Simulación de una educación de la sanidad

Por: Eduardo Hernández de la Rosa

El proceso de confinamiento que hemos vivido como humanidad ha reflejado las desigualdades que existen en nuestro presente. Tal como se ha dicho por algunos autores, la posmodernidad ha llegado, pero no de la misma manera para todos (Fullat), este ejercicio de confinamiento nos ha mostrado  las diferentes realidades en las que el riesgo (Beck), se convierte solo en una opción psíquica, más que una realidad inminente.

Si bien, en los contextos periféricos (Wallerstein), la muerte aparece como un culto, como una forma de manifestarse ante las realidades opresoras (Maffesoli, Scot), también emerge como una circunstancia conocida, vivida y natural, que muestra aquellos dibujos que se hacían por los cines más críticos (Buñuel) donde aludían lo crudo de las realidades en las que se vive.

Mi razonamiento aparece del lado de las realidades con las que convivo, aquellas que mostraron desde el inicio la otra cara de la moneda, por un lado, la de la necesidad de confinamiento y por el otro la de posibilidad de confinamiento, claramente ambas con circunstancias distintas.

Así, las realidades latinoamericanas expresaron en lo cotidiano, zonas completas en las que la necesidad de alimentarse era la razón más urgente para no pensar en confinamiento, más que la necesidad de salvaguardar la integridad.

Del confinamiento, emergieron movimientos y transformaciones no deseadas, como resultado del empuje del dispositivo de control salubre en las sociedades. Del lado de la educación, aparecieron ejercicios que impulsaron la migración forzada hacia el proceso de sociodigitalización de las comunidades educativas, siendo esto, una analogía a una estampida, en donde los más veloces podrían mirar y tomar las decisiones del rumbo, por sus condiciones, pero los más lentos, tendrían a sufrir atraso y consecuencias difíciles en su andar.

De la misma manera, el proceso sociodigital cobró factura y expresó de manera constante las dificultades existentes en su desarrollo. Así, se introdujeron dentro del quehacer educativo muchas formas y propuestas de operar la formación cívico-técnica en los estudiantes, sin embargo, las resistencias aparecieron y las formas íntimas de vida se convirtieron en parte del entretenimiento de la construcción formativa, especialmente donde el streaming podía ver su lugar.

Ahora bien, no solo eso cambió, sino que la industria de la sanitización también tuvo un crecimiento, promoviendo un gran simulacro de guerra contra el enemigo invisible. El instrumental militar para hacer frente al enemigo cundió todos los espacios, tanto en público como en lo privado, tanto en lo visible como en lo íntimo; caretas, cubrebocas, googles, guantes, sanitizadores e incluso trajes sanitizantes de diferentes niveles de calidad, se convirtieron en las nuevas formas de negocio para muchos que pudieron ver en el riesgo del contagio un modo de vida, mediante la simulación de la prevención.

Derivado de la necesidad de estos equipamientos, aparecieron reportajes, sobre las funcionalidades de uno u otro aparato para alejar, evadir, prevenir, erradicar e incluso minimizar el virus. Al lado de dicho instrumental de “guerra” contra el SARS-CoV-19, aparecieron otros instrumentos, como lo fueron los “memes” cuyos mensajes aludían al virus desde el aspecto más sarcástico posible, así como dispositivos institucionales, como los semáforos epidemiológicos, cuyas métricas decidían si el confinamiento era menor o más riguroso.

Aún con esta biopolítica, en la vida real, todo podría ser distinto, las personas caminando sin las restricciones de los metros necesarios, hacían ver al enemigo invisible como un mito, como si pudiera prevenirse su asalto a través del aparato sensorial humano, siendo los indicadores bióticos para poder identificar la amenaza  “el estornudo, la tos, la temperatura”, tan pronto es identificado algo de ello, se estigmatiza y se genera un abandono social inmediato.

El gran simulacro, aparece sobretodo en épocas de elecciones, sabedores de que la pandemia no cambia de un momento a otro, que los procesos de contagio se mantienen, aparece la llegada de dosis, para el caso del continente americano, al menos, son evidentes la llegada de vacunas previas a las elecciones, de la mano de la esperanza prometedora de una realidad dosificada como preámbulo del fin del confinamiento.

Al concluir las elecciones, la euforia disminuye y sucede lo esperado, de nueva cuenta se reactivan los colores no deseados del dispositivo del estado: el semáforo epidemiológico, por lo que la esperanza se mantiene nuevamente en espera.

Las autoridades educativas institucionales si bien realizan todas las acciones posibles dentro de la comprensión de sus esfuerzos socioculturales y de las recomendaciones de sus asesores, a todas luces, se observa, que aún son insuficientes, pues ante realidades heterogéneas, donde la pandemia está dosificada, no solo por biología, sino también por condición social, las necesidades y los semáforos se vuelven solo aparatos de simulación institucional, frente a realidades de necesidad coyuntural.

Mientras tanto, se sigue haciendo teoría de lo sociodigital, sin mirar las realidades, sin comprender que los procesos de confinamiento, provocan más que un resguardo al riesgo de nuestra biología, la urgencia de transformar  nuestras necesidades, se olvida que en un contexto desigual, las políticas homogéneas, generan desigualdad y que los cambios, no son ni serán en una sola medida.

El vivir cotidianamente nos expresa las realidades, la sociodigitalización, solo es una forma de enfrentar la pandemia, para intentar mantener el sistema en el que se vive, no obstante, las organizaciones deberán de atender de manera recurrente, que el ser humano no puede mantenerse bajo el síndrome multiscreen del homeoffice, la anomia que produce la adaptación del sistema al confinamiento y la búsqueda de posibilidades de interacción a través de la mediación tecnológica, emergerá de formas que poco sospechamos.

Mientras tanto, las instituciones proveerán de dispositivos de control biopolítico a sus comunidades cautivas, lo cual tendrá como consecuencia un conjunto de construcciones subjetivas en la interiorización de prácticas de la cotidianidad, por lo que se deberá poner especial atención al “simulacro de la sanitización, no solo en una institución, sino en las realidades que vivimos y operamos”.

Referencias

Fullat, O. (2011) Octavi Fullat, filósofo catalán – Posmodernidad e incertidumbre. CNN. recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=0bg7HjXBz1A

Maffesoli, M. (2005). La tajada del diablo. México: Siglo XXI.

Scott, J.(1990). Los dominados y el arte de la resistencia: discursos ocultos. México D.F., México: Ediciones Era.

Beck, U. (2002) La sociedad del riesgo. Madrid: Siglo XXI de España Editores

Wallerstein, I. (2005). Análisis del Sistema Mundo. Una introducción. México: Fondo de Cultura Económica.

Fuente: El autor escribe para OVE

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Eduardo Hernández de la Rosa

Investigador social, cientista educativo de formación y filósofo de vocación. Investigador de CONEDUCA-México. Sus filias y obsesiones epistémicas son los procesos y agentes educativos vistos de una perspectiva socio-cultural a través del poder, la juventud ciborg, las representaciones sociales y la prospectiva.