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Educación y democracia: ¿educar tontos o príncipes?

Por: Juan Carlos Yáñez Velazco

Tres escritores de primer orden escribieron o hablaron en días recientes del mismo tema. Juan Villoro, uno de los más destacados en el panorama literario latinoamericano, tituló su colaboración periódica “Democracia para tontos”. Su foco no es angelical o etéreo. Encarrerados en una contienda por ganar la candidatura presidencial del partido gobernante en México, sus máximas figuras, transmutadas en “phono sapiens” (Byung-Chul-Han, dixit) se promocionan en TikTok.

En pos de su objetivo los personajes en cuestión actualizan los medios para alcanzarlo. Las preguntas de Villoro son punzantes: “¿Vale la pena promocionarse ante un público desinformado, buscando votos de quienes no necesariamente irán a las urnas?”. Su juicio es lapidario: “Utilizada como herramienta política, TikTok ayuda a construir una democracia para tontos”.

El último párrafo de Juan Villoro es didáctico: “En el México contemporáneo, los actores públicos están lejos de ser magos o científicos, pero si desean conectar con los jóvenes, deberían ejercer una actividad olvidada por la política: el pensamiento”. Lamentablemente, los políticos no lo leerán, porque están divertidos en redes sociales o grabando sus nuevos tiktoks.

De paso por Oaxaca, donde participó en la clausura de la Feria Internacional del Libro, Fernando Savater se reunió con periodistas. El diario “El economista” recogió parte de sus declaraciones, entre ellas, un pensamiento ya esgrimido: “Una democracia de ignorantes no puede funcionar. La democracia tiene que educar en defensa propia, porque el peligro en contra de la democracia son los ignorantes y su peso dentro de la sociedad”.

La educación tiene que educar príncipes, no súbditos, dijo el donostiarra: “La idea de que la educación es simplemente para mantener a la gente sojuzgada es una ingenuidad. Lo que pretende la educación es que todo mundo forme parte de la élite y no solamente unos cuantos. La educación no busca la igualación por abajo, que todo el mundo sea ignorante o que sea populista, sino que la educación busca que todo el mundo conozca la aristocracia del pensamiento y de la libertad. Por lo tanto, educar es educar príncipes, siempre. Educamos para que la gente sea príncipe, pero no unos cuantos sino todos; esa es la diferencia con la educación que busca elogiar al pueblo y decir ‘que bonito es el pueblo’, para que siga siendo siempre esclavo de los príncipes”.

¿Los sistemas educativos ahora, acá o allende el Atlántico, educan súbditos o príncipes? ¿Caben dichas expresiones?

Entrevistado en el programa televisivo español “El hormiguero”, Arturo Pérez-Reverte volvió a sus críticas contra la escuela que tenemos. Así las recoge “La Vanguardia” el 19 de octubre: “Tú no puedes tratar igual al niño brillante, que el día de mañana puede ser quien esté tirando de la locomotora y del carro de la vida, quien haga mejor el mundo para los otros, que al que se niega a estudiar o al que no tiene el talento suficiente”.

Aficionado a las polémicas en Twitter, Arturo Pérez-Reverte arremetió contra la escuela facilona, que se hinca ante las presiones paternas y edulcora las exigencias: “Todos deben tener las mismas oportunidades, por supuesto, eso es la igualdad, pero, una vez dentro del sistema, al brillante prémialo, apóyalo, ayúdalo, empújalo, estimúlalo. Y al que no es brillante ayúdalo, pero no intentes rebajar al brillante a la altura del mediocre, porque entonces te los estás cargando a todos”,

Acuciosos observadores del mundo de las no-cosas, como lo define Byung-Chul-Han, las coincidencias de los tres escritores invitan a la reflexión sobre las mutaciones culturales que vivimos y sus efectos en los sistemas educativos.

La afinidad de ideas entre ambos filósofos aplica también al territorio de las escuelas. Dice Savater, como repitiendo a Byung-Chul-Han: “actualmente hay una tendencia a, en vez de resolver los problemas, resolver el lenguaje con que nos referimos a ellos. Se buscan fórmulas perifrásticas para referirnos a cosas, entonces, claro, las cosas no se resuelven con eso… No se trata de buscar perífrasis para endulzar nuestro aspecto, nuestras limitaciones, sino buscar remedios a los verdaderos problemas que tienen las personas que no son verbales”.

Si los sistemas educativos tienen a su cargo la tarea (para muchos imposible, o casi) de formar a los ciudadanos, pero los ciudadanos se mueven al compás de las notas volátiles de las redes sociales, por la fugacidad permanente de WhatsApp; por Facebook y los “Me gusta”, “Me encanta”, “Me enoja”… por las selfis como expresión chismosa y vanidosa, ¿entonces, podemos también acusar a los sistemas educativos de la endeblez de los valores prevalecientes? ¿Son los profesores testigos impotentes ante la conversión del homo sapiens en phono sapiens? ¿Cuál es su responsabilidad?

Frente a la idea de la sociedad de la desinformación que construye Daniel Innerarity, tenemos que colocar los fundamentos científicos y humanísticos en su sitio, para evitar los fenómenos que vivimos, impregnados de insustancialidad y buenaonda. Tenemos, quizá, que plantear un nivel más alto de rigor para escapar del discurso pseudopedagógico disfrazado de progresista. Para que en los salones de clase no se privilegien opiniones sin argumento, explicaciones sin profundidad o cualquier clase como sinónimo de enseñanza.

¿Educamos tontos o príncipes? ¿Es un falso dilema? Tal vez sí, sería suficiente, pero bastante, con preparar ciudadanos para estas sociedades enredadas y líquidas. Para los ciudadanos de estas sociedades que, quizá, se perdieron o podrían extraviarse entre gorjeos y tiktoks.

*Publicado en “El Diario de la Educación” (España)

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Tiempo educativo mexicano

Por: Juan Carlos Yáñez

Con el inicio del ciclo escolar 2022-2023, México comienza otra etapa en la ola reformista. El siglo veintiuno es testigo de una epidemia de reformas en la educación básica y media superior (bachillerato) que, sin embargo, no produjeron los cambios prometidos, entre otras razones, porque no han tenido tiempo de ser implantadas, adecuadamente acompañadas y evaluadas para su mejora.

En la escuela primaria, por ejemplo, hubo un plan de estudios en 2011, otro en 2017 y ahora se realizará un pilotaje, con diseño metodológico no difundido todavía, así como dudas no aclaradas o desdeñadas por el ministerio nacional, la Secretaría de Educación Pública.

Transcurrida la parte más crítica de la pandemia, mal manejada en educación y peor en sanidad, las evidencias cuantitativas que arrojan distintas instituciones no gubernamentales reflejan un agravamiento de los problemas que ya atravesaba el sistema educativo.

Especialmente inquieta la impavidez gubernamental frente a las cifras del abandono escolar, estimadas en un millón 800 mil estudiantes, en un sistema educativo que antes de la crisis sanitaria global superaba una matrícula de 35 millones. La pérdida o pobreza de aprendizajes, calculada más por percepciones que por un diagnóstico fiable, varía entre uno y dos años. Los desafíos que configuran ambos polos son monumentales, a cambio, se ofrece resolverlos con discursos y actos de fe, no obstante su persistencia, endémica en el tercer sistema educativo más grande del continente.

A pesar del intento de desmarcarse de las reformas recientes, acusadas de neoliberales, privatizadoras y otros adjetivos emparentados, la modificación a los planes de estudio de preescolar, primaria y secundaria corre paralela a las propuestas diseñadas en el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, suscrito en mayo de 1992, regado con agua de la fuente donde nació el neoliberalismo mexicano. En aquel documento se postularon tres grandes ejes para la modernización educativa: reorganización del sistema, reformulación de contenidos y materiales y revaloración del magisterio, calcadas con similitud notable treinta años después.

Podrán esgrimirse razones distintas entre el Acuerdo firmado por el padre del neoliberalismo mexicano, Carlos Salinas de Gortari, y el antineoliberal confeso que gobierna el país, Andrés Manuel López Obrado. Pero eso no es lo central. Importa más la ausencia de un diagnóstico sobre los problemas y las fallas en la gestión pública en la materia, explicada quizá por el lugar que realmente ocupa la educación en la política nacional e ilustrado por el hecho de que en cuatro años hubo tres ministros de Educación, como ocurriera el sexenio anterior, y en ambos periodos, con perfiles más políticos y cercanos a la figura presidencial, que a la vida escolar del país y su compleja y enorme magnitud.

Como el sexenio pasado, esta vez también se aplicará un nuevo plan de estudios en el último año gubernamental. Como entonces, con deficiencias en la capacidad de comunicación con el gremio magisterial, lo que dio pie a confusiones y vacíos que parieron temores, desprestigio y rechazos anticipados.

Los planes de estudios 2022 tienen la impronta del gobierno federal: apresuramiento, inconclusión, incoherencias, vacíos y lagunas estructurales, pero que se presumen como grandes logros. Así ocurrió con un aeropuerto internacional escaso de vuelos, con deficiencias logísticas, poco concurrido y montado sobre la necedad, que se presume como el mejor de Latinoamérica, aunque no aparezca así en los catálogos internacionales. Fue el mismo caso con la refinería Dos Bocas; con los llamados “bancos del bienestar”; el discurso hueco de la Nueva Escuela Mexicana y la red de universidades Benito Juárez, un conjunto de instituciones educativas precarias asentadas en lugares donde no existía oferta de enseñanza superior, que ofrecen una carrera profesional pero no realizan las funciones sustantivas de lo que en el mundo se conoce como una universidad. Además, no evaluadas bajo ningún patrón externo y acusadas de mal trato laboral, ineficiencia y escasa calidad.

Con ese ADN nace el nuevo plan de estudios para preescolar, primaria y secundaria, con una perspectiva que pretende alejarse de los manuales tradicionales que condujeron estos procesos, aspecto que resulta en abstracto encomiable, pues las fórmulas ensayadas no ofrecieron resultados alentadores y se precisaban caminos alternativos.

Al plan de estudios se le acusa de “ideologizador” o sobrecargado de discursos que sostienen la visión del gobierno de la llamada “Cuarta Transformación”, en cuya crítica late la idea de que los profesores son de plastilina, como definió el experto Manuel Gil Antón, y se amoldarán a lo que dicte un documento sin más. No es la ecuanimidad lo abundante en este momento de polarización.

Sostengo que al plan le fallan tres grandes capacidades: las de diagnóstico, proyecto y comunicación; frente a las dos primeras falencias, la tercera agrava los efectos, pues suscitó en meses pasados una ola de desinformación inatajable para los documentos y declaraciones oficiales.

Del plan de estudios destaco cuatro virtudes, al mismo tiempo riesgosas: una forma de organización no centrada en materias, autonomía curricular y del magisterio, preeminencia del trabajo por proyectos y problemas, así como la oportunidad/exigencia de que los colectivos docentes sean responsables del codiseño del plan y convertirlo en un proyecto educativo específico para cada centro.

De esas virtudes a la construcción de las prácticas curriculares y del aula en cada escuela, hay un camino difícil, que puede resultar espinoso para muchos y clausurado para otros, sin acompañamiento pedagógico de las supervisiones, liderazgo académico de los directores y formación docente ligada a las escuelas y proyectos educativos.

Sin esos elementos, entre otros, como financiamiento adecuado, el nuevo plan de estudios será una tumba fresca en el “panteón de las reformas estériles” (G. Neave).

Fuente de la información e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com

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Diario de un profesor el sábado por la mañana

Por: Juan Carlos Yáñez Velazco


Elegí la mañana del sábado para escribir el artículo que enviaré a El Diario de la Educación el lunes 23 de mayo. Un taller de escritura extraviado en la agenda me separa de la intención por dos horas.

Dubitativo me paseo por el estudio de casa entre los espacios que abren las sillas, el escritorio y dos mesitas llenas de libros desordenados. Una distracción más se acumula: es la final de la Champions femenil. Jo volia gaudir el triomf del Barça. No va ser possible. Ganaron las francesas: Je me résigne avec la victoire de l’Olympique.

Es mediodía. Debo comenzar.

Tengo notas para tres temas. Al primero lo justifica la oportunidad: el Congreso Mundial de Educación Superior 2022 de la Unesco, realizado en Barcelona hace unos días; al segundo, la conveniencia de reflexionar sobre implicaciones pedagógicas del conflicto entre Rusia y Ucrania; el tercero es un gusto personalísimo, aunque compartido con millones en Iberoamérica: la despedida de Joan Manuel Serrat después de cinco décadas.

Me seduce la Cumbre de Barcelona. La Unesco no es el organismo internacional con mayor peso en materia de educación superior, pero su importancia es considerable, por lo menos para los expertos. Fuera de ese círculo, el acontecimiento tuvo escasa repercusión.

Todas las mañanas acostumbro escuchar un par de noticieros televisivos y otro radiofónico. Ninguno de los días del Congreso observé alguna nota o reportaje. Ninguno de nadie. Ni siquiera un cintillo de esos que parecen redactados con prisa y presentados uno encima de otro. Nada vi en la tele mexicana.

No me sorprende. La educación no es prioridad para los gobiernos o los políticos que inciden en las decisiones del nivel más alto; tampoco para los medios.

El hecho mismo del Congreso debería ser materia de interés; adicionalmente, la primera conferencia fue de una mujer mexicana, Sylvia Schmelkes. Tristemente la distinción fue desapercibida entre la opinión pública. La maestra Sylvia, como se le conoce en el mundo pedagógico, es ganadora también de la Medalla Comenius (2008) que otorgan la Unesco y la República Checa.

Sus ideas en Barcelona son una invitación para urgir el cambio en las instituciones de educación superior y sus funciones principales: docencia, investigación y extensión.

El Instituto donde labora la maestra Schmelkes en la Universidad Iberoamericana resumió las ideas principales en Twitter: las instituciones deben idear nuevas estructuras organizativas, impulsar carreras que favorezcan la investigación inter y transdisciplinaria y cuiden el impacto social y ambiental; ser críticas con los esquemas de calificación y estandarización; empujar las publicaciones abiertas; formar estudiantes en contacto con la realidad, con los problemas y sectores marginales para desatar las capacidades de indignación, empatía y compasión.

Sigo con la síntesis. La democratización de las instituciones educativas es imperativa para desarrollar nuevas ideas y proyectos; escuchar a los estudiantes es imprescindible. Implicar a los profesores en los procesos de cambio incentiva transformaciones genuinas.

Termino. La maestra Sylvia afirma que la brújula es la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los pactos que garanticen futuros promisorios a las generaciones venideras. En la educación superior deben ser prioritarios el pensamiento crítico, la sostenibilidad y la justicia social. Concluye con un desafío generacional: “abramos nuestras mentes y nuestras almas al pensamiento aterrador de que no hay futuro para la humanidad. Redescubramos nuestro poder, potenciémoslo a través de las redes y su colaboración”.

El segundo tema que me ronda desde hace tiempo es la guerra de Rusia y Ucrania. Sus impactos son perceptibles en distintos órdenes: en la paz mundial, por supuesto; en la geopolítica, economía, diplomacia, en la industria militar… Pero no me queda tan claro que los sistemas educativos y sus actores principales adviertan la afectación de lo que sucede en Europa Oriental.

Más allá de que el tema sea motivo perfecto para comprender la historia de aquella región, la geografía, personajes y el lugar estratégico que ocupa ese país de 44 millones de habitantes, me preocupa, como hipótesis, que las escuelas, en este lado del mundo, sigamos enseñando de espaldas a la realidad, por ignorancia, apatía o inhumanidad.

¿Es que las escuelas eluden que la realidad penetre entre sus muros y sea motivo de estudio?

¿Cómo se forman ciudadanos con instrucción angelical, aséptica, inocua?

Me resisto a la resignación, pero puedo entender que se perciba que esto sucede muy lejos, a 13 o 25 horas de las costas mexicanas o la Patagonia. Pero aquí hay otros problemas lacerantes: los registros indican que en México hay cien mil desaparecidos, muertas violentas que suman todos los días, pobres que incrementan estadísticas y se vuelven carne de programas clientelares. ¿Eso tampoco conmueve?

Cuando llego al tercer tema, la despedida de Joan Manuel Serrat, se me cierra la garganta. Un amigo, Sergio Dávila, me envía la foto de la previa al concierto final en la Ciudad de México. Me embargan envidia y tristeza, pero me queda la alegría de su música que permanecerá siempre. Otro amigo, Salvador Silva, me comparte un artículo del excelso escritor mexicano Juan Villoro. Juzgo innecesario escribir más. Juan escribe, magistral, un poco de lo mucho que el Nano nos inspiró y le debemos.

El tercer asunto, el adiós de Serrat a los escenarios, es lo menos importante en el panorama mundial reseñado, pero es, también, lo más esencial (perdón la redundancia): aquellas pequeñas cosas que nos dejan los tiempos de rosas (o espinas), con ganas de seguir… o claudicar.

Sigamos, sigamos siempre, dice mi colega y maestro sevillano Juan Miguel Batalloso. ¡Sigamos, pues!

Fuente de la información e imagen:  www.eldiariodelaeducacion.com 

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Nueva Escuela Mexicana: lo que no se dice

 Por: Juan Carlos Yáñez Velazco

Leo en Afmedios (https://www.afmedios.com/presentan-proyecto-de-nueva-escuela-mexicana/) que el viernes estuvo en Colima Juan Pablo Arroyo, subsecretario de Educación Media Superior, para participar en una reunión de la Comisión Estatal para la Planeación y Programación de la Educación Media Superior, en la que presentó “en líneas muy generales”, la denominada Nueva Escuela Mexicana.

Según la nota periodística, con ese proyecto buscan “la equidad, la excelencia sin exclusión, la cobertura en todo el país y la formación integral de las y los jóvenes”. La intención es loable, pero lejana de cumplirse si analizamos las condiciones que están generando los gobiernos federal y estatales.

El reto expresado en el párrafo anterior es colosal. Hoy no se cumple ninguno de esos mandatos legales, por lo menos aquellos que pueden cuantificarse. Según los datos más recientes (“Principales cifras del Sistema Educativo Nacional 2020-2021”), la cobertura en educación media superior, incluyendo modalidades escolarizada y no escolarizada, es de 80.2 por ciento, es decir, que 2 de cada 10 jóvenes con edad de cursar el bachillerato no están inscritos. Además, la cifra muestra una tendencia descendente, pues en los ciclos previos fue de 84.2 y 83.2 por ciento.

De acuerdo con las modificaciones constitucionales aprobadas en 2012, ya todos los jóvenes en la edad tendrían que estar en educación media superior, para alcanzar la universalización en 2022. Pero no basta con ese improbable logro, pues un hoyo negro absorbe cada año a miles de jóvenes expulsados de la escuela, como lo grafica una eficiencia terminal de 67.5 por ciento en el ciclo 2020-2021.

Según el mismo documento de la SEP, de cada 100 niños que ingresaron a la escuela primaria en el ciclo 2004-2005, sólo 26 concluyeron estudios universitarios en el 2020-2021. Entre los desterrados, 28 fueron estudiantes de bachillerato. Faltan adjetivos para calificar el registro.

En resumen: en bachillerato no están inscritos 2 de cada 10, y de cada 100 inscritos, son expulsados 32. Entonces, derecho a la educación es lo que no tienen miles de jóvenes excluidos del circuito escolar.

En Colima la situación de la media superior es crítica: la cobertura es de 82.2 por ciento y la eficiencia terminal de 69.9 por ciento. El abandono escolar en la entidad es de 12.4 por ciento, especialmente grave en los hombres (15 por ciento); en el país, el indicador global alcanza 10.3 por ciento. Cada cual elabore conclusiones. Ahí está el reto para el gobierno estatal entrante y su Secretaría de Educación: desafío a la imaginación, gestión y presupuestos.

Que ingresen todos y todos concluyan en tiempo y forma, con una educación “excelente”, no se resuelve con pura austeridad y buenos deseos. Falta el proyecto, lo que ahora llaman la Nueva Escuela Mexicana y, entre otras cosas, mucho dinero. Eso, cuánto invertirá el gobierno federal, es lo que todavía no explican; por ejemplo:

¿Qué presupuesto destinará el gobierno para construir bibliotecas y comprar libros, si la lectura es tan importante, como pregona el subsecretario Arroyo?

¿Cuántos maestros de educación física y especialistas se contratarán para la promoción del deporte y la salud emocional?

¿Cuánto dinero se invertirá para que las escuelas sean limpias y sustentables?

¿Cuánto dinero destinará el gobierno federal para aumentar la matrícula del bachillerato en 2022, 2023 y 2024?

¿Qué presupuesto destinará el gobierno para fortalecer la calidad de los subsistemas de telebachillerato comunitario y media superior a distancia?, ¿cuánto para bachilleratos universitarios?

¿Cuánto invertirán en crear las estrategias pedagógicas para evitar el abandono escolar? Entre paréntesis: sólo con becas es insuficiente; deben saberlo ya.

¿Cuánto dinero invertirán, año por año, los gobiernos federal y estatales para contratar maestros bien pagados, de tiempo completo donde sea necesario y por horas?

Estos silencios en el discurso gubernamental son pruebas para calibrar la potencia transformadora de la Nueva Escuela Mexicana.

Suponiendo que el proyecto de la Nueva Escuela Mexicana es confiable, sin recursos y compromisos financieros verídicos las declaraciones finalizarán en la papelera de la misma demagogia barata de siempre.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/nueva-escuela-mexicana-lo-que-no-se-dice/

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Lo que aprendimos con la pandemia

Por: Juan Carlos Yáñez Velazco

Soy profesor en la Universidad de Colima. Lo saben buenos amigos que me conocen o siguen desde hace tiempo. Ahora imparto un curso en la licenciatura en Pedagogía a estudiantes del sexto semestre, grupo C; mujeres, la gran mayoría. Hace algunas semanas les propuse escribir un artículo colectivo, experiencia que ya viví con resultados fantásticos.

En cada párrafo aparecen los nombres de sus autores, a quienes agradezco la generosa respuesta a la pregunta que titula este artículo, con una mezcla de apuntes pedagógicos, valoraciones personales y hasta dolorosas confesiones.

Por distintas razones, como esta muestra, sigo creyendo que las autoridades educativas tienen que abrir ojos y oidos para escuchar y observar a los más importantes protagonistas de las escuelas. No es un favor, es un derecho y una obligación.

González Rocha Victoria Sinahí

Con la pandemia aprendimos a valorar más nuestra vida, a invertir nuestro tiempo en actividades que nos apasionan y hacen felices, aprendimos a disfrutar cada segundo con nuestros seres queridos, a disfrutar risas y anécdotas de los abuelos, a extrañar y valorar a nuestros verdaderos amigos. Aprendimos a invertir tiempo cuidando nuestra salud física y mental, pero sobre todo aprendimos a valorar lo que tenemos y lo afortunados que somos al seguir disfrutando de la vida.

Manzo Montelongo Daniela

Con la pandemia aprendimos que es importante limpiar cada rincón de manera minuciosa, puesto que de pronto podemos encontrarnos con una formación de basura construida a través de los descuidos de cada día, semana o mes. Es ésta misma formación la que afecta a las escuelas, puesto que con la pandemia se han mostrado todos los problemas que se encontraban ocultos debajo de los pupitres, los escritorios, las situaciones socioeconómicas particulares, la planeación y el currículo de cada escuela, dejando entre ver un problema: no se trata sólo de limpieza superficial, sino del enfoque y prioridades escolares.

Martínez de la Mora Nallely Marisol

Con la pandemia aprendimos a ser aún más autónomos con nuestro proceso de aprendizaje, debido a que nuestros profesores y compañeros están al otro lado de la pantalla, y resolver dudas o dar explicaciones se ha vuelto un poco complicado, así que se ha tomado como tarea primordial de los estudiantes dar más de lo que aportábamos de manera presencial. Concuerdo con mis compañeras: aprendimos a realizar nuevas actividades, la mayoría de ellas de carácter formativo.

Rentería Macías Karina

Con la pandemia aprendimos a valorar la función tan importante que tiene un docente; darnos cuenta que para estar frente a un grupo son horas de planeaciones y no siempre se puede realizar lo planeado debido a ciertas situaciones que se presentan. Aprendimos a reconocer que los docentes nos brindan los conocimientos para crear los pilares de nuestra formación académica y también lecciones de vida. Aprendimos la importancia que tiene estar unidos en un aula de clases e interactuar con nuestros compañeros y docentes.

Solorio Herrera Fernanda Jacqueline

Con la pandemia aprendimos a mirar desde otra perspectiva distintos ámbitos de nuestra vida (la educación, la familia, el trabajo, etc.) y a llevarlos de manera diferente, con ello también aprendimos a valorar a la familia, el trabajo, los amigos, la educación y la salud. Nos enfrentamos a momentos difíciles y nuevas realidades que nos ayudaron enormemente a crecer como personas, a ser autodidactas, valorar todo a nuestro alrededor; encontrando nuevos aprendizajes aún en la dificultad.

López Arzate Edith Iaznaia

Con la pandemia aprendimos a seguir reglas, a tomar mejores medidas de higiene, a ser disciplinados. La pandemia, a pesar de su impacto negativo, nos enseñó a disfrutar los amaneceres y esperar con ansias los atardeceres. Aprendimos a apreciar nuestra soledad, al igual que a disfrutar la compañía. Con la pandemia aprendimos que nunca es tarde para acercarnos a los que queremos, a solidificar sentimientos, a comprender las ideas de otros. Gracias a la pandemia, aprendimos a mejorar personal y espiritualmente, a comprender nuestro valor y finalmente, a amarnos a nosotros mismos.

Amezcua Romero Jatziry Magaly

Con la pandemia aprendimos a ser conscientes de que todo puede cambiar, que un día podemos estar tranquilos en nuestro salón de clases, pero al siguientes nos encontramos encerrados en nuestros hogares, que un día podemos estar abrazando a alguien muy importante de nuestra vida, pero al siguiente sólo será un recuerdo. Aprendimos a valorar nuestras vidas y lo que tenemos, a mirar más detalladamente lo que se encuentra alrededor, a tomar decisiones por nuestro bien, pero sin afectar a los que nos rodean. Aprendimos a encontrarnos a nosotros mismos, pero sin desviarnos de la realidad.

Brizuela Padilla Jesús Omar

La pandemia nos ha permitido flexibilizar el proceso de enseñanza aprendizaje, desde otro espacio y con mediación tecnología nos obliga a aprender, pero nos da la oportunidad de crear nuevas alternativas y de innovar la forma en que decidimos llevar nuestro ritmo de vida.

Bernardino Cervantes Paulina Guadalupe

En lo personal yo puedo describir a la pandemia como “la situación que me ha quitado todo y me ha enseñado mucho”. Creo que la pandemia me robó mucho, pues yo perdí a mi padre, que ha sido el mayor tesoro que la vida me había dado; perdí la oportunidad de seguir con mis estudios de manera presencial, de realizar mis prácticas en las diferente áreas que pedagogía nos brinda, pero la pandemia me enseñó a valorar a las personas que tengo a mi alrededor, a las clases que los docentes nos proporcionan con mucho amor, al aprendizaje y los momentos felices que nosotros como compañeros podemos compartir, los aprendizajes que adquirimos dentro del aula, por medio de exposiciones, anécdotas e, incluso, por simples charlas que solemos tener antes o después de clase.

Ahora puedo valorar más el esfuerzo de los profesores al planear las clases. La pandemia me ha enseñado a valorar los distintos escenarios de aprendizaje, pues antes disfrutábamos de las clases en el salón, en el patio, en laboratorio, bibliotecas y en estos tiempos todo es en Internet, donde no se disfrutan las clases como antes, donde no nos vemos físicamente, donde, en algunas ocasiones, la mala calidad de conexión nos hace perder el ritmo de la clase.

Cortés Araujo Paola Montserrat

Con la pandemia aprendimos a apreciar realmente la vida, a valorar los pequeños momentos de felicidad y unidad familiar. A saber que lo más importante será siempre la salud, porque sin ella no podemos estar bien. Nos enseñó a conocernos a nosotros mismos más a profundidad y la manera de adaptación que tenemos como seres humanos a los cambios que se nos presentan. A saber que no tenemos seguro nada y puede pasar algo que nos haga volver a empezar o hacer las cosas de manera diferente a como las hacíamos. La escuela también dejó de ser como la conocíamos maestros y alumnos. Tuvimos que ajustarnos a la transformación que sufrimos y adaptar los planes y actividades con ayuda de los medios tecnológicos para llegar a todos los hogares.

Martínez Quintero Nayeli Alejandra

Con la pandemia aprendí que la vida nos puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, por lo tanto, deberíamos vivir cada instante como si fuera el último; agradecer lo que somos, lo que tenemos y demostrarnos amor, mucho amor. En lo personal, el aislamiento social me ayudó a empezar a valorar la compañía y las muestras de cariño que compartía con mi familia y amigos. Extrañar y valorar a mi escuela, a mis maestros, a los compañeros de clase e incluso a las personas que me encontraba por la calle cuando me dirigía a la Facultad de Pedagogía y a quienes amablemente saludaba con un «buenos días», acompañados de una sonrisa; una sonrisa que hoy no se puede ver con el uso del cubrebocas. Además, aprendí a conocerme, aceptarme, tener paciencia y, en cierta parte, no hacer planes a futuro, pues comprendí que la vida es muy incierta, no sabemos lo que nos tiene preparado el destino.

De Niz Velazquez Dania

Con la pandemia aprendimos a ser más empáticos, a ayudar al otro sin esperar nada a cambio, pues todos nos encontramos en el mismo barco que va navegando hacia un futuro incierto, donde no sabemos quién estará mañana. Aprendimos a valorar y extrañar cada uno de los momentos que vivimos en el pasado, a apreciar y reconocer el gran valor de un abrazo, un beso, del estar cara a cara con nuestros compañeros, maestros, amigos, familia y expresarles lo que sentimos, que claramente no es lo mismo hacerlo frente a una pantalla donde todo es más frío.

Aprendimos la gran importancia de trabajar en equipo para lograr metas y aportar nuestro pequeño pero gran valioso granito de arena para seguir avanzando. Y uno de tantos aprendizajes que hemos tenido en esta época de confinamiento es el de reinventarnos, de buscar lo mejor de nosotros, de probar cosas nuevas que nunca nos habíamos animado a hacer por miedo y que hoy, gracias a eso, hemos roto con esa barreras que nos han enseñado a aprender de todo y de todos.

Gutiérrez Flores Blanca Alejandra

Con la pandemia aprendí a valorar a mi familia, el esfuerzo que hacen mis padres para poder continuar con mis estudios, que aunque no haya trabajo buscan la manera para que no me falte nada; me demostró en realidad quienes son las verdaderas amistades y que la familia siempre será primero, además de crear hábitos buenos a mi rutina, ser una persona más organizada y solidaria con mis vecinos.

Fuente: educacionfutura.org

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Cuando enseñamos y aprendimos en casa

Por: Juan Carlos Yáñez

  • Bajo ese título, se ha editado un libro que pretende ser homenaje a los maestros e invitación a la reflexión sobre lo posible y lo deseable, en este larguísimo confinamiento y para las próximas décadas.

El 15 de mayo recibí un correo electrónico del director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se llama Hugo Casanova. Es mexicano y obtuvo su doctorado en Barcelona. Lo conocí como profesor mientras cursaba el doctorado en Pedagogía en la UNAM.

Ese día, conmemorativo de los maestros, me envió el libro sobre educación y pandemia, publicado por el Instituto con las aportaciones de casi todos los investigadores. Dos o tres días después, en el trajín de las tareas universitarias desde casa, abrí el archivo y encontré el texto. Lo descargué y comencé a leerlo con interés. Varios de los autores fueron mis maestros y hoy son amigos; ingrediente para incentivar la lectura.

Me gustó la idea y el formato. Algunos capítulos no tanto, pero el ejercicio me pareció estupendo. La obra, cuyo título es Educación y pandemia. Una visión académica, además, se distribuye de forma gratuita. Mientras pasaba las páginas durante aquella mañana, de pronto paré la lectura con una idea revoloteando en la cabeza. ¿Por qué no?, dije primero. Sí, podríamos hacer algo así en mi estado, Colima (México), sobre lo que sucede en las escuelas de la entidad, la más pequeña de este país enorme. En mi esbozo de proyecto había una gran diferencia. No se escribiría desde los cubículos de una ciudad universitaria, sino desde las aulas y escuelas a donde asisten niños y jóvenes de distintas condiciones sociales, étnicas, geográficas y culturales.

Pretendía un registro variopinto: todos los autores posibles, textos breves, interesantes, escritos por profesores de distintos niveles educativos, procedentes de varios municipios, publicado en un tiempo muy corto, digital, con descarga gratuita. Imaginé el resultado y me entusiasmó.

Tres meses después tuvimos el libro en la pantalla. Se llama Cuando enseñamos y aprendimos en casa. La pandemia en las escuelas de Colima. Lo presentamos en la primera semana de octubre; los enlaces al sitio de descarga en las primeras horas habían rebasado las predicciones más optimistas; la distribución es masiva también por redes sociales y correo electrónico.

La educación es una buena noticia

La publicación de un libro es, casi siempre, buena noticia. Un libro sobre educación es muy buena noticia, pero cuando ese libro sobre temas pedagógicos está escrito por profesores que viven del oficio docente, la noticia es excelente.

En tres meses logramos convocar, escribir, corregir y editar ese libro. Una proeza gracias a un equipo extraordinario: 17 autores trabajando en el registro de sus memorias, unos escribiendo ensayos libres; otros, relatos profundamente personales; algunos, apelando a datos de sus investigaciones. Todos, con el mismo propósito: contarnos su memoria de estos meses en que estamos enseñando y aprendiendo en casa. Unos, desde la docencia a través de las pantallas u otros medios, como la tienda del pequeño pueblo a donde asisten maestra y mamás para recibir y devolver los cuadernos de trabajo de preescolar; otros, desde las tareas de dirección o supervisión, un funcionario primero nivel en el ministerio estatal y una estudiante.

El libro es testimonio, ejercicio de la memoria y para la memoria, re-conocimiento y valoración de las prácticas extraordinarias que desarrollaron los docentes entre abril y junio.

Dicen que elogio en voz propia es vituperio. No elogiaré nuestro libro. Citaré las palabras de la maestra Sylvia Schmelkes, reconocida experta en México y América Latina, cuando le envié el libro. En su respuesta me describió, a su juicio, dos virtudes de la obra: oportunidad y valía por darle voz a los maestros y maestras.

En el libro encontramos muchas lecciones de lo que hicieron los maestros, de sus valoraciones y experiencias. Dos me parecen fundamentales: un buen maestro no garantiza a los niños que aprendan mucho y lo pasen de la forma más grata posible, pero un mal maestro pondrá un muro difícil de sortear para alumnos y madres, sobre todo de los más pequeños y en condiciones sociales adversas.

La segunda lección es que en la tensión entre confianza y control, hijas de dos posturas distintas, las autoridades y responsables de escuelas deben trabajar codo a codo, pantalla a pantalla con los maestros y tomar acuerdos; que debe escucharse más a los profesores y confiar en ellos, con libertades razonables y compromisos mutuos; porque nadie está más cerca de sus estudiantes que la escuela y los maestros. Son ellos la esperanza de, con sus defectos y virtudes, hacer posible el aprendizaje escolar en casa.

El libro Cuando enseñamos y aprendimos en casa es un homenaje a los maestros y una invitación a la reflexión sobre lo posible y lo deseable, en este larguísimo confinamiento y para las próximas décadas.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/10/14/cuando-ensenamos-y-aprendimos-en-casa/

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Regreso incierto a clases remotas en México

Por: Juan Carlos Yáñez

  • Después de tres semanas de haber regresado a clases no presenciales para un periodo de evaluación, recuperación y repaso, el lunes 14 de septiembre, unos 30 millones de niños mexicanos (3-14 años) iniciaron formalmente el ciclo escolar 2020-2021 lejos de las aulas y cerca de las pantallas, WhatsApp y libros de texto gratuitos.

Con exactitud todavía no se sabe cuántos alumnos volverán, dadas las especulaciones sobre el abandono escolar. 30 millones fue la cifra reportada por el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, al inicio del periodo preparatorio. Lo cierto es que en algunas semanas, cuando las estadísticas se hagan públicas, podrían desgranarse cientos de miles de aquella cifra.

El inicio insólito es un experimento controvertido, basado en las cadenas de televisión de mayor cobertura, entre ellas, los dos poderosos emporios que controlan el sector televisivo, equipos del fútbol profesional y que crecieron al amparo de los grupos políticos gobernantes.

Mientras la pandemia no cesa en México y ya cobró más de 70 mil muertes el fin de semana anterior, las posibilidades de un retorno a las aulas parecen lejanas. Ese escenario, además, es peligroso en extremo, cuando miles de las más de 200 mil escuelas del país carecen de servicios básicos, como agua potable, baños o electricidad, para no mencionar las condiciones específicas que requeriría una vuelta segura.

El gran instrumento igualador del sistema educativo mexicano, los libros de texto gratuito que se reparten a todos los niños de preescolar, primaria y secundaria de las escuelas públicas y privadas, en los que el gobierno federal confía para acompañar a los estudiantes y sus familias, todavía no se han entregado a las escuelas, ni siquiera han llegado completos a los estados. La demora es un yerro injustificable, pero el Gobierno Federal está acostumbrando al sector al silencio, a no explicar, menos a la autocrítica. Así, hoy enfrenta cuestionamientos severos del magisterio porque los prometidos mecanismos de ascensos y mejoras salariales no se han puesto en práctica cuando el Gobierno concluye su segundo año de gestión.

Si las perspectivas son críticas por la pandemia, con sus efectos sanitarios y económicos, a los rezagos históricos de la educación mexicana se suma un presupuesto para el siguiente año que no contempla aumentos y recorta brutalmente programas presupuestales que demostraron progresos y fueron efectivos para paliar desigualdades sociales, como el programa Escuelas de Tiempo Completo, que permitía la ampliación de la jornada escolar en 25 mil escuelas (2018), con énfasis en aquellas ubicadas en zonas marginadas. Sus estudiantes obtenían, además de ampliación de la jornada, un desayuno y una comida al día, beneficio que de otra forma será imposible en las zonas más pobres. Este programa, que demostró mejoras en los resultados del aprendizaje, es uno de los 13 que el gobierno del presidente pretende eliminar, a contracorriente de su discurso de que primero estarían los pobres. Son los niños pobres los perdedores, los de siempre.

En el mismo tenor, los recursos para las escuelas normales y para la formación de los maestros en servicio sufrieron reducciones drásticas, que desde las primeras horas generaron un rechazo contundente en el gremio.

En una medida encomiable, durante la segunda semana de septiembre se presentó en el Congreso de los diputados una iniciativa para que toda la educación superior pública sea gratuita, lo que significaría que las universidades e institutos tecnológicos ya no podrían cobrar las cuotas que se establecen en cada una de ellas, con diferencias enormes entre la Universidad Nacional Autónoma de México, prácticamente gratuita, y otras universidades en donde se pagan varios miles de pesos mexicanos, especialmente en las carreras más prestigiadas y de alta demanda, como Medicina, Odontología o Arquitectura.

No obstante que la iniciativa es presentada por el partido gobernante, el proyecto de presupuesto público para ejercerse en 2021 no contempla incrementos que palien los recursos que necesitarían las universidades al ya no cobrar cuotas, en cambio, suprimen dos programas de recursos extraordinarios para la educación superior, entre ellos, uno de ampliación de la matrícula.

Las contradicciones rondan por doquier y el inicio del año escolar siembra dudas sobre los efectos que podrían tener la conjunción de los efectos pandémicos y las decisiones de política educativa. En cualquier circunstancia, la única señal positiva que advierto es el compromiso declarado y fehaciente de miles de maestros que han extendido su jornada laboral, diversificado actividades, pero no encuentran el acompañamiento necesario. ¿Hasta cuándo será suficiente con eso para desatascar al sistema? No parece que sólo con ellos, con pura buena voluntad, alcance para lograr que se cumplan las dos banderas más importantes: el derecho a la educación de todos los niños y jóvenes y la calidad de la educación que reciben. Es el futuro, con un presente precario, el que se juegan los mexicanos en el ciclo escolar naciente.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/09/16/regreso-incierto-a-clases-remotas-en-mexico/

 

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