Première année: Una película con una cruda reflexión de la educación como privilegio

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Aunque a primera vista pueda parecer una premisa bastante sencilla con un conflicto bastante específico, Première année (Primer año, 2018) resulta universal por la reflexión que propone acerca del talento en contraste con el esfuerzo y la disciplina. Esta ponderación es relevante en una sociedad que suele premiar la inmediatez y que deja atrás a cualquiera que no sigue el ritmo frenético que demanda de sus individuos. Más allá de mostrarnos los obstáculos que tienen que vencer dos jóvenes para estudiar Medicina, Première année plantea cuestionamientos polémicos sobre el sistema educativo (no sólo de Francia, sino de todo el mundo) y los espacios sumamente reducidos que existen para la educación. Asimismo, el filme también contiene preguntas que giran alrededor de conflictos humanos como el eterno debate que existe sobre naturaleza versus crianza. En resumen, Première année es un proyecto ambicioso temáticamente que funciona por un guion que nunca pierde de vista su eje central, es decir, que siempre se enfoca en desarrollar el conflicto que viven sus dos personajes principales.

Première année, del director Thomas Lilti (Médecin de campagne), cuenta la historia de Antoine (Vincent Lacoste) y Benjamin (William Lebghil), dos chicos que aspiran ser estudiantes de Medicina. Mientras Antoine ha intentado en repetidas ocasiones entrar a la universidad sin éxito alguno, Benjamin parece tener un talento natural para esta profesión. Esta diferencia será fuente de conflicto entre los dos jóvenes y eventualmente también repercutirá en la amistad que forman durante los meses que pasan juntos estudiando para el examen que podría definir el resto de sus vidas.

Première année es una experiencia que ocurre in crescendo. Lo que inicia como una simple historia de dos jóvenes que quieren entrar a la universidad, eventualmente se convierte en un retrato de la educación como privilegio y de cómo el sistema educativo falla en evaluar al individuo como un todo y no sólo como un resultado. Con este largometraje, Thomas Lilti hace una crítica a los aspectos menos humanos del desarrollo académico y profesional que tienen lugar en las universidades. Asimismo, el guion de Lilti señala la influencia que el sistema capitalista ha tenido en estos espacios, los cuales han convertido el aprendizaje en una especie de selección natural intelectual que sólo sobreviven aquellos dispuestos a dejar un poco de su humanidad en el proceso.

En la cinta, Antoine Verdier (Lacoste) es un joven que sin importar el esfuerzo que hace por superarse sigue estando por debajo del nivel que la universidad requiere de sus estudiantes. Tal y como se lo explica a Benjamin (Lebghil) el día que se conocen, él está por presentar su tercer intento para ingresar a la carrera de Medicina después de quedarse a unos cuantos lugares de ocupar una de las plazas disponibles para esta licenciatura. Antoine ya conoce el proceso y el sistema en su totalidad: él tiene todos los libros y todas las fórmulas que se necesitan para pasar el examen. No obstante, cuando ha sido momento de demostrar esta experiencia, los números no juegan a su favor. A pesar de todo su conocimiento y la pasión que siente por esta ocupación, Antoine sigue sin formar parte de los 300 alumnos (aproximadamente) que cada año entran a esta carrera.

Por otro lado, Benjamin Sitbon es un estudiante privilegiado en el sentido que proviene de una familia de médicos y que además tiene todas las facilidades que le permiten hacer del estudio su única prioridad. A diferencia de Antoine, Benjamin ha tenido la oportunidad de asistir a su padre en procesos quirúrgicos y de tener un departamento cerca de la escuela que le ahorra tiempo y que le da la posibilidad de estar cerca de la universidad y su acervo todos los días. Además, Benjamin tiene como ventaja un carisma que Antoine se ha vuelto agrio tras haber sufrido constantes rechazos. Por todo lo anterior, desde los exámenes prueba, Benjamin consigue mejores puntajes que Antoine, quien a su vez empieza a ver a Benjamin con cierto resentimiento por las prerrogativas que tiene y que ignora por completo.

Este contraste resulta en un terreno muy fértil para desarrollar los conflictos internos y externos que viven ambos personajes. En lo que refiere al conflicto interno, este puede verse cuando Antoine sucumbe por completo a la presión (hasta el punto en el que pone en riesgo su salud física y mental) y cuando Benjamin es obligado a ponderar sus propias expectativas después de que su familia –y en específico su padre– lo ha orillado a un futuro del cual él no está muy convencido. Por otro lado, los conflictos externos los vemos en la respuesta que dan dos protagonistas a los estímulos de su entorno: mientras Benjamin se da el lujo de entablar una breve relación con una vecina del edificio que habita y tener un grupo de estudio con otros compañeros, Antoine se vuelve un ermitaño, ignorando incluso las muestras de cariño de sus propios padres.

Asimismo, es notable que el guion de Lilti capture la experiencia universitaria de una manera que se siente muy cercana a la realidad. Première année se aleja de cualquier estereotipo juvenil que pudiera poseer este tipo de historia y le da la oportunidad a Vincent Lacoste (Plaire, aimer et courir vite) y a William Lebghil (Le sens de la fête) de interpretar personajes complejos y libres de las etiquetas que usualmente se dan en una película donde hay jóvenes y un contexto universitario involucrados. Aquí es importante hacer una mención del trabajo de Lacoste, quien en los últimos años se ha convertido en uno de los actores franceses más reconocibles de su generación y quien en Première année tiene –una vez más– la oportunidad de demostrar su talento para transmitir emociones de forma sutil a través de gestos y el lenguaje corporal que construye para cada uno de sus personajes. Y aunque en Première année, Lacoste no puede usar el carisma usual que lo caracteriza porque iría en contra de la naturaleza de Antoine, el actor logra expresar la frustración de su personaje sin olvidar la empatía que el espectador debe sentir por él.

Veredicto

Si hay algo que criticarle a Première année es que su final resulta demasiado improbable para una historia que hasta este punto se había caracterizado por apegarse a la realidad. De igual manera, la última escena es innecesariamente melodramática para enfatizar el mensaje que el guion quiere transmitir, lo cual resta un poco el esfuerzo que la película había hecho por construir un mundo ficticio muy cercano al nuestro. Fuera de este pequeño paso en falso, Première année es una interesante y reflexiva propuesta juvenil que no pinta un mundo de ensueño para estos chicos, pero que tampoco los ve en una situación de completa destrucción. Y aunque tanto Antoine como Benjamin resultan ser víctimas de un sistema más grande que ellos, Première année sugiere que la humanidad (y muy en específico la juventud) siempre encontrará formas de desafiar las estructuras que constantemente limitan en su desarrollo.

Fuente: https://spoilertime.com/premiere-annee-primer-ano-resena/

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