-veces-mas-potente-que-la-morfina/

Publicado en papel en El Colectivo (Medellín), abril de 2023.

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Aprenden primero a disparar y después a leer

Por: Renan Vega Cantor

“‘Acaba de vaciar el segundo cargador y dice que quiere seguir disparando. Hace muchos progresos. Estoy muy orgulloso de ella’, cuenta un padre que está enseñando a manejar una escopeta a su hija de cinco años”.

Ciertos hechos de la vida cotidiana rebelan las características fundamentales sobre una determinada sociedad, mucho más que sofisticados análisis académicos. Hechos aparentemente puntuales y anecdóticos ‒o así es como lo muestra falsimedia mundial‒ tienen un profundo contenido para comprender la violencia que carcome a los Estados Unidos y que los está destruyendo desde dentro, desde las propias entrañas del monstruo, para retomar la famosa frase de José Martí.
La violencia con armas de fuego, los tiroteos, las masacres indiscriminadas en escuelas, centros comerciales, iglesias son el pan de cada día en los Estados Unidos. Eso no es novedad, es tan reiterativo que es casi una banalidad registrar semana tras semana una nueva masacre con armas de fuego en el “país de la libertad” [libertad de matar, incluida].

Esta normalización de la violencia no ayuda a desnudar la militarización consustancial a la vida estadounidense, como lo evidencia lo acontecido el 6 de enero de 2023 en una escuela pública de una pequeña ciudad de los Estados Unidos. Ese día en la Escuela de Primaria Richneck en la ciudad de Newport News, Estado de Virginia, fue abaleada una joven profesora de primaria por uno de sus alumnos, léase bien y frotémonos los ojos de espanto, cuya edad es de seis [6] años. Esto es lo novedoso de la noticia, como cuando un hombre muerde a un perro.

El hecho puntual fue el siguiente: a las 13:35 de la tarde un niño, cuyo nombre no se ha revelado, del primer grado, desenfundó un arma de fuego y disparó directamente a la profesora Abby Zwerner, de 25 años que resultó gravemente herida, hasta el punto de que se encuentra en peligro de muerte. La maestra, tras recibir el disparo, «les gritó a los alumnos que salieran corriendo», suponiendo que su agresor iba a seguir disparando. En el resto de los salones de la escuela, sus 550 estudiantes se escondieron asustados debajo de sus pupitres. Al cabo de unos diez minutos llegó la policía y detuvo a un “sospechoso” que “ha sido identificado como un estudiante varón de seis años de edad en la Escuela Primaria Richneck”.
Lo que siguió es lo de siempre: ruido mediático instantáneo y desechable, las autoridades civiles y policiales declaran que el hecho es inaudito, que no puede volver a pasar, que no se explican cómo sucedió. Se cerró la escuela durante una semana, supuestamente para que la comunidad se recupere del trauma creado por la agresión armada, textualmente para que los niños y sus familias tuvieran “tiempo para sanar”.

Otros datos sorprenden: el niño hizo un solo disparo que fue certero, lo cual indica o que es un tirador adiestrado o estaba muy cerca de la profesora; y el disparo se produjo, según la información del jefe de Policía local, luego de un “altercado” entre la maestra y el estudiante.
Hasta acá la información somera y superficial que se ha dado sobre este acontecimiento. Vale la pena profundizar en la cuestión, por sus implicaciones pedagógicas, sociales y culturales.

Varias preguntas de fondo se derivan del asunto: ¿Por qué razones un niño de escasos seis años lleva un arma de fuego, de verdad y no de juguete, consigo a clase? ¿Quién le suministró el arma o cómo la consiguió? ¿Qué tipo de controles se ejercen en las escuelas de los Estados Unidos con respecto al ingreso de armas? ¿Qué lleva a que un niño, que apenas está aprendiendo a leer y a escribir ‒que, de pronto, ni garrapatear su nombre puede‒ le dispare intencionalmente a su profesora en plena clase y en presencia de todos los alumnos de su curso? ¿Por qué un niño tiene el deseo de matar a su profesora? ¿Quién o quiénes y cómo le inculcan ese odio asesino a una mente infantil, cuyos intereses deberían estar centrados en el juego, el aprendizaje y el goce de la vida? ¿Qué puede considerarse como un “altercado” entre una profesora y un niño pequeño? ¿Una simple reconvención, un regaño, una orden pueden concebirse como un “altercado” que lleva a una de las “partes” (un estudiante) a dispararle a la otra (a la profesora)?

Aunque no se cuente con información exacta para responder con detalle y precisión a estas preguntas si se pueden realizar inferencias a partir de algunos elementos que cuando se difunden este tipo de noticias nunca se mencionan y atañen al conjunto de la sociedad estadounidense, y a la situación particular de la localidad a donde se llevó a cabo el criminal atentado. Empecemos por esto último.

Contexto de militarización institucional

En la pequeña ciudad de Newport News y en sus inmediaciones se encuentra la sede de empresas militares o ligadas a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Entre ellas están la Vertex Aerospace Flight International Aviation, una entidad que opera vuelos chárter para el Departamento de Defensa desde hace más de 35 años.  Allí se encuentra la base de Fort Eustis, fundada desde la Primera Guerra Mundial, que alberga el Comando de Entrenamiento y Doctrina del Ejército de los Estados Unidos. En localidades adyacentes se encuentran otras instalaciones militares: la Base de la Fuerza Aérea de Langley , la Estación de Armas Navales de Yorktown , Camp Peary, el Centro de Entrenamiento de la USCG Yorktown.  En sus inmediaciones se encuentra la Estación Naval de Norfolk, el cuartel general y el puerto de base del Comando de Fuerzas de la Flota de la Armada de Estados Unidos. Esta es la estación naval más grande de Estados Unidos y del mundo, donde se concentra la mayor cantidad de fuerzas de la Marina, con 75 barcos, 14 muelles. 134 aviones y 11 hangares de aviones.
Como es obvio por estos datos, gran parte de los habitantes de esta pequeña ciudad trabajan directa o indirectamente con empresas militares o que abastecen a las fuerzas armadas o laboran en la Newport News Shipbuiding, una instalación conjunta de la Fuerza Aérea y el Ejército de los Estados Unidos. Allí se construyen los portaaviones y submarinos con los que Estados Unidos amenaza y agrede al resto del mundo.

La Newport News Shipbuilding reabastece de combustibles y supervisa la revisión de los portaaviones de la llamada clase Nimitz [portaaviones de propulsión nuclear]. También se ubica en la región el Camp Peary, centro de Entrenamiento Experimental de las Fuerzas Armadas, directamente dependiente del Departamento de Defensa (sic) y donde se alberga una instalación encubierta de la CIA, conocida como La Granja. En este lugar se entrena a los oficiales de la Dirección de Operaciones de la CIA y a los del Servicio Clandestino de defensa de la DIA. [Agencia de Inteligencia de la Defensa]
Todos estos datos nos indican que la pequeña ciudad de Newport News es un lugar profundamente militarizado porque se encuentra, literalmente, rodeado de instalaciones y bases militares. De ahí se deriva que gran parte de sus habitantes deben transpirar “disciplina militar” hasta por el último poro de su cuerpo.

Contexto de inseguridad y criminalidad

En esta dirección, y este es un segundo tipo de datos para tener en cuenta, en esta pequeña ciudad se muestren indicadores de violencia que superan con creces la media nacional de los Estados Unidos. En efecto, un cuadro de hace quince años es indicativo al respecto:

Una simple mirada nos indica que con respecto a Estados Unidos ‒un país profundamente violento‒ esta pequeña ciudad de 185 mil habitantes es mucho más violenta. Y por supuesto, esa criminalidad debe estar ligada a la militarización institucional de la vida cotidiana de Newport News. No debe ser raro que esos delitos sean efectuados por miembros activos o en retiro de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que habitan en la región o por personas con algún tipo de vínculo con esas instancias. Esta no es ninguna especulación, porque como está bien establecido muchos de los tiroteos y actos delictivos en los Estados Unidos son protagonizados por veteranos de guerra.
Al respecto, sería bueno saber si el niño de seis años que le disparó a sangre fría a su profesora es hijo o familiar de militares o de personas que han trabajado en algunas de las empresas bélicas de la zona. No sabemos con precisión si el arma que uso el niño-agresor pertenecía a un militar, o si es un arma privada, que se adquiere fácilmente en el mercado bélico de ese país, es decir, en un centro comercial de la esquina.

Militarización mental

El asunto no se reduce a la militarización fáctica de la vida en una pequeña ciudad como la de Newport News. A eso debe agregársele la militarización mental, es decir, la construcción de un imaginario en el cual las armas y la violencia forman parte esencial del American Way of Life [en verdad, American Way of Death]. Como parte de ese imaginario bélico y asesino se genera una cultura de guerra, de violencia y de muerte. No es raro que, desde la más tierna edad, los niños convivan con las armas de fuego, que sus padres o familiares cercanos manipulan a diario y exhiben en forma cotidiana a sus hijos. Tampoco sorprende que, como parte de esa cultura de la muerte, se inculque a los niños a usar las armas y se les adiestre en ese propósito. De ahí que jóvenes, adolescentes y, más recientemente, niños sean responsables de la muerte de numerosas personas, en algunas casos de sus propios progenitores que les suministran las armas o las dejan al descubierto en algún lugar de la casa. Al respecto, vale recordar lo sucedido en Orlando (Florida) el 26 de mayo de 2022, cuando un niño de dos años mató a su progenitor con una pistola de 9 mm, que encontró en casa abandonada.

Pero además se está consolidando la pedagogía de la muerte, porque los padres enseñan conscientemente a sus hijos cómo usar las armas, cargarlas y disparar. En un video puede observarse a un niño de cuatro años manejar con propiedad un rifle, cargar y descargar el cartucho, siendo felicitado por una mujer. E incluso en redes sociales una mujer llamada Kendal sostuvo que “Este video es increíble”, muestra lo que es “una buena educación”. Muchos padres en los Estados Unidos les profesan un culto abierto a las armas y sostienen que no ven ningún problema en enseñarles a matar a sus hijos, porque tienen derecho a defenderse.
En el fondo, en los Estados Unidos es más importante aprender a disparar que a leer y eso se lo inculcan una gran parte de los padres a los hijos. En lugar de libros en las casas se tienen verdaderos arsenales de guerra. Esto no es raro en un país con elevadas tasas de analfabetismo funcional y a donde a sus niños y jóvenes se les forma en la cultura de la muerte, algo que se aprende en casa y se práctica adentro [en las escuelas, por ejemplo] y afuera, como lo evidencian las miles de agresiones que ha sufrido el mundo por parte de los Estados Unidos en los últimos doscientos años.

La corrección política en la escuela

Un último hecho que no puede pasar desapercibido, por sus implicaciones pedagógicas, es el del lenguaje políticamente correcto que se usa para referirse a este caso de violencia con armas de fuego en una escuela de los Estados Unidos. Resulta revelador que se diga que un “altercado” entre la profesora y el niño fue el que produjo el ataque a bala contra la maestra. ¿De cuando acá se puede considerar como una disputa, pelea, discusión, riña, choque, discordia, reyerta, trifulca, para usar algunos de los sinónimos de altercado, la relación entre una profesora y un niño de seis años? ¿En qué habrá radicado el tal altercado? ¿Es que acaso la profesora le dijo al niño que hiciera silencio, que no molestara, que se sentara? ¿Le solicitó alguna tarea o le pidió que respondiera a una pregunta? O el altercado radicó, como sucede en un video célebre sobre la corrección política en la educación de los Estados Unidos, en que la maestra enseñó que 2+2=4 y el niño y sus padres sostienen que 2+2=22, porque como no hay verdades ni conocimientos universales, cualquier opinión es válida y debe ser admitida por los profesores, so pena de ser calificados de intolerantes y querer imponer verdades cuando la verdad no existe y cualquier opinión es válida y debe ser aceptada. A la profesora del video se le acusó de querer implantar su verdad matemática, esto es que 2+2=4, algo que, para el relativismo posmoderno es solo una opinión entre muchas y todas son igualmente validas, como la de decir que 2+2=22. Y la profesora del video fue matoneada por alumnos, padres de familia, rectores de escuelas y jueces, hasta expulsarla de la escuela en la que trabajaba. En la vida real, la profesora de Escuela de Primaria Richneck, fue abaleada por uno de sus pequeños alumnos.

Vale preguntarse, y la cuestión es totalmente válida y legitima en las actuales circunstancias de la dictadura de lo políticamente correcto en la educación, sí se atacó a una profesora, ya no discursivamente sino a punta de plomo, porque el pequeño estudiante-monstruo, de pronto azuzado por sus padres, supuso que la profesora no tenía el menor derecho a corregirlo ni hacerle ningún tipo de sugerencia. Es posible, entonces, suponer que solo porque la maestra procedió a hacerle una reconvención o le dijo algo el niño armado decidió dispararle. Puede ser, también es posible, que en días o en clases anteriores el niño se haya molestado por alguna sugerencia o recomendación de la profesora y haya decidido “vengarse” mediante el uso de una arma de fuego. A tal nivel de intolerancia se ha llegado en la educación de diversos lugares del mundo y esto, además, se trata de justificar en la lógica de lo políticamente correcto, presentando un brutal ataque como producto de un supuesto “altercado”. Como la corrección política ha llegado a las escuelas de los Estados Unidos no sorprende el lenguaje que se utiliza para tratar de explicar una agresión con un arma de fuego por parte de un pequeño niño: fue resultado de un altercado. Así las cosas, con la corrección política de índole pedagógica se pueden justificar hasta los asesinatos de profesores por parte de sus alumnos. Y andando el tiempo entonces llegaremos a admitir que está bien que a los profesores les peguen un tiro y los maten simplemente porque no pueden tener altercados con sus estudiantes al decirles que están equivocados, que hagan caso, que hagan las tareas y cosas elementales como esas, que son propias de la educación en esta y en cualquier época, pero que ahora se pretende cobijar diciendo que los profesores no pueden generar una “angustia emocional” en los niños cuando los corrigen o les hacen alguna observación.

A ese paso, en los Estados Unidos la suma de violencia homicida y corrección política puede llevar a que en un momento determinado se justifique que los profesores se armen, no de valor, sino de artefactos de fuego, para protegerse y responde a ataques con armas de fuego. Así, en Estados Unidos la educación deviene en una especie de Lejano Oeste [Far West] en la que se proclama el sálvese quien pueda y cómo pueda. Si se aplica en esta lógica aquello de ojo por ojo, entonces en Estados Unidos las escuelas van a ser un nido universal de ciegos y tuertos, frente a la cual el Ensayo sobre la Ceguera de José Saramago termina siendo un juego inocente de niños, por supuesto no propio de los niños-gánsteres que se están formando en el país que debería llamarse Esclavos Unidos por el odio y la muerte.
Fuente: https://contrahegemoniaweb.com.ar

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Pedagogía de la infamia y de las mentiras

A la memoria de mi estudiante Fabián Alonso Ramírez [1997-2020], cuya joven vida se apagó en forma absurda por el odio y sed de venganza de la neoinquisición fundamentalista.

“[…] Luchar sin cansancio. Luchar por el derecho que tengo de ser respetado y por el deber que tengo de reaccionar cuando me maltratan. Luchar por el derecho que tú, que me lees, profesora o alumna, tienes de ser tú misma y nunca, jamás, luchar por esa cosa imposible, grisácea e insulsa que es la neutralidad. ¿Qué otra cosa es mi neutralidad sino una manera tal vez cómoda, pero hipócrita, de esconder mi opción o mi miedo de denunciar la injusticia?” «Lavarse las manos» frente a la opresión es reforzar el poder del opresor, es optar por él. ¿Cómo puedo ser neutral frente a una situación, no importa cuál sea, en que el cuerpo de las mujeres y de los hombres se vuelve puro objeto de expoliación y de ultraje?” (Paulo Freire, Pedagogía de la autonomía, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 209, p. 107.)

En estos momentos estoy siendo sometido a una nueva persecución que se une a las que he soportado durante años en la UPN. La de ahora se basa en la mentira, la calumnia, el anonimato y la amenaza, y en eso se parece a la que se emprendió contra mí en 2012. Lo “novedoso” del caso actual radica en que, mientras un vil panfleto anónimo de 2012, surgido en el seno de la UPN, se burlaba de mi actitudes “afeminadas”, por haber llorado por mis tres estudiantes muertos, ahora se ha emprendido un linchamiento moral contra mí porque supuestamente soy homófobo y tránsfobo. La fabricación de esta infamia no es accidental, responde, por el contrario, a una campaña orquestada de destruir mi imagen de profesor crítico, de enlodar mi honra personal y de desacreditar mi labor de 34 años en la UPN como una persona que se ha entregado con pasión a la noble profesión de educar y de denunciar y confrontar las injusticias del mundo.

Ahora me someten, con la finalidad de callar mi voz y mi pluma, a un linchamiento moral, propio de la nueva inquisición que se está tomando las universidades colombianas, y la UPN en particular. Para esa neoinquisición la libertad de cátedra es un inconveniente que debe eliminarse, y con ello el derecho a opinar, pensar con cabeza propia, disentir, cuestionar y criticar. Se pretende imponer una nueva y peligrosa censura, con la intención de homogenizar el pensamiento. Se descalifica pura y simplemente, recurriendo al pasquín anónimo y cobarde, sin asumir con entereza la responsabilidad de las afirmaciones que se realizan, y sin ningún tipo de pruebas, argumentos o demostraciones. Se acude a la calumnia, la tergiversación y la mentira, en lugar de dialogar y debatir cara a cara en el aula de clase y en el campus de la UPN.

Es el nuevo fascismo que quiere destruir al otro, porque ese otro es distinto, porque piensa diferente, porque no se somete a los dictados de lo que es políticamente correcto, según lo dictaminan los cánones de una intolerancia que dice apoyarse en la tolerancia y en la victimización, y que es propia del capitalismo realmente existente con sus nuevos tipos de negocio y de consumo. Como bien lo analizó hace años el gran Pier Paolo Pasolini, revolucionario marxista y homosexual de Italia, y lo expresó en su libro Escritos Corsarios [1975]: “Este nuevo fascismo, esta sociedad de consumo, ha transformado profundamente a los jóvenes, les ha tocado en lo íntimo de su ser, les ha dado otros sentimientos, otros modos de pensar, de vivir, otros modelos culturales. Ya no se trata, como en la época mussoliniana, de un alistamiento superficial, escenográfico, sino de un alistamiento real que les ha robado y cambiado el alma. Lo que significa, en definitiva, que esta civilización del consumo es una civilización dictatorial. Si la palabra fascismo significa prepotencia del poder, la sociedad de consumo ha realizado cabalmente el fascismo”.

LA FABRICACION DE LA INFAMIA

“Si te muestras crítico con la opinión recibida, tendrás que documentar todas y cada una de tus frases”. (Noam Chomsky, La (des)educación, Editorial Crítica, Barcelona, 2013, p. 203.

En la última semana de agosto empezó a circular por los corredores y salones del Edificio A de la UPN, así como por medios electrónicos, un pasquín anónimo con el título “Pedagogía del terror y Renán Vega”. En este panfleto se dice una sarta de disparates sin la más mínima prueba fáctica o documental, sino que simplemente recurre al método expedito y fácil de colocar entrecomillas pretendidas cosas que yo habría dicho.

Así se puso a rodar un fake news [noticia falsa] por los pasillos de nuestro departamento de Ciencias Sociales. Como el pasquín aludido no tiene firma es bueno hacer algunas preguntas. En cuanto a su autoría, ¿lo escribió una persona o un grupo de personas?; en cuanto a la filiación institucional de su autor, autora o autores: ¿Son estudiantes de la UPN?, ¿Son “asistentes”? ¿Son marcianos o extraterrestres? ¿O son infiltrados de la policía y de los numerosos cuerpos de seguridad del Estado colombiano, decenas de los cuales se pasean como Pedro por su casa en nuestra universidad? Esta última pregunta es pertinente, si recordamos que se acaba de cerrar judicialmente el montaje [falso positivo judicial] de Lebrija, en donde por acción de un infiltrado [Cuper Diomedes Díaz Amado], quien estaba inscrito como estudiante de la Facultad de Educación en la UPN, se encarceló, persiguió, calumnió, difamó y fue arruinada la vida de varios estudiantes de esta universidad, cuatro de ellos y ellas estudiantes de Ciencias Sociales.

Y esos estudiantes, luego de todo lo que soportaron junto con sus familias, acaban de ser absueltos. De tal manera, que existen antecedentes muy cercanos a nosotros para inquirir con toda la legitimidad del caso sobre el origen de tan tenebroso pasquín e involucrarlo en las acciones de infiltración que se llevan a cabo de manera cotidiana en nuestra alma mater. Porque, además, ¡la redacción, sintaxis, coherencia interna, nivel de argumentación y profundidad del pasquín en cuestión es de tal nivel que parece haber sido escrito en un cuartel de policía! [Ver Anexo: El agente secreto Diomedes Diaz].

Una cosa deja clara este panfleto y es que quien o quienes lo concibieron dicen estudiar en el Departamento de Ciencias Sociales, debido a lo cual es necesario hacer unas breves consideraciones sobre su validez documental. Y aquí voy a remitirme a aquello que planteo en forma reiterada desde hace años en los cursos que imparto de historia, especialmente en el Taller de Historia, con respecto a las fuentes, un asunto que le recalcó a los estudiantes hasta el cansancio.

Un elemento distintivo del oficio del historiador y del profesor de historia radica en indagar sobre la validez de las fuentes. Primero hay que establecer el origen y autenticidad de una fuente, y esto remite a su crítica externa, lo cual se resume en varias preguntas: ¿Quién generó la fuente? ¿Es una fuente voluntaria (intencional) o involuntaria (no intencional)? Al respecto, la teoría historiográfica ha establecido que la fuente intencional o voluntaria es la más deleznable y la menos fiable de todas. Y, peor aún, cuando es perversamente intencional o malintencionada ‒como el panfleto aludido‒ y no lleva ninguna firma, lo cual quiere decir que se hace con el claro objetivo de hacer daño y no asumir ninguna responsabilidad. Es evidente que este pasquín no resiste una crítica externa, porque fue escrito con el fin de calumniar sin dar la cara. Segundo, en esas condiciones, la crítica interna, sobre el contenido mismo del pasquín, sobra, no es necesaria, porque eso sería darle validez a un conjunto de sandeces, que recurren al anonimato, la tergiversación y la mentira.

Dicho esto, vale decir que el panfleto tiene, además, un tono amenazante cuando utiliza al final el dibujo de una vaca y en su cuerpo aparece una cruz. Esto puede entenderse como una abierta amenaza, porque entre las múltiples metáforas que se desprenden de la utilización de la cruz, una trágica y dominante en Colombia es la de la muerte y, en forma más lapidaria, las amenazas o condenas a muerte.

Como no sabemos la identidad del autor o autores del pasquín para que aclaren qué sentido le atribuyen a la cruz pintada en el costado de la vaca, y como las intenciones del pasquín son perversas y destructivas, podemos, con toda la gravedad que genera la situación, atribuirle el sentido de que es una amenaza de muerte. Lo preocupante radica en que muchos estudiantes del Departamento de Ciencias Sociales de la UPN, profesores de nuestro programa y de otros programas y, abusivamente, el Coordinador del Departamento de Ciencias Sociales se sorprendan de la interpretación del símbolo que cierra el pasquín como una amenaza de muerte. Esa interpretación es perfectamente válida, si tenemos en cuenta que, de una parte, yo he sido amenazado antes y me he tenido que exiliar y, de otro lado, en este país matan a diario a decenas de personas y a muchas de ellas antes de acribillarlas les han enviado mensajes ataviados con terroríficas cruces [♰].

Hay más cosas referidas a la violencia explícita e implícita del panfleto de marras que se inscribe en lo políticamente correcto del repliegue identitario, una de cuyas pretensiones es eliminar a quien considera su incomodo adversario, como a quien escribe y firma este texto. Esa violencia simbólica es el linchamiento moral a que se somete a una persona ‒y ahora me toca a mi‒ atacando uno de los puntos más preciados de su humanidad, como es su honor y autoestima. Por eso se puede hablar de otro tipo de acción homicida, es el asesinato de su imagen pública. Porque, no se nos olvide, que, así como existen “asesinos de la memoria”, existen “asesinos de la moral”, porque se trata de destruir la dignidad de un ser humano y enlodarlo con calumnias, tergiversaciones y embustes. Eso puede hacerse con el manto del anonimato y con la protección de los que se autoproclaman como representantes de las “victimas”. Por todo lo anterior, ¡los miembros de la comunidad de la UPN deberían saber que Cundinamarca no es Dinamarca!

LA CIRCULACIÓN Y DIFUSIÓN DE LA INFAMIA

“Al reflexionar sobre las recientes cazas de brujas, incluida la mía, me han sorprendido especialmente las cartas de denuncia masiva, que ahora son comunes en nuestras universidades […]. Me parece que estamos entrando en el reino de la oscuridad cultural, donde el argumento racional y el respeto por el oponente están desapareciendo del discurso público, y donde, crecientemente, en cada asunto que importa, se permite solo una visión y una licencia para perseguir a todos los herejes que no se adhieran a ella”. (R. Scruton, citado en Axel Kaiser, La neoinquisición. Persecución, censura y decadencia cultural en el siglo XXI, Ariel, Bogotá, 2020, pp. 26-27).

Luego de fabricada la infamia, viene la segunda labor, la de su circulación y distribución, algo fácil en este mundo de cretinos digitales. Primero, se imprimió en papel para distribuir en el edificio A de la UPN, habiendo dejado una gran cantidad de copias del panfleto en la sede de ASPU-UPN, lo cual no es casual, sino que responde a la campaña de desprestigio a todos los niveles, que se empezó a orquestar desde la última semana de agosto. También empezó a circular por medios virtuales, para ampliar su radio de acción y difundirlo a través de las redes (anti)sociales, en donde no existe el más mínimo criterio de racionalidad.

Otro medio de difusión de los infundios, calumnias y mentiras que se están vertiendo contra mí en estos días, contra mi buen nombre y mi reputación moral (esto es lo verdaderamente crucial, porque lo académico e intelectual pasa a ser una cuestión muy secundaria) son las paredes del edificio A y de sus baños. Y se han convertido en muros de la infamia, en donde se replican las mentiras, calumnias e infundios sin fundamento, a raíz de la publicación por un grupo de estudiantes de un documento titulado “Por una universidad crítica, deliberante y en constante debate”. Este texto va firmado con nombres y apellidos y asume un punto de vida de manera franca y directa, dando la cara y no amparándose en la comodidad y cobardía propia de los anónimos. ¿Quién dijo miedo? Inmediatamente empezaron los descalificativos llamando a esos estudiantes “sapos”, “lambones” y otras lindezas por el estilo. Y han aparecido señalamientos contra mí, dando por sentado que lo que dice el pasquín original es cierto.

A partir de un anónimo al que se le da carta de credibilidad, sin la menor distancia crítica frente a lo que representa como generador de patrañas, infundios y calumnias, van ampliándose los señalamientos: ahora soy homófobo, tránsfobo, acosador, sin que exista la menor prueba real, material, que lo confirme. Como no existe el elemental derecho de la PRESUNCIÓN DE INOCENCIA, en cartas, mensajes por las redes (anti) sociales, comunicados y anticomunicados eminentes académicos y académicas dan por válidas las infames acusaciones y me señalan como responsable de los infundios que dice un papel anónimo. Ellas y ellos portan el rutilante traje de neoinquisidoras y neoinquisidores y blandiendo el fulgurante látigo de la autoproclamada “superioridad moral” echan leña al fuego de la pira excremental, donde se quema a este inquisidor porque se ha atrevido a transgredir las “buenas costumbres” de la corrección política de moda.

Para ellos no hay duda alguna, SOY CULPABLE y debo ser lapidado, como lo ordena la nueva inquisición. Sus invocaciones se basan en las sandeces de un pasquín anónimo, cuyas afirmaciones tienen el mismo grado de veracidad como decir que “Hoy está lloviendo para arriba” o “Me están visitando los marcianos”. Si esto lo afirma alguien que se autoproclama “victima” ‒terreno tan manoseado como pocos‒ y cree que la lluvia o los extraterrestres lo están atacando es porque está lloviendo para arriba y esta mañana los visitaron los habitantes de Marte y punto. Eso no se discute, hay que creerle a pie juntillas y no dudar ni un minuto, porque así lo dice una supuesta víctima. A quienes atizan la hoguera del odio y de la infamia vale preguntarles: ¿Tan pronto se les olvido el suicidio inducido de Fabián Ramírez, estudiante de Ciencias Sociales ‒mi recordado alumno‒ en uno de los baños del Edificio A de la UPN el 11 de marzo de 2020, luego de que se publicaran anónimos que lo incriminaban y deshonraban?

A partir de los chismes y el matoneo se pretende, como algo propio del fingido victimismo que se ha impuesto como norma, que pidamos perdón por ser como somos, por pensar en forma crítica e independiente, por no estar sujetos a las estupideces de la corrección política. Porque en la UPN a muchos y muchas les duele no haberme podido callar durante 34 años y que haya mantenido mi postura independiente, seria y rigurosa, sin rendirle pleitesía a nadie ni a nada, diciendo cosas que incomodan, no incurriendo en la autocensura, ni plegándome a las modas en curso. Porque mi delito es hablar claro, sin rodeos ni eufemismos, en plantear asuntos críticos, en no decir palabras convencionales. Y por eso hago mío el pensamiento del gran Oscar Wilde, escritor que fue encarcelado por su condición de homosexual: “Cada vez que la gente está de acuerdo conmigo siento que me estoy equivocando”.

Se trata, como dijo alguna vez Franz Kafka, al que algunos estudiosos de su obra y vida consideran homosexual: “Pienso que sólo debemos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un puñetazo en la cara, ¿para qué molestarnos en leerlo? […] Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa […] Un libro debe ser el hacha que rompe el mar helado dentro de nosotros”. Esto mismo debe concebirse no solamente para la palabra escrita, sino para la palabra oral, en las clases. Es decir, que aquello que digamos toque a los estudiantes de alguna forma, los cuestione, revuelva las cosas “normales” y las ponga patas arriba. Para que los estudiantes o las personas que escuchan se inquieten, por lo menos. Y si eso que se dice los aturde, los lleve a preguntar, a cuestionar, a dudar, a no tragar entero, eso ya es un gran logro educativo, que rompe con la educación bancaria, que adocena, embrutece y encasilla a los seres humanos.

Lo sano y honesto es que si ese pensamiento y esa forma de ser en el aula de clase los afecta o conmueve, lo manifiesten allí mismo ante el profesor, porque ese es un mecanismo indispensable para construir dialogo. Si no es así y se acude al chisme, a la calumnia, a la mentira, a hablar de espaldas a la gente a la que tenemos de frente pero no lo decimos nada, lo que se está generando es una red de inquisidores, de censores, de mediocres que no entienden lo que significa pensar y la libertad de expresarse en una cátedra.

Porque una cosa es evidente, la neoinquisición que se quiere implantar en las universidades públicas colombianas, entre ellas la UPN, busca es eliminar la libertad de cátedra, el derecho a opinar, expresarse, y, en últimas, el derecho a pensar. Como bien lo dijo Tomas Paine, en su obra Sentido Común: “Cuando el hombre renuncia al privilegio de pensar, se oculta en el horizonte la última sombra de libertad”.

CONCLUSIÓN SOBRE CIERTO TIPO DE “DES-EDUCADORES”

Quien o quienes escribieron ese miserable panfleto anónimo dicen pertenecer a nuestro departamento de Ciencias Sociales, lo cual supone que se está formando como profesores. Pero, ¿qué tipo de educadores pueden llegar a ser? ¿Qué nos espera con “educadores” que basan su quehacer en la mentira, la infamia, la hipocresía, la simulación? ¿Qué pensar de “educadores” sin el más mínimo carácter, personalidad y criterio para asumir una posición, defenderla y discutirla con el que consideran su antagonista, hasta el punto de que en lugar de hacerlo se basan en el escupitajo anónimo y cobarde? ¿Qué expectativas de transformación pueden fincarse en personas que quieren ser profesores o profesoras y recurren al linchamiento moral, a la calumnia, al golpe bajo y sin asumir ninguna responsabilidad, refugiándose en el complaciente anonimato? ¿No van a ser más bien prototipos de la mala educación que tan bien critica el director de cine, homosexual, Pedro Almodóvar en una extraordinaria película que lleva ese mismo título?

Por todo ello, me estremezco de angustia de solo concebir la idea de que mis dos pequeñas hijas puedan llegar a tener DES-EDUCADORES de esa calaña, de la que han mostrado en estas semanas aquellos que han hecho suya la pedagogía de la indignidad, de las mentiras, de la vileza y de la infamia. Contra esa pedagogía hemos luchado durante toda nuestra vida, sin ceder ante la misma ni un ápice, ni concederle el más mínimo respeto, como lo seguiremos haciendo dentro y fuera de la UPN, el centro educativo al que he consagrado gran parte de mi vida, y al que espera un tenebroso futuro si dejamos que quede en manos de los neoinquisidores y neoinquisidoras de la corrección política y su pretendida “superioridad moral”, a partir de la cual se creen con el derecho de juzgar y condenar a tirios y troyanos.

ANEXO

«EL AGENTE SECRETO DIOMEDES DÍAZ»
John Galán Casanova
El Espectador, septiembre 10 de 2022.

Este falso positivo judicial tiene tanto de aberrante como de insólito.

Diez años atrás, en 2012, un presunto estudiante de psicopedagogía entabla amistad con otros alumnos de la Universidad Pedagógica, participa de las marchas y los debates, asiste a las casas de los activistas. Gana su confianza al punto que, cuando los invita a una finca de recreo en Lebrija, Santander, nadie desconfía. Varios asisten, entre ellos el profesor Carlo Alexander Carrillo y las estudiantes Érika Aguirre y Xiomara Torres. Llegan a la finca Villa Karen el 25 de septiembre, para, a la madrugada siguiente, junto a estudiantes de otras partes del país, ser capturados por un comando de la Dijin, sindicados de fabricar explosivos y de integrar una red guerrillera denominada Juventudes M-19.

Los medios divulgaron el montaje oficial. Bajo el título “Capturan universitarios que planeaban disturbios en aniversario de muerte de Mono Jojoy”. El Espectador reprodujo dos días después el rugido del entonces director de la Policía, general León Riaño: “Este grupo de estudiantes se encontraba preparando material explosivo para protestas en la UIS, donde, de acuerdo con el material recaudado, pretendía cometer acciones vandálicas” [Ver]. Al profesor Carlo lo convirtieron en alias Caco, y a las estudiantes Érika y Xiomara, en alias Mónica e Indira.

El ardid empezó a derrumbarse cuando el fiscal Bohórquez Flechas presentó a su principal testigo, una “fuente no formal” que resultó ser el amistoso estudiante de psicopedagogía, que resultó ser un agente encubierto de la policía. Aunque este acusó a los imputados de ser diestros cocineros de papas explosivas, al juez no le convenció el conjunto de las pruebas presentadas. Por el contrario, recriminó a Flechas por basar el caso en el testimonio del infiltrado, quien nunca tuvo una orden de la Fiscalía o una autorización de un juez para acechar a los entrampados. En consecuencia, tras diez años de pesadilla, cuatro de los cuales estuvieron encarcelados, el Juzgado Primero Penal del Circuito Especializado de Bucaramanga decretó su inocencia a finales de julio.

Lo más insólito de esta historia –aparte del hecho de que el juez Beltrán no haya ordenado investigar el proceder del agente secreto y sus superiores– es la identidad del sujeto en cuestión, quien responde al nombre de Diomedes Díaz. Cúper Diomedes Díaz Amado, para ser más exactos, como se lee en la denuncia penal instaurada por la madre de una de las inculpadas.

Imagino a los papás de Cúper Diomedes poniéndole el nombre al muchachito. Coinciden en el Diomedes de su ídolo musical, y anteponen el Cúper, no sé si por la estrella del cine Gary Cooper, o por Cupertino Surrucuca, uno de los personajes del dúo Los Ruanetas en Sábados Felices. Así, con ese rótulo altisonante, los Díaz Amado lanzan al mundo a su vástago, destinado a ser espía.

En principio, resulta absurdo pensar que alguien con un nombre tan reconocido como el de Diomedes Díaz pueda ser agente secreto en este país. Lo mismo diríamos de alguien llamado Radamel Falcao o James Rodríguez. Cúper Diomedes lo consiguió. El boletín de alerta que lanzó el portal Universidad Pública Colombia para denunciar esta estrategia de criminalización del movimiento estudiantil muestra un Diomedes Díaz bien parecido, mejor conservado que el cantante, más jovial de civil en la universidad que en el carné de policía.

En últimas, Cúper Diomedes capitalizó lo que parecía imposible: aprovechar su nombre de ídolo entronizado en el inconsciente colectivo para engatusar a sus víctimas, a lo cual se suma el efecto subliminal de su segundo apellido. Porque, ¿a quién no le parecería simpático ser amigo de Diomedes Díaz Amado? ¿Cómo no sentirse halagado si Diomedes Díaz le gasta una empanada a uno? ¿Cómo no marchar confiado junto a Díaz Amado? ¿Cómo negarse a salir a rumbear con él o rechazarle la invitación a una finca?

“Lo consideraba casi como un hermano. Para Érika y para mí era una persona más de la familia”, señaló Xiomara Torres, la estudiante de Física que por fin logró graduarse el año pasado y obtuvo una beca de maestría en el exterior. Su amiga Érika Aguirre, estudiante de Química, creó a partir de su experiencia la campaña Objetivo Libertad, que recopila y denuncia falsos positivos judiciales. El profesor Carrillo sigue dedicado a la enseñanza y a la cuentería, y espera ser resarcido tras batallar una década por recuperar su buen nombre: “Estoy contento porque no somos lo que los medios mostraron. No es lo mismo que tú digas ‘soy inocente’, a que lo diga la justicia. Fue una tortura de diez años”.

De modo que, integrantes de ONG, líderes y lideresas barriales y estudiantiles, compañeras y compañeros activistas, mucho ojo: si las o los llega a abordar alguien llamado Diomedes Díaz, Silvestre Dangond o Jessi Uribe, tengan cuidado, desconfíen al máximo, lo más probable es que se trate de un infiltrado.

Renán Vega Cantor: Profesor Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Pedagógica Nacional

Fuente: https://rebelion.org/pedagogia-de-la-infamia-y-de-las-mentiras/

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Limpieza étnica en las bibliotecas de Ucrania

La magnitud del bibliocidio es tal que luego de expurgar los cien millones de ejemplares de todo lo que esté escrito en ruso, el contenido de las bibliotecas quedará reducido a la mitad.

«¿Ser ruso es un problema? ¿Incluso siendo un ruso muerto? Lo que está pasando en Ucrania es horrible, y tengo ganas de llorar solo de pensarlo. Pero estas cosas aquí son ridículas»

-Paolo Nori, traductor italiano.

La limpieza étnica es una característica del fascismo y todas sus variantes de extrema derecha a nivel planetario. Se basa en el supuesto de que hay culturas superiores e inferiores y estas últimas deben desaparecer de la faz de la tierra, para que no quede ni una huella de su presencia histórica. Contra las culturas proclamadas como inferiores se utilizan todos los mecanismos de destrucción física y simbólica, como herencia duradera de la expansión de Europa por los cinco continentes.

El ejemplo más terrible de limpieza étnica fue adelantado por el nazismo en Alemania primero y luego en todos los territorios que conquistó durante la Segunda Guerra Mundial, entre ellos los de los pueblos eslavos, empezando por los ubicados en la entonces Unión Soviética. Y la limpieza étnica incluyó a los judíos, pero no solo a ellos como se ha establecido como verdad oficial por el estado sionista de Israel y los creadores de la industria del holocausto (el lobby judío en los Estados Unidos), sino a todos los pueblos que el nacionalsocialismo alemán consideró como inferiores, en los que cabe mencionar al pueblo rom (los gitanos).

Después de la experiencia nazi se pensó en forma optimista que la limpieza étnica era cosa del pasado y nunca más se volvería a presentar como política de Estado. Fuera de Europa siempre se siguió llevando a cabo en diversos lugares del mundo, y en buena medida con el apoyo de Europa y los Estados Unidos, en los cuales fueron sistemáticamente eliminados diversos grupos étnicos ‒así ha acontecido en América Latina con comunidades indígenas, en Brasil, Colombia, Ecuador…‒ o ha habido intentos fallidos de exterminar a grupos humanos y de expulsarlos de sus territorios ancestrales, como acontece con los palestinos en Israel o los kurdos en Turquía.

Pese al regreso de la limpieza étnica en Europa a finales de la década de 1980 y comienzos de la de 1990, concretamente en los Balcanes, se insinuó en forma falsa que esa situación había sido superada con los bombardeos de la OTAN y la injerencia de la Unión Europea, El Vaticano y Estados Unidos que llevó a fomentar la creación de estados étnicamente puros (como resultó siendo el caso de los nuevos países reconocidos después de 1991, entre ellos esa entidad fantasma que se llama Kosovo). De esta forma, los europeos creían que la limpieza étnica ya no formaba parte de su mentalidad colonialista e imperialista y ahora se habían civilizado plenamente, cuando lo que hicieron fue legitimar una nueva limpieza étnica, consentida por ellos, como la de los criminales que gobiernan a Kosovo que trafican con órganos humanos de sus enemigos étnicos.

Ahora, cuando la guerra está de regreso a Europa, vuelve a reivindicarse abiertamente la limpieza étnica de los rusos, como lo han hecho los europeos desde hace varios siglos y como lo intentó concretar en la práctica el nazismo. Esa limpieza étnica imperante hoy en Europa se manifiesta como rusofobia y adopta los mecanismos criminales que se exhiben con impunidad desde Ucrania, por parte de las clases dominantes de ese país y reproducida por partes significativas de su población, y emuladas por gran parte de los europeos. No extraña que desde la televisión ucraniana locutores, médicos y científicos exaltan la doctrina de la solución final nazi para aplicarla a los rusos y llamen a matar a los niños rusos y castrar a los soldados de Rusia porque son “cucarachas y no humanos” y de cancelar todo lo que tenga que ver con la cultura rusa sin importar su trascendencia para la humanidad.

Pero lo que está sucediendo en Ucrania, con la complacencia de Europa, en cuanto a la reivindicación de la limpieza étnica ‒algo que, además, se viene llevando a la práctica desde el 2014 en los territorios de población rusa de Ucrania‒ no se limita a exaltar los procedimientos tradicionales de esa “purificación étnica”, tales como el llamado abierto a matar rusos por el hecho de serlo, prohibir el idioma ruso, destruir las estatuas de la Segunda Guerra Mundial que recuerdan la lucha contra el nazismo y el sacrificio de millones de rusos, prohibir la lectura de autores clásicos de la literatura universal como Fedor Dostoievski, Alexander Pushkin y de grandes compositores de música clásica como Chaikovski, prohibir bailes tradicionales rusos como la balalaika, denigrar de las comidas rusas y obligar a que ya no se escriba en los menús que ofrecen los restaurantes “Ensalada Rusa o Tártara”, sino que se le cambie el nombre por el de “Ensaladilla Kiev”, que al cuadro del pintor francés Edgar Degas (muerto en 1917) le cambien el título de “Bailarinas rusas” por el políticamente correcto de “Bailarinas ucranianas” y mil ridiculeces por el estilo, que sonrojarían de vergüenza a los grandes pensadores y humanistas de todos los tiempos que han nacido en Europa.

Junto con todo ello, ahora en Ucrania se ha inventado una nueva forma de limpieza étnica, hasta donde sepamos sin antecedentes históricos en ningún lugar del mundo. Es una limpieza étnica de tipo bibliográfico, un bibliocidio con nuevos ingredientes. Veamos en qué consiste. Lo anunció sin eufemismos la directora del Instituto Ucraniano del Libro Aleksandra Koval quien, siguiendo las instrucciones de Ministerio de Cultura ha dado la orden de limpiar las bibliotecas de su país de todos los libros rusos que allí se encuentren. La cifra es asombrosa: se ordenó sustraer de esas bibliotecas cien millones de libros (en números, para que no quepa duda, 100.000.000) y luego destruirlos. Esta burócrata-censora, que tiene más que ver con la muerte que con los libros, ha dicho que se trata de limpiar las bibliotecas de Ucrania, porque no se puede aceptar la “propaganda rusa”, por lo cual en su pobreza mental entiende todo lo que esté escrito en ruso y eso se hace porque según su concepción bélica los libros son “un arma tanto para atacar como defender”. (La entrevista con Oleksandra Koval puede leerse en https://bit.ly/3LEnx4r).

Esta burócrata, que parece que en su vida jamás ha leído un libro, sostuvo que se trata de eliminar antes de que termine este año la literatura de propaganda, con contenido antiucraniano, que comprende todos los libros editados en rusia y escritos en rusia, incluyendo a los clásicos de la literatura universal de todos los tiempos, porque son “ideológicamente dañinos”. Nada se salva de la limpieza bibliográfica ya que en ella se incluyen los libros infantiles, novelas, cuentos y obras policiales. La limpieza bibliográfica no tiene límites cronológicos y se incluyen los libros rusos y soviéticos producidos en cualquier momento, antes y después de 1991 cuando desapareció la Unión Soviética.

En cuanto al argumento de erradicar los clásicos de la literatura rusa vale citar su “sofisticada argumentación”, porque la misma habla por sí sola de la limpieza étnica de índole bibliográfica que está en marcha. Comienza señalando que esos clásicos hacen mucho daño porque los primeros que los leen son los niños y resulta nefasto decirle que un escritor ruso, digamos alguien como Alexander Pushkin, es un autor universal:

“¿Por qué el clásico es tan inquietante? Todos leímos estos libros, en mis años escolares había un sólido clásico ruso, que se consideraba el pináculo de la escritura mundial. Debido al hecho de que conocíamos a los clásicos del mundo de manera bastante mediocre, muchos se quedaron con la convicción de que esta es realmente la literatura sin la cual es imposible desarrollar inteligencia y sensaciones estéticas, ser una persona educada. De hecho, este no es el caso. Por ejemplo, para estudiar literatura extranjera, y el ruso es solo eso, necesitas un cierto equilibrio. Ahora ya estamos convencidos de que tanto la literatura británica, francesa y alemana, la literatura estadounidense y los pueblos orientales han dado al mundo muchas más obras maestras que la literatura rusa”.

Sí, pero que todo el mundo haya dado obras maestras, como las generadas acá desde Nuestra América, no da derecho a desautorizar la de otras latitudes (Rusia en este caso), así se esté en guerra en este momento con ese país. Eliminemos entonces a los literatos rusos, que han dejado de ser clásicos, porque Rusia está en guerra con Estados Unidos y la OTAN en territorio de Ucrania. Tamaña tontería no solo refleja una redomada ignorancia, sino que es un crimen cultural, con consecuencias funestas para el futuro de Ucrania, un país que luego de que termine la guerra deberá pensar sobre su identidad y ella, gústeles o no, está ligada históricamente a Rusia. Que eso lo asuman críticamente es una cosa, pero que pretendan negarlo y hacerlo desaparecer no solo de la historia sino de la vida cotidiana es una estupidez criminal.

Más adelante, la burócrata del Instituto del Libro de Ucrania dice una sarta de tonterías que vale citar con detalle:

“En cuanto a tan queridos por nuestros bibliotecarios y algunos lectores Pushkin y Dostoievski, hay que decir que fueron estos dos autores quienes sentaron las bases del «mundo ruso» y el mesianismo. Desde la infancia, llena de estas narrativas, la gente cree que la misión del pueblo ruso no es involucrarse en sus vidas y en su país, sino «salvar» el mundo en contra de su voluntad. En realidad, es una literatura muy dañina, realmente puede influir en los puntos de vista de las personas. Por lo tanto, mi opinión personal es que estos libros también deberían eliminarse de las bibliotecas públicas y escolares. Probablemente deberían permanecer en las bibliotecas universitarias y científicas para estudiar las raíces del mal y el totalitarismo por expertos. Creo que se escribirán muchas reflexiones científicas e investigaciones sobre cómo los clásicos rusos influyeron en la mentalidad de los rusos”

De tal manera, que una burócrata de poca monta que se encuentra al frente del Instituto Ucraniano del libro viene a descubrir que los clásicos rusos son perversos, a diferencia de los alemanes, estadounidenses o de otras latitudes, y lo son solamente por su origen nacional, y en ellos están las “raíces del mal y del totalitarismo” y por eso debe prohibirse a los habitantes de Ucrania que los lean, sin importar que gran parte de los ucranianos hablen el ruso e incluso que para una porción importante de su población esta sea la lengua cotidiana y no sepan una palabra de ucraniano.

Con esta lógica tan xenófoba y chovinista en ningún lugar del mundo se deberían leer libros de autores “extranjeros”, porque en algún momento han tenido una guerra o han sufrido una agresión por parte de otros países o potencias imperialistas. Con esa lógica de pureza étnica en Argentina se debieron prohibir los libros ingleses (Shakespeare entre ellos) y expurgarlos de sus bibliotecas tras la guerra de las Malvinas de hace 40 años; en Cuba extraer de sus bibliotecas los libros de autores de la talla de Ernest Hemingway, o William Faulkner o John Steinbeck por el bloqueo y las agresiones que soporta desde hace 60 años por parte de los Estados Unidos; de África erradicar la literatura clásica escrita en francés, inglés, portugués, italiano, castellano, alemán… porque esos son las lenguas originales de las potencias colonialistas e imperialistas; en Ecuador de deberían retirar los libros de autores colombianos (como el que escribe estas líneas) tras el brutal ataque a Sucumbíos por el gobierno criminal de los uribeños el primero de marzo de 2008, y así ad nauseam.

La limpieza étnica cultural que se adelanta en Ucrania no tiene que ver con la guerra que se lleva a cabo en estos momentos con Rusia, sino con un proyecto de negar sus propias raíces, que tienen que ver directamente con la historia del pueblo ruso y su vasta cultura, en el mundo de las artes, las letras, el teatro, la poesía, la novela, el ensayo, el pensamiento político (entre el que se cuenta a Lenin, Trotsky, Bakunin, Kropotkin, Herzen, Chernishevski y un largo etcétera.)

Para darse cuenta de lo que está en juego con este nuevo tipo de limpieza étnica de índole bibliográfica esta censora agrega que fue un gran problema recibir obsequios de libros de Rusia sin examinar previamente su contenido, hasta el punto de que “los bibliotecarios estaban contentos con los nuevos libros, pero nadie pensó en su contenido”.

Sobre la literatura científica, la funcionaria apuntó que no es un tema simple, por lo que “se discutirá en mesas redondas de expertos. Si hay literatura puramente médica sin matices ideológicos, entonces no veo ninguna razón para eliminarla en primer lugar hasta que los autores ucranios o extranjeros creen algún tipo de remplazo”. Se evidencia que, como siempre, el problema es de ideología, la de los otros, los enemigos, porque la censora no tendría ideología, estaría por encima del bien europeo y del mal ruso.

La magnitud del bibliocidio es tal que luego de expurgar los cien millones de ejemplares de todo lo que esté escrito en ruso, el contenido de las bibliotecas quedará reducido a la mitad. Es decir, se liquidarán de un tajo el cincuenta por ciento del contenido de las bibliotecas. Y esos cien millones de libros han sido declarados por el Ministerio de Cultura de Ucrania como papel de desecho, lo cual da paso al bibliocausto, a la destrucción pura y simple de libros.

Los burócratas del libro de Ucrania pretenden que la cancelación de las letras de Rusia sea mundial y se vanaglorian de que el boicot a los libros de aquel país en ferias internacionales se debe a su influencia. Pero piden más: que en el resto de Europa se apliquen sus medidas de limpieza étnica bibliográfica y desaparezcan de las bibliotecas (porque ya han desaparecido de las librerías) los escritos de seguidores incondicionales de Vladimir Putin que respondan a los nombres de León Tolstoi, Antón Chejov, Leonid Andreiev, Máximo Gorki…

La burócrata del libro agrega que, aunque por desgracia no puede incidir en ello como si lo hace en Ucrania, afirma que existe “un público que puede ponerse en contacto con todas las bibliotecas locales y exigir que se retiren ciertos libros. Desafortunadamente, es muy difícil para nosotros desde aquí, desde Ucrania, averiguar qué libros rusos hay en cada biblioteca de alguna pequeña ciudad europea”. Por ello, pide a los migrantes ucranianos que donde se encuentren se vuelvan censores e inquisidores de los libros rusos para que estos desaparezcan de las bibliotecas y librerías de las ciudades europeas, porque “en cuanto a las bibliotecas extranjeras, creo que solo la persistencia de la diáspora ucraniana y nuestros movimientos sociales puede llevar al hecho de que habrá menos libros rusos allí, y más ucranianos”.

El precepto central de la caza de libros es que tengan un contenido antiucranio, algo tan vaporoso en lo que cabe todo, comenzando por el idioma ruso en que estén escritos los libros y luego de los autores, incluyendo a los nacidos en Ucrania que se atrevan a criticar a los nazis de su país y planteen la búsqueda de la paz, un acuerdo con Rusia y que su país no se convierta en una base terrestre de la OTAN.

Los lectores de esta nota podrán pensar que no hay nada de nuevo en este bibliocidio, si recordamos los momentos trágicos de destrucción de libros, entre ellos los de la Alemania Nazi, o de la última dictadura argentina o el arrasamiento de las bibliotecas de Irak y el saqueo de sus recursos bibliográficos que eran patrimonio cultural de la humanidad tras la invasión de los Estados Unidos en 2003, o la destrucción de escuelas y bibliotecas palestinas por las fuerzas genocidas del estado sionista de Israel. Pero, que yo sepa, en ninguno de esos casos, aunque se haya llegado al bibliocausto ‒quema de libros‒ se practicó la política sistemática y planificada de expurgar en cada biblioteca hasta el último rincón para eliminar todos los libros que se consideraban perniciosos, perjudiciales y enemigos de un determinado proyecto nacional. Eso es lo que se está haciendo en Ucrania de manera generalizada e impune y con el apoyo de ese círculo de delincuentes que se llaman a sí mismos Comunidad Internacional y Unión Europea.

Que se esté presentando una guerra entre Rusia y Ucrania en lugar de llevar al paroxismo del odio nacional y de la xenofobia, debería conducir a reflexionar sobre la importancia de la cultura, y en especial para el caso que tratamos, de los libros. Porque si algo contribuye a fomentar aún más el odio es la ignorancia, la destrucción de libros y el ocultarles a los habitantes de un país, en este caso de Ucrania, las múltiples influencias culturales que han tenido a lo largo de la historia y la manera como las nuevas generaciones deberían repensar su propia identidad, sin despreciar ni ignorar a una cultura, en especial a la extraordinaria cultura rusa, que es algo completamente distinto a un régimen político en particular.

En estas condiciones ahora tendremos que la riqueza bibliográfica de las escuelas y bibliotecas de Ucrania será cosa del pasado al fomentar el plan que propone la burócrata mencionada en estas páginas que consiste en que “la restauración de Ucrania incluirá tanto la reforma del sistema de bibliotecas como la cuestión de llenar los fondos de la biblioteca después de la incautación de literatura rusa”. Este es un paso seguro hacia la ignorancia, el odio, la sed de venganza que llenara a Ucrania y a Europa de batallones de nazis, para los cuales su máxima es la de “muera la inteligencia”. Y esta acción de perseguir libros adquiere un sentido especial, extra si se quiere, si tenemos en cuenta que vivimos en un mundo donde cada vez se lee menos por la dictadura digital y en tal sentido casi que cualquier libro en la actualidad (con independencia de su contenido) debe considerarse como un artefacto inofensivo para un público amplio, en la medida en que el círculo de lectores cada vez es más reducido. En esas condiciones, si que se nota a las claras el verdadero sentido de limpiar las bibliotecas de Ucrania de literatura rusa: es un proyecto de limpieza étnica y de cancelación absoluta de una cultura multiforme y compleja.

Así, vamos a ver que en las bibliotecas de Ucrania van a desaparecer autores tan perversos y malévolos como Tolstoi, Dostoievski, Pushkin… y en su lugar los estantes se van a llenar de libros no ideológicos, clásicos de la estupidez universal como los que regala Estados Unidos, entre los que se incluyen el Ratón Mickey, Superman, Batman y revistas tan serías como Reader’s Digest y toda la basura anticomunista que se publica en las usinas universitarias y en los laboratorios del pensamiento reaccionario de los Estados Unidos.

Y en el caso de las letras y las artes, veremos como los artistas ucranianos pueden hacer abstracción del teatro de Chejov, de las novelas de Pushkin, de las reflexiones de León Tolstoi, de la crítica literaria de Vladimir Propp o del análisis textual de Mijaíl Bajtín. Una de las ilusiones más terribles es suponer que puede prescindir de esos autores, sin perder una parte de su propia humanidad, todo a nombre de la limpieza étnica de índole bibliográfica que está en marcha en Ucrania.

Paradójicamente, y eso no lo prevén los censores, la literatura rusa adquiere nuevo sentido e importancia al ser prohibida, ya que llevará en el futuro a muchos ucranianos a preguntarse por las razones que conducen a la prohibición y esa literatura seguirá siendo leída en forma clandestina en la “democrática” Ucrania. Sencillamente, una cultura no puede matarse a punta de censura y prohibiciones, por mucho que intenten justificarse a nombre de una absurda rusofobia y de la limpieza étnica de la cultura rusa que se adelanta en Ucrania y que cuenta con el respaldo de la “grande y civilizada Europa”, con sus nuevos tribunales de inquisición y de persecución de autores y libros. Esta medida tiene, además, un tono sombrío de otros tiempos en una época en que la comunidad de lectores de libros se ha reducido drásticamente y en la que predomina la seudo lectora digital, que no es lectura en sentido estricto tal y como lo han demostrado los psicólogos cognitivos. De tal manera, que en Ucrania se pretende eliminar a los pocos lectores de libros que puedan existir para que sus mentes queden en manos de la escuela nazista del Batallón Azov y compañía.

Fuente: https://rebelion.org/limpieza-etnica-en-las-bibliotecas-de-ucrania/

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El derecho a la desconexión

Por: Renán Vega Cantor

Publicado en El Colectivo (Medellín), diciembre de 2021

Desde hace años los mercachifles tecnocráticos que se mueven en torno a la educación y la conciben como un vulgar negocio venían anunciando los efectos maravillosos que tendría la colonización tecnológica del proceso educativo. Gurúes de la microelectrónica (Bill Gates, Steve Jobs, Nicolas Negroponte…), divulgadores de éxito mediático (Thomas Friedman, Jeremy Rifkin…), sociólogos de la era de la información (Manuel Castells), pretendidos teóricos de la educación (por ejemplo Sugana Mitra y su proyecto de “Escuela en la Nube”) como profetas de las tecno-utopía  digital señalaban que eran necesarios otro tipo de pedagogía y una nueva educación, cuya característica principal debía ser la invasión del espacio escolar por los artefactos microelectrónicos que debían ir sustituyendo a los profesores, convertirlos en simples mediadores entre los aparatos y los estudiantes y, como por arte de magia, los niños y jóvenes se volverían sabios y creadores. Con arrogancia, para citar un solo ejemplo, Sugana Mitra dice en un texto escrito en 2019 que ese libro es “para ayudarle a ver que su hijo no necesita docentes. Creemos que los alumnos pueden aprender en la nube”. Agrega que “Si se les da acceso a internet en grupo los niños pueden aprender cualquier cosa por sí mismos”, y dice esta estupidez: “Internet sabe [sic] lo que los miles de millones de personas que componemos la humanidad sabemos y queremos comunicar”.

La pandemia del Coronavirus, con el confinamiento forzoso que generó y la interrupción súbita y mundial de la educación presencial, fue la oportunidad soñada por los tecnoutopistas mencionados, unos para hacer negocios (vendiendo millones adicionales de cachivaches microelectrónicos) y otros para implementar en la práctica su anunciada “revolucionaria” educación virtual. En los dos últimos años se ha puesto en marcha la colonización virtual del espacio escolar y del proceso laboral de los profesores. Esta experiencia real, permite juzgar los anuncios de Mitra y compañía con la dura realidad que ha sacado a flote la Educación Remota de Emergencia.

Para empezar, se evidenció la desigualdad social imperante en el terreno educativo y en el acceso a artefactos microelectrónicos. La brecha tecnológica mundial y local en cada país confirmó la falacia de un acceso universal a internet, lo cual está condicionado por el nivel de ingreso y la pertenencia de clase. Resulta tragicómico que, en medio de tanta parafernalia tecnológica, en muchos lugares del mundo el contacto educativo entre estudiantes y profesores se haya dado con las guías de clase en papel, escritas a mano y lápiz y que miles de niños y de profesores deben andar en bicicleta o en burro para ir hasta el lugar más cercano donde encontrar un lugar para reunirse o poder enviar un mensaje virtual.

En los lugares, sobre todo en las ciudades, donde se pudieron usar los artefactos microelectrónicos, el optimismo inicial dio paso en poco tiempo al desasosiego y el hastío, sobre todo de los estudiantes. Se demostró que una cosa es estar conectado y otra comunicarse, y que la virtualidad no puede sustituir la interacción cara a cara.

El espacio educativo se abrió al fisgoneo de familiares de los estudiantes y generó una insoportable intrusión en el proceso de trabajo de los profesores, que se multiplicaron para atender a los estudiantes a través de las pantallas, su labor principal, pero al mismo tiempo a los padres que entraron a dictaminar cómo se debía enseñar, tal si fueran expertos en pedagogía y los profesores estuvieran pintados en la pared.

Ese chismorroteo ha sido posible por los artefactos digitales y lo han sufrido los profesores y estudiantes, porque se rompió la separación entre tiempo de trabajo (y de estudio) y el tiempo de la vida, entre el espacio escolar y el del hogar. El celular devino en la nueva cadena de montaje, con el agravante de que funciona las 24 horas y es usado de manera acrítica por quienes están esclavizados a través de ese aparato.

Los profesores vieron incrementado su tiempo de trabajo, al día y la noche, a sábados y domingos, porque aumentaron sus labores y todo el tiempo tienen que lidiar con la intromisión abusiva de padres y acudientes, para responder a cualquier ocurrencia y disparate. En ese sentido, el   WhatsApp es un insoportable medio invasivo que cercena la autonomía docente.  También es un eficaz medio de control para los dueños de los colegios y sus administradores (en la educación pública y, peor aún, en la privada). Ese control externo, un sueño de los educadores autoritarios de todos los tiempos, se ha hecho posible en nuestros días con el smartphone, al que siempre debe estar conectado el profesor, para rendirles cuenta, incluso fuera de su horario normal de trabajo, a sus patronos y en la práctica seguir trabajando día y noche. Durante la pandemia, los profesores han sido super explotados, se incrementó la intensidad laboral y se alargó la jornada de trabajo. Se agudizó la precarización de la labor docente, con sus malos salarios y con los efectos negativos en términos de salud física y mental que genera el estrés digital, como producto de la utilización continua durante jornadas interminables de celulares y computadores.

Para completar, en cuanto al aprendizaje nada que ver con los anuncios demagógicos de Sugata Mitra y compañía de que los niños y jóvenes iban a aprender por sí mismos, solo con acceder a los computadores y al internet. Ha sucedió lo contrario: una pérdida de conocimientos y de posibilidades de aprendizaje por el cese de las actividades presenciales, a la par que una carencia de sociabilidad, de afectos y de experiencias compartidas.

En lugar de una nueva educación y de una pedagogía atractiva e innovadora, que nos iba a tornar sabios a todos e iba a sustituir a los profesores, la generalización de los gadgets microelectrónicos como proyecto totalitario ha mostrado todas sus limitaciones y revelado el verdadero sentido del capitalismo digital y cognitivo. Claro que ha habido ganadores, como los negociantes de empresas microelectrónicos o de Amazon, que han incrementado sus ganancias durante la pandemia. Pero los perdedores hemos sido la mayor parte de los que formamos la comunidad educativa, y principalmente los profesores y luego los estudiantes.

Un regreso a la educación presencial, a partir de la experiencia vivida, debe plantearse una diferenciación crucial, que nunca se menciona: entre el acceso y el uso de lo digital. El acceso se demostró desigual, como producto de la desigualdad social, y los Estados deberían impulsar un acceso más amplio que cobije a los sectores más empobrecidos de la sociedad, que son la mayoría. Pero otra cosa es el uso de los aparatos microelectrónicos, y en ese terreno, los profesores, en primer lugar, deben reclamar de manera autónoma un uso privado como a ellos se les antoje, pero lo que si no puede generalizarse es la detestable práctica de estar conectados todo el tiempo con el lugar de trabajo, con los padres de familia, con los rectores y administradores. En esa dirección, se necesita reclamar un derecho a la desconexión, para tener tiempo libre, volver a leer, privilegiar los encuentros cara a cara, hablar con los vecinos, caminar en un parque, tener contacto con la naturaleza, reunirse con los hijos… Dejar de rendirle culto al celular, desconectarse por un tiempo es hoy, luego de esa invasión digital de estos dos años, una imperiosa necesidad, por cuestiones de salud física y mental, de recuperar la poca libertad que nos deja el capitalismo realmente existente, de escapar del consumismo depredador, de tener tiempo para pensar en construir otros mundos. Recordemos al respecto que Oscar Wilde decía que para luchar por el socialismo se necesitaban muchas tardes libres.

Aparte de reivindicar el derecho a la desconexión, debe proponerse que se habiliten lugares libres de wifi, que es muy contaminante. Así como en cafeterías, restaurantes, bibliotecas se lee el letrero “libre de humo y de contaminación de tabaco”, deberían existir espacios libres de wifi, donde no exista la insoportable interferencia del chismorroteo virtual, de los estúpidos Twitters y de las mil banalidades que invaden el WhatsApp. Esto, además, es una forma práctica de enfrentar el cambio climático y el calentamiento global, porque las comunicaciones virtuales ya consumen más del 10% de la electricidad mundial y cada vez que se envía un mensaje digital se genera CO2 que calienta todavía más el planeta.

En las escuelas debería hacerse, como se ha hecho en Francia, prohibir el uso del celular en las clases, para que se puede respirar tranquilo, desintoxicarse de lo virtual, volver a hablar cara a cara, y tener tiempo para atender en las clases y hablar con los amigos.

En conclusión, si antes de la pandemia se decía que la salvación de la educación estaba en lo digital y virtual, ahora cuando sabemos que eso es una falacia tecnocrática y se ha demostrado la importancia de las aulas físicas y de los profesores de carne y hueso, una reivindicación central de este momento es luchar por el derecho que tenemos a la desconexión, porque hay vida más allá de internet y sin internet.

El derecho a la desconexión

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