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Gaza: matar a los muertos

Por: Txema García*

Cuando creíamos que la perversión humana ya había alcanzado cotas insuperables con el genocidio cometido por los nazis en la II Guerra Mundial contra judíos, gitanos, homosexuales o resistentes,  cuando pensábamos que el horror tenía sus límites, comenzamos a darnos cuenta ahora que todavía queda margen y existe algo infinitamente peor que todos esos males.

¿Alguien podía imaginarse en la década de los cuarenta del siglo XX a la Fuerza Aérea norteamericana lanzando paquetes de comida a los escasos supervivientes de la espeluznante masacre del bombardeo atómico en Hiroshima y Nagasaki? Pues bien, algo aún más macabro acaba de hacer en Gaza ese mismo país que se reclama adalid de la democracia planetaria.

El espanto acaba de superar todo lo concebible por una mente normal. Como si la maldad de algunos seres hubiera traspasado las fronteras de la perversión más absoluta y llegado a un territorio vacío de sentimientos donde la inhumanidad reinara de forma salvaje. Ahora, en estos tiempos de modernidad y supuestos avances, la barbarie se envuelve en papel de celofán, en regalo envenenado, en comida que te ofrece alguien que luego te va a asesinar a ti, a tu familia o a cualquier otro semejante en cómodos plazos, eso si no te ha exterminado ya antes. Se trata de matar a los que ya están muertos, a su memoria, a los moribundos, a los que no tienen nada para comer y que se sabe a ciencia cierta que van a morir por bombas o por hambre.

¿Solo hay que llevar a Netanyahu y a su Gobierno genocida ante la Corte Penal Internacional o ante otros tribunales? ¿Y sus cómplices?

Lo diré claramente. La actual administración de los Estados Unidos de Norteamérica, con su presidente al frente, son unos criminales a la altura, si no más, de la de Benjamin Netanyahu, a la que defiende y protege, a la que arma y sostiene con todas sus capacidades económicas, mediáticas y militares. Y, claro está, luego se encuentra todo su cohorte de aliados que también le vende armas a ese engendro de Estado genocida que es Israel: Emmanuel Macron (Francia); Rishi Sunak (Gran Bretaña); Olaf Scholz (Alemania); Giorgia Meloni (Italia); Pedro Sánchez (España); Ursula von der Leyen (Comisión Europea)… y, cómo no, sus otros pequeños adláteres como los que nos gobiernan por estos lares, tanto en Nafarroa como en Euskadi.

La colaboración entre todos estos poderes es mutua y clandestina las más de las veces. La máquina de matar en masa ya está engrasada. Y ahora solo nos queda esperar, si los ciudadanos no nos rebelamos y se lo impedimos antes, a que sigan consumando más y más atrocidades. Les bombardean y luego les echan unos pocos alimentos para aquellos “afortunados” que sobreviven a la masacre. Como si fueran animales en un corral esperando su sentencia de muerte. Y si alguno sobrevive, para eso está el Ejército israelí dispuesto a acabar con los que se atreven a encaramarse a un camión para conseguir los restos de un miserable saco de harina a repartir entre multitudes.

Gaza Activestills - 2
Gaza MOHAMMED ZAANOUN/ ACTIVESTILLS

¿Solo hay que llevar a Netanyahu y a su Gobierno genocida ante la Corte Penal Internacional o ante otros tribunales? ¿En serio? ¿Y sus cómplices? Creo que el mundo está perdiendo toda capacidad racional de enfrentarse a estos asesinos en serie. Y no solo me refiero a los antes citados, sino a aquellos que se esconden detrás de los bastidores y que son, en realidad, los poderes reales: ese gran entramado militar industrial de carácter transnacional que se resiste a perder su hegemonía en este nuevo tablero de intereses. Y luego estamos los ciudadanos de Occidente acostumbrados a vivir narcotizados por la droga del individualismo y un consumo despilfarrador y desquiciante, destructivo de la naturaleza y de sus otros seres.

La secuencia histórica de sus crímenes es irrefutable. Ya no se puede ocultar por más tiempo ni lavar su sucia conciencia labrada masacre a masacre, la del exterminio de los pueblos indígenas de la Norteamericana precolombina; la de cambiar y poner gobiernos títeres en todo el mundo, especialmente en América Latina; la de bombardear y destruir países como Vietnam; la de invadir pueblos como Irak o destruir naciones como Libia; o la de azuzar a pueblos europeos a una política atlantista en lugar de establecer acuerdos de convivencia y cooperación en lugar del este belicismo imperante que ahora impulsa la señora Ursula Von der Leyen y toda su panda de secuaces.

Los Estados Unidos son como Israel, el pueblo elegido para cometer cualquier masacre y, además, pretenden quedar impunes

No estamos ya en los tiempos del Plan Marshall, aunque su intención siga siendo similar y se sustente en la misma concepción de supremacismo a la que han de rendirse todos los pueblos y naciones. Los Estados Unidos son como Israel, el pueblo elegido para cometer cualquier masacre y, además, pretenden quedar impunes. Lanzan al aire 38.000 miserables raciones de alimentos para que caigan al fondo del mar o para que más de dos millones de palestinos consumidos por el hambre se las disputen en la antesala de su propia muerte. Luego llegarán con sus bulldozers a sacar su correspondiente provecho de rapiña derivado de todas estas muertes: el negocio de la reconstrucción por parte de sus “fondos buitres” que ya, a buen seguro, se estarán disputando la carroña para reconstruir “asentamientos de colonos” dentro de unos pocos meses.

Occidente, con la Unión Europea y los EEUU al frente: habéis alcanzado las más altas cotas de degradación moral que imaginarse uno puede. Si no os juzga alguna Corte Penal Internacional, sabed que ya gran parte del mundo os ha colocado en la lista de los criminales más execrables.

*Escritor, periodista y miembro de la plataforma Guggenheim Urdaibai STOP.

Fuente de la información e imagen:  El Salto

Foto: Mohammed Zaanoun / Activestills

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Palestina: detalles de resistencias

Por: Jacobo Rivero

La Feria Internacional del Libro de Frankfurt cumplió 75 ediciones el pasado mes de octubre con polémica. La cita más importante del mundo editorial tenía previsto entregar el galardón LiBeraturpreis —que reconoce a autoras procedentes de África, Asia Latinoamérica o el mundo árabe— a la escritora palestina Adanía Shibli (Galilea, 1974) por su libro Un detalle menor.

Según el jurado, la novela, que narra la búsqueda de información sobre una violación grupal cometida por un destacamento militar israelí a una joven beduina, estaba “rigurosamente compuesta” y hablaba sobre “el poder de las fronteras y de lo que los conflictos violentos hacen a las personas”. Pero unos días antes de la entrega del galardón hubo un cambio de criterio y se canceló la concesión del premio. Juergen Boos, cuestionado presidente de la Feria desde 2005, escribió un comunicado en The New York Times explicando la decisión: “Condenamos enérgicamente el terrorismo terrible de Hamás contra Israel. El terror contra Israel contradice todos los valores de la Feria del Libro de Frankfurt”.

Resistencias desde los libros

En el pasado, Boos había justificado la presencia de libros y editoriales próximas a la extrema derecha señalando que, por encima de otras consideraciones, prevalecía la “libertad de expresión”. Por si fuera poco cinismo, la Feria además eliminó de su programación un encuentro abierto al público con la autora y Günther Orth, su traductor al alemán. Desde entonces, Adanía Shibli decidió no hacer declaraciones a los medios de comunicación y dejó que la defensa de su libro recayese en las muestras de apoyo que ha generado en numerosos comunicados, escritos y declaraciones públicas.

Más de mil personas, muchas de ellas también escritoras, expresaron en una carta conjunta su oposición a la cancelación del premio y apelaron a la responsabilidad de la Feria a la hora de “crear espacios para que los escritores palestinos compartan sus pensamientos, sentimientos y reflexiones sobre la literatura en estos tiempos terribles y crueles, no para cerrarlos”. Entre otras firmas estaban las de los premios Nobel de Literatura Abdulrazak Gurnah, Annie Ernaux y Olga Tokarczuk.

Ambientado el inicio de la obra en 1949, un año después del comienzo de la guerra de 1948 y el principio de la Nakba, la novela de Shibli es mucho más que una investigación de una periodista sobre unos hechos con los que se encuentra por casualidad años después. La búsqueda de información, producto de la curiosidad de la protagonista, es una carrera de obstáculos contra sus miedos más íntimos, en medio de la ocupación y el apartheid asfixiante. “Los disparos, las alarmas de las patrullas militares, y a veces los helicópteros, los aviones de combate y los bombardeos, a los que se unen las sirenas de las ambulancias, no es solo que precedan a los boletines urgentes de noticias, sino que, en concurrencia con los ladridos del perro, forman parte del sonido ambiente”. Lo cuenta Shibli en un momento de la trama para describir lo que supone vivir sometidos a una ocupación en la que la vida de las personas palestinas pende del hilo de un gatillo fácil, de una mala mirada, o de una identificación aleatoria. Los ladridos del perro que salpican el relato de principio a fin funcionan como metáfora de un grito sordo de distintas generaciones, de vidas palestinas que no generan reacciones, que no tiene eco, que nadie atiende más que para darle patadas. Un texto incómodo en tiempos de cierre de filas en torno al colonialismo israelí y la brutalidad cotidiana del apartheid. Incuestionables públicamente, por lo visto en Frankfurt, tras los terribles atentados de Hamás el 7 de octubre de 2023.

La editorial Hoja de Lata, editora del libro en España, publicó un comunicado sobre la cancelación del premio a Adanía Shibli. En el escrito señalaban: “La novela por la que fue premiada está basada en hechos reales […] y como hay quien quiere hacernos creer que este conflicto comenzó hace dos semanas, ni Shibli ni su relato convienen”. Un mes y medio después de la polémica, Daniel Álvarez, cofundador de la editorial, apunta para El Salto su opinión sobre lo ocurrido: “Al tratar de acallar a Adanía lo que han logrado es el efecto contrario. Precisamente cuando el premio pretendía dar voz a autoras y autores del sur global no eurocentrista, la Feria ha demostrado su hipocresía suprema”. Un detalle menor, publicado por primera vez en 2016 y en nuestro país en 2019, es un ejemplo claro, señala Álvarez, de lo que se conoce como “efecto Streisand”, un caso de censura que termina ampliando el conocimiento y repercusión de una obra. La versión en castellano va por la tercera edición, con una traducción muy cuidada y fina de Salvador Peña Martín. La editorial asturiana ya había publicado antes Una trilogía palestina, un libro que recoge las tres primeras novelas del escritor y militante marxista Gasán Kanafani (Acre, 1936-Libano, 1972): Hombres en el solLo que os queda y Um Saad. Daniel Álvarez se refiere a él como un “autor totémico”, que destacó tanto por su literatura y sus obras de teatro, como por su pertenencia activa al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Asesinado en Beirut junto a su sobrina Lamis de 17 años con una bomba colocada bajo su automóvil por los servicios secretos israelíes, Gasán Kanafani es un símbolo en la vida de los palestinos, especialmente en muchos campos de refugiados donde el FPLP y varias organizaciones civiles próximas mantienen presencia organizativa.

Si Kanafani es un símbolo presente de la resistencia histórica a través de la palabra y la acción, Adanía Shibli es la voz de una “nueva generación de mujeres” que desde la diáspora están generando una “atención global”, resumen desde la editorial Hoja de Lata

Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA en sus siglas inglesas), existen más de medio centenar de campos de refugiados repartidos entre Jordania, Líbano, Siria, Cisjordania y la Franja de Gaza en los que viven más de cinco millones de personas. Lugares donde, en algunos casos, la gobernabilidad sigue dependiendo de comités populares porqu, al ser espacios transitorios, no se celebraron nunca procesos electorales. Si Kanafani es un símbolo presente de la resistencia histórica a través de la palabra y la acción, Adanía Shibli es la voz de una “nueva generación de mujeres” que desde la diáspora están generando una “atención global”, resume el editor de Hoja de Lata.

Un hilo de voz que tanto dentro como fuera de Palestina sigue manteniendo como referencia indiscutible al poeta Mahmud Darwish, auténtico faro literario de las ilusiones y frustraciones del pueblo palestino. Darwish (Al-Birwa 1941-Houston, 2008) expresó en una entrevista el significado último de su trabajo: “La metáfora Palestina es más fuerte y penetrante que la Palestina misma”. Y añadía sobre la relación de la tierra con su escritura: “La parte geográfica de la historia es más fuerte que la parte histórica de la geografía. Al no encontrar mi lugar en la tierra, intenté encontrarlo en la historia. Y la historia no puede reducirse a una compensación de la geografía perdida. Es igualmente un punto de observación de las sombras, de uno mismo y del otro, en un camino humano más completo”.

Esa particular mirada sobre geografía e historia sigue presente en la actualidad, en una atmósfera de metáforas poéticas profundas. En una senda similar se expresa también Basma Alsharif (Kuwait, 1983), artista multidisciplinar y cineasta de origen palestino. Ella desarrolla narrativas visuales compuestas de imágenes sobre la condición humana. En ese recorrido gráfico hay un componente de lectura política global, de trayectoria vital usurpada: el exilio de su familia la alejó de sus orígenes. Basma Alsharif no puede entrar a la tierra de sus padres, que nacieron en la Franja, ni visitar a sus abuelas y parientes. Pero las texturas del afecto y los paisajes perviven a través de su trabajo creativo. Alsharif participó en un encuentro de mujeres de Palestina y Catalunya llamado Tasharuk (Compartiendo, en árabe) que llevaba por subtítulo “género, cultura y resistencias en Palestina”. La finalidad era crear un espacio de convivencia para la “mejora de la capacidad de resiliencia de las comunidades de la gobernación de Nablus, mediante el empoderamiento de las mujeres y la transversalización de género”. Un proyecto de cooperación internacional que se desarrolló entre enero de 2021 y junio de 2022. En la web hay un apartado titulado solidaridad feminista: “El patriarcado es un sistema de opresión global con diferentes expresiones en cada región, y en Palestina se ve reforzado por la ocupación israelí. Las supervivientes de violencias machistas están entre los sectores más vulnerabilizados de la población”.

Desde 2010 más de la mitad de películas realizadas en Palestina han sido dirigidas por mujeres. Basma Al Sharif se muestra contundente sobre su trabajo como cineasta y artista palestina: “Yo no he decidido representar a nadie más que a mí misma, aunque este yo esté lleno de memoria colectiva”

Colonialismo, ocupación y patriarcado van de la mano. Para muestra un botón: durante la primera Intifada (1987-1993) el ejército israelí difundió fotos de mujeres palestinas en los probadores de las tiendas de ropa. Esas imágenes captadas de manera clandestina e ilegal se repartieron en las comunidades como si hubieran sido realizadas en la intimidad en compañía de soldados israelíes. La estrategia militar tenía como objetivo encerrarlas en casa, crear desconfianza y reproches, violentar su condición humana como mujeres palestinas, fomentar una sociedad temerosa de la libertad individual, empujando hacia el círculo cerrado de la familia y la religión la seguridad de sus cuerpos. De entonces a ahora, en ese campo de batalla, sí que han cambiado algunas cosas: según publica Tasharuk, desde 2010 más de la mitad de películas realizadas en Palestina han sido dirigidas por mujeres. Basma Al Sharif se muestra contundente sobre su trabajo como cineasta y artista palestina: “Yo no he decidido representar a nadie más que a mí misma, aunque este yo esté lleno de memoria colectiva”.

Resistencias desde Nablus

Nablus, como Yenin, es uno de los núcleos de población en Cisjordania donde la represión del ejército israelí y la criminalidad de los colonos está siendo más intensa tras el 7 de octubre de 2023. Se cuentan por centenares los asesinatos, detenciones, encarcelamientos y humillaciones. El miedo y la tensión invaden todo. Un estado de ánimo que comenzó con la Nakba, catástrofe en árabe, origen de la historia de Adanía Shibli en Un detalle menor. Diez días después de los ataques de Hamas, y cuando ya sobre Gaza caían toneladas de bombas, la Federación Anarquista de Estados Unidos Black Rose-Rosa Negra entrevistó a miembros del colectivo libertario palestino Fadua (redención en árabe). Una organización de “jóvenes activistas y académicos de dentro y fuera de Palestina” que en la primera pregunta sobre sus características políticas respondían: “Nuestro objetivo es reunir a todas las fuerzas con diversas ideas y tendencias políticas e intelectuales y centrarlas en la lucha contra la ocupación injusta y el pensamiento racista sionista en Palestina. Por eso tenemos buenas relaciones con algunos jóvenes de confesión judía, algunos conversos, algunos musulmanes, cristianos y otros. La idea es que muchos palestinos se oponen a los actos racistas e injustos de la ocupación sionista, pero no encuentran un eje único en torno al cual puedan unirse”.

Las respuestas de estos jóvenes que se definen también como “nueva generación” no atienden a motivos religiosos ni a proclamas revolucionarias basadas en certezas teóricas. Es más sencillo: “Sufrimos porque nos roban las necesidades mínimas de la vida”. Fadua, como la mayoría de movimientos sociales en Cisjordania, es muy crítico con el el gobierno de Mahmoud Abbas, al que acusan de colaboracionista: “La Autoridad Palestina firmó un acuerdo en virtud del cual serviría a la entidad ocupante en materia de seguridad. Es decir, todos los jóvenes activistas palestinos que luchan contra la ocupación sionista de una u otra manera y el ejército israelí no puede detenerlos, la Autoridad Palestina los persigue, los detiene y los entrega a la ocupación, y luego nadie sabe el destino de ese joven o esa joven”.

Resistencias cotidianas

En una entrevista realizada para El Salto por Luna Flores en junio de 2021, Adanía Shibli apuntaba la importancia del lenguaje para situar el contexto de lo que está ocurriendo: “Entre Israel y Palestina no hay un conflicto, hay colonización y ocupación”. Shibli señalaba sobre la relación entre su escritura y la referencialidad de su tierra natal: “Cuando vives en Palestina eres testigo de algo enorme. Asumirlo no es el trabajo de la literatura. Es tu deber como ser humano”. Una amiga palestina de Ramallah definía en una frase cómo vivía la dinámica cotidiana del apartheid: “Exterminio por desesperación”. Un detalle menor va de eso, de una búsqueda de significados que llegan a una misma conclusión: levantarse cada día y caminar en Palestina es un ejercicio de resistencia que afecta a cualquier actividad que en otro lugar del mundo podría ser normal. En ese escenario y con la complicidad de la comunidad internacional, nada ha cambiado, todo ha ido a peor.

En cierta ocasión, un amigo judío antisionista, activista del maltrecho “campo de la paz israelí”, me dijo en Jerusalén sobre los distintos gobiernos de Israel: “Aquí nadie pierde la oportunidad de perder la oportunidad de conseguir la paz”. Netanyahu ha decidido dar un paso más y pasar a la historia como el apóstol de la muerte, el adalid de la deshumanización de todo un pueblo ante los ojos del mundo. En esa letanía de décadas ahora acelerada, con miles de muertes injustas, expulsiones de territorio, encarcelamientos sin juicio, impunidad y racismo sistémico, Palestina se desangra ante la mirada impasible de los gobiernos del mundo, el cinismo de los grandes medios de comunicación, y los ladridos ahogados de unos pocos ciudadanos y organismos que defienden los derechos humanos.

Adanía Shibli continuaba en su novela el párrafo en el que describe el agobio por las patrullas militares, los bombardeos, los helicópteros y el aullar de sirenas de la siguiente manera: “La situación es esta desde hace mucho, mucho tiempo; tanto que quedan pocas personas con vida que puedan recordar los pequeños detalles relativos al modo de vivir anterior, y me refiero a detalles como la lechuga pasada en el mercado de verduras cerrado”. Una realidad a la que la feria internacional del libro más importante del mundo ha dado un portazo y ocultado, para no ser vista ni oída. Ya no les parece interesante “lo que los conflictos violentos hacen a las personas”.

En ese contexto de miserias, más allá del lenguaje de las armas, la resistencia palestina se construye a partir de detalles cotidianos, de seres humanos con miedos, pasiones y deseos. L.Z es jugadora de baloncesto, madre de un niño de siete años y una niña de cuatro. Vive con su familia en Beit Yala, una ciudad cercana a Belén, en Cisjordania. Para ella, jugar en una cancha es olvidar la opresión de la ocupación por unos minutos, en la pista de juego dice que “encuentra la libertad” con sus compañeras. Muchas veces llegan a los partidos después de cruzar check points con horas de espera y tensión para recorrer distancias cortas, donde con frecuencia son violentadas por el ejército y los colonos. Su resistencia consiste en jugar para divertirse, en reivindicar su existencia con un balón en las manos junto a un grupo de amigas.

Hace unos días, L.Z me explicaba cómo les está afectando el genocidio contra la población de Gaza y el asesinato indiscriminado de inocentes en Cisjordania: “Querido amigo, la situación es terrible, estamos tensos y estresados, toda la ciudad está encerrada en sus casas”. Cuenta que hay pánico a controles, cacheos, francotiradores y ataques de colonos armados. También hay pavor a escuchar la radio, mirar las noticias o consultar los mensajes en el móvil. Antes de despedirse con un sentido abrazo y recordar que “lo peor está pasando en la Franja”, termina la comunicación con una declaración de resistencia: “Seguimos adelante”.

Fuente de la información:  El Salto

Foto: Comercio en Nablus de Kanafeh, dulce típico de la zona (Álvaro Minguito)

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Victoria de la campaña de boicot: Puma deja de patrocinar la selección Israelí de fútbol

“Después de años de campaña global, el movimiento de Boicot y Desinversiones (BDS) ha conseguido que Puma deje de patrocinar la selección israelí de fútbol”. Así celebraba la cuenta española de este movimiento internacional la decisión de la compañía de dejar de asociar su marca con el equipo nacional de Israel. Según afirman desde BDS Madrid, “el boicot funciona para debilitar el supremacismo y genocidio israelí”.

Según Puma, un grupo empresarial alemán, la decisión se tomó hace un año y no está relacionada con las llamadas al boicot, que ya eran una constante mucho antes del 7 de octubre. El fin del patrocinio se hará efectivo a partir del año próximo, cuando la tercera mayor empresa de ropa deportiva del mundo dejará de proporcionar la equipación al equipo israelí.

La firma del convenio entre Puma y el Estado de Israel en 2018 provocó una intensa campaña de boicot internacional contra la compañía en la que este movimiento acusaban a la empresa de estar lavando la imagen de un Estado que viola diariamente los derechos humanos de la población palestina y de estar apoyando a los asentamientos ilegales en Cisjordania dado que la Asociación de Fútbol de Israel incluye a equipos de estas colonias.

En las últimas semanas, las movilizaciones contra Puma se han acentuado en diversas ciudades. Desde la compañía, insisten que no hay razones políticas sino solo financieras y estratégicas.

Según el movimiento BDS, los años de “presión ininterrumpida y global” sobre Puma y los daños a su imagen deberían considerarse “una lección para todas las compañías que apoyan el apartheid israelí”. Desde este movimiento global, agradecen a los cientos de grupos de solidaridad de base, atletas y equipos alrededor del mundo que apoyaron la llamada de 215 equipos palestinos para hacer boicot a Puma.

“Esta victoria del boicot es una victoria agridulce mientras continúa la limpieza étnica de los palestinos por parte de Israel. Pero nos da esperanza y determinación para responsabilizar a todos los responsables del genocidio y partidarios del apartheid hasta que todos los palestinos puedan vivir en libertad, justicia e igualdad”, dicen desde el movimiento BDS internacional.

Fuente de la información e imagen:  El Salto


Foto: Familias palestinas se refugian en tiendas de campaña y trabajan para que las tiendas no se desborden de agua y barro en el campamento improvisado alrededor del Hospital Nasser en Khan Yunis. 19 de noviembre de 2021. (Mohammed Zaanoun / Activestills)

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Israel retoma el exterminio en Gaza y deja decenas de víctimas en las primeras horas tras el fin de la tregua

Hasta el final de la última ampliación de la tregua, que expiraba a las siete de la mañana local, han durado las negociaciones para extender la pausa en la ofensiva de Israel contra la Franja. Antes de que acabaran las 24 horas, el gobierno sionista ha lanzado las primeras bombas contra la castigada Gaza. En pocas horas, los muertos se contaban por docenas, según el Ministerio de Salud gazatí.

El ministro de asuntos exteriores qatarí ha socializado su frustración a través de un comunicado difundido en la red X, ante la decisión de Israel de proseguir con los bombardeos, y ha instado a la comunidad internacional a actuar para poner fin a la violencia. Mientras, Irán ha responsabilizado “legal y políticamente” a Estados Unidos y “otros pocos gobiernos que apoyan el apartheid” por el fin de la tregua, y ha retirado a sus delegados en la Cumbre del Clima como protesta por la presencia de Israel. Por su parte, Rusia ha lamentado, a través de un portavoz del Kremlin, que la pausa no se extendiera.

Israel sigue con su política de no aceptar ninguna crítica a su ofensiva contra Gaza, que ya ha causado al menos 15.000 víctimas mortales en la Franja, como demuestra la llamada a consultas de su embajadora en España

Hamás ha acusado a Israel de no aceptar los términos de un nuevo intercambio por el que el grupo liberaría a dos prisioneros israelíes y entregaría los cuerpos de la familia Bibas, víctimas de los bombardeos israelíes sobre Gaza, según sostiene el grupo. Para Hamás, Israel ya estaba determinado a continuar la ofensiva contra Gaza, por lo que no habría aceptado ningún acuerdo. Por su parte, el ejército israelí asegura haber interceptado un cohete lanzado desde Gaza una hora antes de que terminara la tregua.

Israel sigue con su política de no aceptar ninguna crítica a su ofensiva contra Gaza, que ya ha causado al menos 15.000 víctimas mortales. La llamada a consultas de su embajadora en España, Rodica Radian Gordon, después de que Pedro Sánchez expresase sus dudas sobre si el estado sionista está respetando el derecho internacional es muestra de ello.

Mientras, una investigación del medio +972 Magazine señalaba cómo, además de incluir entre sus objetivos todo tipo de edificios civiles para causar terror entre la población, a través de la inteligencia artificial, Israel planifica el alcance de destrucción de sus bombas para causar el mayor daño posible, con el objetivo de que la población civil se rebele contra Hamás. “Todo es intencionado. Sabemos exactamente cuánto daño colateral hay en cada hogar”, explica un miembro de la inteligencia israelí en un artículo titulado elocuentemente “Una fábrica de asesinatos masivos: dentro de los bombardeos calculados de Israel”. Además, ayer, otra investigación, esta vez del The New York Times, afirmaba una tesis que diversos medios y actores han defendido desde que comenzara la ofensiva contra Gaza: que Israel estaba al corriente de los planes de Hamás desde un año antes del 7 de octubre.

Por otro lado, un ataque en Jerusalén Este, ayer 30 de noviembre, en el que dos hermanos palestinos procedentes del Jerusalén ocupado mataron a tres ciudadanos israelíes, ha sido también esgrimido por el gobierno israelí como justificación para continuar su ofensiva masiva contra Gaza. El ataque, que Hamás habría descrito como una respuesta “a los crímenes de ocupación y asesinatos de niños y mujeres en Gaza y en la Cisjordania ocupada”, acabó también con la muerte de los autores, abatidos inmediatamente después por dos soldados fuera de servicio y un civil israelí armado.

Mientras, el ejército sionista continua con sus planes de desplazar a toda la población gazatí. Los flyers instando a los gazatíes a marchar caen ahora también sobre el sur de Gaza. Al mismo tiempo que amenazan a la población para que se dirija hacia Rafah, la ciudad no queda libre de las bombas israelíes, esta misma mañana las FDI atacaban dos edificios residenciales en esta población, matando al menos a cinco personas, señalaba el Ministerio de Salud gazatí. Israel también ha prohibido a los agricultores acceder a los campos cercanos al muro de separación, esto en el contexto de hambruna que los ataques junto al asedio israelí están causando en la zona.

Pero Gaza no es el único frente de la ofensiva israelí, cuyas fuerzas armadas no han cesado de detener a palestinos en Cisjordania, donde Israel habría arrestado al menos a 15 personas en una operación esta noche. Las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI) han apuntado en la red X que habrían encontrado “dinero, rifles M-16, material incendiario, y decenas de vehículos ilegales”. Las detenciones por parte de Israel en territorio ocupado superan ya en número a los prisioneros liberados, mujeres y niños, liberados durante la tregua.

Fuente de la información:  El Salto

Foto: En el tercer día de tregua, un grupo de gazatíes se calientan alrededor de una hoguera frente a su casa destruida, al este de Jan Yunis, en la Franja de Gaza. (Wahaj Bani Moufleh / Activestills

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Israel bombardea escuelas y campos de refugiados mientras Gaza se queda sin hospitales

Por: El Salto

Este jueves se vivía el tercer día consecutivo de bombardeos contra el campo de refugiados de Yabalia, el más grande de la Franja de Gaza. En esta ocasión Israel atacaba una escuela y acababa con una treintena de vidas, según los datos aportados por la agencia de noticias palestina WAFA. Esto se suma a las 195 muertes, 777 heridos y 120 personas desaparecidas tras los bombardeos del martes y del miércoles a este enclave de personas refugiadas, según las cifras aportadas por las autoridades de la franja, en lo que podrían ser crímenes de guerra tal y como ha declarado la oficina de derechos humanos de Naciones Unidas. Desde el 7 de octubre la ofensiva israelí ha acabado con la vida de más de 9.000 palestinos y palestinas, según los datos de las autoridades de Gaza.

Por su parte, el ejército de Israel justifica los bombardeos del martes y el miércoles sobre el campo de refugiados para arremeter contra posiciones de Hamas y afirman haber acabado con 50 miembros de esta organización. La escuela atacada este jueves pertenece a la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, UNRWA, que ha informado de que ya han perdido la vida 70 de sus trabajadores y trabajadoras, el mayor número de bajas ocasionadas en un conflicto en tan poco tiempo. “A pesar de las pérdidas, el personal de la UNRWA continúa trabajando las 24 horas del día en Gaza para brindar asistencia humanitaria”, aseguran en la red social X.

14 de 36 hospitales y 2 centros de especialidades de Gaza no funcionan debido a la falta de combustible, así como a los daños, los ataques y la inseguridad.

Según la UNRWA hasta 690.000 palestinos y palestinas se encuentran desplazados de sus casas en 149 de sus instalaciones. “Nuestros refugios tienen casi cuatro veces su capacidad prevista y las condiciones de hacinamiento continúan creando graves problemas de salud y protección”, alerta esta entidad.

Sin asistencia sanitaria

Al tiempo que se recrudecen los bombarderos sobre la población civil y avanza la ofensiva terrestre contra posiciones de Hamas, la OMS alerta: 14 de 36 hospitales y dos centros de especialidades de Gaza no funcionan debido a la falta de combustible, así como a los daños, los ataques y la inseguridad. Entre los hospitales afectados figura el de la Amistad Turco-Palestina, el único de Gaza que trata a pacientes de cáncer, que dejó de funcionar tras quedarse sin combustible y sufrir desperfectos por ataques israelíes estos días, según el Ministerio de Sanidad de la Autoridad Nacional Palestina. En sus instalaciones se encuentran 70 enfermos y enfermas de cáncer que se han quedado sin tratamiento.

Los ataques de las fuerzas israelís han acorralado a los principales centros sanitarios, como el más mortífero hasta la fecha, el que tuvo lugar en el Hospital Bautista de Al-Ahli

Desde la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas calculan que tampoco funcionan el 71% de los centros de atención primaria (51 de 72). Los ataques de las fuerzas israelís han acorralado a los principales centros sanitarios, como el más mortífero hasta la fecha, el que tuvo lugar en el Hospital Bautista de Al-Ahli, que dejó más de medio centenar de víctimas.

El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus ha alertado este jueves de que se han recibido órdenes para evacuar los 23 hospitales que hay en la ciudad de Gaza y en el norte de la franja. “La evacuación forzosa en estas circunstancias pondría las vidas de cientos de pacientes en una situación de peligro”, ha insistido el portavoz de la OMS. “Nos estamos quedando sin palabras para describir el horror que se están produciendo en Gaza”, ha añadido.

En el punto “álgido”

Mientras los combates entre el ejército israelí y milicianos de Hamas se recrudecen y llegan ya a los alrededores de la ciudad de Gaza, Netanyahu ha explicado este jueves, en un comunicado institucional, que lo que él llama “guerra” está “en el punto álgido”. En estos momentos las tropas de Tel Aviv rodean ya la principal ciudad de la franja.

“Hemos cosechado éxitos impresionantes y hemos cruzado las afueras de la ciudad de Gaza. Estamos avanzando”, ha resaltado en una escueta nota. Una acción bélica que ya ha recibido el rechazo entre algunos líderes del sur global. Así, Bolivia ha roto las relaciones diplomáticas con el país, mientras Chile y Colombia llaman a consultas a sus embajadores en Tel Aviv. A estos se ha unido Bahréin, quien retiraba este jueves a su embajador en Israel, además de suspender las relaciones económicas.

“Se está agotando el tiempo para evitar un genocidio y una catástrofe humanitaria”, han declarado un grupo de expertos de Naciones Unidas

Del lado de occidente, los apoyos de la UE y de Estados Unidos permanecen intactos. “Se está agotando el tiempo para evitar un genocidio y una catástrofe humanitaria”, han declarado un grupo de expertos de Naciones Unidas, que han expresado su “horror” ante ataques como los recibidos por el campo de refugiados de Yabalia para quienes representa “un crimen de guerra”. «Los aliados de Israel también tienen responsabilidad y deben actuar ahora para evitar el desastre en la acción en curso”, han apuntado.

Fuente de la información e imagen:  El Salto

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Yo no te creo: un recorrido histórico del descrédito de las víctimas de violencia sexual en la infancia

Por: Jara Molina

 

Todo el mundo parece sentir algo más que repugnancia ante la palabra pederastia pero, cuando sucede, nuestra falta de acción denota que lo percibimos como una realidad aislada: jamás en mi familia, imposible en mi barrio, improbable en mi pueblo, quizás en otro lugar, allí donde los monstruos son reales. Sin embargo, según el Consejo de Europa, 1 de cada 5 niños es víctima de abuso sexual infantil en Europa. Save the Children estima datos similares para España y añade que la mitad de estas violencias ocurren dentro de la propia familia, mayoritariamente perpetradas por el padre.

A pesar de la extensión de estos abusos, solo el 15% de los casos se denuncian. Y de esos, según refleja el informe Violencia institucional contra las madres y la infancia, el 86% se archiva sin llegara juicio, siendo el descrédito la causa fundamental de la perpetuación de las violencias sexuales contra la infancia a lo largo de la historia, por lo que finalmente los condenados por violencia sexual infantil son muy pocos de los agresores. Una causa fundamental de esta desestimación de denuncias dentro de la familia, según ha puesto sobre la mesa el mismo informe, es la aplicación continuada del Síndrome de Alienación Parental, un falso síndrome que desacredita a las víctimas que se atreven a romper el silencio.

Y es que de acuerdo con la experta en trauma Judith Herman en su libro Trauma & recovery (1992), el descrédito por sí solo es la causa fundamental de la perpetuación de las violencias sexuales contra la infancia a lo largo de la historia y lo que desconecta a la víctima de la sociedad junto con la posibilidad de sanar el trauma. De modo que, si tomamos perspectiva,  no es difícil comprobar que estas víctimas, que en su mayoría han sido siempre mujeres, han sido desatendidas por la sociedad cuando no directamente acalladas de diversas formas; y los graves síntomas del abuso, que afectan a toda una vida, invalidados desde los albores de nuestra civilización.

De histéricas a poseídas

La palabra histeria proviene del griego antiguo ὑστέρα, cuyo significado es útero. Muchas de las denominadas histéricas debían de haber sido víctimas en su infancia pues padecían de una serie de síntomas que coinciden con los de los actuales trastornos derivados fundamentalmente del abuso infantil: TID (Trastorno de Identidad Disociativo) y TLP (Trastorno Límite de la Personalidad). Tanto las histéricas del pasado como las personas con estas condiciones de la actualidad sufren desde importantes problemas para la regulación emocional hasta flashbacks, convulsiones e intentos de suicidio.

En aquel entonces, donde la curiosidad dio inicio a la primera filosofía y la primera ciencia con teorías incipientes sobre el devenir, los átomos y clasificaciones biológicas, al parecer nadie quiso saber de dónde provenían tales síntomas tan llamativos. Se conformaron con señalar poco más que las histéricas sufrían de cosas de mujeres, que el útero se desplazaba y afectaba a la psique. Y es significativo que en la actualidad digamos “no seas histérica” para decir “no exageres”, como si la histeria consistiera en eso, en exagerar.

Aunque en cierto modo el diagnóstico no fuera del todo desacertado, porque sí había un ser pérfido abusando de muchas estas víctimas (probablemente su padre), el tratamiento del exorcismo supondría no solo una revictimización en este tipo de casos, sino también un nuevo modo de ocultar el abuso invalidando cualquier mensaje de la víctima. Sus síntomas eran achacados a un suceso esotérico en vez de a la perversión paterna, su mensaje de denuncia, acusado y condenado por provenir directamente del diablo: no se me ocurre un descrédito más hostil.

Experimentos al florecer de la ciencia

Entrado el positivismo, ya en el siglo XIX, cabría esperar un estudio más científico y acertado de lo que ocurría a las personas con la sintomatología que hemos descrito anteriormente. Y en algún modo, así fue. Sin embargo, las denominadas histéricas fueron sometidas en la famosa clínica de Jean-Martin Charcot a un sin fin de experimentos abusivos carentes de ninguna ética en favor de la disciplina científica. En la Salpêtrière, el neurólogo de moda creó un auténtico espectáculo público en el que como un mago al amparo de la ciencia producía ataques convulsivos, contorsiones y otras reacciones derivadas de trauma en sus pacientes histéricas.

Contrariamente a su mentor Charcot, los condiscípulos Freud y Janet se interesaron por las causas de la histeria, aunque tal vez, de acuerdo con la mentalidad racionalista del momento, más por demostrar la superioridad de la ciencia sobre la fe que por ofrecer una solución a aquellas mujeres víctimas de abuso. Entrevistando a las afectadas, llegaron a la conclusión de que el abuso en la infancia era una constante entre aquellas mujeres enloquecidas.

La frecuencia del abuso sexual fue expuesta por a finales del siglo XIX por Tardieu, quien también reveló que era una violencia bastante frecuente donde el agresor era un familiar y que la agresión a menudo no dejaba señales físicas

La frecuencia del abuso sexual realmente ya había sido expuesta por el médico Auguste Ambroise Tardieu a finales del siglo. Tardieu revelaba en sus estudios que era una violencia bastante frecuente donde el agresor era fundamentalmente el padre o un hermano mayor de la víctima, que la agresión a menudo no dejaba señales físicas y que la “educación superior” no inhibía a los hombres de cometer ese abuso. La preocupación por el abuso a la infancia empezaba a tenerse en cuenta por primera vez en la historia.

Y para cuando Freud quiso exponer su primera teoría, según relata Moussaieff Masson —el custodio y estudioso de los archivos privados del creador del psicoanálisis— en su Asalto a la verdad (1992), ya estaban publicados los argumentos defensores del agresor. En estos se partía de la premisa de que un padre respetable nunca cometería ese tipo de abusos por lo que se trataba necesariamente de falsas acusaciones para llamar la atención, de fantasías infantiles o ideaciones de mujeres mentirosas. “La enormidad de la acusación destruye su probabilidad” diría Gamier en su estudio sobre una joven histérica que había acusado de incesto a su “honorable” padre y que ingresaría en el manicomio tras insistir en sus inverosímiles declaraciones.

Nadie estaba dispuesto a asumir que aquellas muchachas, algunas hijas de reputados hombres poderosos, podían haber vivido lo que ellas contaban. Hacerlo implicaría un escándalo que afectaría hasta los círculos de poder más elevados y terminaría con la idea de un hermoso jardín europeo, civilizado y elegante. De modo que la verdad de las histéricas, aquella amenaza al statu quo que desenterraría los trapos sucios de toda una clase social pronto fue acallada y encerrada en el manicomio con sus portadoras. Ante la presión a la que se sometió su teoría, el propio Freud prefirió dar un paso atrás y buscar otra explicación a su descubrimiento, una que la sociedad, o por lo menos los hombres respetables que la dominaban, sí estuvieran dispuestos a aceptar.

Tras la retractación de Freud, fantasiosas sexuales

Si el abuso sexual como causa era inaceptable, solo cabía borrarlo, acudir al propio descrédito que aplica siempre tanto el abusador como el que no quiere creer en el abuso. Las historias solo podían ser inciertas, posibles imaginaciones, fantasías, tribulaciones que pasaban por sus mentes, quizá a causa del miedo o del deseo. Y así Freud desarrolló su nueva teoría, equivocándose, porque los síntomas de la histeria actualmente se explican por trauma en la infancia; una retractación que solo se comprende si entra en juego la falta de aceptación social de lo inicialmente propuesto.

En los juicios de los 80, problemas de memoria. Pero el argumentario de que el recuerdo de las víctimas de abuso es incierto no terminó con Freud. A pesar de que los síntomas de las mujeres con histeria, se han demostrado ya causados por trauma gracias a estudios con veteranos de guerra traumatizados (tuvieron que sufrirlo los hombres para que por fin se resolviera el misterio), el cuestionamiento de las víctimas continúa por la vía judicial.

Cuando se publica en EE UU la ley de protección a la infancia, se inicia una explosión de denuncias a progenitores por parte de personas adultas que habían vivido abusos en su niñez y con ellas llega el falso Síndrome de las Falsas Memorias

Así, cuando en la década de los 70 se publica en EE UU la ley de protección a la infancia, se inicia una explosión de denuncias a progenitores por parte de personas adultas que habían vivido abusos en su niñez. De nuevo se abría la puerta del horror, la sociedad empezaba a despertar pero no llegó a abrir los ojos.

El descrédito llegó de la mano del falso Síndrome de Falsas Memorias apoyado en los estudios de Elisabeth Loftus, las declaraciones como testigo de la propia Loftus y la fundación asociada (False Memory Syndrome Foundation) creada por progenitores denunciados. El supuesto Síndrome de Falsas Memorias alude a la falibilidad de la memoria, su posible alteración y, por tanto, a su escasa validez como prueba en un juicio por abuso infantil ocurrido hace décadas. El problema, tal y como coinciden las investigadoras en psicología Anne P. DePrince, Carolyn B. Allard, Hannah Oh y Jennifer J. Freyd en su artículo What’s in a Name for Memory Errors? es que si invalidas el recuerdo de las víctimas y su estado psicológico consecuente con motivo de ese supuesto síndrome, ¿qué otra prueba se puede conseguir tantos años después de que el abuso existió? Por naturaleza el abuso se produce sin testigos, muchas veces no causa señales físicas y, años después, difícilmente puede quedar algún rastro de él.

Si bien es cierto que la memoria es en cierto modo maleable y manipulable, no se ha demostrado que se pueda implantar la memoria de un recuerdo traumático, y el Síndrome de Falsas Memorias no ha contado con respaldo científico suficiente, de modo que nunca se ha incluido en ningún DSM (el manual diagnóstico por excelencia). En cambio, el síndrome descrito se ha usado en cientos de juicios a veces cuando incluso existía una corroboración externa del recuerdo de la víctima. Parece un recurso estratégicamente diseñado para defender al acusado y desacreditar de nuevo a víctimas permanentemente silenciadas. De hecho, Elisabeth Loftus también ha tratado de desarmar las acusaciones colectivas de abuso a Harvey Weinstein que originaron el MeeToo empleando el concepto de “falsas memorias”, así como de otros agresores sexuales. No es que los niños sean manipulables, es que todas las víctimas de abuso son desacreditadas desde las estructuras de poder.

Acusadas, criminalizadas, encarceladas

Uno de cada cinco lo sufren, pero cuando una madre se atreve a ir al juzgado y denunciar, el 86% de las denuncias se sobresee. No importan los informes pediátricos o psicológicos, no importa que el menor lo cuente, si se puede intuir una motivación espúrea de la madre como que quiera la custodia exclusiva y muestre animadversión hacia el padre, la aplicación del denominado Síndrome de Alienación Parental (SAP) es un hecho. Y evidentemente cualquiera que sospeche del abuso a un hijo va a querer la custodia exclusiva y rechazará al abusador.

Este nuevo falso síndrome, según plantean, por ejemplo, los autores de “La lógica del Síndrome de Alienación Parental de Gardner” en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, parece perfectamente diseñado para defender a acusados de pedofilia intrafamiliar y tampoco ha sido reconocido por los organismos competentes en la materia. Se fundamenta en una serie de síntomas nada raros si se da realmente el abuso infantil. Esto es así hasta el punto de que para no confundirlo con el abuso infantil verdadero, su creador Richard Gardner tuvo que añadir posteriormente, como elemento de diagnóstico, la coletilla “y no debe ser víctima real de abuso”.

Es decir, todo lo que podría ser prueba del abuso, como la aversión del niño al progenitor acusado, la propia narración del abuso o sus problemas emocionales o psicológicos, si no se demuestra fehacientemente y por su propio lado el abuso en sí, se convierte en supuesta prueba de que la madre lo está alienando. Incluso pruebas pediátricas que revelan indicios de abuso terminan convirtiéndose en argumento de que la madre está “obsesionada” y sobreexpone a la niña a “reiteradas exploraciones médicas” probando así la supuesta manipulación materna.

Y es que probar el abuso en sí no es nada fácil porque rara vez deja señales físicas. De modo que para el que no quiere creer, la explicación es simple: todos mienten, las madres, los hijos y si hace falta los psicólogos y los pediatras que se atrevan a evaluarlos. No por nada la ONU acaba de advertir recientemente en un informe de que el SAP se está empleando mundialmente para enmascarar y encubrir violencias contra las mujeres y los niños o ha llamado la atención a nuestro país hasta en 5 ocasiones por ello.

Todo lo que podría ser prueba del abuso se puede convertir en supuesta prueba de que la madre lo está alienando e incluso las pruebas pediátricas terminan convirtiéndose en argumento de que la madre está “obsesionada”

El asunto del falso SAP llega tan lejos que en muchos casos la madre termina perdiendo la custodia en favor del acusado e incluso juzgada y encarcelada por resistirse a las visitas programadas o asumir la custodia establecida, porque ese arrancamiento forzoso del niño a su madre es la terapia planteada para el SAP por su creador. Así, los niños todavía sufren una situación más vulnerable que sus madres: revictimizados, ignorados y entregados a su abusador por la propia justicia.

Parece que los jueces actuales sentencian partiendo de la misma premisa y con los mismos falsos argumentos de aquellos respetables hombres de mediana edad del siglo XIX, esos que cuentan con el privilegio de ser inmunes a la violencia sexual y de decidir a quiénes debemos creer bajo la sombra del sistema patriarcal. Y les resulta muy fácil porque se trata de creencias bien arraigadas en el acervo cultural tras siglos y siglos de historia de descrédito.

Ante el descrédito

La CEDAW ha recibido recientemente cinco informes que denuncian la violencia institucional que ejerce la justicia contra las madres en nuestro país. España tendrá que dar la cara en la ONU, pero la amplificación mediática y social de la situación dista mucho de ser la adecuada a la gravedad.

Muchos pensarían que organizarse colectivamente podría suponer una respuesta, y no cabe duda de que lo es, pero no por ello el descrédito y el riesgo de denunciar parece desaparecer sino que genera una reacción mayor. Como ejemplo, a la asociación de madres que estaban viviendo este problema en años pasados, Infancia Libre, se la ha criminalizado desde la propia policía con un informe falseado realizado a partir de declaraciones de los padres acusados sin ningún tipo de verificación; informe que los jueces han convertido en herramienta para sentencias de madres que ni siquiera pertenecían a la asociación y que el circo mediático supo poner en primera plana.

Sin embargo, parece que no estuvieran en ningún lugar, parece que a pesar de la evidencia, las mujeres siguen siendo unas exageradas, que ahora las palabras del diablo son las palabras de la supuesta madre alienante que susurra al oído de su hijo, que el recuerdo traumático sigue siendo inverosímil, sujeto a la sugestión terapéutica o materna, pura fantasía freudiana. Y sobre todo, parece que no lo podemos asumir, que no, que nada amenace el statu quo, que nada me haga dejar de creer en un mundo sin fealdad.

El discurso imperante es claro e incluso las propias víctimas lo integran a la perfección: no, no puede ser, será otra cosa, estarás exagerando, te lo habrás imaginado, porque no, no lo puedo creer. Imposible creer cuando no se está preparado. Y es que el abuso es demasiado horrible, tanto que no puede existir, mejor relegado, mejor en secreto, mejor cambiar de tema, que esto me pone mal cuerpo. Nos incomoda, preferimos no escuchar, seguir creyendo que el mundo es un lugar bello, confiar en que los monstruos tienen un solo ojo, color verde y qué se yo; cualquier cosa menos que viven entre nosotros con nuestra propia apariencia.

Quizá sea algo natural, que más allá del interés del abusador en desacreditar a la víctima, todos tengamos interés en desacreditarla porque creerla es un ejercicio demasiado valiente. Creerla significa renunciar a sentirse segura porque es reconocer que sí, que aquí, en tu entorno, también puede estar ocurriendo. Creerla significa sentirse aún más vulnerable porque ni la sociedad ni la justicia parecen ser equilibradas después de lo visto. Creerla significa asumir que el poder goza de privilegios indignos en cualquier tipo de ámbito. Pero debemos creer a la víctima porque es el único modo de que todo eso que no queremos asumir pueda algún día desvanecerse y porque solo con una sociedad humana, las víctimas pueden volver a creer en la humanidad y sanar la herida.

Somos una sociedad inmadura que vive en estado de negación. Igual que la madre negligente que decide no entrar a ver qué ocurre una vez se cierra aquella puerta, somos cómplices del abuso. Pero debemos creer a la víctima porque uno de cada cinco niños están esperando que la sociedad por fin se haga cargo.

Fuente de la información: El Salto

Foto: Niñas y niños juegan en una zona de columpios de Pechón, Cantabría. (David F. Sabadell)

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La inteligencia artificial en la encrucijada: qué hay detrás del ruido sobre ChatGPT

Por: Pablo Jiménez Arandia

La popularización y el hype en torno al software generador de textos ha llevado los riesgos de la IA al debate público. Voces expertas reclaman que su desarrollo se aleje de una vez por todas del afán de lucro.

“Creemos que la inteligencia artificial prácticamente no tiene límites cuando de hecho es extremadamente limitada”. Ramón López de Mántaras describe así en un artículo reciente qué podemos esperar de una tecnología que desde hace semanas está en boca de todos. De Mántaras no es precisamente un cualquiera: el científico catalán, profesor del CSIC, investiga este campo desde la década de 1970 y ha sido premiado por asociaciones de investigadores en todo el mundo. “Y lo que es muy importante: [la IA] no tiene nada que ver con la inteligencia humana”.

En noviembre pasado la compañía estadounidense OpenAI lanzó la última versión de ChatGPT, un software de generación de textos al que cualquiera puede acceder sin coste aparente —los usuarios sí han de ceder a la empresa datos como su edad o teléfono móvil, además de la información ofrecida durante la conversación—. A partir de la pregunta o indicación adecuadas, la herramienta es capaz de devolver un texto generalmente bien escrito y coherente. Aunque si la charla se complica es fácil que el programa caiga en errores en sus respuestas.

La popularización de estos robots conversacionales plantea muchas preguntas. Muchas de ellas tienen que ver con sus riesgos, pero también con sus limitaciones. ¿Tienen algo de inteligentes estos programas informáticos?
Desde su lanzamiento los usuarios mundiales de este programa se han disparado. También los titulares en los medios de comunicación especulando sobre las supuestas capacidades de este producto para replicar la inteligencia y creatividad humanas. Algunas empresas incluso han justificado despidos bajo el argumento de que esta rama de la IA puede ya llevar a cabo tareas hasta ahora hechas por trabajadores de carne y hueso.

Las grandes tecnológicas de Silicon Valley están tirando del carro de esta perfecta campaña de marketing. Microsoft, tras inyectar 10.000 millones de dólares en OpenAI, ya ha anunciado que integrará ChatGPT en su buscador Bing. Mientras que Google hará lo mismo con Bard, su propio chatbot generativo. Su objetivo, según han declarado, es ir incorporando versiones de esta tecnología a otros de sus servicios, desde el correo electrónico a los procesadores de texto que diariamente usan millones de personas en todo el mundo.

Los riesgos de los “loros estocásticos”
La popularización de estos robots conversacionales plantea muchas preguntas. Muchas de ellas tienen que ver con sus riesgos, pero también con sus limitaciones. ¿Tienen algo de inteligentes estos programas informáticos?

Citando al filósofo de la ciencia Daniel Dennet, De Mántaras explica que lo que ChatGPT y otras herramientas similares tienen “no es inteligencia sino habilidades sin comprensión”. Estas habilidades se podrían comparar por ejemplo con el montaje de un tren de juguete en el que hay que acertar la posición en la que va cada vagón del tren que queremos ensamblar.

Softwares como ChatGPT son muy buenos combinando secuencias de palabras a partir de la probabilidad de que tenga o no sentido ubicarlas en un lugar determinado de la frase. Pero carecen de referencia alguna sobre el significado de cada una.

Son por tanto sistemas —en palabras de De Mántaras— “muy hábiles llevando a cabo tareas concretas” pero que no comprenden nada sobre la naturaleza de estas tareas, “debido a la ausencia de conocimientos generales sobre el mundo”. Esta habilidad para encadenar palabras se construye a partir de patrones detectados en la ingente cantidad de información con la que estos programas han sido entrenados.

Softwares como ChatGPT son muy buenos combinando secuencias de palabras a partir de la probabilidad de que tenga o no sentido ubicarlas en un lugar determinado de la frase
En 2021 varias investigadoras publicaron un artículo sobre los peligros de estos modelos de lenguaje, a los que bautizaron como “loros estocásticos”. O lo que es lo mismo, máquinas capaces de repetir aquello que han observado muchas veces, pero sin atender a su veracidad.

En el texto las autoras, entre otras recomendaciones, exigían un mayor cuidado al trabajar las bases de datos con las que estos algoritmos se construyen y no volcar en ellos toda la información presente en Internet —precisamente lo que hace ChatGPT—. O realizar pruebas controladas de los sistemas antes de abrirlos al público, para asegurarse de que su uso no infringe daños o va en contra de los valores éticos de quien lo impulsa.

En las últimas semanas, al mismo tiempo que la IA generativa ganaba terreno en las conversaciones en el ascensor, el trabajo o el bar, se ha sucedido también un goteo de historias inquietantes en torno a la utilización de estos programas.

En EE UU, un profesor universitario explicó a comienzos de abril a The Washington Post cómo se sintió después de que ChatGPT le acusara de haber abusado de un alumno en un viaje de estudios. Algo que, en el mundo real, nunca ocurrió. El programa incluso usó como fuente de su acusación un artículo del citado medio. Un artículo, de nuevo, que nunca ha existido. “Fue bastante escalofriante”, aseguró el docente. “Una acusación de este tipo es increíblemente dañina”.

Su capacidad para vestir como cierta información engañosa o directamente falsa no es la única preocupación en torno a estas tecnologías. También lo es el impacto que su uso pueda tener en contextos determinados o frente a personas vulnerables. En Bélgica, un ciudadano se quitó la vida después de mantener largas conversaciones con un bot de IA que le envió mensajes confusos.

El argumento habitual de las tecnológicas creadoras de estos productos es que estamos todavía ante modelos en fase de desarrollo, cuya precisión y fiabilidad irá mejorando con su uso. Pero cada vez más voces piden que en ese mientras tanto los gobiernos fijen límites o directamente prohíban su uso.

Italia ha sido el primero en Europa en bloquear el uso de ChatGPT en su territorio, mientras investiga si el tratamiento que la aplicación hace de los datos de sus usuario
Este último paso es el que ha tomado la agencia italiana de protección de datos. El país transalpino ha sido el primero en Europa en bloquear el uso de ChatGPT en su territorio, mientras investiga si el tratamiento que la aplicación hace de los datos de sus usuarios —y que sirven para su entrenamiento— se ajusta a la ley europea.

Entre otros argumentos el regulador alega que la información suministrada por la aplicación no siempre es verídica —lo que ”da lugar a un tratamiento inexacto de los datos personales”— y critica que no haya un control real de la edad de los usuarios que la utilizan, abriendo la puerta a “la exposición de los menores a respuestas totalmente inadecuadas con respecto a su nivel de desarrollo y autoconocimiento”. A pesar de que OpenAI desaconseja su uso entre menores de 13 años, cualquiera puede acceder a la aplicación.

España podría seguir los pasos de Italia en las próximas semanas. La agencia española de protección de datos (AEPD) ha pedido a la Unión Europea que evalúe las implicaciones de ChatGPT en la privacidad de los usuarios. La AEPD entiende que las operaciones de procesamiento global que “pueden tener un impacto significativo en los derechos de las personas y requieren decisiones coordinadas a nivel europeo”, señaló un portavoz de la agencia.

¿Qué camino seguir?
El debate sobre cómo aplacar los riesgos de la IA no es nuevo. Desde hace años investigadores, activistas y comunidades afectadas por estas tecnologías alertan sobre sus peligros. Estos no se reducen a los errores o imprecisiones que el software pueda cometer, sino que incluyen cuestiones relacionadas con las decisiones humanas detrás de su diseño y quién toma éstas —casi siempre grandes corporaciones occidentales en busca del máximo lucro—.

Los efectos negativos de la IA han sido ampliamente documentados. Y van desde el deterioro de los derechos laborales de trabajadores en todo el mundo a la datificación de los sistemas de control en las fronteras que castigan a la población migrante. Los gobiernos también usan herramientas de este tipo para castigar a las capas sociales más pobres y policías y empresas insisten en utilizar el reconocimiento facial, una técnica poco precisa que discrimina a las personas por su origen étnico.

A finales de marzo la controvertida organización Future of Life Institute publicó una carta abierta reclamando una pausa de “al menos seis meses en el desarrollo y pruebas de sistemas de IA más poderosos que GPT4”, la última versión del popular algoritmo. La misiva, que ya lleva cerca de 20.000 adhesiones, incluyó la firma de un variado grupo de personalidades. Entre ellas la del segundo hombre más rico del mundo, Elon Musk, uno de los fundadores e inversores de OpenAI. De Mántaras, además de otros muchos investigadores de prestigio, también figura en la lista.

Los firmantes reclaman un desarrollo seguro de estas herramientas y que no se abran al público hasta garantizar que sus efectos serán positivos para la ciudadanía global. Y advierten de la “carrera sin control” en la que han entrado los grandes laboratorios de IA para crear “poderosas mentes digitales que nadie —ni siquiera sus creadores— puede entender, predecir o controlar de forma fiable”.

La carta en cuestión ha sido ampliamente recogida en medios de comunicación de todo el mundo. Pero también ha recibido matizaciones y críticas desde algunas de las voces que más tiempo llevan remando a favor de un desarrollo ético de la IA.

The Distributed Artificial Intelligence Instiute (DAIR), fundado por la investigadora Timnit Gebru —ex miembro del equipo ético de Google, de donde fue despedida por sus denuncias contra la discriminación de la compañía, y una de las autoras del artículo sobre los “loros estocásticos”—, ha respondido criticando que la carta alimenta “el alarmismo y el hype” en torno a estas herramientas y deja de lado los “daños reales” que el despliegue de estos sistemas ya infringe en la actualidad.

Desde diversos sectores atribuyen a estos chats conversacionales una autonomía que, por ahora, no tienen. “La responsabilidad no recae en los artefactos, sino en sus creadores”, argumentan
Para Gebru y el resto de autoras el lenguaje utilizado en la carta “infla las capacidades de los sistemas automatizados y los antropormofiza”, engañando a la gente “haciéndole creer que hay un ser sensible” detrás de estos modelos. Esto “induce a confiar acríticamente en los resultados de sistemas como ChatGPT” y les atribuye una autonomía que, por ahora, no tienen. “La responsabilidad no recae en los artefactos, sino en sus creadores”, argumentan.

“La actual carrera hacia ‘experimentos de IA’ cada vez más potentes no es un camino preestablecido en el que nuestra única elección es la velocidad a la que correr, sino un conjunto de decisiones impulsadas por el afán de lucro. Las acciones y decisiones de las empresas deben estar reguladas para proteger los derechos e intereses de las personas”, concluyen.

Fuente de la información e imagen:  https://www.elsaltodiario.com

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