Tres ‘detectives’, un virus y el paciente que contagió a todo un hospital

Por: Patricia Peiró

Un trío de científicos de Durban, en Sudáfrica, relata de un modo casi novelesco cómo interrogaron durante semanas a sanitarios, pacientes y familiares para rastrear cómo se extiende la covid-19

Durban, Sudáfrica, 9 de marzo. Un hombre acude a urgencias del hospital San Agustín. Tose, le duele la cabeza. Le ingresan y comparte estancia con una mujer que ha sufrido un infarto. Ese hombre acaba de llegar de Europa, la señora vive en una residencia de ancianos. Hacía solo cuatro días desde que el país había confirmado su primer positivo de covid-19 y faltaban dos para que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia. Menos de un mes después, el virus se había detectado en 13 personas dentro de ese hospital y matado a tres, una de ellas, la mujer del infarto. El teléfono del profesor Salim Abdool sonó. Era el departamento de salud nacional.

—Reúne a un equipo para investigar qué está pasando en el hospital San Agustín

El 4 de abril se presentaron en el edificio tres detectives de enfermedades. El profesor Salim Abdool había encargado la tarea a Richard Lessells, Yunus Moosa y Tulio de Oliveira.

Lo que encontraron en ese centro hospitalario fue pánico. «Todo el mundo quería debatirlo todo, era imposible hablar con una sola persona. Pasamos las primeras cuatro o cinco horas pidiéndoles que se calmaran», explica De Oliveira en una conversación de Skype. En esta llamada a tres bandas también participa Moosa: «Los trabajadores tenían ansiedad, los pacientes y sus familiares estaban histéricos y la dirección no sabía muy bien cómo lidiar con todo esto». Les atiborraron a preguntas: ¿había que llamar a pacientes que podrían haber estado expuestos?, ¿qué hacemos si dan positivo?, ¿debemos decirles que se queden en casa?, ¿podemos volver nosotros a nuestra casa?, ¿tenemos que clausurar las salas en las que ha habido casos sospechosos?.

Los tres especialistas en enfermedades infecciosas estaban a punto de realizar un ejercicio pocas veces visto con semejante nivel de precisión: la radiografía de expansión del virus dentro de los muros de un centro hospitalario. «Esto no se podría hacer en un país como España, donde ya hay muchos infectados, solo es una investigación factible cuando el contagio está en sus primeros pasos», detalla De Oliveira, quien recuerda que Sudáfrica estableció un confinamiento tremendamente estricto desde el principio. «No es una investigación que se pueda llevar a cabo si cada día entran 100 nuevos pacientes que saturan las instalaciones», recalca. Sudáfrica es hoy el país del continente con más positivos, casi 24.500 infectados.

Las primeras personas con las que hablaron fueron tres enfermeras. «Eran las que más sabían sobre el alcance de las infecciones», apunta Moosa. Se encerraron con ellas durante varias horas en un despacho en una zona segura del complejo. A partir de entonces fueron ellos los que realizaron las preguntas y cotejaron todo con los datos almacenados en las bases de datos del hospital. Turnos del personal, labores asignadas, síntomas, distribución de los empleados y los pacientes en las habitaciones…

Los profesores Lessells y Moosa a la entrada del hospital, fotografiados por Oliveira.
Los profesores Lessells y Moosa a la entrada del hospital, fotografiados por Oliveira.

Se trata del estudio más completo y específico hasta la fecha sobre cómo se desenvuelve este virus dentro de un hospital. El colectivo sanitario ha sido uno de los más afectados por los contagios en todo el mundo. Su relato se extiende a lo largo de 37 páginas que cuentan de un modo casi novelesco esos días en los que hablaron durante horas con decenas de trabajadores sanitarios, pacientes y familiares. Desmenuzan cómo analizaron los planos del hospital, los historiales médicos, y los resultados de las pruebas genéticas. Cómo llamaron por teléfono a personas que habían pasado por las instalaciones y les pidieron volver a hacerse pruebas si habían presentado síntomas de covid-19. Un examen tan minucioso que el lector casi puede visualizar al virus saltando de persona a persona.

Tres semanas con jornadas de trabajo de 14 horas dentro de San Agustín. «Hemos disfrutado muchísimo cada paso, sabíamos que si no hacíamos bien nuestro trabajo, no serviría para proteger los hospitales», señala De Oliveira. Sus conclusiones arrojan luz sobre uno de los grandes interrogantes en los que los científicos de todo el mundo se han centrado desde el inicio de la pandemia: ¿cómo consigue transmitirse?. «El virus no vuela por el aire. Esta investigación determina claramente que el principal foco de contagio son las manos de los sanitarios que van tratando a diferentes personas y el material que emplean. Si la superficie de una máquina no ha sido desinfectada, es altamente contagiosa», sentencia Moosa.

Hasta el 30 de abril, fecha hasta la que abarca la investigación, este hospital confirmó 119 casos, 80 de ellos de sanitarios. Otra de las conclusiones interesantes es que ninguno de los sanitarios adquirió el virus en la zona de enfermedades infecciosas, sino en otras áreas. Esto puede ser debido a que las medidas se relajan si se considera que hay menos riesgo.

«El virus no vuela por el aire. Esta investigación determina claramente que el principal foco de contagio son las manos de los sanitarios que van tratando a diferentes personas y el material que emplean»

Las lecciones de este proyecto ya se aplican en este centro y en otros en el país, sus autores llevan semanas impartiendo seminarios de formación. Y también se pueden aplicar a otros contextos y para futuras epidemias. «Crear salas específicas de pacientes de covid-19, extremar al límite la limpieza de los utensilios, no mover a un paciente con el virus por todas partes…», enumera Mossa.

Los propios científicos implicados financiaron este proyecto con fondos de su departamento de la Universidad de KwaZulu-Natal para garantizar que fuera completamente independiente. «No queríamos ninguna sombra de duda sobre ingerencias ni del gobierno ni de la red de hospitales privados», puntualiza De Oliveira.

Este equipo ya contaba con experiencia previa en rastrear infecciones en centros hospitalarios, por eso fueron los elegidos. Hace 15 años estuvieron involucrados en el análisis de un caso de transmisión de VIH y hepatitis C a 400 niños en uno en Libia. También investigó cómo se había infectado un bebé de VIH cuya madre no lo tenía. Gracias a su rastreo averiguaron que lo había adquirido porque la tía, que sí era positiva, le había amamantado.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/27/planeta_futuro/1590576696_743324.html

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Patricia Peiró

Periodista de El País