Tres tiempos de la educación mexicana (III)

México / 16 de junio de 2019 / Autor: Betty Zanolli / Fuente: El Sol de México

III. De Echeverría a López Obrador

El panorama educativo nacional durante los últimos 50 años ha sido objeto de una serie de reformas que, lejos de fortalecer la formación de los escolares, han contribuido a detonar una problemática nacional cada vez más compleja debido a sus repercusiones sociales, económicas, políticas e ideológicas en todos los niveles y escalas. Cierto es que en los años 70 tuvo lugar el pico de mayor explosión demográfica y concentración urbana en la historia de nuestro país, pero también lo es el hecho de que a lo largo de estas cinco décadas cada administración ha pretendido aplicar un sello propio a la educación, sin que esto haya significado un real y verdadero mejoramiento en la calidad de la enseñanza. El ejemplo más evidente, la reforma “educativa” del peñato.

La primera reforma del periodo abordado correspondió a la administración de Luis Echeverría (1970-1976). Su objetivo fue descentralizar y modernizar la educación, para lo cual pretendió substituir la educación “memorística” por una cuyo eje fuera el “aprender a aprender”, tomando como base la enseñanza por competencias, impulsando la observación, experimentación y desarrollo de una conciencia crítica y teniendo en el maestro a un guía-tutor. Víctor Bravo Ahuja fue su artífice y operador principal a nivel federal y Carlos Hank González en el Estado de México. Sin embargo, a pesar de haber impulsado la creación de nuevas instituciones como el Colegio de Bachilleres y la propia Universidad Autónoma Metropolitana, su resultado tuvo mayores costos que beneficios. Con José López Portillo (1976-1982) la tendencia fue fomentar la desconcentración de la Secretaría de Educación Pública, promover el programa “Primaria para todos los niños” a fin de erradicar los resabios del analfabetismo, e impulsar la mejora de la calidad educativa a partir de la teoría cognitiva que promovería hacer del alumno un procesador activo de la información de acuerdo con su entorno social y desarrollo psicológico.

Miguel de la Madrid (1982-1988) impulsaría un nuevo esquema educativo basado en el desarrollo integral y autónomo del escolar y en su acceso universal a todas las oportunidades educativas, culturales y de recreación. Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) establecerá el “programa para la modernización educativa” por el que se declararon obligatorias la educación preescolar y secundaria, se promovió la educación especial y se instrumentó la incorporación de métodos por los cuales el alumno debería ser un constructor de su propio conocimiento con el apoyo de su mentor. Con Ernesto Zedillo (1994-2000) al frente del poder ejecutivo federal, se promoverá incorporar como eje de la educación la innovación basada en el aprendizaje significativo de los alumnos, aspirando a promover su sensibilización. Durante el sexenio de Vicente Fox (2000-2006) se promoverá revalorar la enseñanza preescolar así como la concientización psicogenética de la relación sujeto-objeto de conocimiento en los procesos cognoscitivos. En el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) cobrará auge el aprendizaje por competencias y la sociabilización del conocimiento, impulsando el desarrollo y exploración personal de cada alumno de sus propias habilidades de aprendizaje. Con Enrique Peña Nieto (2012-2018) en cambio, tendrá lugar una reforma político-laboral punitiva, encubierta de educativa, que lejos de propiciar un avance, contribuyó a enrarecer el clima de polarización y lucha intestina que desde el salinato se venía incoando.

Al final, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador arrancó buscando revertir la contrarreforma peñanetista pero no lo logró. Se desvirtuó el objetivo central y, de no quedar plasmado en las leyes reglamentarias un auténtico proyecto educativo, habrá perdido la oportunidad de una verdadera reforma académica de la que tan necesitada se encuentra la sociedad mexicana para depurar todos los abrojos sembrados a lo largo de décadas.

120 años hemos recorrido de la historia de la educación en México y la pregunta obligada es ¿cuál puede ser el balance de esta revisión? Cualquier saldo positivo que pudiéramos haber obtenido de poco vale, particularmente en el último periodo, si el panorama de la educación en México continúa enfrentando severos y quasi irremediables problemas. El sindicalismo es un mecanismo de lucha laboral fenomenal cuando se encuentra en manos de verdaderos representantes de los intereses de los trabajadores, pero cuando es cooptado, politizado y corrompido, todo lo que toque terminará desnaturalizado. El ejemplo máximo: la educación mexicana secuestrada por la lucha intestina de intereses sindicales, partidos políticos y grupos en el poder.

Sí, sin duda la crisis social y económica de nuestro país ha golpeado con toda crudeza a la educación mexicana, pero jamás debió mezclarse el tema educativo con la problemática laboral del magisterio y, mucho menos, permitir que las rivalidades y ambiciones sindicales tuvieran por escenario la educación. Al hacerlo, hemos y seguimos sacrificando a decenas de generaciones y, con ellas, a la Nación.

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Tres tiempos de la educación mexicana (II)

México / 9 de junio de 2019 / Autor: Betty Zanolli / Fuente: El Sol de México

II. Del porfiriato al diazordacismo

Al inicio 1870, el 72% de las escuelas -sobre todo a nivel superior- tenía financiamiento público, el 65% del cual procedía de los municipios. Sin embargo, las dificultades económicas que estos enfrentaron, pese a los esfuerzos realizados por el entonces ministro de Justicia e Instrucción, Joaquín Baranda -el promotor en 1885 de la Escuela Normal de Profesores y en 1888 de la Ley de Instrucción Obligatoria-, imposibilitaron poder contar con un eficiente sistema educativo nacional.

La llegada de Justo Sierra como subsecretario de Instrucción Pública dará un vuelco al panorama educativo. En 1905 es nombrado ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes y desde allí proyecta un nuevo sistema educativo para transformar a la población “en un pueblo, en una democracia”. Su base: la educación primaria, su cumbre: la universidad y septiembre de 1910: uno de los meses más importantes para la historia de la cultura mexicana, al ser inaugurada el 22 de dicho mes, en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), la Universidad Nacional de México (UNM) con motivo de la celebración del Primer Centenario de la Independencia de México y en cumplimiento al decreto de su Ley Constitutiva promulgado en mayo de dicho año por el presidente Porfirio Díaz. El organismo naciente reuniría a la ENP con las Escuelas Nacionales de Jurisprudencia, Medicina, Ingenieros, Bellas Artes y de Altos Estudios (art. 2º) y su objetivo primordial sería realizar la obra de la educación nacional (art. 1º).

Más tarde, la Carta Magna de 1917 refrendará el carácter libre de la educación estatuido por la Constitución de 1857, elevando además a rango constitucional su gratuidad y laicidad. En 1920 el presidente Adolfo de la Huerta designa Rector de la Universidad a José Vasconcelos, quien desde su seno habrá de proponer la creación de una Secretaría de Instrucción Pública encargada de implementar programas de educación a nivel nacional. Proyecto que se materializará al fundar Álvaro Obregón la Secretaría de Educación Pública y ser nombrado él su titular, desde la que promovería entre 1921 y 1924 la primera gran reforma educativa del siglo XX en nuestro país, en gran parte sustentada en la consolidación de una identidad cultural nacional. Por algo entre sus principales colaboradores contaba con personajes como Jaime Torres Bodet, Adolfo Best, Ezequiel A. Chávez, Pedro Henríquez Ureña, Gabriela Mistral y Julián Carrillo. Una de sus principales tareas: la alfabetización del pueblo mexicano mediante misiones culturales, considerando que todo aquél que supiera leer debería convertirse en maestro. “Cruzada contra la ignorancia” que se convertiría en uno de los ejes educativos para el resto de la centuria.

En 1925 la Normal es transformada en Escuela Nacional de Maestros, convirtiéndose en un prolífico centro profesional académico. Lamentablemente, no tardarán los avatares políticos del país en dejarse sentir. Asesinado Obregón, México está al borde de la guerra civil. Emilio Portes Gil es nombrado presidente substituto y Vasconcelos contiende como aspirante a la presidencia pero no logra su objetivo. En la UNM, por su parte, desde 1927 se incoa un anhelo autonomista que poco a poco ve incrementar su vis política. En 1929 los conflictos entre el rector Antonio Castro Leal y la Confederación de Estudiantes Universitarios son insostenibles. El 22 de mayo Portes Gil propone otorgar la autonomía universitaria y el 10 de julio promulga la Ley Orgánica que dará nacimiento a la Universidad Nacional Autónoma de México.

Meses después, con Lázaro Cárdenas en la presidencia, el marco jurídico educativo constitucional toma por rumbo la vía socialista, algo de lo que ya se hablaba desde los tiempos obregonistas. El nuevo proyecto, anticlerical, antiimperialista y a favor de los desposeídos, se sustentará en la alfabetización indígena y en considerar a la escuela como un proceso de producción nacional a fin de alcanzar una sociedad igualitaria. En 1936 es fundado el Instituto Politécnico Nacional y Cárdenas se promueve el reparto de libros por el Estado entre los alumnos de escuelas urbanas y rurales. Obras como Simiente pretenderán hacer de los maestros promotores de la democracia y de los infantes, futuros agentes de cambio.

A partir del régimen ávilacamachista, la política educativa se “modera” mientras la matrícula escolar se dispara, sin que las oportunidades de acceso a la instrucción puedan crecer en la misma proporción. Será gracias al impulso de Torres Bodet, Martín Luis Guzmán y René Avilés Rojas que, durante el sexenio de Adolfo López Mateos, se elaboren los libros de texto gratuitos que por décadas formarán a generaciones de mexicanos. No obstante, las principales reformas curriculares tendrán lugar entre 1964 y 1970: bachillerato único, normales para la capacitación industrial y agropecuaria y creación del sistema de telesecundaria. Avances educativos del diazordacismo que la tragedia social en que desembocó el movimiento estudiantil de 1968 eclipsó.

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Tres tiempos de la educación mexicana (I)

México / 2 de junio de 2019 / Autor: Betty Zanolli / Fuente: El Sol de México

I. De 1800 a Juárez

El despertar del siglo XIX en Nueva España tuvo por marco el notable proceso transformador de las estructuras del antiguo régimen que encabeza el liberalismo gaditano expresado en los trabajos de las cortes de Cádiz. Proceso que quedó plasmado tanto en la Constitución de 1812 como en diversos ordenamientos jurídicos secundarios, en especial, el Reglamento general de instrucción pública de 1821. Todos ellos producto de las influencias ideológicas provenientes de Francia e Inglaterra y de las gestadas en el propio seno hispánico -como en el caso de Jovellanos- que, fincando el progreso y prosperidad de las naciones en la educación, ejercieron notable influencia en este sentido.

Al paso del tiempo, el avance intelectual revolucionario y el consecuente cambio de régimen político, impulsarán la conformación de las primeras sociedades de intelectuales, muchas de ellas de carácter patriótico promotoras de avances económicos, científicos y culturales, de las que derivó fundamentalmente el nuevo criterio de organización y formación de especialistas en las distintas ramas del conocimiento. Derivado de ello, tanto entre particulares como entre los órganos de gobierno, comprendidos los flamantes ayuntamientos constitucionales, comenzó a acrecentarse el interés por impulsar el modelo de academias e institutos científicos. Sin embargo, una vez consolidada la independencia nacional, la educación en el México independiente tuvo que enfrentar grandes retos. No solo resentía los avatares de una sociedad en pos de encontrar su identidad y de construir un proyecto propio de Nación.

La lucha política entre liberales y conservadores, federalistas y centralistas, radicales y moderados, laicos y clericales, habría de dominar la escena nacional durante la mayor parte del siglo XIX, haciendo de la educación un campo crucial de batalla. Al final, tras la sucesión de dos imperios, un Supremo Poder Ejecutivo, tres repúblicas federales y dos repúblicas centrales, amén de cinco constituciones diversas, será el liberalismo quien imponga finalmente su sello en la educación una vez extirpada ésta del seno eclesiástico. Su divisa es lograr una educación gratuita, obligatoria, uniforme, nacional, integral y laica. Para lograrlo tendrían que transcurrir más de treinta proyectos educativos: 12 entre 1821 y 1866 y casi una veintena entre 1867 y 1911.

Inicialmente, la educación será sistematizada conforme a una division tripartita estructurada en primera, segunda y tercera enseñanzas, cada una correspondiente -respectivamente- de los estudios elementales, secundarios o superiores y mayores o universitarios. Varias entidades federativas intentarán así fomentar la instrucción pública en sus respectivos territorios, lo mismo fundando nuevos establecimientos o restableciendo a los antiguos institutos, universidades y colegios. En la capital de la República aun subsistían el Seminario Conciliar de México y los colegios de San Ildefonso, San Juan de Letrán y San Gregorio, además del Colegio de Minería. En el resto del país, el Seminario Conciliar de San Ildefonso de Mérida y los colegios de Puebla y Guanajuato, pero entre 1825 y 1826 son fundados un colegio en San Luis Potosí, los institutos literarios de Oaxaca, Jalisco, Chihuahua, Estado de México y Zacatecas y una universidad en Chiapas. No obstante, todos enfrentan un grave problema: la necesidad de reglas que delimiten las facultades del gobierno sobre dichos establecimientos y la falta de recursos (San Gregorio verá suprimidas sus cátedras en 1830). Para 1833, Valentín Gómez Farías encabezará un proyecto radical de reorganización educativa en los tres niveles. Al grito de ¡Religion y Fueros!, suprime la Universidad de México y centraliza los planteles públicos de enseñanza y “depósitos de los monumentos de artes, antigüedades e historia natural”. El creciente atraso económico es evidente y de nueva cuenta el sector más afectado es el educativo.

El arribo de Juárez al poder transformará su destino. En 1857 se eleva a rango constitucional el derecho a la educación y en 1861 es promulgada una primera reforma educativa por la que se encomienda al gobierno federal la inspección de la educación primaria; se refrenda su laicidad; se establece como fondos para la instrucción pública el producto del 10% de las herencias y legados; se dispone que la Lotería Nacional asuma el sostén presupuestario de las Escuelas de Bellas Artes y Literatura y se ordena el nombreamiento de un abogado defensor para dichos fondos. La segunda reforma, derivada de la Ley Orgánica de 1867, consolidará el proyecto juarista educativo: libertad de cátedra como respuesta al dogmatismo y creación de un sistema especializado de escuelas nacionales profesionales que contarían con la Escuela Nacional Preparatoria como cimiento fundamental formativo común. Del erario público provendrán sus presupuestos, a dicho fin se destinarán nuevos impuestos y algunos cargos directivos serían honoríficos. Las bases del futuro sistema educativo nacional estaban sentadas.

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México: profundo rezago educativo secular

Por: Betty Zanolli

2 de diciembre de 1867: Benito Juárez es presidente de la República y, como tal, promulga la Ley Orgánica de Instrucción Pública que habrá de reformar al sistema educativo mexicano a menos de cinco meses de lograr la reinstalación del gobierno federal y de nombrar a Antonio Martínez de Castro como titular del ministerio de Justicia e Instrucción Pública. Ley que es producto del trabajo de una comisión integrada por el ingeniero Francisco Díaz Covarrubias, su hermano José María, los doctores Pedro Contreras Elizalde, Ignacio Alvarado y Leopoldo Río de la Loza, los licenciados Eulalio María Ortega, Agustín Bazán y Antonio Tagle, el naturalista Alfonso Herrera y el doctor Gabino Barreda.

Es la más importante y verdadera reforma educativa que ha tenido México en su historia. Y es que no sólo implicó el haber establecido cuáles serían las asignaturas a impartir en las escuelas de Medicina, de Agricultura y Veterinaria, de Ingenieros, de Naturalistas, de Bellas Artes, de Música y Declamación, de Comercio, en la Escuela Normal, en la de Artes y Oficios y en la de Sordomudos. Fue la piedra miliar que permitió la fundación de una institución que habría de transformar la educación media superior en el país desde el momento en que dictaminó la creación de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), a partir de la clausura del colegio jesuita de San Ildefonso.

El espíritu que animaba a este grupo selecto de liberales ilustrados, indudablemente abrevaba de los postulados positivistas de la escuela francesa parisina de Auguste Comte, para quien el hombre no sería más un ser pasivo y conforme, sino pensante, racional y ferviente defensor de los grandes postulados revolucionarios de 1789: libertad, igualdad y fraternidad entre los hombres. Fundamentos, todos ellos, que habría de enarbolar la nueva generación de pensadores, para los que la evolución, el progreso, el orden, la civilización y la ciencia, serían las nuevas divisas por las que luchar.

Sin embargo, como bien lo postulaba el filósofo francés, para que pudiera reinar la paz, el hombre debería comprender que todo debe estar inscrito dentro de la acción normativa, particularmente de las leyes de la naturaleza, del conocimiento de “lo dado”, en la medida que es natural, positivo y explicativo. De ahí que el hombre podría progresar siempre que sus acciones siguieran un orden y éstas cumplieran con las leyes de los tres estados: teológico, metafísico y positivo. ¿Les asistía la razón?

El veredicto lo tiene la historia, pero de lo que no cabe duda es que dicha reforma educativa fue verdaderamente todo un hito, insuperable, en la educación de nuestra sociedad. 150 años han pasado y ninguna otra reforma ha podido superarla. Vivimos de su gloria. ¡Qué lejos estamos de aquellos grandes filósofos como Barreda, de los intelectuales señeros que tuvieron a su cargo la secretaría de Educación Pública como José Vasconcelos, Agustín Yáñez y Jaime Torres Bodet o de los ilustres catedráticos que estuvieron al frente de la ENP como Raúl Pous Ortíz, Moisés Hurtado, Enrique Espinosa Suñer, Ernesto Schettino Maimone o Héctor Herrera León y Vélez!

Hoy en día el sistema educativo nacional en nuestro país vive momentos aciagos. Sus titulares solo utilizan el cargo como un mero trampolín político. Para esto sirve llegar a ser, por ejemplo, secretario de Educación Pública, para “impulsar” o coadyuvar a impulsar una reforma “educativa” que en el fondo lo único que persigue es controlar los cotos de poder que el sindicalismo “a modo”, al paso de los años, había logrado cooptar.

Al Estado, encarnado en los grupos de poder actuales, no le importa la formación de las nuevas generaciones de ciudadanos mexicanos. Si no saben, qué importa, y si saben, que no estorben. Otros tiempos vivimos, muy distintos, diametralmente opuestos a los que algún día vivió México cuando otros eran sus dirigentes. El rezago intelectual secular de México es uno de los principales lastres contra los que debemos luchar.

Fuente: https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/mexico-profundo-rezago-educativo-secular-476567.html

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México: Nación estancada.

América del Norte/México/Junio 2016/Autor:Betty Zanolli Fabila/Fuente:https://elsoldemexico.com.mx

La descomposición social que enfrenta nuestra nación no comenzó en 2006 cuando el entonces presidente de la República, Felipe Calderón, declaró la “guerra al narcotráfico”. Obviamente sus raíces se hunden décadas atrás. Sin embargo, como nunca antes en su historia, desde entonces y a partir de esa funesta declaratoria, la patria se ha teñido con el rojo de la sangre y con el dolor, miedo e impotencia de todos los que han padecido y sufren la impunidad e injusticia, la prepotencia y corrupción, la inseguridad, extorsión, secuestro, en fin, la criminalidad en todas sus formas, porque en nuestro país el Estado de Derecho se ha resquebrajado. Por eso fue estéril que esa misma administración hubiera promulgado en 2008 reformas constitucionales en materia penal y de seguridad pública y en 2011 de derechos humanos, porque la justicia termina siendo un mito, una quimera excepcionalmente alcanzada.

Ayer, por ejemplo, se realizaron comicios electorales en 14 Estados de la República, comprendida la Ciudad de México -flamante entidad en la que se votó para la integración de lo que será su Asamblea Constituyente-, con los que culminó un proceso turbio, en el que las campañas de los distintos partidos políticos se caracterizaron por nuevos y mayores niveles de enconada violencia, lo mismo a través de descalificaciones y filtraciones telefónicas en las que las distintas facciones políticas en contienda se solazaron en exhibirse unas a otras con saña y vileza, que de robos de boletas y ataques personales, aún de muerte, a candidatos y funcionarios prácticamente en todas las distintas entidades. Paralelamente, la sociedad mexicana se ve enfrentada a diversos conflictos políticos emanados de la implementación de las recientes, retardatarias y anticonstitucionales reformas jurídicas estructurales, que los dos últimos regímenes de Gobierno han promovido y cuyo principal saldo es la afectación flagrante de los derechos humanos. El caso más evidente, permeado de poderosos intereses políticos en pugna, el de la Reforma Educativa. Reforma desnaturalizada porque su esencia, como se ha denunciado una y mil veces, es eminentemente laboral, que no educativa y que hasta el día de hoy ha sido pésimamente conducida y que lejos de poder vislumbrar pronto su resolución, lo único que advertimos es su enrarecimiento cada vez más acusado. Qué decir del acto barbárico del atroz ultraje de la que fueron víctimas seis mentores en el Estado de Chipas. ¿A esto le apuesta la autoridad, a que la propia sociedad se enfrente consigo misma, violentada y azuzada además por su actuar?

Hoy en día advertimos cómo hemos ido evolucionando antiprogresivamente, de forma cada vez más precipitada, desde la impunidad a la justicia por propia mano ante la incapacidad, pero sobre todo la amoralidad de la mayor parte de quienes tienen y han tenido el control político, económico, jurídico y administrativo de México en los tiempos recientes. A ello nos ha conducido una realidad que no puede seguir de la misma forma como se ha venido construyendo, porque de nada sirven los discursos políticos falsamente optimistas si los asesinatos, las desapariciones, el despojo, la violencia prosperan, imbatibles e impunes, cobijados por el silencio, desprecio, indiferencia e inacción de un Gobierno que desoye el clamor estentóreo de un pueblo que está a punto de no resistir más.

Fuente: https://elsoldemexico.com.mx/columnas/268124-nacion-estancada

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