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El currículo oculto o todo aquello que tus hijos aprenden sin que tú lo sepas

Por: Eva Bailén

Los niños y jóvenes estudian y memorizan mucho más de lo que se incluye en una clase, un libro de texto o una unidad didáctica

Creo firmemente que poniendo el foco en mejorar la educación se podrían resolver muchos problemas de nuestra sociedad. La conocida frase atribuida a Nelson Mandela que dice “La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo” habla por sí sola. Muchos, aunque tal vez no seamos todos los que deberíamos ser, la hemos incorporado a nuestro credo. Sin duda, el lugar por antonomasia en el que se produce el aprendizaje es la escuela. Pero ¿somos realmente conscientes de todo lo que se aprende en ellas, más allá del propio currículo oficial? Y ¿somos conscientes de que la educación no ocurre solo en las aulas? Nuestros hijos aprenden mucho más de lo que se incluye en una clase, un libro de texto o una unidad didáctica.

Y digo currículo oficial, porque es inevitable e indiscutible la existencia de un currículo oculto. El currículo oculto se podría definir como todo aquello que se enseña de manera implícita, con intencionalidad o sin ella, pero que transmite actitudes o comportamientos aceptados socialmente. Tal vez la existencia de este y cómo dotarlo ya no de contenido, como ocurre con el currículo oficial, sino de valores positivos, cargados de poder transformador y sentido democrático, debería ser foco de interés de las propias instituciones educativas.

Las dos preguntas que formulaba al inicio me llevan a introducir lo que en Psicología se conoce como modelado. Como seres sociales que somos, el aprendizaje social tiene una importante carga en nuestra educación. El psicólogo Albert Bandura lo llamó aprendizaje vicario. En definitiva, lo que significa todo esto es que aprendemos en gran medida por observación e imitación. Aprendemos aun cuando no hay intención de que esto ocurra, simplemente estando inmersos en contextos sociales. De ahí la importancia del currículo oculto.

Podríamos decir que el modelado es lo que se aprende a partir de la conducta y el modelaje lo que se aprende a partir del contenido. Por ejemplo, si yo pido a mis estudiantes que no griten mientras yo misma levanto la voz hasta elevarla a un grito, el modelado y el modelaje son totalmente contradictorios. ¿Qué aprenderán mis estudiantes al observarme? ¿Será efectivo el mensaje y bajarán finalmente la voz? Tal vez funcione, pero si lo hace podría ser por otra razón.

El autoritarismo, implícito en comportamientos como el descrito, tiene buenos resultados en el corto plazo y puede generar el efecto deseado, es decir, obediencia. Lo cual se encuentra muy lejos del ideal de escuela democrática al que debemos aspirar. Las escuelas democráticas, a las que Rafael Feito dedica todo un capítulo en su último libro “¿Qué hace una escuela como tú en siglo como este?”, implican, como este autor indica, al menos dos hechos: la organización de la educación obligatoria debe garantizar el éxito escolar de todo el alumnado, y la vida escolar tiene que poner en el centro a la persona que aprende y no a la que enseña.

La educación está llena de contradicciones. La evaluación es de por sí una de las mayores contradicciones que existen en la educación tradicional, puesto que no sirve para garantizar ese éxito escolar del que deberían disfrutar todos, sino que más bien sirve para hacer un cribado. A todos nos han evaluado en la escuela, pero a pesar de ello no consigue mejorar nuestra capacidad de autocrítica, lo cual es, es, en mi opinión, una gran carencia de nuestra sociedad. Los docentes evalúan a los alumnos, pero no es habitual que se les evalúe a ellos. Y tampoco se enseña a los alumnos a autoevaluarse, o a evaluar entre iguales. Así las cosas, en muchas ocasiones, la evaluación se percibe como injusta.

En algunas escuelas se introduce entre los criterios de evaluación un porcentaje que proviene de la propia autoevaluación del alumno, o de la evaluación de sus compañeros de grupo, cuando el aprendizaje es cooperativo. Creo que esto es un ejemplo de lo que se puede enseñar desde la parte oculta del currículo y que subyace a la evaluación: ejercitar esa autocrítica a la que me refería antes, incentivar el deseo de mejorar o por el contrario desarrollar la capacidad de defender el propio trabajo cuando es injustamente valorado.

En realidad, cuando algunos exigen la existencia de un PIN Parental para controlar lo que sus hijos aprenden en las escuelas, o en lo que se les instruye, no están teniendo en cuenta que solo podrán ejercer ese control sobre la parte oficial del currículo, pero no sobre todo lo que queda oculto, sobre todo aquello que sus hijos aprenderán por observación o modelado. Tampoco podrán ejercer ninguna labor inspectora en lo que sus hijos aprenden fuera de las aulas. Es ridículo pensar que, si eximes a tus hijos de recibir contenidos sobre igualdad de género, por ejemplo, los mantendrás alejados de ese asunto.

Si en un centro la igualdad forma parte de su proyecto educativo y de sus prácticas, estando presente en la forma en la que juegan y participan los alumnos y alumnas, en cómo interactúan entre ellos y con los profesores y profesoras, formando parte de las relaciones entre todos los miembros de la comunidad educativa, los estudiantes de ese centro estarán más cerca de interiorizar realmente la igualdad de manera implícita. De este modo no harán falta asignaturas, como piden otros, ni habrá PIN Parental que niegue el derecho a una educación en igualdad a los chicos y chicas. Unos y otros se olvidan una vez más de que los alumnos no son recipientes que se llenan de contenidos, y que estos no garantizan que se aprenda lo que escapa a lo meramente académico.

Mientras que los demás seguimos distraídos con nuevas leyes, discordias sin sentido, e ideas peregrinas, los profesionales de la educación tienen la oportunidad de actuar desde ese currículo oculto que escapa a los tentáculos intencionados de los que quieren una escuela a su antojo. Y esta es seguramente la mayor responsabilidad de los docentes: conseguir escuelas democráticas en las que el currículo implícito compense las muchas imperfecciones del explícito.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/06/18/mamas_papas/1592466537_060503.html

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El reto de garantizar que todos los niños aprendan

Por: Eva Bailén

Desde que se suspendieron las clases en toda España, me han asaltado numerosas dudas y preocupaciones, a la vez que ha crecido en mí una enorme curiosidad

Desde que se suspendieron las clases en toda España, me han asaltado numerosas dudas y preocupaciones, a la vez que ha crecido en mí una enorme curiosidad por saber qué aprendizajes obtendremos de esta situación.

Las dudas están relacionadas sobre todo con el grado de digitalización de la escuela e, irremediablemente, la competencia digital, tanto de los docentes como de los alumnos. Competencias necesarias desde hace tiempo, e imprescindibles estos días para poder trabajar remotamente. Lo cual me lleva a mi principal preocupación: qué va a pasar con esos alumnos que no tienen acceso a un ordenador, una tableta o internet.

Desde mi punto de vista, la situación que estamos viviendo actualmente, producida por la crisis del COVID-19, muestra el carácter urgente, y ahora mismo imprescindible, de la digitalización de la escuela. Asegurar el aprendizaje de todos en esta situación resultará más complicado para unos colegios que para otros, dependerá de los entornos sociales y de la realidad de cada familia. Y la posibilidad de implantación del aprendizaje online dependerá también en gran medida de la edad y madurez de los alumnos. En cualquier caso, para aquellos centros educativos en los que tanto los profesores como los estudiantes estén habituados a trabajar con herramientas digitales, la transición debería ser bastante sencilla.

A los que hemos defendido la necesidad de innovar en las aulas, incorporando por una parte metodologías que sean capaces a la vez de atender a la diversidad y fomentar aprendizajes más duraderos y gozosos, y por otra parte herramientas tecnológicas que propicien la personalización del aprendizaje, nos despierta un gran interés este desdichado experimento forzoso al que se ha visto obligado a someterse nuestro sistema educativo.

Creo que en esta situación es inevitable que surjan preguntas como las siguientes: ¿Cómo se van a impartir las clases? ¿Se dará el paso hacia otros modelos de evaluación? ¿Seremos capaces de adaptarnos en esta situación a los ritmos diferentes de los alumnos? ¿Qué impacto tendrá este drástico cambio en los resultados académicos?

En mi opinión, la situación nos demuestra que definitivamente es imperativo dar el salto hacia lo digital. A los docentes se les pide adaptarse, si no lo habían hecho ya, y pasar a la grabación de píldoras educativas en video, la emisión de clases en streaming, o lo más parecido a las clases tradicionales: impartir clases por videoconferencia para permitir la interacción entre alumnos y profesores. Es también necesario en estas circunstancias el uso de aulas virtuales que permitan compartir contenidos, interactuar con los alumnos en foros de debate, así como entregar y evaluar actividades. Una evaluación que deberá contar con pruebas más allá de los exámenes, que, desde luego, tendrán que adaptarse al nuevo contexto, y que debería introducir herramientas como las rúbricas.

Estamos ante una emergencia que nos invita a digitalizar el aprendizaje a marchas forzadas y que nos brinda nuevas oportunidades de cooperar y compartir contenidos educativos. Y también de sentirnos más responsables que nunca de llegar a todos los alumnos, de hacer efectiva la atención a la diversidad, porque las desigualdades se pueden hacer mucho más evidentes en esta situación. Aquellos que tengan problemas para entender el idioma, que no tengan un lugar en casa para estudiar o los que presenten alguna discapacidad o dificultad de aprendizaje, entre otros, pueden encontrar más barreras en esta nueva situación.

Propiciar el Diseño Universal del Aprendizaje (DUA) puede ser la respuesta a esta emergencia educativa. El reto que se impone es el de garantizar que todos aprenden. En realidad, se debería de haber impuesto siempre, pero en este momento en el que todos están pendientes del éxito de la educación a distancia (no hay más que abrir Twitter y ver los numerosos hilos al respecto) deberíamos trabajar por fin en esa dirección. En el contexto digital encontramos herramientas para salvar ciertos obstáculos, ofreciendo contenidos accesibles, en diferentes formatos, con soporte para varios idiomas y disponibles en cualquier momento. A esto es a lo que se debería aspirar.

Sin embargo, también nos encontramos con la mayor de las barreras: la imposibilidad de acceder a esos recursos, por la falta de medios técnicos. Sin una tableta o un ordenador y sin acceso a internet las posibilidades de éxito se reducen drásticamente. El enorme potencial que supone para el aprendizaje un ordenador con acceso a internet lo constató un profesor de tecnología educativa de la Universidad de Newcastle llamado Sugata Mitra. La experiencia de este profesor, quien demostró que los niños son capaces de aprender solos y aprender unos de otros si se les permite el acceso a un ordenador conectado a internet, debería tener más significado que nunca en este momento de aislamiento.

Ha llegado por tanto la hora de plantearse otro tipo de educación, porque el modelo tradicional se adapta mal, si es que lo hace, a esta crisis provocada por el coronavirus. Podemos salvar el escollo a duras penas, sin obtener ningún aprendizaje que nos ayude a dar un salto hacia la educación personalizada que queremos, o podemos salir de la crisis reforzados, habiendo aprendido algunas lecciones, que solo el tiempo nos dirá si realmente hemos interiorizado.

Me gustaría que gracias a esta crisis se demostrara que es posible, a partir de ciertas edades, impulsar un aprendizaje más autónomo, que permita a los alumnos trabajar tanto individualmente como en grupo, e incluso fomentar una educación que combine la parte presencial con la parte online. Además, creo que la crisis nos puede demostrar que los alumnos son capaces, como los niños de la India que observó Sugata Mitra, de aprender solos y también cooperar entre ellos para ayudarse y para realizar proyectos o tareas.

Me gustaría que de esta situación aprendiéramos el potencial que tienen las herramientas digitales para la personalización del aprendizaje, y para fomentar una educación multinivel, que se adapte a la diversidad de las aulas y que busque, como reclama Salman Khan, creador de la Khan Academy, que todos lleguen a aprender el 100% de lo que sus capacidades les permiten, sin aceptar lagunas que les impidan avanzar.

Nos quedan muchos días de confinamiento aun, pero los profesores y las familias ya están manifestando, como he intentado hacer yo en este artículo, dónde está el punto débil del sistema, y dónde se debería poner más énfasis: la atención a la diversidad y la eliminación de barreras del aprendizaje. Solo deseo que esta crisis nos ayude a reconocer mejor este problema y a buscar soluciones para estos meses difíciles, y para siempre.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/03/23/mamas_papas/1584955654_464322.html

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¿Puede una asignatura acabar con la violencia machista?

Por: Eva Bailén

El caso de la educación en igualdad, el respeto a la diversidad y la lucha contra la violencia machista no puede ser más palmario

Cada vez que oigo a alguien proponer la introducción de una nueva asignatura obligatoria me pongo en estado de alerta. Recelo mucho del impacto real que estas puedan tener y recelo, sobre todo, de la elección de los contenidos que quiera incluir quien la propone. Como defensora de la educación competencial que soy, donde las asignaturas se desdibujan para dar cabida al aprendizaje interdisciplinar, no puedo actuar de otra manera.

El caso de la educación en igualdad, el respeto a la diversidad y la lucha contra la violencia machista no puede ser más palmario. Desde luego que educar en igualdad es necesario, pero debemos plantearnos si una asignatura aislada es la mejor forma de hacerlo.

Esta, para empezar, no tendría cabida en Educación Infantil, donde no hay asignaturas como tal, y carece de sentido dar clases magistrales sobre el artículo 14 de la Constitución Española o sobre el Código Penal. ¿Implica eso renunciar a fomentar la igualdad desde pequeños? Desde luego que no. No debemos olvidar que, según un estudio publicado en 2017, las niñas comienzan a pensar ya desde los 6 años que son menos inteligentes que los niños. Lo que sí es necesario es cambiar el enfoque desde el que atacamos el problema, porque hay maneras más creativas -y, sobre todo, más eficaces- de educar en igualdad.

En casa, los papás y mamás tenemos que ser un modelo, un ejemplo de corresponsabilidad. Debemos tratar a niños y niñas por igual y tratarnos mutuamente con respeto, prestar mucha atención a nuestro lenguaje para no repetir los mismos mensajes erróneos que obligan a ellos a ser valientes y líderes y a ellas, a ser sumisas, sensibles y obedientes.

Otra de nuestras tareas es vigilar para que sus juguetes y los juegos en los que participan no sigan perpetuando los estereotipos que llevan a las chicas a no elegir carreras técnicas, a creerse menos capaces para las matemáticas, la tecnología o la física. Y cuando haya varios hermanos, debemos actuar ante el primer atisbo de violencia verbal o física entre ellos para que no lleguen a la adolescencia habiendo normalizado los insultos, la indiferencia o las posturas de superioridad. Que aprendan a tratarse con respeto es el primer paso para que aprendan a respetar a sus parejas.

En los colegios aún quedan muchos signos de desigualdad que se deben desterrar, desde los uniformes hasta el diseño de los espacios, en especial los exteriores, que suelen dar más protagonismo a pistas que ocupan el mayor porcentaje del espacio disponible para el recreo. Espacios en los que, sin embargo, la presencia femenina es verdaderamente escasa. Los colegios e institutos deberían llevar la igualdad en su ADN, en su proyecto educativo, en su día a día, con la implicación de todo el personal.

Por otra parte, resulta evidente que en los contenidos faltan referentes femeninos. No aparecen apenas figuras femeninas en la historia, las ciencias o las matemáticas. También se debería incluir educación afectiva sexual en los currículos, porque los niños están accediendo a través de sus dispositivos electrónicos a toda suerte de contenidos con los que interiorizan auténticas barbaridades que no deberían normalizarse.

Y tendríamos que plantearnos la forma de enganchar a las chicas en el uso, el desarrollo y el diseño de todo lo relativo a la tecnología. Si en los próximos años, tal y como dicen los expertos, la mayor parte de los empleos tendrán una base predominantemente tecnológica, el desinterés de las chicas por lo técnico podría producir una nueva oleada de desigualdad en el terreno laboral aún más dramática que la actual. El reto está en cómo hacer atractivas las STEM a las mujeres. Algunas voces sugieren que habría que darles un valor social que las hagan más útiles a sus ojos, a las que parece les atraen los trabajos que tienen que ver más con contribuir a mejorar la sociedad.

En definitiva, resulta desalentador que, en lugar de innovar en el terreno educativo para fomentar la igualdad y proporcionar a los alumnos competencias y habilidades, la solución fácil sea cargar a los niños con más asignaturas y más libros en la mochila. Está claro que la lacra de la violencia de género se propaga por modelos aprendidos en la sociedad y que la mejor forma de abordarla es desde el entorno familiar y el educativo, pero también desde las redes sociales y los medios de comunicación.

La educación en igualdad es una labor de todos, ya que se aprende más por modelado, por observación e imitación, que, por modelaje. E imponer una asignatura específica sería en mi opinión, un simple modelaje.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/02/03/mamas_papas/1580724180_233587.html?prod=REGCRART&o=cerrado&event_log=oklogin

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La diferencia entre enseñar a convivir y adoctrinar en el aula

Por: Eva Bailén

Para lograr un clima sano en los centros escolares es necesario conocer las razones por las que suceden los casos de acoso, conocer a las víctimas y a los agresores, y enseñar a respetar a todos

La mejora de la convivencia en los centros educativos es una prioridad. Dudo de que a ningún padre le quede un solo resquicio de duda sobre la importancia de actuar contra el acoso escolar o bullying, más hoy, con la ubicuidad y capacidad de difusión que alcanzan estos actos gracias a internet y a las redes sociales. Para lograr un clima sano en los centros escolares es necesario conocer las razones por las que suceden los casos de acoso, conocer a las víctimas y a los agresores, y enseñar a respetar a todos mediante la tolerancia, la empatía y el respeto. Pero el personal docente no puede quedarse solo en esta tarea. Las familias debemos ayudarlos y, por supuesto, no boicotearlos.

Teniendo en cuenta que el colectivo LGTBi es uno de los más afectados por el acoso escolar, es totalmente necesario que tenga el protagonismo que merece. Hace ya cuatro años que el ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad editó la guía titulada “Abrazar la diversidad: propuestas para una educación libre de acoso homofóbico y transfóbico” a la cual recomiendo recurrir, tanto si se es profesor, o también padre o estudiante. Tal y como recoge la introducción, ser gay, lesbiana o trans o ser considerado como tal incrementa el riesgo de ser víctima de acoso escolar. No podemos pues cerrar los ojos a la realidad.

Todo caso de bullying es doloroso, sobre todo para las víctimas. Pero también hay que poner el foco en los acosadores. Ninguno querríamos estar en el lugar de los padres de estos chicos o chicas por la sensación de fracaso que puede producir al progenitor el comportamiento de su hijo. Sin embargo, tampoco podemos dejarlos solos. Debemos darles herramientas para solucionar la situación y también hacerles entender que su implicación es vital para resolverla. Igualmente, todos debemos comprender que no habrá solución posible si no apoyamos la labor educativa.

La formación en los valores constitucionales de la convivencia, la igualdad, el respeto y la no discriminación no puede ser confundida nunca con el adoctrinamiento, como algunos insinúan. Esta formación, al contrario, es clave para que no seamos padres de víctimas, ni tampoco de acosadores, ni siquiera padres de observadores pasivos. Tenemos que corresponsabilizarnos para que sepamos estar del lado de nuestros hijos, para atajar de frente sus comportamientos nocivos cuando haya que hacerlo o enseñarles a reaccionar y a convertirse en personas empáticas y colaborativas.

Sé que hay temas tabú, sé que a las familias a veces nos cuesta hablar de ciertos temas, y que, dependiendo de la ideología de cada uno, se evita hablar de algunas cosas o, simplemente, se ignoran. Si las redes sociales desempeñan un papel clave en la virulencia del acoso escolar, impidiendo que la víctima tenga un refugio -ni siquiera en su propia casa-, también lo juegan la desinformación y la falta de educación en valores de nuestros chicos y chicas. Que no lo tratemos en casa no quiere decir que sea desconocido para ellos.

Una supuesta carencia de educación en las escuelas o en el hogar no impide que nuestros adolescentes y preadolescentes traten de informarse sobre aquello que les produce curiosidad. Aún sin buscarlo, están expuestos o reciben videos cuyos contenidos serán, con muy alta probabilidad erróneos, desde un punto de vista educativo. Contenidos que no les van a transmitir valores que les ayuden a convivir con sus compañeros y profesores. Por eso, es fundamental que no dejemos su educación en manos de YouTube, Instagram o Tik-Tok, sino que sean profesionales los que se encarguen de ello, y junto a ellos, los padres y madres.

La diversidad es bonita, no es una amenaza, sino una fuente de riqueza, una mina de oportunidades para educar a nuestros hijos en valores de tolerancia, respeto y empatía. Y así tenemos que verlo y entenderlo todos los miembros de la comunidad educativa. En esto debemos de ser una piña. No se pueden combatir los prejuicios si una parte de la comunidad se evade de su responsabilidad. Aún queda mucho por hacer para acabar con el acoso, que no solo se ceba con los jóvenes del colectivo LGTBi, también con los alumnos de altas capacidades, con los que presentan alguna discapacidad o, simplemente, con aquellos que no entran en la norma que el niño, niña o adolescente de turno decide en ese momento.

Y por si a alguien le queda alguna duda, la actual ley de educación (LOMCE) dedica un artículo, el 124, a las normas de organización, funcionamiento y convivencia, en el que se deja claro la obligatoriedad de que los centros educativos elaboren un plan de convivencia. Este plan debe prestar una especial atención a la prevención de la violencia de género y a la realización de actuaciones que promuevan la igualdad y la no discriminación. Así que nuestros docentes tienen la obligación tanto moral como administrativa de trabajar por la mejora de la convivencia como objetivo marcado por la ley. Las familias, en correspondencia, no podemos ser menos. Educar para garantizar la libertad y la convivencia no es adoctrinar.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/11/05/mamas_papas/1572945601_315181.html

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La importancia de reconstruir la deteriorada relación entre padres y profesores

Por: Eva Bailén

Para educar unidos en equipo necesitamos conocernos y hablar unos con otros, y no juzgar a la mayoría por los actos de unos pocos

A la palabra confianza solo le falta dos de las cinco vocales: la e de educar y la ude unión. Esa unión que hace falta para trabajar en equipo. La unión que hace falta para educar a nuestros hijos con confianza en casa y en la escuela.

Hace unos días, Gestionando Hijos y la fundación SM presentaron los resultados del primer estudio sobre la percepción de los educadores en torno al rol de madres y padres en la educación, entendiendo en este caso por educadores a los profesores. Aunque evidentemente los padres y madres también somos educadores. Bajo el lema de El mejor colegio del mundo, acompañaron los datos del estudio con un emotivo video en el que varios niños soñaban en voz alta con un colegio ideal mientras, al otro lado del telón, los padres de esos niños escuchaban emocionados los comentarios de sus hijos. Efectivamente, para los niños, en el colegio ideal no faltaban la confianza mutua y la unión para educar de padres, madres y docentes.

Desde el año 2016, Gestionando Hijos trabaja en impulsar el equipo educativo, primero con su Pacto por la Educación en equipo, y ahora precisamente con el sello “equipo educativo” que otorgan a las empresas que primen la conciliación entre sus trabajadores. Como dice Leo Farache, director de esta plataforma, que familias y escuela hagan equipo es fundamental para el progreso y el bienestar de nuestros hijos. Como poco, serán más felices si ven que nos gusta remar en la misma dirección. Pero es que además los datos apuntan que su rendimiento también mejora.

Debemos estar muy mal para necesitar un pacto por la educación en equipo. Las cosas deben estar llegando muy lejos cuando nos tienen que recordar lo importante que es confiar, y educar desde la unión. El estudio en sí es un elogio a la importancia de la confianza, poniendo de manifiesto la necesidad de que padres y madres apoyemos a los maestros y profesores. Para ellos es crucial que vayamos a las tutorías y a las reuniones de padres, y que confiemos en su trabajo. Y también lo es para nuestros hijos.

Además de ser madre, tengo alguna experiencia como profesora, y también he visitado unos cuantos centros educativos, enriqueciendo mi percepción sobre la educación. Por eso creo que puedo añadir alguna cosa más a lo que se trató en la presentación del estudio. Si eché de menos algo fue precisamente más evidencias de que para hacer equipo educativo también se necesita confianza en los niños y adolescentes y en los padres y madres. Me quedé un poco con el regusto de que solo somos los padres los que tenemos pendiente confiar más en los maestros, cuando en general, creo que falta confianza en todas direcciones. Digamos que en muchos casos está muy deteriorada la relación y hace falta volver a reconstruirla. Ya lo decía Carles Capdevilla: la relación entre maestros y padres es muy complicada.

Como en todo esto desempeña un papel crucial el tema de la conciliación, me parece estupenda la labor que hace Gestionando Hijos pidiendo a las empresas un compromiso para que permitan a los padres y madres salir del trabajo para ir a una tutoría, una reunión, un festival, o para llevar a los niños al colegio el primer día de clase. Pero a veces, aunque los padres no tengan problemas para acudir a las tutorías, el problema lo tienen los profesores para poder darles una cita o para poder atenderlos. Mi experiencia tras 15 años de guarderías, colegios e institutos, públicos, mayoritariamente, es que no todo es culpa de la conciliación ni de la falta de interés o cooperación de los padres.

Las clases tienden a estar un tanto masificadas, por lo que conseguir una tutoría, si además hay que usar el sistema de la agenda, lo cual ocurre a menudo, ya que en muchos casos no hay medios digitales para comunicarse con el profesor, puede implicar varios días lectivos en los que la agenda tendrá que ir y venir del colegio para al final tener un aplazamiento de un mes o más para lograr esa tutoría. Con 20 o 30 alumnos por clase y una elevada carga lectiva los profesores están frecuentemente desbordados y, por supuesto, también necesitan conciliar. No podemos esperar que para que nosotros podamos hacerlo, nos atiendan fuera de nuestro horario de trabajo, cuando tampoco lo es para ellos. Lo realmente triste es que, para comunicarnos o vernos con un profesor, hoy en día con los medios tecnológicos que hay, lleguen a transcurrir varias semanas, y así me parece complicado hacer equipo educativo.

El equipo, según lo veo yo, consiste en que cuando cualquiera de los integrantes necesita a los demás, estos respondan positivamente y en los plazos necesarios. Igual que un profesor necesita que un alumno haga su trabajo en el momento adecuado, para lo cual los padres muchas veces estamos ahí apoyando desde casa, los padres a veces necesitamos una tutoría en un plazo de pocos días y no de varias semanas.

Nadie le exige a un profesor que ponga a disposición de los padres y de los alumnos una dirección de correo electrónico, una encuesta de Doodle, un canal de telegram, o incluso su Whatsapp, pero he conocido a muchos que lo hacen, aunque no se lo paguen, como un bonito gesto de confianza en los padres de sus alumnos y por consiguiente en los propios niños. Y los padres lo agradecemos tanto como los profesores agradecen que vayamos a las tutorías, a las reuniones, a los festivales o a llevar a los niños al colegio el primer día de clase. Lo agradecemos porque vemos que el equipo funciona: yo confío en los demás, incluido el niño, y también confían en mí. Sin olvidarnos de que, desafortunadamente, por lo general, la esfera adulta confía poco en los niños, menos aún si son adolescentes, y apenas se les escucha. Si los escucháramos más, e hiciéramos un esfuerzo por entenderlos, también nos iría mejor.

Pienso que, además de impulsar medidas que faciliten el que los padres no se pierdan los momentos más importantes de la educación de sus hijos, pidiendo a las empresas un compromiso que facilite la conciliación, y hacernos ver lo necesario que es que confiemos en los profesores, habría también que reivindicar que los profesores dispongan de medios y tiempo para atender a los padres en su horario de trabajo, por supuesto. Y los medios pueden ser tan simples como una cuenta de correo electrónico. La cual no tendrían por qué atender fuera de su horario, aunque muchos ya lo hacen, si su carga lectiva fuera menor, o si su horario contara con tiempo para ese menester. Estaría muy bien, porque a veces se percibe que los que no lo hacen, además de por razones de horario y carga de trabajo, lo hacen por falta de confianza. Porque los padres podemos ser muy pesados, y el correo electrónico es muy fácil de usar. Pero para educar unidos en equipo necesitamos confiar unos en otros, y no juzgar a la mayoría por los actos de unos pocos. No todos los padres son unos insensatos, como tampoco lo son todos los profesores.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/02/04/mamas_papas/1549277055_998155.html

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El reto de personalizar la escuela sin deshumanizar

Por: Eva Bailén

¿En qué lugar quedarán las relaciones humanas y el trabajo del docente en la escuela del futuro?

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Las señales que indican que aún no sabemos educar en igualdad

Por: Eva Bailén

Las ideas sexistas son tantas y están tan arraigadas que es prácticamente imposible librarse de ellas

Estamos permanentemente sometidos, entre otras cosas, a un bombardeo constante de publicidad, películas y series de televisión que resuman estereotipos de género y estamos tan habituados a ello que no nos damos ni cuenta de la cantidad de ideas absurdas que acaban por instaurarse en nuestra vida y que nos hacen actuar de manera sexista, seamos hombres o mujeres, tanto con niños como con niñas.

Yo he caído en muchas de esas costumbres que ahora creo que son horrorosas. Desde el momento de elegir la ropa de mis hijos cuando eran más pequeños, hasta decidir sobre la longitud de su cabello, o los pendientes en el caso de las niñas. Lo reconozco, algunas costumbres son más ridículas que otras, por eso intento ser cada vez más crítica con esto. Creo que son tantas las ideas sexistas y que están tan arraigadas que es prácticamente imposible librarse de ellas. Podemos intentarlo, pero para ello tenemos que ser muy conscientes de todo aquello que decimos y hacemos y que pueda estar condicionando a nuestros hijos en el sentido de seguir manteniendo dichos estereotipos. No debemos olvidarnos de que somos un modelo para ellos, y que todo lo que hagamos o digamos estará dejando huella en su educación.

Uno de los primeros obstáculos que nos podemos encontrar en la búsqueda de una educación no sexista son los juguetes. Hay juguetes para niños y para niñas, y es una lástima, porque las consecuencias de esta distinción entre juguetes para ellos y para ellas no son despreciables. Los juguetes que incitan a pensar, a resolver dificultades lógicas o matemáticas, potencian en los niños y niñas un tipo de razonamientos y pensamientos diferente a otro tipo de juguetes como los peluches o las muñecas. Si le damos los peluches a las chicas y los juegos de construcciones a los chicos, de manera similar a lo que hicieron los voluntarios de aquel experimento publicado por la BBC, y mantenemos ese tipo de juegos durante un largo periodo de tiempo de sus infancias, lo cual suele ocurrir a menudo, podríamos estar modelando el cerebro de las niñas en cierto sentido para que se interesen menos por las materias que tengan que ver con las matemáticas o la tecnología. ¿Explicaría esto que haya menos mujeres que hombres en ciertos sectores profesionales, como las ingenierías? ¿Hacemos creer a nuestras hijas que son menos inteligentes que los chicos?

La selección de las actividades extraescolares está también dominada por las ideas sexistas. Así, lo más típico es escoger fútbol o robótica, para los chicos, y baile o patinaje para las chicas. Algunas historias, como la de Billy Elliot e incluso la de Hugh Jackman, al que sus propios hermanos llamaron “nenaza” cuando dijo en casa que quería estudiar danza, nos demuestra lo gravemente afectados que estamos en general por las ideas machistas. Tampoco lo tienen nada fácil las chicas que juegan al rugby. ¿Qué problema hay en que una chica juegue al fútbol o en que un chico patine?

Por otra parte, creo que, como padres, deberíamos evitar decir frases tan perversas como la de “los niños no lloran”, porque son las que llevan a los chicos a tener que ser fuertes, a no mostrar sus sentimientos, y a asociar el llanto con una señal de debilidad, que, por otra parte, se hace propio de las niñas. Deberíamos eliminar las comparaciones despectivas hacia las chicas, porque si no se perpetúan ideas como la de que correr como una niña sea un insulto. Y también pegar como una niña se asocia a debilidad y cobardía. Así, las chicas llegan a la adolescencia habiendo idealizado la imagen del chico malote como referente masculino atractivo. En este sentido, recomiendo la lectura de un documento publicado por el INJUVE que analiza como los chicos y chicas conforman su identidad a través de los modelos machistas, para que nos demos cuenta de cuántos errores cometemos en la educación de nuestros hijos.

Reflection of father and son flexing muscles while photographing themselves in bathroom
Reflection of father and son flexing muscles while photographing themselves in bathroom MORSA IMAGESGETTY IMAGES

La ropa es otro factor que marca unas diferencias enormes, y del que es muy complicado escapar. Los uniformes de muchos colegios siguen manteniendo la falda solo para las chicas. Las faldas son solo para ellas, muchas veces obligatoriamente, aunque multitud de chicas las odien. La comodidad y la libertad de movimiento no importan, si no pueden jugar tranquilas sin enseñar la ropa interior, es preferible que no jueguen y que se queden sentadas con las piernas cruzadas. Creo que, como padres, podríamos ser más críticos con esto.

Así, además, permitimos a las niñas pintarse las uñas, pero no a los niños. Ellas tienen que llevar el pelo largo, y si no lo llevan pueden llegar a producirse situaciones como la ocurrida en el pasado sorteo de la lotería de Navidad, cuando alguien pensó que una de las niñas de San Ildefonso era en realidad un chicoporque llevaba el pelo corto. Ni siquiera la falda o los pendientes, otra de esas costumbres vinculadas al género, la salvaron. Al contrario, hubo quien pensó que era un valiente niño transgénero. Y que a ningún niño se le ocurra ponerse una falda, o un vestido, o un traje de princesa Disney, porque ya no sería un machote. Peor visto está incluso esto último que el hecho de que una niña se vista con prendas masculinas.

Por otra parte, tratar de liberarse de estos estereotipos puede suponer dejar a tu hijo o hija desprotegido ante una sociedad que sigue insultando sin pudor en público y en redes sociales al que es diferente, sin ningún escrúpulo, aunque sea un menor de edad. Hay que ser muy inconsciente o muy valiente para publicar una foto de tu hijo vestido de princesa. porque el sufrimiento al que se puede ver sometidos, las vejaciones y humillaciones pueden ser demoledores.

Dicen los expertos que es a partir de los 10 años cuando los niños interiorizan los estereotipos de género, pero también hay quien apunta que a los 6 años las niñas ya se perciben menos inteligentes que los niños. Así que en casa desde el primer momento debemos tratar de evitar someterlos a roles sexistas, que les hagan pensar que unos son más listos que otras, y por supuesto tenemos que estar pendientes de cómo educamos en lo referente a las diferentes tareas domésticas y actitudes relativas al cuidado de otras personas. Y por supuesto, tratar de ser muy críticos con las lecturas, las películas, las series de televisión o la música y videoclips que escuchan.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/02/13/mamas_papas/1518533893_460334.html

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