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El regreso a las escuelas “es obligatorio”

Por: Fidel Ibarra López 

La Secretaría de Educación Pública (SEP) publicó el pasado 20 de agosto en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el Acuerdo 23/08/21 donde se presentan los lineamientos para el regreso a las clases presenciales. Es a partir de este documento oficial, que se puede realizar un análisis con la seriedad debida, sobre el regreso a las escuelas que están planteando las autoridades educativas. Y discernir a partir de lo anterior, los costos que se deprenderán con la implementación de los lineamientos referidos.

Para tal efecto, parto de lo siguiente: el argumento que se utilizó en lo público para fundamentar la reapertura de las escuelas, es que el regreso iba a ser presencial, seguro, voluntario y escalonado. Ese era el concepto que se adujo en lo público; pero si se revisa el documento de marras, se identifica que ahora se plantea que el regreso será presencialresponsable y ordenadoSe borró del mapa el término voluntario. De hecho, de las 7 mil 16 palabras que componen el Acuerdo, solamente se menciona dos veces el término “voluntaria” –ya no voluntario-. Y se menciona en páginas interiores. Lo cual significa que se cercenó el concepto original en aras de ajustar la fundamentación para encuadrar los lineamientos para el regreso al modelo presencial.

El otro término que se borró es el concepto de “seguro” y se cambió por el de “responsable”. El primero implicaba garantizar un marco de seguridad para los maestros y los alumnos, lo cual no era del todo fácil. El segundo conlleva el cumplimiento de las obligaciones que se establecen en el Acuerdo. Lo cual significa que es un término más ad hoc para lo que se demanda, puesto que la responsabilidad se enmarca en lo referente al cumplimiento de nueve acciones de carácter sanitario que se pretenden desarrollar para el regreso a las escuelas.  En lo que respecta al regreso a las aulas entonces, se cercenó el concepto original con miras a ajustar un documento a una decisión política por parte de las autoridades educativas.

El otro factor a destacar, es que se declara desde el inicio del Acuerdo que el modelo con el cual se va a iniciar el ciclo escolar, es con el modelo presencial. Y eso no es un asunto menor. ¿Por qué? Porque significa que se elimina la posibilidad de desarrollar un proceso de innovación educativa que nos pudiera permitir en el futuro inmediato enfrentar, por ejemplo, un escenario -como lo hemos señalado en este espacio- donde la pandemia se constituyera en una enfermedad endémica; es decir, en una enfermedad que nos afectara de forma permanente, como sucede con el caso del VIH. Si eso ocurre, no podremos hacerle frente –en términos educativos- con el modelo presencial, porque sería de suma riesgoso mantener a los niños en las escuelas. Necesitamos otro modelo educativo –como el caso del modelo mixto e híbrido-; pero esa posibilidad se cerró en el actual ciclo escolar. Y se dejó en claro que la única vía para atender la gravedad del problema educativo es el modelo presencial. Lo que es lo mismo a decir que se recurrió al pasado para atender un problema del presente y del futuro. Lo cual es un craso error. En el fondo, no se acepta que la escuela que conocimos hasta febrero del 2020 ya no existe. Que se tiene que reinventar, si se pretende mantener en pie. Empero, en lugar de ello, se “asumen riesgos” al pretender implementar un modelo educativo presencial en el momento más inadecuado.

Hagamos un alto hasta aquí, para plantear la interrogante que más interesa a los padres de familia:  ¿qué pasa si un padre de familia no quiere llevar a sus hijos a la escuela? Para tal condición, se afirma que se podrá “inscribir o reinscribir –el alumno- en el grado educativo que corresponda”. Y cito: “Una vez que se incorpore a las clases presenciales se realizará una valoración diagnóstica con objeto de conocer su nivel de aprovechamiento escolar”. Pero, ¿qué maestro acompañará el proceso de enseñanza-aprendizaje de ese alumno que no asistirá a las clases presenciales? De eso no se especifica nada en el documento. Solamente se señala que “se continuará ofreciendo el servicio público educativo mediante la utilización de las tecnologías de la información, comunicación, conocimiento y aprendizaje digital, así como el uso y aprovechamiento de programas de educación a distancia como «Aprende en Casa», «Jóvenes en TV», «Bachillerato en TV» y otras estrategias desarrolladas por las comunidades escolares”. Y se señala que “Las Autoridades Educativas Locales, la Autoridad Educativa Federal en la Ciudad de México, los Asesores Técnico Pedagógicos y los equipos técnicos, podrán, dentro de sus posibilidades, brindar seguimiento y atención a las y los educandos que optaron por no acudir al servicio educativo presencial”. ¿Qué decir de lo anterior? Eso de brindar seguimiento “dentro de las posibilidades” se lee como un “hagan lo que puedan”; es decir, no marca un compromiso, ni tampoco una responsabilidad.

En ese sentido, si no se establece con claridad cómo se va a desarrollar el proceso de enseñanza-aprendizaje para los niños que no van a ser enviados por sus padres a las clases presenciales, se infiere que esos alumnos “quedarán a la buena de Dios”, pues no habrá quien les dé seguimiento debido a que el maestro titular estará atendiendo a los niños que acudan a las clases presenciales. Bajo esas condiciones, estamos ante un escenario donde se les está obligando a los padres de familia a enviar a sus hijos a la escuela, si es que quiere que su hijo tome las clases en el ciclo escolar. Ese es el punto central en todo este entuerto.

Ahora bien, ¿qué costos educativos y sanitarios se pueden generar con todo este embrollo? Si millones de niños no son enviados por sus padres de familia a las escuelas, y si no hay un seguimiento del proceso de aprendizaje de esos niños, el resultado -en términos de aprendizaje- podría ser catastrófico. Pero la parte que más preocupa es lo referente a la salud. Mientras que el Ministro de Salud en Cuba -por poner un comparativo- José Ángel Portal Miranda, declara que la variante Delta “es considerada la variante más contagiosa con un 64% de incremento frente a la variante Alfa, que es entre 40 y 50% más transmisible respecto al virus original de Wuhan”. Y agrega: “¿Qué nos hace falta para entender que los niños no son inmunes ante el SARS-CoV-2?”. La declaración es resultado luego de que en la isla se confirmó la cifra más alta de menores de 20 años contagiados en un solo día: 2,029 casos, y de éstos, 1,915 pacientes se hallan en edades pediátricas. (Juventud Rebelde, 20 de agosto del 2021). ¡Qué discurso tan radicalmente diferente al que se está presentando en México! Acá se declara la educación como actividad esencial -como requisito para regresar a las escuelas- y se afirma por parte de la principal autoridad sanitaria en el país, que las “niñas y niños tienen riesgo ‘casi nulo’ de morir por Covid” (El Financiero, 24 de agosto del 2021). Se minimiza el riesgo y se pavimenta el terreno “conceptualmente” para retornar a las escuelas.

Desde nuestra perspectiva, lo adecuado hubiese sido iniciar el ciclo escolar a la distancia mientras se experimentaba en algunas escuelas la implementación de un modelo mixto. Ello daría pauta para regresar a las escuelas de forma escalonada y segura. Sin embargo, se opta por “el trabajo por urgencias”. Y con ello no solamente se cercenan conceptos sino, sobre todo, se privilegia lo inmediato y se deja de lado lo estratégico.

Para comentarios:

Correo: fidelibarralopez@gmail.com

Fuente de la información: https://www.educacionfutura.org

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Los pobres ya se quedaron…(atrás)

Los pobres ya se quedaron…(atrás)

Fidel Ibarra López 

La frase que da título al presente artículo, se desprende de un hecho que se hizo viral en la red. Y el hecho es el siguiente: un docente del Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Sur (CCH Sur), perteneciente a la UNAM, demanda a un alumno que encienda la cámara de su computadora para iniciar la clase. El alumno, en respuesta al docente, le señala que “está descompuesta, está totalmente rota” y, por ende, no puede encender la cámara. De aquí en adelante se desprende el diálogo que convirtió en noticia nacional a este hecho. Reproduzco el diálogo para los fines de análisis del presente artículo:

Docente: “¿Entonces qué sentido tiene que tomen clases si no pueden tener los elementos?, responde enojado el profesor.

Alumno: “Profesor, eso es muy poco considerado, considerando (sic) que muchos compañeros no tienen acceso a sus cámaras. Muchos (sic) sus familias no pueden siquiera costearse una webcam”.

Docente: “Ese rollo sale sobrando, los pobres ya se quedaron…”. (Infobae, 12 de octubre del 2020).

Hasta aquí el diálogo. ¿Qué se desprende de lo anterior? El docente fue acusado en las redes sociales de “clasista” e “insensible”. Y los calificativos son correctos. Sin embargo, más allá del clasismo que contiene la expresión del docente, hay una realidad lacerante: la migración de la educación al espectro digital ha dejado al desnudo la brecha de desigualdad que se tiene en este país en lo referente al acceso a las tecnologías. Por décadas se ha insistido por parte de los organismos internacionales -como el caso de la UNESCO y la CEPAL en el caso de América Latina- en la necesidad imperativa de integrar las TIC´s en la educación, así como en la construcción de las competencias digitales en los docentes. Ambos aspectos aparecieron de forma reiterada en el discurso institucional, pero no fue asumido como parte toral de la política educativa. Y el problema se fue arrastrando y arrastrando. Hasta que nos llegó la pandemia. Y literalmente nos agarró con los dedos en la puerta, tanto a la sociedad como al gobierno.

Ahora, con el modelo de educación a distancia a través del programa “Aprende en Casa II”, en el sistema de educación pública, se está llevando a cabo un proceso de enseñanza-aprendizaje diferenciado que generará una brecha muy fuerte en los aprendizajes de los alumnos, dependiendo de su condición socioeconómica. ¿Por qué? Me explico: el programa de la SEP, está operando para las clases más desprotegidas que no tienen acceso a una computadora o a Internet. Y la televisión es el único medio para recibir el “proceso de enseñanza”. En este modelo educativo, el alumno -de educación básica- no tiene una vinculación directa ni con el “telemaestro” que le expone la clase en televisión, ni con el maestro que está a cargo de su enseñanza. A lo sumo, la vinculación con este último es de forma indirecta por medio de “WhatsApp”. A través de esta red social, la madre de familia le envía las tareas al maestro. El maestro califica, y le envía la calificación al padre de familia. No hay un proceso de retroalimentación, ni de reforzamiento de los aprendizajes. Solo una clase de contenido a través de un “telemaestro”, una tarea que se deprende de esa “teleclase” y que termina realizando el alumno.

Por su parte, los alumnos que estudian de igual forma en el sistema de educación pública, pero que sí tienen acceso a las tecnologías, el programa “Aprende en Casa II” es un programa de apoyo, pero no necesariamente el programa con el cual se fundamenta el proceso de enseñanza-aprendizaje. Aquí, el docente desarrolla su clase de forma sincrónica con sus alumnos. Y mantiene una vinculación directa con el alumno. En la escuela privada, el programa “Aprende en Casa II” ni siquiera forma parte del proceso de enseñanza-aprendizaje. En ésta, el modelo educativo está fundamentado en un modelo de educación a la distancia a través del uso de una plataforma digital. Y en todo caso, el problema que se tiene en la escuela privada es el “exceso de tareas” a los alumnos. Un aspecto que se podría subsanar a través de las “tareas integradoras”, lo cual implica integrar los diversos contenidos en una tarea y no de forma separada. Ello ayudaría a reducir la carga de trabajo tanto para los maestros como para los padres de familia, sin que ello implique bajar la calidad de los aprendizajes.

Este proceso diferenciado de los aprendizajes, inexorablemente generará un “atraso” en los alumnos. Y ese “atraso” se observará de forma más aguda en los niños y adolescentes con mayor rezago socioeconómico. Y el problema es que lo que estamos ante un proceso irreversible. La educación a la distancia (virtual) llegó para quedarse. Y quien no se integre a ese proceso se quedará atrás. Y la población que está con mayor riesgo, es la población con mayor vulnerabilidad socioeconómica.

Y a quien le corresponde enfrentar esa situación, es al Estado -en sus tres niveles de gobierno-. No se puede permitir que los más pobres se queden atrás.

Si en realidad estamos ante un gobierno que pondera a “los pobres”, una forma de demostrarlo reside en mejorar las condiciones en la que estos últimos reciben educación. Mantener una “educación de pobres para pobres” es inadmisible en un mundo que tiende hacia la digitalización de la educación.

Autor: Fidel Ibarra López

Fuente de la Información: https://www.educacionfutura.org/los-pobres-ya-se-quedaronatras/

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Los costos educativos del modelo de educación a distancia

Por: Fidel Ibarra López


Como es de dominio público, las autoridades educativas en México hicieron del conocimiento de la ciudadanía que para el inicio del ciclo escolar 2020-2021 se iba a implementar un modelo educativo de educación a distancia a través de la televisión. El tema ha despertado un debate importante en diversos sitios. Debate al cual pretendemos sumarnos con el presente artículo en aras de generar algunas ideas que permitan contribuir a la comprensión del fenómeno y, sobre todo, de las implicaciones que tal medida genera en términos de aprendizajes.

Para tal efecto, partimos de lo siguiente: El inicio de las clases se definió para el pasado 24 de agosto. Y desde esa fecha en adelante se fijaron 3 semanas para “repasar” los contenidos del ciclo anterior. Eso significa que, a partir de esta semana, se estará iniciando formalmente con los contenidos del actual ciclo escolar. No obstante, en las primeras semanas quedaron en evidencia las contradicciones internas del modelo. Cito dos ejemplos para fundamentar lo anterior:

En primer lugar, las autoridades educativas no explicaron cómo iba a funcionar en el modelo de educación a distancia, la triada telemaestro-docente y alumnos. Pero lo que no explicó en los medios, lo terminó dejando en claro el funcionamiento del modelo en la realidad. ¿En qué sentido? La triada funcionó de manera desvinculada: “el telemaestro expone el contenido, el alumno observa y el maestro formula algunas interrogantes sobre el contenido expuesto en televisión, mismas que son enviadas al padre de familia a través de WhatsApp. Estas interrogantes son resueltas por el alumno en su cuaderno y le son reenviadas al docente por la misma vía. En ese proceso, el docente no tiene contacto con el niño, sino con el padre de familia, y el niño contesta lo que se le solicita, pero no tiene retroalimentación sobre lo que hizo. Esto para la educación preescolar y primaria. Y para los niños que no cuentan con una computadora con acceso a internet” (Educación Futura, 4 de septiembre del 2020).

En segundo lugar, con este modelo de educación a distancia -y aquí radica la segunda contradicción- se le está dejando un rol tangencial al docente en el proceso de enseñanza-aprendizaje, luego de que no hay espacio para el proceso de “consolidación” de los contenidos que se están impartiendo a los alumnos. Estas dos contradicciones internas en el modelo complejizan el tema de los aprendizajes en los alumnos, porque los dejan en un lugar de franca vulnerabilidad.

Sin embargo, aquí no termina el problema: en el ciclo escolar que está transcurriendo en México, se están desarrollando dos modelos educativos que transitan por caminos diferenciados: uno es el modelo de la escuela pública con el modelo de educación a distancia (a través de la televisión); y otro, el de la escuela privada con el modelo de educación a la distancia a través de las tecnologías. En este segundo modelo, los alumnos están desarrollando el proceso de enseñanza-aprendizaje a través de las herramientas que contiene Google for education (Classroom, Meet y Google Drive).

Esta condición está generando un proceso de alfabetización digital entre docentes y alumnos. Un proceso que hemos postergado en nuestro país por más de dos décadas, pero que ahora por el escenario del cierre de escuelas que ha generado la pandemia del Covid-19, se ha tenido la necesidad de recurrir a la educación en línea para proseguir el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En ese sentido, este proceso de alfabetización digital no está teniendo lugar en todos los alumnos. Lo cual significa que en el ciclo escolar que está en curso no solamente se va a presentar un rezago educativo en términos de aprendizaje, sino también en lo referente a la alfabetización digital.

Cuando las autoridades educativas se refieren al actual ciclo escolar, hacen alusión al “gran esfuerzo institucional” que está desarrollando el gobierno federal con la creación de contenidos para transmitirlos en televisión todos los días. Y se recurre a los números para sustentar el esfuerzo (número de programas y de horas de televisión; así como el número de alumnos que están siendo atendidos en el actual ciclo escolar); sin embargo, en el mensaje institucional no se repara en los costos educativos que está generando el modelo.

Si lo planteamos en términos prospectivos, a quien más le conviene el retorno a la clase presencial, es a la escuela pública, porque no se cuenta con los elementos para hacerle frente a un modelo de educación a distancia. Los alumnos que estudian en una escuela privada bien pueden continuar, concluir e iniciar el próximo ciclo escolar -si la pandemia no amaina en el país- bajo el modelo de educación en línea; pero los alumnos de la escuela pública no. En estos últimos se instala como urgencia el retorno a la clase presencial. No hay otra forma de recuperar lo que se perderá en términos de aprendizajes. Dicho en otras palabras: la pandemia ha agudizado el rezago educativo de la escuela pública. Y esa es una responsabilidad del Estado en su conjunto.

¿Por qué lo afirmo en estos términos? Porque es responsabilidad del Estado que la educación que reciba un niño que estudia en una escuela pública no esté por debajo de la educación privada. En eso se materializa la consabida expresión de que “la escuela pública es una prioridad para el Estado”. Esa expresión suena bien para el discurso público; pero la prioridad se debe demostrar en los hechos. Y, en los hechos, lo que se tiene es a dos modelos educativos que transitan por vías separadas y que están generando resultados diferenciados, en términos de aprendizaje, en los alumnos.

En otros países -como el caso de Argentina-, se está conminando a que las autoridades educativas tomen acciones porque el golpe puede llegar a constituirse en una catástrofe generacional (LaPoliticaOnline, 8 de septiembre del 2020). Aquí la demanda se puede reproducir en el mismo sentido. Empero, la única vía de “ajuste” que observo es el retorno a la clase presencial. Y mientras eso no suceda, los alumnos seguirán tomando clases a través de la teleclase. Con eso, como lo he venido afirmando en este espacio, se mantiene en pie el ciclo escolar; pero no los aprendizajes.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/

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Los costos educativos del modelo de educación a distancia

Por: Fidel Ibarra López

Como es de dominio público, las autoridades educativas en México hicieron del conocimiento de la ciudadanía que para el inicio del ciclo escolar 2020-2021 se iba a implementar un modelo educativo de educación a distancia a través de la televisión. El tema ha despertado un debate importante en diversos sitios. Debate al cual pretendemos sumarnos con el presente artículo en aras de generar algunas ideas que permitan contribuir a la comprensión del fenómeno y, sobre todo, de las implicaciones que tal medida genera en términos de aprendizajes.

Para tal efecto, partimos de lo siguiente: El inicio de las clases se definió para el pasado 24 de agosto. Y desde esa fecha en adelante se fijaron 3 semanas para “repasar” los contenidos del ciclo anterior. Eso significa que, a partir de esta semana, se estará iniciando formalmente con los contenidos del actual ciclo escolar. No obstante, en las primeras semanas quedaron en evidencia las contradicciones internas del modelo. Cito dos ejemplos para fundamentar lo anterior:

En primer lugar, las autoridades educativas no explicaron cómo iba a funcionar en el modelo de educación a distancia, la triada telemaestro-docente y alumnos. Pero lo que no explicó en los medios, lo terminó dejando en claro el funcionamiento del modelo en la realidad. ¿En qué sentido? La triada funcionó de manera desvinculada: “el telemaestro expone el contenido, el alumno observa y el maestro formula algunas interrogantes sobre el contenido expuesto en televisión, mismas que son enviadas al padre de familia a través de WhatsApp. Estas interrogantes son resueltas por el alumno en su cuaderno y le son reenviadas al docente por la misma vía. En ese proceso, el docente no tiene contacto con el niño, sino con el padre de familia, y el niño contesta lo que se le solicita, pero no tiene retroalimentación sobre lo que hizo. Esto para la educación preescolar y primaria. Y para los niños que no cuentan con una computadora con acceso a internet” (Educación Futura, 4 de septiembre del 2020).

En segundo lugar, con este modelo de educación a distancia -y aquí radica la segunda contradicción- se le está dejando un rol tangencial al docente en el proceso de enseñanza-aprendizaje, luego de que no hay espacio para el proceso de “consolidación” de los contenidos que se están impartiendo a los alumnos. Estas dos contradicciones internas en el modelo complejizan el tema de los aprendizajes en los alumnos, porque los dejan en un lugar de franca vulnerabilidad.

Sin embargo, aquí no termina el problema: en el ciclo escolar que está transcurriendo en México, se están desarrollando dos modelos educativos que transitan por caminos diferenciados: uno es el modelo de la escuela pública con el modelo de educación a distancia (a través de la televisión); y otro, el de la escuela privada con el modelo de educación a la distancia a través de las tecnologías. En este segundo modelo, los alumnos están desarrollando el proceso de enseñanza-aprendizaje a través de las herramientas que contiene Google for education (Classroom, Meet y Google Drive).

Esta condición está generando un proceso de alfabetización digital entre docentes y alumnos. Un proceso que hemos postergado en nuestro país por más de dos décadas, pero que ahora por el escenario del cierre de escuelas que ha generado la pandemia del Covid-19, se ha tenido la necesidad de recurrir a la educación en línea para proseguir el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En ese sentido, este proceso de alfabetización digital no está teniendo lugar en todos los alumnos. Lo cual significa que en el ciclo escolar que está en curso no solamente se va a presentar un rezago educativo en términos de aprendizaje, sino también en lo referente a la alfabetización digital.

Cuando las autoridades educativas se refieren al actual ciclo escolar, hacen alusión al “gran esfuerzo institucional” que está desarrollando el gobierno federal con la creación de contenidos para transmitirlos en televisión todos los días. Y se recurre a los números para sustentar el esfuerzo (número de programas y de horas de televisión; así como el número de alumnos que están siendo atendidos en el actual ciclo escolar); sin embargo, en el mensaje institucional no se repara en los costos educativos que está generando el modelo.

Si lo planteamos en términos prospectivos, a quien más le conviene el retorno a la clase presencial, es a la escuela pública, porque no se cuenta con los elementos para hacerle frente a un modelo de educación a distancia. Los alumnos que estudian en una escuela privada bien pueden continuar, concluir e iniciar el próximo ciclo escolar -si la pandemia no amaina en el país- bajo el modelo de educación en línea; pero los alumnos de la escuela pública no. En estos últimos se instala como urgencia el retorno a la clase presencial. No hay otra forma de recuperar lo que se perderá en términos de aprendizajes. Dicho en otras palabras: la pandemia ha agudizado el rezago educativo de la escuela pública. Y esa es una responsabilidad del Estado en su conjunto.

¿Por qué lo afirmo en estos términos? Porque es responsabilidad del Estado que la educación que reciba un niño que estudia en una escuela pública no esté por debajo de la educación privada. En eso se materializa la consabida expresión de que “la escuela pública es una prioridad para el Estado”. Esa expresión suena bien para el discurso público; pero la prioridad se debe demostrar en los hechos. Y, en los hechos, lo que se tiene es a dos modelos educativos que transitan por vías separadas y que están generando resultados diferenciados, en términos de aprendizaje, en los alumnos.

En otros países -como el caso de Argentina-, se está conminando a que las autoridades educativas tomen acciones porque el golpe puede llegar a constituirse en una catástrofe generacional (LaPoliticaOnline, 8 de septiembre del 2020). Aquí la demanda se puede reproducir en el mismo sentido. Empero, la única vía de “ajuste” que observo es el retorno a la clase presencial. Y mientras eso no suceda, los alumnos seguirán tomando clases a través de la teleclase. Con eso, como lo he venido afirmando en este espacio, se mantiene en pie el ciclo escolar; pero no los aprendizajes.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/los-costos-educativos-del-modelo-de-educacion-a-distancia/

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No distraigan ni confundan a la población con un hipotético regreso a clases

Dr. Fidel Ibarra López

Si algo ha distinguido el discurso institucional en lo referente al regreso a la clase presencial, es la irresponsabilidad y la contradicción. El gobernador de Jalisco señala que están próximos a presentar un protocolo con el cual podrían regresar a la clase presencial en esa entidad federativa; el Secretario de Educación Pública, afirma por su parte que la única manera de regresar al aula es con el Semáforo en Verde. Y días después señala que Campeche y Chiapas, podrían ser los primeros estados que puedan estar en esa condición por ser las entidades que estarían en condiciones de situarse en Semáforo en Verde. Y el encargado de la estrategia para enfrentar la pandemia del Covid, por parte del gobierno Federal, señala en dos declaraciones distintas, que se viene un escenario muy complejo para nuestro país con la entrada del otoño por la situación de un segundo rebrote -debido al factor climático- y que los hospitales van a estar llenos (sinembargo.mx.; 23 de septiembre del 2020). Y, por ende, recomienda que no se regrese a la clase presencial, ni siquiera en una condición de Semáforo en Verde, sino hasta que se tengan niveles mínimos de contagios (El Debate, 25 de septiembre del 2020). ¿Y cuándo podría ocurrir esa condición? Y esto lo afirmamos nosotros, hasta que haya una vacuna. No hay otra posibilidad. Luego pues, bajo este contexto, ¿por qué se persiste en seguir alimentando el discurso institucional con un supuesto regreso a las aulas?

Los esfuerzos institucionales por explorar posibles protocolos para retornar a las clases presenciales, lo que genera es una distracción de los problemas centrales que se tienen en este momento. Uno de esos problemas es coyuntural y el otro es de planeación y preparación. El primero tiene que ver con la responsabilidad de sostener la cobertura educativa en el actual ciclo escolar, así como los aprendizajes de los alumnos. Y el segundo, con la preparación para enfrentar un escenario donde se tenga que mantener un modelo de educación a la distancia a través del uso de las tecnologías.

Veamos cada uno de estos problemas: En primer lugar, el modelo de educación a distancia que se está implementando en el sistema de educación pública, ¿está garantizando las clases a todos los alumnos de educación básica -incluyendo a los alumnos que se ubican en las zonas de mayor marginación social-? Si no es así, ¿qué acciones están haciendo las autoridades federales para que esa condición tenga lugar? ¿Y de qué forma están tributando las autoridades estatales a ese propósito? En segundo lugar, en lo referente a los aprendizajes de los alumnos, ¿en qué medida se están garantizando con el modelo de educación a distancia? Y si esta condición no está teniendo lugar de forma adecuada, ¿de qué manera se está enfrentando este problema? Lo anterior demanda (toda) la atención de las autoridades educativas. Y, en cierta forma, exige (también) que no se distraiga la atención de los otros actores involucrados en el proceso; esto es, de los directores de escuela, docentes, alumnos y, sobre todo, de los padres de familia. El ciclo escolar va a terminar de la misma forma como inició; esto es, a la distancia. Y es de suma importante que, en términos de aprendizaje, no resulte un ciclo escolar perdido para los alumnos. Y eso es responsabilidad de todos los actores participantes en el proceso educativo.

En tercer lugar, se tiene un problema de mayor calado. Y con ello me refiero a lo siguiente: si nos remitimos al discurso de las autoridades en la materia, en el escenario más halagüeño se tendrá una vacuna en el segundo semestre del 2021. Si eso es así, es muy posible que se inicie el próximo ciclo escolar de la misma forma como terminará el actual (a la distancia). Y, además, porque en México se tiene un problema estructural: no hay infraestructura suficiente para refrigerar los millones de vacunas que se requieren para aplicar una vacuna a toda la población de este país (Milenio, 15 de marzo del 2020). Por lo cual, la universalización de la vacuna no va a tener lugar, por más que lo afirme el presidente. No hay infraestructura para eso. Lo anterior significa que, aun con la invención de una vacuna, no se podrán eliminar los contagios de tajo, porque no toda la población va a poder acceder al medicamento.

¿Qué significa lo anterior? En el plano educativo, esta condición obligaría a iniciar el ciclo escolar 2021-2022 nuevamente bajo un modelo de educación a distancia. Sin embargo, sería inadecuado iniciarlo bajo las mismas condiciones con las que se operó en el presente ciclo escolar (clases por televisión). Sobre todo, en lo referente al acceso a las tecnologías. Y aquí radica el punto central del problema: ¿se está preparando el gobierno federal y los gobiernos locales para reducir la insultante brecha digital que se tiene en el país? Lo anterior ha sido una demanda en la región desde hace más de una década por parte de organismos como la CEPAL; pero la irrupción de la pandemia sitúa el problema (ahora) en una condición de urgencia. ¿Lo están entendiendo así las autoridades de gobierno?

Lo dudo. Sobre este tema en concreto, no se ha dicho ni una sola palabra. El discurso institucional se centra en el regreso a la clase presencial, no en dotarle a los alumnos de las herramientas tecnológicas para que puedan desarrollar el proceso de enseñanza-aprendizaje a través del uso de las tecnologías. Ni siquiera se ha escuchado este punto en un momento en donde se está iniciando el debate en torno al presupuesto público para el próximo año. No lo he escuchado de parte del presidente López Obrador, del Secretario de Educación Pública, ni tampoco de ningún mandatario estatal.

Lo pongo en perspectiva: mientras la directora de la CEPAL, Alicia Bárcena, advierte (nuevamente) que la brecha de acceso a las tecnologías digitales puede convertirse en un nuevo rostro de la desigualdad, aquí en México el tema ni es materia de debate entre los principales actores de poder responsables de la educación pública. ¿Cuál es el debate entonces? El debate es si se regresa o no a la clase presencial.

A ese nivel estamos.

No se observa planeación a futuro, sólo un trabajo por urgencia.

En ese sentido, bien harían los gobernantes y las autoridades educativas en no distraer la atención de la población con escenarios hipotéticos que no tiene un sustento en la realidad. Y mucho menos, en darle falsas expectativas a los padres de familia. En todo caso -y esto se constituye en demanda-, deben ocuparse de lo verdaderamente importante. ¿A qué me refiero con esto? Tienen la responsabilidad histórica de que el actual ciclo escolar no se constituya en un ciclo escolar perdido -en términos de aprendizaje- para millones de niños; asimismo, tienen la responsabilidad política de enfrentar la brecha digital que se tiene en el sistema educativo mexicano.

Este problema ya no se puede seguir postergando por más tiempo. Es imperativo hacerle frente. Si no se hace, el costo va a ser brutal para millones de niños.

Así pues, no distraigan, ni confundan a la población señores, con mensajes contradictorios.

Mejor ocúpense, porque el problema es sumamente grave. Está en juego el futuro de millones de niños.

*Fuente: https://alternativaeducacion.com/p=1659&fbclid=IwAR241vGzT3xCYXcdpc0AovRkHcBDZTIh3wIbASrySwjgoA7zwVvHicBFccQ

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Las ventajas y desventajas de la escuela pública y privada en el próximo ciclo escolar

Sitúo el análisis en el ámbito estricto de la escuela y para el caso de la educación básica. Y lo expongo en los términos que indica el título, por una razón fundamental: desde nuestra perspectiva, en esta coyuntura educativa el análisis debe orientarse hacia el niño y el aprendizaje. Y este se va a desarrollar ya sea en la escuela pública o la escuela privada. Y en ambas instancias se tienen ventajas, así como desventajas; y esos elementos son claves para el padre de familia. Por tanto, la línea argumentativa en el presente artículo se ubica en estos parámetros. Y para tal efecto, iniciamos con el caso de la escuela pública.

Bajo las condiciones que se han expuesto hasta el momento, ¿qué ventaja tiene la escuela pública con respecto a la escuela privada en el próximo ciclo escolar? Si un padre de familia tiene a su hijo en una escuela privada y lo quisiera inscribir en una pública, la ventaja que tendría sería en el plano económico, por el tema de las colegiaturas. No obstante, nuestro punto de análisis no es ese, sino el proceso de enseñanza-aprendizaje. Y en este aspecto, hay más dudas que respuestas.

Me explico: en el artículo anterior, un servidor había adelantado algunas preguntas precisamente sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje. Y señalaba lo siguiente: ¿cuál va a ser el rol del docente en este modelo de educación a distancia? ¿Qué tipo de práctica docente va a desarrollar? ¿Cómo va a ser el proceso de retroalimentación a los alumnos y a través de qué medios? ¿Cómo va a verificar la autoridad educativa que se esté cumpliendo, en términos de aprendizaje, con los niños, niñas, adolescentes, que van a cursar el próximo ciclo a distancia? (Educación Futura, 10 de agosto del 2020). Amplío estas interrogantes con el siguiente análisis: en el proceso de enseñanza-aprendizaje, se tienen los siguientes aspectos fundamentales para el docente: 1) El proceso de diagnóstico, para saber en qué condiciones se recibe a los niños para el próximo ciclo escolar; 2) La planeación de los contenidos; 3) El planteamiento de los objetivos de aprendizaje; 4) La estrategia didáctica para la enseñanza de los contenidos; 5) El diseño del sistema de tareas; y 6) La evaluación de los aprendizajes. En estos aspectos el maestro estará siendo excluido en el modelo de educación a distancia que está planteando la SEP, porque -a como se observa – el proceso estará centralizado. Y eso tendrá costos importantes en el aprendizaje de los niños, porque prácticamente el docente entraría en el último eslabón de la cadena: en la evaluación.

Lo anterior lo afirmo, porque hasta el momento no se ha aclarado el rol didáctico que cumplirá el docente en el modelo de educación a distancia. Afino la pregunta: no se ha explicado cómo se va a vincular la figura del telemaestro -si me permiten la expresión-, con el maestro de grupo y el padre de familia. ¿Cómo se vincularán estas tres figuras en lo referente al aprendizaje del niño? Nada se ha dicho al respecto.

Agrego lo siguiente para clarificar el punto anterior: con el modelo de educación a distancia, al transformarse la dualidad tiempo-espacio en el que se desarrolla la clase, los maestros tienen que cambiar de forma sustantiva la planeación. ¿En qué aspectos? En primer lugar, al ser una educación a distancia, inexorablemente se tienen que seleccionar los contenidos que se le van a impartir al alumno de acuerdo con los objetivos de aprendizaje que se definan -vinculados con el perfil de egreso-. La educación a distancia, o no escolarizada -para utilizar la terminología de la SEP para educación superior-, es diametralmente distinta a la educación escolarizada. Por esencia, la educación no escolarizada implica una carga de contenidos más sintética que la educación escolarizada, por ende, requiere una selección cualitativa por parte del docente. Esto último no se va a poder realizar en la educación pública, debido a que ya estarán definidos los contenidos con anterioridad en los programas que se van a transmitir por televisión. En ese sentido, como lo señalamos en el párrafo anterior, el docente estará excluido.

En segundo lugar, lo ideal es que, para el modelo de educación a distancia, los docentes desarrollen un proceso de tareas integradoras para reducir la carga de trabajo a los niños -y, sobre todo, a los padres de familia- y no tareas por materias como ocurre tradicionalmente en la clase presencial. Esto tampoco va a poder desarrollarse con los alumnos, porque no hay condiciones para que los maestros trabajen un proceso de ese tipo.

En tercer lugar, si se considera el fenómeno migratorio que se va a presentar de la escuela privada a la escuela pública, no se tiene claro cuál va a ser la relación maestro-alumno para el próximo ciclo escolar; es decir, el número de alumnos que le va a tocar “atender” a cada maestro. Por simple sentido común, suponemos que esa relación se va a incrementar. Y la pregunta es: ¿qué va a hacer un maestro con un grupo de 50 alumnos o más, en un modelo de educación a distancia? Este punto es clave en referencia a los aprendizajes.

Integro un último punto: en un modelo no escolarizado, por definición el tema del aprendizaje recae de forma importante en el autoaprendizaje del alumno. Eso se puede desarrollar en el nivel universitario, no así en la educación básica. En este nivel educativo, necesariamente se debe acompañar el proceso de aprendizaje del niño. Y es aquí donde entra la figura del padre de familia. ¿Cómo le va a entrar el padre de familia a este proceso? Ojo: no es lo mismo culminar un ciclo escolar con un modelo improvisado de educación a distancia, que iniciarlo. Y en un escenario donde el modelo de educación a distancia se mantenga en todo el ciclo escolar, ¿cómo le van a hacer los padres de familia en todo ese tiempo? No se ha dicho nada. Por tanto, lo que hay es una gran incógnita.

Visto así, para el próximo ciclo escolar, la escuela pública nos ofrece más dudas que respuestas. Hay una nebulosa configurada en torno a un conjunto de preguntas. Y mientras no se aclaren estas interrogantes por parte de las autoridades educativas, las dudas se trocan en desventajas en lo referente a los aprendizajes de los niños.

En lo concerniente a las escuelas privadas, al hablar de desventajas, la mirada se orienta al tema de las colegiaturas, no en cuanto a los aprendizajes. Y cuando se señala esto último, se hace referencia a la baja calidad educativa. A lo anterior, bien vale señalar lo siguiente: Las escuelas privadas tuvieron un periodo de experiencia pedagógica y con ello están ajustando la planeación del próximo ciclo escolar, porque están ajustando las contradicciones internas que se presentaron a fines del pasado ciclo escolar.

En ese sentido, se observa una ventaja sustantiva con respecto a la escuela pública: las escuelas privadas van a desarrollar un modelo de educación a la distancia a través de las tecnologías. Ese proceso lo pueden desarrollar de manera interna, debido a que no operan en una lógica centralizada -como sí ocurre en la educación pública-. Y por ello, en lo referente al proceso de enseñanza-aprendizaje, tienen pleno control sobre la tarea didáctica que se va a desarrollar con los alumnos a través del docente. En ese sentido, cuando se presente el regreso a la clase presencial, el desfase de los aprendizajes será mucho menos pronunciado con respecto a los alumnos que cursaron el ciclo escolar en una escuela pública, porque el seguimiento va a ser más cercano con el alumno.

Por otra parte, las escuelas privadas tendrán la posibilidad de preparar el terreno para estar preparadas para un escenario de un modelo híbrido en la educación, sobre todo si se presentaran en el futuro otros fenómenos de pandemia. Un modelo híbrido que las propias escuelas podrían echar a andar en caso de que los niños se tengan que ausentar de la escuela una vez que se regrese al modelo presencial. Hasta antes de esta pandemia, si un niño se enfermaba y tenía que faltar a la escuela por motivos de salud, se perdía las clases, así como los contenidos observados durante ese tiempo. Con un modelo híbrido ese problema podría quedar solucionado. Y las escuelas privadas bien podrían hacerle frente a esa condicionante, y ello sería producto de esta experiencia que se va a vivir en el próximo ciclo escolar.

Así, si se expone en términos comparativos, se observan -hasta el momento- mejores condiciones en la escuela privada que en la pública. Y lo anterior es de suma preocupante si consideramos que la educación pública va a tener mayor peso en la matrícula por la migración que se va a presentar de la escuela privada a la escuela pública. Si antes de esta pandemia el rezago educativo de la escuela pública con respecto a la escuela privada -en educación básica- era importante -así lo indican las pruebas PISA y la prueba PLANEA-, con el siguiente ciclo escolar ese rezago se puede ampliar todavía más.

Entiendo que el gobierno federal está desarrollando un esfuerzo importante por sacar adelante el próximo ciclo escolar; pero se observa que se está trabajando por urgencias. O, en otras palabras, como señalamos en el artículo anterior: se garantiza el ciclo escolar, no así los aprendizajes.

Fuente: https://www.educacionfutura.org/las-ventajas-y-desventajas-de-la-escuela-publica-y-privada-en-el-proximo-ciclo-escolar/

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Las perspectivas de la educación privada ante la “nueva normalidad”

Por: Fidel Ibarra López

Parto de lo siguiente: con el término de “nueva normalidad” no pretendo referirme a ese marco de medidas que se están proponiendo para el retorno a clases en el próximo ciclo escolar -número de alumnos por salón de clases, medidas sanitarias en los centros escolares, etc.- Hacerlo así, sería centrar la atención en un aspecto de carácter administrativo. Y demeritaría con ello el alcance de la complejidad del tema. O, dicho en otras palabras, si bien esas medidas representan un problema para cualquier centro educativo, sería en el mejor de los casos el menor de los problemas. El tema es mucho más complejo, y explico el porqué:

Hablar de una “nueva normalidad” es hablar, en un primer acercamiento, de un nuevo orden en la convivencia social de los individuos. ¿Por qué? Porque este virus –el SAR COV2-, al igual que el virus que genera el VIH, el Ébola o la influenza H1N1, llegó para quedarse. Y habrá que aprender a vivir con él. Y una forma de hacerlo, es integrando el distanciamiento como práctica social. Y eso significa una nueva normalidad.

No obstante, la “nueva normalidad” no es un tema que se circunscriba solamente al plano de la convivencia social. Varios autores están advirtiendo sobre el advenimiento de un nuevo orden social que tendría implicaciones en varias agendas (económica, política, tecnológica). Me detengo en una, para contextualizar mi línea argumentativa: la economía y el capitalismo cognitivo. Desde hace unos años, el debate sobre la Cuarta Revolución Industrial ha ocupado a los académicos interesados en el tema. No obstante, para el grueso de la población era un tema tangencial, puesto que no demandaba interés alguno. Con la irrupción de la pandemia esto no necesariamente va a seguir siendo así, porque la realidad laboral en una cantidad importante de empresas ha tenido que migrar hacia el mundo digital. Y va a ser un proceso irreversible. Esa condición es un imperativo precisamente de la Cuarta Revolución Industrial, donde la interconexión -entre individuos y empresas- va a transformar el espectro económico que conocíamos hasta antes de la pandemia.

Y va a ser -insisto- un proceso irreversible. Y que, además, de acuerdo con los expertos en la materia se va a presentar a una velocidad exponencial, con amplitud y profundidad y que generará un impacto toral en los sistemas (gobiernos, empresas, industrias). En ese sentido, como afirma Klaus (2016), la pregunta para las empresas no es si se va presentar alguna disrupción, sino ¿cuándo llegará la disrupción, qué forma adoptará y cómo afectará a la empresa? La disrupción ha llegado. Y esta es, en realidad la “nueva normalidad” a la que hay que adaptarse. Y, sobre todo, más que adaptarse es sobrevivirle, porque el cambio va a ser abrupto tanto para gobiernos como para las empresas y los individuos. En términos económicos, estamos en los albores de la implementación del capitalismo cognitivo. Y la pandemia ha sido el disruptor que se requería para ello.

En el caso de la educación privada, la complejidad inicia a partir de que se traslada la enseñanza a las tecnologías digitales. Y ante ese imperativo, algunas empresas educativas lo han tenido que paliar a través de plataformas que ya existían en la red, y otras más han recurrido a la constitución de sus propias plataformas, así como a la capacitación de su personal docente, y con ello han dado dos pasos al frente.

No obstante, la complejidad no termina ahí. Se está logrando sacar adelante el actual ciclo escolar, pero el escenario para los próximos ciclos demanda una revisión con seriedad de varios aspectos, porque la situación ha cambiado de forma sustantiva.

Cito algunos aspectos para contextualizar el problema: ¿cuántos alumnos de la educación privada pasarán a formar parte de la matrícula de una escuela pública? Lo desconozco, pero ese escenario se va a presentar. Por lo cual, las empresas educativas tendrán que reconfigurar su relación con sus clientes (padres de familia). O, en defecto, crear un modelo que les permita tener una vinculación más cercana con sus clientes. Como nunca antes, en este nuevo escenario cada centro escolar debe constituir un marco de competitividad que les permita atraer y retener a los alumnos. Y eso se logra a través de la innovación. Este concepto es un concepto recurrente en el discurso educativo, hasta llegar al grado de utilizarse de forma arbitraria; pero de aquí en adelante, es el concepto estratégico para mantenerse en pie en el nuevo orden económico que se nos avecina.

Para la innovación, un elemento es esencial: la cualificación del capital humano. En efecto, las empresas ya no le deben seguir apostando a la estrategia de los costos -a través de la contratación de mano de obra barata- para mantenerse en pie, sino a la contratación de capital humano cualificado para generar procesos de innovación que le permitan a la organización constituir un marco de competitividad frente a la competencia en el mercado.

Ahora bien, innovar ¿en dónde y hacia qué aspectos? Con esta pregunta regreso a la interrogante planteada por Klaus (2016): esta coyuntura disruptiva, ¿qué forma adoptará y cómo afectará a la empresa? En la respuesta a esta interrogante se encuentra el marco de innovación hacia el cual se debe enfocar la empresa. Para ello, se debe calibrar con la debida seriedad en qué escenario estamos parados y qué es lo que se avecina. Dicho en otras palabras, debemos leer con atención el escenario que nos está planteando esta coyuntura y actuar en consecuencia.

Visto así, me parece hasta como una oportunidad para que se aborde con perspectiva de futuro la educación que se imparte, sobre todo en el caso de la educación básica. Y revisar, a partir de ello, no solamente la relación escuela-padres de familia, sino también la parte del modelo educativo, el currículo, la formación académica de los docentes y la gestión administrativa y académica de la escuela.

Así, el tema implica una lectura a mayor profundidad, y por supuesto no se agota con un artículo como el que nos ocupa. Sin embargo, lo relevante a destacar es que el mundo cambió y ese cambio impactará a todos los actores que constituyen el sistema -económico, social, tecnológico-. La “nueva normalidad” entonces, será una normalidad donde sobrevivirán las empresas que estén insertada en el capitalismo cognitivo del siglo XXI. Y para ello, la clave está en la innovación.

Para vincular el título con esta parte del escrito diremos que, las perspectivas de la educación privada en esta “nueva normalidad” de penderá de la lectura que hagan de la actual coyuntura que se nos avecina, así como de las medidas que adopten al interior. Si la lectura se limita a las medidas administrativas y logísticas que tienen que tomar para reiniciar las clases en el próximo ciclo escolar -en caso de que haya condiciones para ello-, entonces el mensaje que se envía es que lo único que cambiará en la “nueva normalidad” es que solamente hay que ajustar la cotidianidad y la praxis a una condición de distanciamiento social.

Si ese fuera el caso, entonces la situación no demandará mayor problema: hay que modificar el orden de los pupitres; implementar un protocolo para el establecimiento de las medidas sanitarias; y si nos extendemos al terreno económico, reestructurar el costo de las colegiaturas para responder a la situación económica y mantener con ello al alumno en la escuela.

¿Es así de simple? Habrá quien lo juzgue así. Y, por lo tanto, su respuesta a esta complejidad será la implementación de medidas administrativas y de corto plazo. Sin embargo, la situación es más compleja. Y obliga a una revisión de fondo. Incluso, pensar la educación (básica) con miras a los individuos que demandará la sociedad cognitiva del siglo XXI. Algo que no ocurre ni por asomo en nuestra educación en estos momentos.

Finalizo con lo siguiente: la “nueva normalidad” orilla a las empresas educativas a la toma de decisiones. Y en esas decisiones se pone en juego incluso hasta su futuro.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/las-perspectivas-de-la-educacion-privada-ante-la-nueva-normalidad/

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