Lina Torres: “La educación mediática ya no es opcional, tiene que ser parte del currículo educativo en todos los países”

AIKAeducacion / 22 de junio

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Académicos/as, investigadores/as y entidades de todo el mundo trabajan desde hace años en la implementación de la alfabetización mediática. La creación de estos proyectos permiten llevar a cabo iniciativas con las que dotar a niños/as y jóvenes de habilidades que les permitirán combatir la desinformación, las noticias falsas o el discurso del odio. Lina Torres, directora de proyectos de Movilizatorio, considera prioritario la implementación de la educación mediática en la escuela como una asignatura transversal.

La alfabetización mediática se considera una herramienta poderosa para que, desde edades tempranas, niños/as y jóvenes desarrollen habilidades básicas, tales como el pensamiento crítico. Lina Torres nos explica qué es el proyecto DigiMENTE y cómo se está implementando la educación mediática en Latinoamérica.

¿Cómo hace el proyecto “DigiMENTE”?

Digimente es un proyecto que construimos en alianza con el Google News Iniciative, la red Teach for All y sus aliados Enseña por Colombia, Argentina y México y Movilizatorio. El proyecto nace de la necesidad inminente de trabajar en temas de educación mediática en la región. El Google News Iniciative tiene un esfuerzo muy sostenido y han venido invirtiendo en varios proyectos de educación mediática y han facilitado el desarrollo de varios currículos. Sin embargo, no existía hasta el momento un currículo para Hispanoamérica.

El análisis que hicimos fue que esto tenía que ser un proceso de adaptación cultural y de contexto que hiciera sentido con la región. Movilizatorio es el aliado académico, el que hace el trabajo de investigación y de estrategia de socialización. Teach for All, que son expertos en educación, tienen una red muy fuerte en campo a través de la red de voluntarios que trabajan en escuelas públicas y privadas de todo el continente. Entonces, la idea con ellos era poder empezar a pilotear lo que se construyera a nivel teórico, trabajarlo en las aulas y recoger retroalimentación de los maestros y de los estudiantes para tener un currículo lo más contextualizado posible.

Comenzamos a trabajar hace un año y medio en el proceso de investigación, construcción curricular. En diciembre del año pasado terminamos el pilotaje y se hizo la construcción teórica en los primeros seis del año, se hizo el pilotaje de campo en tres países de Latinoamérica (Colombia, México y Argentina) y este año estamos haciendo una evaluación de impacto para no solo decir que tenemos un currículo, sino también poder decir qué efecto tiene dentro de las habilidades de educación mediática en los estudiantes. Estamos piloteando en los tres países con 300 estudiantes.

“Los jóvenes no se ven a sí mismos como generadores de contenidos de información”

Lina Torres

¿Cómo se puede combatir la desinformación con este proyecto?

Estamos trabajando con un currículo que recoge el estado del arte del conocimiento sobre educación mediática. Lo que encontramos en muchos recursos que hay en el ecosistema tienen que ver con la parte táctica, es decir, cómo identificar información falsa, noticias falsas, y son tips y herramientas muy puntuales. Adicionalmente, nosotros incluimos un elemento que es la parte de las consideraciones éticas, las disposiciones de cómo interactuar con el ecosistema de medios de manera responsable. Una de las cosas que identificamos cuando hicimos el primer levantamiento de información es que los jóvenes no se ven a sí mismos como generadores de contenidos de información, lo cual en la práctica no es tan cierto. Entonces, el tercer elemento que le pusimos es cómo enseñarle a los jóvenes a producir información éticamente y a considerarse a sí mismos parte importante del ecosistema de información y, finalmente, cómo utilizar los medios para la promoción de causas y el activismo y la movilización ciudadana. Estos son los cuatro grandes elementos que componen el currículo y que, en su combinación, creemos que son una herramienta muy completa para luchar contra la desinformación.

¿La alfabetización mediática en la educación de los jóvenes puede ser una ayuda para combatir el discurso del odio y las fake news?

Sí, sin duda. Dentro del trabajo de investigación que hemos hecho, hemos observado varios acercamientos sobre cómo luchar contra las noticias falsas y la desinformación. Uno de los acercamientos que se hace mucho es el fact-checking. Funciona y es una tarea muy importante que hay que estar haciendo constantemente, pero, desafortunadamente, por la velocidad a la que se mueve la información en nuestro mundo, el fact-checking tiende a llegar tarde. Entonces las personas cuando ya les corrigen, resulta que es una noticia que ya recorrió el mundo, la gente tomó decisiones, formó percepciones a través de esa noticia falsa. Ese enfoque nos parece muy reactivo y no soluciona del todo el problema. El enfoque de hacer educación mediática es una apuesta para solucionar el problema de raíz, es decir, que la gente no consuma y no difunda información falsa en primer lugar. Por eso creemos que es una solución mucho más estructural al problema, porque lo que significa es que las personas dejen de consumir, dejen de creer información cuando la ven y no tienen suficiente credibilidad y que, adicionalmente, no la difundan. Entonces, eso aplica también para los discursos de odio, para la estigmatización social.

¿Qué papel tienen las familias en la alfabetización mediática de sus hijos/as?

Hemos hecho bastante investigación en este tema y es muy interesante encontrar el rol clave que tienen las familias, los amigos y todos los círculos donde socializan los niños y jóvenes en el tema de la educación. Hicimos un experimento donde le preguntábamos en una de las clases a los jóvenes si, por ejemplo, ante un tema técnico -por ejemplo, videojuegos- ellos pedirían información a sus abuelos. Entonces uno diría que no porque, tal vez, no son la mejor fuente o no están tan informados sobre temas de videojuegos. Sin embargo, al preguntarles a los jóvenes ellos decían creerían en lo que diga, porque su abuelo no tiene por qué mentirle. El apego emocional a la fuente, la credibilidad que uno le da a la familia, porque la familia no tendría una razón por la cual mentirte, nos demuestra que ellos sí tienen un rol clave y que son fuentes de verificación. También muchos jóvenes consultan a sus padres cuando tienen dudas sobre las fuentes de información. Esto nos hace pensar que la educación mediática no solo la deben recibir los jóvenes, sino también sus padres porque si sus padres no están teniendo la capacidad de darles las herramientas o de orientarlos correctamente cuando los jóvenes buscan apoyo para verificar la información, simplemente los chicos lo reproducen.

Uno de los aspectos innovadores de su proyecto es que la plataforma cuenta con un uso offline para poder llegar a aquellos hogares que carecen de conexión a Internet. Sin embargo, ¿cómo alfabetizar mediáticamente a aquellas personas que se encuentran ‘desconectadas’ porque no disponen de dispositivos tecnológicos en casa?

El proyecto que construimos fue diseñado para poder llegar a ese tipo de comunidades. Diseñamos un currículo para ser mediado por maestros de manera presencial, es decir, nosotros les llevamos el currículo a los maestros y ellos son los que dictan el currículo en las aulas. Ese fue el diseño inicial, pero comenzó la pandemia. Este fue un gran reto y lo que terminó sucediendo es que DigiMENTE fue diseñado a prueba de pandemia. En términos generales, donde no había conectividad, los maestros estaban imprimiendo guías de estudio y enviándolas a los hogares de sus estudiantes. Estos las hacían en casa y, después, los profesores las recolectaban por zonas muy dispersas para poderlas corregir y darles la retroalimentación.

Construimos una versión del currículo para que se pueda imprimir en un escenario de bajísima conectividad. Existe un segundo escenario en Latinoamérica en el que se están utilizando mucho los audios. Los profesores nos decían que ellos daban las lecciones en mensajes de audio. Lo que hicimos para esto fue hacer los planes de lección de DigiMENTE en formato podcast. Hay un tercer escenario que es el de la educación virtual donde tienen aulas en Zoom y los profesores dan las clases. Ese es un escenario con un poco más de conectividad y para ese caso, hicimos las clases en formato de vídeo. Adicionalmente, construimos en la plataforma web una funcionalidad que no funciona 100% offline, sino que funciona como una app. Una vez que tienes conectividad, la descargas y los datos quedan guardados en el móvil y luego ya no consumen la misma cantidad de datos. Entonces, todas estas son las alternativas técnicas y tecnológicas que desarrollamos para  poder superar las brechas de la conectividad. Sin duda, habrá otros escenarios a los que todavía no es tan fácil llegar, pero creemos que con esto solventamos un gran porcentaje de las dificultades de acceso que podamos tener, sobre todo, en zonas rurales y dispersas de Latinoamérica.

¿Hasta qué punto afecta la desinformación y las noticias falsas en los/as jóvenes?

Tiene muchos niveles de análisis. Un nivel de análisis de desarrollo a nivel personal. Creemos que la información falsa y la desinformación generan ansiedad, que los jóvenes no crean en las posibilidades del futuro y esto es preocupante. Vivir en un mundo con tanta incertidumbre donde no sabes qué es lo real  y qué no es lo real sin duda genera muchísima ansiedad en el proceso de desarrollo y de crecimiento. Hay otro nivel, que es el nivel técnico y trata sobre las habilidades básicas de lectoescritura, de análisis crítico, que van a necesitar durante toda su vida laboral. El tercer nivel es mucho más político, y es que los jóvenes que crecen sin estas herramientas son también fácilmente manipulables, pueden caer en diferentes momentos en posiciones políticas radicales, extremistas, etc. Sí creemos que tiene un impacto a nivel de la democracia y de cómo los jóvenes participan en ella de una manera más o menos responsable. La desinformación tiene muchos efectos negativos que van desde el individuo hasta el nivel macro de tener jóvenes que se desconectan de sus responsabilidades cívicas porque ya no creen en nada o, por el contrario, toman posiciones peligrosas o extremas. Cualquiera es igualmente preocupante y todas son razones para decir necesitamos educación mediática para los niños, niñas y jóvenes. Necesitamos hacerla de manera masiva y nuestro mensaje es que tiene que ser parte del currículo educativo en todos los países. Esto ya no es opcional, no puede ser dentro de las optativas, tiene que ser parte transversal de lo que se enseña en nuestros colegios para poder dar las competencias para la vida y además para fortalecer la democracia en el futuro.

¿Cuán necesario es implementar la alfabetización mediática desde edades tempranas?

El currículo que construimos es para jóvenes de 12 a 17 años. En conversaciones que hemos tenido estamos pensando que incluso antes de los 8 valdría la pena tener un tipo de acceso. Hay consideraciones éticas y técnicas que hay que tener en cuenta. Por un lado, el desarrollo cognitivo en el que se encuentran los niños y niñas en cada nivel; por otro, la responsabilidad de que el acceso a cierta información puede generar ansiedad, porque si no se maneja bien puede ser más delicado. Nosotros consideramos que cuanto antes se comience con la educación mediática, mejor. Una de las experiencias que tuvimos con la pandemia es que muchos de los padres de familia que tenían aislados a sus hijos de las pantallas, en el momento en el que las clases fueron virtuales, esa barrera se derrumbó. Son niños o jóvenes que nunca habían tenido contacto tan directo e intenso con la información que llega a través de las redes sociales. Entonces esto es problemático, porque no recibieron educación mediática y, de un momento a otro, tuvieron que estar absolutamente en contacto con la información que se mueve libremente en redes. Es muy importante que de manera activa y preventiva podamos comenzar a dar pinitos de educación mediática desde los más jóvenes.

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